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siete enanttos
BIANCAME VES
y
U na bellisima reina cosia junto a una
ventana, mientras caian como plumas
copos y copos de nieve. Con la aguja de
su labor se pinché un dedo, y tres gotas de
sangre roja cayeron sobre el marco de su
ventana y resbalaron sobre la nieve blanca.
—Quisiera una hija de piel blanca como
la nieve, los labios rojos como la sangre
y el pelo negro como el ébano —suspir6.
Y asi fue. Tuvo una nifia con la piel
tan blanca como la nieve, los labios
tan rojos como la sangre y el pelo tan negro
como el ébano. Sus padres fa llamaron
Blancanieves. A los pocos dias de dar a luz,
su madre se murié.
Su padre, el rey, habia querido muy
entrafiablemente a la reina, pero necesitaba
una madre para Blancanieves. De modo que
buscé una segunda esposa.
Se cas6 con una princesa cuyo rostro
era tan adorable como el verano, pero tenia
el corazén tan frio como el hielo y practicaba
la magia negra. Era tan vanidosa que no
podia aguantar que alguien fuera mas
deslumbrante que ella. Cuando llegd
al palacio, la tinica cosa que llevaba consigo
era un espejo en un marco de oro. Cada
noche le preguntaba:
—Espejito, espejito,
équién es la mas bella de todas
las mujeres?
Y el espejo le contestaba
=iTii, oh reina! iTi eres la més bella!Aquelio le hacia muy feliz, pues sabia
que el espejo no podia mentir. Se pavoneaba
delante del espejo y sonreia con satisfaccién.
Pero a medida que Blancanieves crecia,
se volvia mas y mas hermosa. Un dia, cuando
tenia siete afios, su malvada madrastra
hizo la pregunta habitual:
—Espejito, espejito,
dquién es la mas bella de todas
las mujeres?
Y esta vez el espejo contesté:
—Oh, reina, tii eres bella y encantadora,
- \ ipero Blancanieves es mas bella que ti!
La reina se puso tan furiosa, que
la fealdad cubrié su hermoso rostro.
En seguida llamé6 a su cazador preferido,
—iLlévate a Blancanieves al bosque
y matala! —grité—. 'Sdcale el corazon
y traiemelo como prueba de que has
obedecido mis érdenes!
Palido y tembloroso, el cazador real
buse6 y encontré a Blancanieves, que
jugaba en el jardin, y se la llev6
dandole la mano. Ni una vez miré hacia
ella, No pronuncié una sola palabra
Cuando llegaron al centro del bosque,
sacé su pufial y apunté hacia el corazén
de Blancanieves.
—iAhora vas a morit!
Ella levant6 los ojos hacia él; sus labios
rojos temblaban y su pelo negro ondulaba
sobre sus hombros. Era tan bella que
el cazador no se atrevié a apufialarla, pero
la abandoné en pleno bosque.
~iQue te maten las bestias salvajes!
—grit6 el cazador—. iYo no puedo hacerlo!
De vuelta hacia palacio, maté un
pequefio corzo y le arrancé el corazén.