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Nos referimos a él como si fuera sólo nuestras lágrimas, nuestra ira, nuestra
culpa. Pero es mucho más que eso. Podemos decir:”no me enfadare”, y
podemos hacer uso de las técnicas de modificación de conducta para expresar
evitar la ira que no queremos experimentar. Sin embargo, la energía de esas
emociones no puede ser suprimida por la ley de la energética sin más;
encontrara otras vías de expresión.
Por ejemplo, nos encontraremos continuamente en situaciones donde
“otras” personas se hallan en conflicto y sienten ira-seremos testigos de todo el
mundo- o canalizaremos la ira en actos de exagerada autoestima.
Tales restricciones tienen por lo menos alguna utilidad, pero son
destructivas en última instancia, ya que perpetúan la ilusión de separación y la
falsedad.
En el Instituto abrimos las ventanas al cielo, para que así aflore esa
energía espiritual, esa multidimensionalidad. Pero no podemos crear un puente
con sustancia, un puente con el que podamos contar, que podamos llamar real,
hasta que entendamos por completo todos esos aspectos sutiles del vehículo
emocional, del cuerpo emocional. Este debe acelerarse hasta una frecuencia,
que permita al vehículo físico ser libre, que nos permita a nosotros mismos
liberarnos de todas esas impresiones mentales que dicen, “mi cuerpo esta
gordo”, “mi cuerpo esta demacrado”, “mi cuerpo esta gordo”, “mi cuerpo es
luminoso”. Esos son posturas a través de las cuales el alma intenta hablar, a
través de las cuales el alma intenta aportar un aprendizaje, enseñar, encontrar
su propia luz. Es el cuerpo emocional el que controla esas percepciones de
nuestro vehículo físico. Es la representación que tiene el cuerpo emocional del
mundo, su capacidad de calmar la mente, su facultad de estar sano o enfermo.
No podemos soslayar el cuerpo emocional. Podemos fingir no sentir la ira, la
culpa, el temor o la tristeza, pero en última instancia tenemos que atravesar
esas impresiones y descristalizarlas con nuestra conciencia. Sin embargo, sólo
podemos descristalizar emociones de las que seamos conscientes.
“Éxtasis, una nueva frecuencia” de Chris Griscom 3/11
Cap. 1 Estructuras de Conciencia
El asiento del cuerpo emocional es el chakra del plexo solar, que se halla
en el área del estomago. Nuestras emociones son registradas por los ganglios
del plexo solar y desencadenan las reacciones de lucha o huida del sistema
nervioso simpático. Se altera así la química sanguínea en el cerebro y el nervio
vago activa respuestas fisiológicas que van acompañadas de una sacudida
eléctrica. Todos hemos experimentado esa sacudida en situaciones en que
fuimos alcanzados por sorpresa: la intensa oleada de miedo e ira que concita
instantáneamente nuestra atención. La sacudida se extiende en ondas cada
vez más amplias que caracterizan la desilusión, la vergüenza y la ansiedad. El
cuerpo emocional se hace adicto a estas sacudidas. Comienza a buscar
personas y situaciones que vuelvan a producirle la carga original, aun cuando
nos insensibilicemos y no nos demos cuenta de ello en el plano consciente.
Has impreso un tema de esa vida pasada una y otra vez. Y la separación
entre tú y tu ser divino cada vez es mayor. La experiencia es tan intensa que
impregna al cuerpo emocional; el cuerpo emocional queda encerrado en ella.
Se va alejando del susurro del alma, que no tiene modo de continuar
orquestando la relación, porque ahora lo no manifiesto esta separado de lo
manifiesto. Así que el cuerpo dice en el nivel del alma: “si, si, si, necesito
ponerme a cortar cabezas, quemar, violar, y matar y tener estas experiencias,
de modo que pueda entender estas ilusiones.” Pero cuando de hecho lo hace,
produce algo. Produce adherencias astrales o recuerdos en el cuerpo de
experiencias. El puente es astral y es esa experiencia astral del cuerpo
emocional la que se reproduce, la que continua atravesando e impregnando
cada vehículo físico cuando tomamos forma.
No existe la mente racional como tal. Eso es una ilusión o idea falsa. La
ilusión es que tengamos una mente racional que no tiene perspectiva ni
posturas. Nuestro cuerpo mental esta totalmente inmerso en la postura y ahí es
donde el ego comienza a hilvanar su circulo vicioso. El ego crea lo que quiere
ver, lo que quiere conocer, y lo llama “verdad”. Pero esta separado de nuestro
ser real. Somos, en efecto, la estructura molecular de la realidad del cielo y las
estrellas, de la Tierra y el mar. Hasta que nuestra conciencia no pueda
expandirse para experimentar eso, no podremos ser.
El niño pequeño, tan pronto como desarrolla algún sentido del yo, vuelve
a conectarse inmediatamente con el viejo patrón. Tan pronto como el niño
comienza a apartarse de la madre y a percibirse como separado de ella, luego
como diferente a otros niños, luego separado de los extraños, relacionado con
el padre, etcétera, el niño empieza a ponerse en contacto con la dimensión
astral- el ordenador astral que dice: “este es tu marco de referencia. ¡Atente a
las consecuencias! No eres lo bastante bueno. Lo hiciste mal.”- Así es como
funciona el ego, de ese modo se infiltra en todas las vías de realidad. Y el
cuerpo físico es una vía de realidad. Por ejemplo, si el ego tiene un disquete
que dice:” has hecho mal uso de tu sexualidad, utilizaste tu cuerpo físico para
la seducción”, entonces el ego lo incorporara como parte de la estructura que el
cuerpo va a desarrollar en esta vida.
El ego se forma en los niños por el énfasis que pone el adulto en la mente
finita, diciendo:” Leamos el cuento; reconozcamos a A, B y C”. Al imponer el
crecimiento lineal a los niños no les permitieron hacer uso del astral en su
relación con el etéreo. Un niño por si mismo no mantendría ninguna impresión;
el niño podría tener un arranque de ira y el bloqueo se resolvería en la ira y el
niño quedaría liberado de ella. Pero la impresión que grabamos continuamente
en ellos es: “para, para. Esta ira significa esto y esto y esto”. De modo que el
niño comienza a refrenarse y graba esos juicios negativos- y aprende el juicio-.
En el estado natural, el niño manifiesta o representa todo lo que esta en su
repertorio, todo lo que esta en su programa, en su plan de vida.