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TACA, TACA, TACA, LATE MI CORAZON…

¿Has escuchado la voz de Dios?


Hay quienes enfatizan enérgicamente que “la voz de Dios no se puede oír” y por otro lado, tenemos a
personas que dicen frases como: -“Dios me habló y me dijo…..” o “Le pregunté a Dios “tal cosa” y El
me respondió…”

¿Cómo es la cosa entonces?, ¿Quién tiene la razón?, ¿Alguno de ellos miente?

Cuando Uno va a tener un hijo, colocarse en las manos de un buen obstetra es muy importante. El
se encarga de ir explicando todos los cambios, los cuidados y el proceso por el que iremos pasando
a lo largo de nueve meses.

Durante el primer trimestre uno escucha por primera vez los latidos del diminuto corazón del bebito
que se está formando en nuestro interior. Es un sonido fuera de lo común, no es el típico “taca-taca”
que escuchamos de un corazón adulto… Es difícil describir, porque es algo increíble.

En un programa de TV, sobre el desarrollo de un bebé en el vientre materno, dijeron que ellos pueden
escuchar. Los sonidos que escuchan permanentemente son dos: el corazón y la voz de su mamá
(qué privilegio, ¿verdad?). También escuchan, pero no tan nítidamente, otros sonidos como: la voz de
otras personas, ruidos, música, etc.

El día del parto, al nacer, los bebes lloran fuertemente. ¡¡Es comprensible!! ¿Se imaginan? Ellos
estaban tan felices allí dentro, calientitos, alimentados, sin mayores interrupciones, en un lugar
oscurito, pero cobijado… De pronto ¡todo cambia!, todo seco, con luz, frío, ruidos extraños etc. Pero
basta que esa criaturita sea colocada sobre el pecho de su mamá, para que se quede tranquilita y
deje de llorar. Los latidos del corazón y la voz de su mamá son reconocidos inmediatamente y eso la
tranquiliza: está “en casa”…

¿Puedo escuchar la voz de Dios?, ¿Puedo escuchar su corazón?... ¡¡Si!!, claro que sí es posible,
pero la mayoría de las veces se necesitan ciertas “condiciones” para poder hacerlo.

Vivimos rodeados de muchos “ruidos” que llaman nuestra atención, cosas que distraen nuestra mente
y nuestros sentidos. Hay preocupaciones, obligaciones y por supuesto cosas, (o personas), que nos
parecen más atractivas que Dios, nos “coquetean” para conquistarnos y finalmente nos alejan de Él.

Con tal de que podamos escuchar Su voz, reconocer el latido de su corazón y permanecer en Él,
Dios busca la forma de estar con nosotros en un lugar apartado, íntimo, exclusivo, se llama el “Salón
de la soledad”, esa táctica no falla.

El se encarga de apartarnos del “ruido mundanal”, para llevarnos a un lugar oscurito, pero no para
asustarnos ni para que nos sintamos tristes, ¡no! Se trata de una invitación al lugar del silencio, donde
disfrutaremos del concierto más espectacular que podamos escuchar: ¡¡SU VOZ y el latido de Su
corazón!!

Echemos un vistazo a la vida de dos hombres de la Biblia que “hablaron y escucharon a Dios”. Uno
es Moisés, en el Monte Sinaí (Ex. 18:13-26), el otro es Elías, huyendo a Horeb (1ª Rey. 19: 1-8).
En ambos casos, podemos ver que ellos fueron apartados de su lugar habitual, de su rutina diaria, del
mundanal ruido. Les llegó una “invitación celestial”, para darse una vueltecita por el desierto y
echarse una buena conversadita con el Señor.
Mira lo que dice Oseas 2:14-15 “A pesar de todo eso, llevaré a Israel al desierto, y allí, con mucho
cariño, haré que se vuelva a enamorar de mí. Le devolveré sus viñas, y convertiré su desgracia en
gran bendición. Volverá a responderme como cuando era joven, como cuando salió de Egipto. Ya no
volverá a serme infiel adorando a otros dioses, sino que me reconocerá como su único Dios. “Yo soy
el Dios de Israel, y les juro que así será.”

Pudiera parecerte una medida cruel de parte de Dios, pero lejos de eso, Él lo hace ¡por amor! El nos
conoce, sabe que no somos precisamente la “novia” fiel, amorosa y perfecta que busca. Entonces,
nos busca, nos llama, nos conquista y nos lleva a ese “lugar especial” (la soledad y en silencio), para
captar nuestra atención y enamorarnos otra vez…

Es importante entender que la soledad a la que Dios nos quiere llevar o la que nosotros deberíamos
buscar v o l u n t a r i a m e n t e, (me refiero a nuestro tiempo de comunión íntima), no es para
escondernos del mundo, hacernos sufrir o por castigo, sino para que podamos abrir nuestra mente y
corazón a Dios.

El Señor se la ingenia, para que estos momentos se den. El nos llama a estar en su presencia en
soledad y silencio para darnos instrucciones, para que escuchemos su voz, prepararnos para el plan
perfecto que tiene para nuestras vidas y también para que conversemos con Él, ¡es maravilloso!

Me imagino que el apóstol Juan, el discípulo amado de Jesús, lo tenía muy claro (Juan 13:22-25).
Cada vez que participaba de reuniones con Jesús, se las arreglaba para quedar al lado de él,
disfrutar de su compañía y de conversar.

¿No es fantástico que Él desee tener estos tiempos tan especiales con nosotros? Debe quedar claro
que Dios, al igual que Jesús con sus discípulos, nos busca, desea que pasemos tiempo a SOLAS con
él y comunicarse con nosotros.

Podrías “sorprenderlo”, invitándolo a una “cita a solas” y le dices: “Señor: solo quería invitarte a
pasar un rato conmigo. Estoy cansado de tanto ruido. No te voy a pedir nada, solo quiero disfrutar
de tu presencia, escuchar tu voz y reconocer el latido de tu corazón “ ¿ACEPTAS?

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