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El reto de Jonás

Introducción

Jonás es el antihéroe por excelencia. De pequeño yo


quería ser bombero, médico, y después astronauta. Cuando
me convertí, quise ser evangelista, o misionero, o… no sé.
Jamás quise ser Jonás, sobre todo porque se lo tragó un pez
y lo pasó mal.

Desgraciadamente, en muchas ocasiones pensamos en


Jonás sólo como una historia para niños y no como un
espejo en el que reflejarnos. De hecho, muchas de las
actitudes buenas y malas que tenía Jonás las podemos
encontrar en la iglesia hoy y precisamente por eso hemos de
examinar su vida y nuestra vida.

I. Lo que Jonás tiene

Como nosotros ya conocemos la historia de Jonás y


sabemos cómo acaba, es muy fácil que caigamos en el error
de prejuzgarle o, peor aún, sentenciarle. Así es que hoy
vamos a tener un juicio ficticio con un fiscal y un abogado
defensor para Jonás. Empezaremos por éste último.

a. El llamado del Señor

Lo primero que olvidamos con mucha facilidad es que


Jonás era un profeta del Señor. En ocasiones estamos tan
familiarizados con los personajes bíblicos que no vemos lo
obvio. En el AT había una diferencia muy grande entre los
sacerdotes y el resto del pueblo. Y los profetas eran los
voceros de Dios en situaciones muy determinadas. El
profeta proclamaba la voluntad de Dios y si los hechos
corroboraban su mensaje eran tenidos en alta estima, en
caso contrario eran apedreados como falsos profetas.

El Señor llama a Jonás a predicar su palabra tres veces.


La primera está justo en el segundo versículo del libro:
1
Jehová dirigió su palabra a Jonás hijo
de Amitai y le dijo: 2«Levántate y ve a Nínive,
aquella gran ciudad, y clama contra ella, porque
su maldad ha subido hasta mí»

El llamado es claro y, como todos sabemos, el profeta


hace justo lo contrario de lo que le pide Dios; se levanta, sí,
pero para huir de la presencia de Dios. Quisiera hacer un
alto aquí, porque pensemos que si podemos seguir con
nuestros cultos sin ser afectados por los desesperados
lamentos de los hombres perdidos a nuestro alrededor es
que de alguna manera hemos huido de la presencia del
Señor.

La segunda vez encontramos el llamamiento de Dios


en 1:6.
6
Entonces el patrón de la nave se le acercó y
le dijo: «¿Qué tienes, dormilón? Levántate y
clama a tu Dios. Quizá tenga compasión de
nosotros y no perezcamos».

El jefe de la embarcación es el instrumento que Dios


usa para despertar al profeta. Su reproche vino
primeramente en forma de pregunta: “¿qué tienes,
dormilón? Este no es el tiempo de dormir sino de trabajar”.
Después encontramos el mandato “levántate y clama”. En
el original, se usan las mismas palabras de la comisión dada
por Jehová: “levántate…y pregona”. ¡Qué reprensión tan
fuerte! El Señor estaba reprochando la actitud de Jonás por
medio del jefe pagano, forzándolo a pensar en su comisión
original.

El capitán del barco no puede reconocer a Jonás como


profeta y, a pesar de eso, le llama la atención. ¿Podemos
nosotros ser reconocidos como cristianos? Posiblemente no,
pero a pesar de eso el mundo nos exige que nos pongamos
en pie y actuemos. La ironía reside en que un no creyente
insta a un creyente a orar a Dios. Otra ironía es que, a pesar
de que Jonás no quiere ir a predicar a los ninivitas, se ve
obligado a hacerlo en esta situación tan seria.

La tercera ocasión, aunque el texto diga que es la


segunda porque es la segunda vez que Dios le habla
directamente, la encontramos en el capítulo 3 después de la
experiencia del pez:
1
Jehová se dirigió por segunda vez a Jonás y
le dijo: 2«Levántate y ve a Nínive, aquella gran
ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te
diré».

Bien, a la tercera va la vencida. Por fin el profeta Jonás


se decide a ir a predicar a Nínive.

b.Alabanza viva

Jonás también era una persona que practicaba una


alabanza viva. Todo el capítulo dos es un canto de alabanza
reconociendo el poder del Señor. Desde luego, no tendría
un coro de trompetas acompañándole en el vientre del gran
pez, pero sí tiene su oración todos los elementos que debe
tener la alabanza:

• Reconoce la ayuda del Señor en su angustia


(2:2,6).
• El Señor es el Señor de la Creación ya que toda
ella le obedece (vv. 3-6).
• Reconoce que el Señor es su Dios (v. 6). Es decir,
Jehová no es sólo el Dios Todopoderoso, es su
Dios.
• Reconoce la fidelidad de Dios (vv. 2, 7-8).

• Se compromete a cumplir sus compromisos


delante del Señor (v.9). Esta es, posiblemente, la
parte de la alabanza que más olvidamos hoy en
día.
• Reconoce que la salvación es del Señor (v.9).

Es interesante ver cuándo y en qué situación alaba


Jonás al Señor: en medio de la angustia, cuando está
abatido, y después de confesar su pecado. No, no hay una
música inspiradora, sino una oración sincera. No lo hace,
como solemos hacer nosotros, como preparación para
escuchar la palabra del Señor, sino después de haberla
escuchado y sufrido en sus propias carnes.

c. Vida de oración

Es importante también ver la forma en que alaba Jonás


al Señor: mediante una oración. Sí, Jonás, el profeta rebelde
y dormilón, es una persona que ora al Señor ¡y de qué
forma! Sorprende, sin embargo, que su desobediencia no
sea obstáculo para la oración. En medio de la resistencia a
la gracia soberana del Altísimo, el profeta ora como si fuera
un fiel servidor.

La primera oración que eleva Jonás, ya la hemos visto


en el capítulo 2. La segunda se encuentra en el capítulo 4 y
es completamente diferente:
1
Pero Jonás se disgustó en extremo, y se
enojó. 2Así que oró a Jehová y le dijo:

De hecho, todo el capítulo 4 es una oración, una


conversación entre Jonás y Dios. Nosotros hemos perdido
ese concepto de oración como conversación con Dios y lo
hemos transformado en un monólogo de petición tras
petición.
d.Un conocimiento verdadero del Señor

En este diálogo del capítulo 4 también observamos que


Jonás tiene un conocimiento verdadero del Señor. Hace
afirmaciones que lo podían haber convertido en uno de los
profetas más apreciados y, sin embargo, muchos lo tienen
hoy día casi como un profeta bufón que muestra lo que no
debemos hacer.

…porque yo sabía que tú eres un Dios


clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran
misericordia, que te arrepientes del mal. (4:2)

II. Lo que Jonás no tiene

Pero, ¡ay Señor!, Jonás tenía los hechos bien en su


cabeza y las malas actitudes en su corazón. Le faltó la
perspectiva y compasión para ser usado por Dios. El Señor
amó a Jonás y probó toda forma que pudo para capacitarlo
para Su servicio, pero el hombre tenía un defecto fatal que
es el más grande estorbo para cualquier vida espiritual. No
le gustó que Dios es Dios a pesar de ser su profeta.

a. Obediencia sumisa

Desde luego, todos conocemos al profeta Jonás por ser


desobediente. Huye ante el envío de Dios en lugar de
cumplirlo gozosamente. ¿Por qué? La explicación la da el
mismo Jonás: porque Dios tiene un plan diferente,
completamente diferente del suyo y Jonás no quiere
cumplirlo.
Jonás no es sumiso, no reconoce en la práctica la
soberanía de Dios. Después de la experiencia terrible de ser
tragado por un gran pez decide ir a Nínive a predicar. Pero
no es una obediencia sumisa, sino más bien a regañadientes.

A Jonás quizás le preocupaba más su reputación que la


de Dios. Sabía que si la gente de Nínive se arrepentía, el
castigo de que hablaba no iba a llegar. Y si eso ocurría, él
iba a ser considerado un falso profeta y podía incluso ser
apedreado. Iba a sentir vergüenza, aunque Dios se
glorificaría. ¿Estamos interesados en la gloria de Dios o en
la nuestra?

b.Mensaje equilibrado

Jonás conocía muy bien el carácter de Dios como


hemos visto. Conocía perfectamente el carácter perdonador
de Dios. Es más incluso le reprocha que sea así y prefiere
morir. Sin embargo, su mensaje es sólo de destrucción, no
de llamada al arrepentimiento y la conversión.

Desde luego Jonás tenía motivos para odiar a los


ninivitas, los enemigos más encarnizados de Israel. Y lo que
él quería era su destrucción. Es cierto, Jonás no era
imparcial en sus juicios. Pero nosotros tampoco. Nosotros
en muchas ocasiones somos simplemente indiferentes. No
en la práctica que, como Jonás, nos conocemos muy bien la
teoría pero fallamos en la práctica.
Y como Jonás, cuando nos decidimos a predicar el
evangelio porque el Señor nos ha llamado reiteradamente y
se nos exhorta repetidamente, hacemos como Jonás:
presentar un mensaje parcial:

• Enfatizamos mucho el amor de Dios, pero


olvidamos que es un Juez justo.
• Hablamos de almas en lugar de personas (Dios se
interesa hasta por los animales (4:10).
• Hacemos números, planes, hasta soñamos, pero
nos olvidamos de las personas.
• Queremos que las personas que se conviertan sean
como nosotros, piensen como nosotros, actúen
como nosotros… ¡Queremos fotocopias nuestras
en lugar de convertidos que traigan un aire nuevo a
la iglesia del Señor!

c. Las prioridades bien puestas

En el capítulo 4 el Señor quiere mostrar al profeta


Jonás que no tiene las prioridades bien puestas. El problema
de Jonás se expresa en una sola palabra: egoísmo. Jonás era
un hombre completamente egocéntrico. Su preocupación
era su pueblo, su voluntad y su comodidad. No le
importaban las criaturas de Dios y la voluntad divina.
Rehuía las incomodidades. Sólo aceptaba lo que le
convenía; igual que nosotros en la actualidad.

El egoísmo excesivo siempre procede de la falta de


madurez. Dios le demuestra que su actitud es absurda. Se
desespera sobre la pérdida de una planta que ni siquiera él
sembró ni cultivó; cuánto más debe pensar Dios en miles de
personas que él ha creado a su imagen y semejanza. Se ve a
Jonás como una persona muy impulsiva con muchos
prejuicios y ahora con su escala de valores totalmente
confundida. Si Jonás podía interesarse tan profundamente
por una planta, y desear vehementemente que no hubiera
muerto, ¿no podía Dios preocuparse mucho más por la
gente?

A los lectores se les pregunta implícitamente: ¿Somos


como Jonás? ¿Están también tan torcidos nuestros valores?
¿Somos indiferentes ante el sufrimiento y la perdición de
otras personas mientras aceptamos el perdón y la gracia
para nosotros? ¿Cuántas personas morirán sin conocer al
Señor en nuestra Nínive particular?

Utilizando la figura del profeta rebelde, y un tanto


bufón, el autor escribe un reto al pueblo de Israel
llamándolos a cumplir con su tarea misionera a las
naciones. Si no se cumpliera con dicha misión, Israel
negaría el propósito de su elección a ser el pueblo de Dios.
El libro no se escribió tanto para mostrar la compasión de
Dios sino para desafiar a Israel a cumplir su destino como
profeta a las naciones. Todos nosotros como cristianos
somos herederos de esta misión profética al mundo entero.

d.La misericordia del Señor

Posiblemente el mayor problema que tiene Jonás es la


falta de misericordia. Ése es el reproche que hace al Señor,
que es un Dios misericordioso y clemente, Jonás no quiere
que la misericordia divina alcance a nadie fuera de Israel, y
mucho menos a los enemigos de su nación. El profeta trata
de justificar su rebeldía, su desobediencia y su actual
postura de profundo enojo mediante una expresión popular:
Literalmente: “¿No fue esta mi palabra?” Sería como decir:
“¿No te lo decía yo?” ¡Qué habitual es esta actitud errada
de creer que nosotros sabemos mejor que Dios! ¡Con cuánta
frecuencia procuramos que nuestra “palabra” tenga
supremacía sobre la Palabra del Señor!

Pero Jonás no se percata de lo que está aconteciendo, y


que el juicio del Señor no reposa sobre Nínive, sino sobre
su cabeza. La escena no puede ser más paradójica: los
habitantes de Nínive se gozan por el arrepentimiento y el
perdón que Dios les ha concedido, y el profeta del Altísimo
se debate entre odios y resentimientos, fobias e
incomprensión.

Jonás no puede aceptar de Dios lo que supera su


comprensión. El “dios” del profeta tiene el tamaño de su
cabeza, de su tierra, de su nación, de sus intereses y
prejuicios. Esa clase de “dios” siempre da tufo a ídolo. Ya
dijo Agustín que “el dios comprendido no es Dios”. Pero el
Dios vivo y verdadero es experto en avergonzar a esta clase
de idolillos de factura nuestra, hasta lograr que salgan de
nuestro corazón para siempre.

Conclusión

Antes de emitir un juicio debemos mirarnos a nosotros


mismos no sea que critiquemos en otros el problema que
hay en nosotros. Jonás nos enseña que es posible recibir el
llamado de Dios a predicar el Evangelio, disfrutar de una
alabanza viva, tener una vida de oración, e incluso conocer
perfectamente del carácter de Dios y, sin embargo, no
cumplir con su voluntad. Hermanos, si no obedecemos
sumisamente, predicamos un mensaje equilibrado,
reordenamos nuestras prioridades y, sobretodo, no
ejercemos la misericordia divina, no alcanzaremos nuestro
objetivo como hijos de Dios: ayudar a otras personas a
entrar en el Reino.

Lo importante no es cuántos somos en nuestras


reuniones sino cuántas personas están muriendo sin el
Señor más allá de nuestros muros. Lo importante no es
mantener nuestros cultos, sino incorporar a nuevos
redimidos en la comunidad del Señor. No se trata de tener
cultos más vivos o participativos, sino de que otras
personas puedan participar de la vida del Señor en
Cartagena.

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