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Miguel Andrango

Maestro del Telar


Texto y fotos: Cheryl Musch

Miguel Andrango se sienta en una estera de caña que está sobre el suelo de
concreto. Sus pies hacen presión contra un tronco, con el fin de impulsar la
urdimbre en su telar, una mezcla de varillas de madera y cuerdas entrelazadas
a una de las columnas de su case y que a la vez, se fija alrededor de su espalda
con una faja de cuero. En este momento está tejiendo un colgante de pared de
colores crema y café intenso. Está concentrado en su trabajo; sus diseños
intrincados se basan fundamentalmente en la técnica del trenzado. Un
momento de distracción durante la conversación podría provocar un error, que
obligaría a recomenzar.

La tradición de tejer con un telar de faja se ha ido


desvaneciendo lentamente en el altiplano andino, al norte
del Ecuador. Antes de la colonización española del siglo
XVII, los tejedores del valle de Otavalo sólo empleaban
ese tipo de telar. Pero con la intervención europea se
introdujo el telar vertical con pedal a mediados de ese
siglo y se establecieron obrajes, que fueron los primeros
centros de producción textil para explotar la fuerza de
trabajo autóctono. Con el paso del tiempo, los quichuas
de Otavalo han sacado provecho a sus habilidades en este
arte, convirtiéndose en uno de los grupos con mayor éxito
económico en América. Cada día. en la plaza del pueblo,
se ofrecen buenos tejidos en oferta y los sábados, el día
más concurrido, la plaza se llena de actividad con turistas
de diferentes países que llegan a comprar colgantes para
la pared, alfombras, carteras, abrigos y otros productos
textiles.

Casi sodas estas creaciones y de otros tipos


destinados para la exportación son realizadas en
telares verticales o eléctricos en los pueblos del
valle de Otavalo. De los 40 mil a 50 mil
habitantes quichuas que viven en el valle, la
mayoría está relacionada con alguna faceta de
producción textil como la venta y limpieza de
lana, cardado, hilado, teñido, tejido, cosido,
bordado o mercadeo de productos terminados. Sin embargo son pocos los que
se dedican a tiempo completo a la producción textil, debido a que todos
trabajan también en sus pequeñas parcelas. Cerca de diminutos maizales o
plantaciones de papa en los poblados del valle la lana se seca junto al rió, los
telares manuales se mantienen en los portales, mientras el sonido rítmico de
los telares eléctricos irrumpe en el apacible paisaje pastoral.

Preocupados por la pérdida de tradición, Miguel


Andrango y otros en Agato, uno de los pueblos a
las afueras de Otavalo, decidieron trace 20 años
formar el Taller de Tejido Tahuantinsuyo, cuya
sede es la case del propio Andrango. Los
miembros de esa cooperativa utilizan tintes
naturales y diseños tradicionales de tejido.
Andrango señala que muchos jóvenes no están
interesados en aprender el uso del telar de faja
debido a que esa técnica consume mucho más
tiempo que el telar a pedal. En vez de eso, ellos
prefieren ganar dinero en forma rápida creando
con otros tipos de telares o vendiendo productos
terminados.

Como en muchas otras familias autóctonas del valle de


Otavalo, Andrango aprendió a tejer gracias a la
enseñanza de su padre, quien ya dejó de hacerlo por
problemas de visión. En la zona de Otavalo, la
producción textil depende del trabajo de toda la familia.
Los Andrangos comienzan comprando lana cruda en
Otavalo, embarcada desde el sur de Ecuador, donde la
sierra es adecuada para el pastoreo de ovejas. (En
ocasiones, prefiere usar lana de alpaca o algodón, porque
es más suave y caliente). Los niños se dedican a sacar las
impurezas de la lana, las mujeres la lavan en un arroyo
detrás de la case con un liquido de planta de cabuya que
produce una espuma limpiadora. La lana pura es cardada
tres veces para producir la hebra que luego será hilada en
una rueca.

Andrango utiliza la lana en sus colores naturales: rojo, gris y marrón oscuro.
También la tiñe con cáscara de nuez negra para lograr cafés claros y oscuros,
cochinilla para los rojos oscuros y morados, bijol para el amarillo y naranja y
hojas de eucalipto para los verdes amarillentos. Los Otavalos utilizan mucho
las tinturas de anilina y Andrango la emplea exclusivamente para obtener
colores opacos que son difíciles de conseguir, porque prefiere usar tintes y
colores naturales. El hilado se calienta en la tintura en una paila de metal
sobre una fogata. Un mordiente, usualmente un tipo de sal metálica, se añade
para fijar el tinte.

Aunque la familia participa en muchos de los


pasos de la preparación del hilado, los hombres
se encargan del tejido en general disponiendo
una urdimbre circular continua en un sencillo
tablero de madera, con una línea de orificios para
insertar clavijas móviles. La mayoría de los
tejedores en la cooperativa urden una sóla pieza a
la vez, cuyos cuatro bordes son orillos. El tejedor
levanta de forma alterna dos tipos de varillas para dejar pasar la trama, e hila
los bordes o motivos zoomorfos en el centro de las piezas entresacando hilos
de la urdimbre ya sea con sus dedos o con una varilla. Los textiles producidos
en los telares manuales de Otavalo, son tradicionalmente de intrincados con
un entramado casi invisible.

Esta técnica está limitada a una anchura de tejido


de 91 centímetros. Productos de mayores
dimensiones como ponchos y cubrecamas se
arman cosiendo las partes. Para la familia
Andrango crear un cobertor tome por lo menos
240 horas, que equivalen a 8 horas diarias en un
mes. En Ecuador, tejer es una técnica dominada
por los hombres. Primero, porque es una
tradición y segundo, porque el tejido manual es un trabajo duro. (Sin embargo,
en Guatemala, este tipo de técnica es ejecutado en su mayoría por mujeres).
En la zona ecuatoriana, cuando una pieza es extraída del telar, las mujeres o
niñas las terminan añadiendo flecos, cosiendo tejido dentro de carteras y
colocando tires.

Tal como para otras familias del valle de Otavalo, el ciclo de la agricultura
determine la cantidad de tiempo que Andrango puede ocupar para tejer. Según
el artista, la mitad de su tiempo total lo invierte en tejer y la otra, en el campo.

Los miembros del Taller de Tejido de


Tahuantinsuyo venden sus productos en el segundo
piso de la case de Andrango, como también cerca
de un hostal cercano. También exportan sus hilados
directamente, evitándose el mercado de Otavalo, ya
que según señalan, es usual que los intermediarios
se queden con buena parte de las ganancias. La
calidad de sus productos producidos en el taller es
sustancialmente de mejor calidad que muchos de
los tejidos hechos en máquinas de hilados que se venden en el mercado, los
cuales se venden a precios más elevados. La comunidad del taller ofrece
clases de tejido y, anhela algún día crear un museo para Instruir a la gente
acerca de las técnicas textiles tradicionales de la región andina.

Cheryl Musch es la directora de la Fair Trade Federation, una consultora y


tejedora. Vive en Ecuador desde hace un año y ha estudiado textiles en Perú,
Guatemala y México respectivamente.

Fuente: "Miguel Andrango", en Handwoven, publicación de Interweave Press,


September/October 1997, Volume XVIII, No.4, pp.50-51.

Traducción de ingles: Aboard De Primero, publicación de SAETA Air


Ecuador, Noviembre/Diciembre 1998, Vol. 22, No. 6, pp. 100-112.

http://ecuador.nativeweb.org/otavalo/andrango/spanish.html

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