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ALGUNAS CRITICAS AL PSICOANALISIS

(Ver también, sobre este tema, el artículo ¿Por qué falla el psicoanálisis?)

El psicoanálisis se ha vuelto en la Argentina parte del sentido común popular de


muchas personas, y quienes dejaron de cuestionar sus supuestos lo
consideran una verdad obvia y evidente. Creo que no sólo esa credulidad (a
menudo dogmática) está injustificada, sino que es altamente perjudicial para
los psicólogos, para los pacientes, y para la psicología como disciplina.
Las críticas al psicoanálisis se pueden clasificar en varios grupos. Mencionaré
primero a las epistemológicas, empíricas y pragmáticas. Seguiré con las del
constructivismo social y posturas afines. Luego, las críticas a la concepción
cartesiana de la mente, y allí hablaré acerca de homúnculos,
pseudoexplicaciones con disposiciones, objetos internos, el inconsciente,
razones y causas, y las instancias psíquicas. Por último, algunas ideas sobre
por qué el psicoanálisis es, según Wittgenstein, ¨una mitología poderosa¨.

1.1. Epistemológicas (Popper, Grunbaum).

Según Popper, la teoría es infalsable porque cualquier evento es interpretado


como confirmatorio. En muchos casos, frente a un evento que parece refutar
una hipótesis, se reinterpreta esta última para poder sostenerla (por ejemplo,
cuando Freud busca traumas sexuales infantiles para explicar la neurosis y el
paciente los niega sostiene que fueron reprimidos, y cuando es evidente que el
suceso nunca ocurrió lo considera una fantasía inconsciente, ejecutando dos
veces el artilugio de ¨huir hacia lo infalsable¨ para seguir sosteniendo su
hipótesis). Por otro lado, si no se investiga fuera de la sesión buscando criterios
intersubjetivos de evaluación de los resultados, hay pocas garantías de
fiabilidad de las evidencias clínicas debido a los efectos de la sugestión, los
sesgos de observación, la ausencia de control de variables extrañas, el sesgo
confirmatorio, etc. Eso como mínimo debería hacernos cuestionar la confianza
ciega en el psicoanálisis frente a las hipótesis rivales, y buscar una
contrastación más rigurosa de las hipótesis. La posibilidad del psicoanálisis de
¨explicar todo¨, que resulta atractiva para muchos de sus seguidores, deja de
serlo si se piensa que una teoría es más útil cuanto más se arriesga a fallar.
Una teoría capaz de amoldar todo es mas bien un marco conceptual,
cosmovisión u ontología, que uno puede elegir adoptar o no. Según Popper, el
psicoanálisis es infalsable y no es ciencia, según Grunbaum es infalsable en la
situación analítica (la relación es circular porque la situación analítica sólo
permite confirmaciones de la teoría, y está viciada por la sugestión), pero
podría ponerse a prueba apropiadamente (fuera de la sesión), según
Wittgenstein el psicoanálisis es el tipo de especulación previa a la formación de
hipótesis científicas, como lo es el animismo en biología. La postura de Freud
es anti-empirista debido a su sesgo a buscar confirmaciones y reinterpretar la
evidencia contraria en modo favorable (por ejemplo llamar ¨resistencia¨ a los
casos en los que la terapia no avanza o el paciente no acepta las
interpretaciones). Freud inaugura el rechazo a los disidentes y un método de
teorización que se guía por criterios más literarios que empíricos. Su
construcción teórica tiene una apariencia sólida, desde un punto de vista
conceptual (coherencia lógica) y literario (es agradable de leer, persuasivo).
Para algunos (como Klimovsky) esa coherencia lógica y literaria es suficiente
para aceptar la teoría, pero hay otros criterios más importantes, en los cuales la
teoría resulta problemática: criterios pragmáticos (la ineficacia para tratar los
problemas), empíricos (la falta de contrastación experimental y de diálogo con
otras teorías y disciplinas) e incluso éticos (los prejuicios esencialistas y
etnocéntricos, el mito de la neutralidad). La riqueza literaria y retórica en la
descripción de casos puede resultar persuasiva, pero no reemplaza a la
investigación empírica. La postura de rechazo a la investigación empírica bajo
el argumento de oponerse a establecer leyes en nombre de la particularidad es
incluso contradictoria: el psicoanálisis acepta leyes universales (no podría
evitarlo) pero no las pone a prueba. La neutralidad es imposible, y la teoría es
acrítica respecto a sus propias leyes (edipo, castración, tópicas, teorías
sexuales, deseos inconscientes).

1.2. Empíricas.

Cuando se intentó poner a prueba experimentalmente partes de la teoría, las


hipótesis no recibieron apoyo empírico. La ausencia de evidencia experimental
favorable es admitida tanto por partidarios como por opositores (Eysenck,
Kline, Fisher y Greenberg, Kihlstrom), y estos resultados se interpretan como
un reclamo de mayor investigación en el mejor de los casos, y en el peor como
señal de que sería mejor investigar hipótesis rivales más plausibles y dejar a la
teoría como un recurso heurístico. Los intentos de contrastación empírica
pueden llevar a un considerable alejamiento respecto de las teorías originales,
cosa que es para muchos intolerable. Hay quienes para evitarlo rechazan los
métodos de contrastación utilizados en otras disciplinas de conducta (Lacan es
tal vez el caso extremo) y transforman a la disciplina en una especie de dogma,
cerrado al cambio y a la investigación, aislado del resto de la psicología, cuya
tarea fundamental es preservar la fidelidad a los textos fundadores. La palabra
de Freud fue al psicoanálisis lo que la palabra de Dios al catolicismo o lo que la
palabra de Aristóteles a la filosofía medieval del siglo XII. Así fue como el
criterio de autoridad (¨lo dijo Freud¨) fue antepuesto al desarrollo de
investigaciones y tratamientos más eficaces.

1.3. Pragmáticas (eficacia clínica).

En la investigación sobre eficacia clínica, realizada usualmente comparando


grupos de tratamiento con distribución aleatoria (randomized control trials), los
resultados muestran que existen factores inespecíficos benéficos (contacto
afectivo, escucha empática, experiencia del terapeuta, etc.) comunes a
distintas psicoterapias (cognitivas, conductuales, sistémicas, psicoanalíticas,
gestálticas, y diversas versiones de integración entre ellas), mientras que para
las conductas más resistentes al cambio se evaluaron terapias más eficaces
que el tratamiento placebo (¨terapias empíricamente validadas¨) que en su
mayoría son cognitivo-conductuales (Beck para casos de depresión, Barlow
para casos de ansiedad, Linehan para casos borderline, etc.). Para conocer
más detalles de esta investigación, remitirse a Chambless.
Obviamente, ningún tratamiento está ¨completamente validado¨. El criterio para
evaluar un tratamiento como ¨bien establecido¨ consiste en que hayan al
menos dos experimentos de comparación entre grupos que demuestren
eficacia superior al placebo o a otro tratamiento, o eficacia equivalente a un
tratamiento ya establecido experimentalmente. Los experimentos deben tener
un manual de tratamiento (para que diferentes terapeutas coincidan en la teoría
y técnica que aplican), deben especificar criterios y sus resultados deben ser
demostrados en al menos dos estudios separados. Con criterios menos
rigurosos se establecen los tratamientos ¨probablemente eficaces¨. El
tratamiento más cercano al psicoanálisis que ha demostrado empíricamente su
eficacia es la terapia interpersonal de Klerman, pero a la vez difiere bastante
del psicoanálisis ortodoxo freudiano (utiliza las teorías de Sullivan sobre las
relaciones interpersonales y aportes propios de Klerman). Desde un punto de
vista pragmático y empírico, el psicoanálisis no ha mostrado ser eficaz en el
tratamiento de diversos problemas (ver Eysenck), mientras que otras terapias
han mostrado resultados consistentes (ver Chambless sobre tratamientos
empíricamente validados). Sin evidencias favorables, un tratamiento puede no
superar al placebo, y puede incluso ser perjudicial (iatrogenia). Por otro lado, la
afirmación usual de que ¨sin psicoanálisis sólo hay cambio de síntoma¨ resulta
insostenible: los seguimientos de terapias cognitivo-conductuales muestran
ausencia de recaída, y los casos psicoanalíticos carecen de seguimiento y en
ocasiones (por ejemplo los de Freud) es claro que distan de poder ser
considerados exitosos (Dora seguía "más histérica que nunca" cuando en los
años 20 consulta al psicoanalista Felix Deutsch, el Hombre de los Lobos siguió
con síntomas y tuvo otros tratamientos hasta terminar sus días en el hospicio
con diagnóstico de psicosis paranoica, del resto el Hombre de las Ratas murió
al poco tiempo, Schreber no fue un tratamiento sino una interpretación de sus
memorias, Juanito es tal vez el más exitoso pero menos sorprendente pues es
un caso simple y no es rara la remisión espontánea de un temor infantil). En los
casos de Freud, lo que fascina al público es su exposición literaria y su
compleja especulación, y no el haber logrado resultados terapéuticos. Hay que
reconocer la diferencia entre la complejidad teórica, la riqueza literaria y la
eficacia pragmática. Que una teoría nos fascine y que nos guste leerla no
significa que sea correcta o eficaz (ver más abajo acerca de las posibles
razones de esa seducción).
Hay varios puntos importantes respecto a la investigación en psicoterapia, que
suele subdividirse en investigación sobre resultados (qué se logra con la
psicoterapia tomada como un proceso completo, y si esos logros se mantienen
en el tiempo) y sobre procesos (qué cambios ocurren en el transcurso de la
psicoterapia, en cada sesión o en cada intervención). Señalaré algunos:
1. Es cierto que es discutible qué se considera eficaz, pero precisamente aquí
se apunta a la necesidad es discutirlo, tanto en el terreno teórico como en el
empírico. Los objetivos pueden ser variados, desde cambios en conductas
problemáticas puntuales hasta cambios globales en la personalidad que
impliquen mayor bienestar definido de diversas maneras (es falso que el
psicoanálisis busca cambios más profundos en la personalidad y que otras
terapias buscan ¨sólo remover el síntoma¨). Si lo que se busca es una elección
terapéutica guiada por razones y no por prejuicios ciegos a la evidencia
existente, es necesario clarificar los resultados deseables y verificar si se
concretan o no.
2. Es cierto que en una terapia no sólo intervienen las variables del tipo de
teoría o técnicas terapéuticas, pues hay otras variables importantes que
influyen en los resultados, tales como las características del terapeuta, del
paciente y de la relación entre ambos. La influencia de estas variables explica
que los terapeutas y pacientes puedan obtener resultados positivos, más allá
de cuál sea el modelo teórico aplicado. Un modelo más eficaz permite mejorar
los logros y evitar los fracasos (casos más dificiles, elecciones inadecuadas del
terapeuta). Para ello es preciso conocer reglas eficaces que guíen la terapia, y
sólo puede lograrse mediante la investigación y el diálogo entre teorías.
3. En consecuencia, la investigación no sólo debe buscar modelos de
intervención eficaces, sino explicitar la influencia de otras variables
(personalidad del paciente y del terapeuta, variables de la relación terapéutica).
Una teoría es más eficaz si permite manipular factores relevantes que sus
teorías rivales no logran especificar, predecir ni controlar. Los modelos de
tratamiento empíricamente validados se están volviendo cada vez más
sensibles a esas variables, y actualmente hacen hincapié en los rasgos
particulares de cada individuo, a la vez que en las características
generalizables de cada tipo de conducta o de trastorno.
4. Una elección racional (del estudiante que elige su formación, del terapeuta
que se capacita, del paciente que busca terapia adecuada a sus objetivos)
requiere un conocimiento empírico y teórico que la guíe. Por desgracia, a
menudo no es el caso, y esas elecciones se basan en preferencias personales,
tendencias de la moda, supuestos ampliamente difundidos pero sin evidencia
real, información sesgada, o simple ignorancia de las posibilidades existentes.
5. Otra elección usual en los terapeutas es el eclecticismo teórico o técnico. El
problema es en ese caso cuáles son los criterios para la elección de los
elementos teóricos y técnicos, y por desgracia estos criterios vuelven a ser
irracionales (preferencias personales o sociales). Si se busca que la elección
sea racional, es preciso generar el diálogo entre teorías rivales y tomar en
cuenta los resultados de la investigación empírica, lo opuesto a la postura que
adopta la vertiente ortodoxa del psicoanálisis, aislada de las teorías
psicológicas actuales y contraria a la puesta a prueba de sus postulados.
Tanto las corrientes cognitivas como las conductuales, a pesar de sus
diferencias, coinciden en el esfuerzo por contrastar sus resultados y realizar
seguimientos, lo cual permitió validar, descartar o mejorar sus técnicas. Esa
situación obligó a algunos seguidores del psicoanálisis a comprometerse en la
investigación experimental, pero a la vez eso implica aceptar el riesgo de
modificar la teoría en función de los resultados, algo que muchos no están
dispuestos a enfrentar. Este es el dilema actual que enfrenta el psicoanálisis, el
cual llevó a la escisión de un grupo dispuesto a la investigación y el cambio, y
otro que se repliega en un conservadurismo teórico. Por dar sólo un ejemplo de
este conservadurismo dogmático, cito a Lacan: ¨Ningún progreso se ha podido
hacer, por pequeño que sea, cada vez que ha sido desatendido uno de los
términos de Freud¨. Se anula el diálogo con otros abordajes (incluso antes de
comprenderlos), se transforma la teoría en dogma, se dejan de cuestionar sus
supuestos básicos, y se frena la posibilidad de comprender, controlar y predecir
los temas de la psicología.
Se pueden rescatar algunas ideas del psicoanálisis como heurísticos para
generar nuevas teorías y ponerlas a prueba empíricamente, como la idea de
transferencia y las investigaciones sobre relaciones interpersonales, pero a la
vez eso implica abandonar el conservadurismo y el temor a distanciarse de las
propuestas freudianas originales (hecho que resulta esperable en una disciplina
que se modifica en base a la investigación). Esa línea alternativa, más abierta a
la investigación y al diálogo con hipótesis rivales se puede encontrar reseñada
en Bergin (Handbook of Psychotherapy and Behavior Change) y en los autores
de distintas corrientes que recibieron influencias del psicoanálisis y buscaron
contrastar sus propias hipótesis, como Klerman, Snyder, Safran y Kohlenberg.
En los tratamientos cognitivo-conductuales se plantea un trabajo colaborativo
con el paciente, evitando ¨culpar a la víctima¨ por sus problemas, se propone
una búsqueda conjunta de objetivos (que difieren según el caso), teniendo en
cuenta la dialéctica entre aceptación y cambio. Se busca comprender las
relaciones de las conductas (incluyendo eventos privados, ver luego) con sus
antecedentes (conductas respondientes, reaccionan ante un estímulo gatillador
innato o aprendido), sus consecuencias (conductas operantes, acciones para
obtener objetivos, en base a la historia previa de aprendizaje), y las conductas
gobernadas verbalmente (reglas que describen contingencias sociales o
naturales, creencias y valores, patrones cognitivos con los cuales se interpretan
y explican las situaciones), en relación a un contexto social (aspecto en el que
también se tiene en cuenta la dialéctica entre aceptación y cambio entre el
individuo y su entorno). Para planificar las intervenciones, se toman en cuenta
las teorías del aprendizaje respondiente, operante, social (Bandura: modelado,
refuerzo y castigo social), cognitivo (esquemas emocionales, pensamientos
automáticos, distorsiones cognitivas, conducta gobernada por reglas) y las
investigaciones previas acerca de tratamientos eficaces para cada tipo de
problema (terapias empíricamente validadas).

2.1. Constructivistas (teoría del aprendizaje social de Bandura, constructivismo


social).

La teoría psicoanalítica sostiene que algunos procesos psíquicos ocurren de


cierta forma debido a un determinante biológico fijo (y no relativo a la cultura o
contexto social), y justifica ciertas ideologías y valores en base a un supuesto
origen biológico. Sostiene esa postura sobre los roles de género explicados
como esencias (la mujer tiene un superyo débil debido al edipo y a la
¨diferencia anatómica de los sexos¨), sobre la homosexualidad (aunque se
postula una bisexualidad latente universal, se considera a la homosexualidad
una ¨detención en el desarrollo libidinal¨, mientras que a partir del Informe
Kinsey se difunde una concepción relativista social), con las ¨estructuras
psicopatológicas¨ y ¨enfermedades mentales¨ (tanto las que describe Freud
como las que propone el DSM, ver las críticas de Szasz sobre la relatividad
cultural del concepto), etc. Estas críticas enfatizan la relatividad cultural de
estos valores, por ejemplo la homosexualidad era aceptada en Grecia, los roles
sexuales se explican más por el aprendizaje social (Bandura) que por las
diferencias anatómicas sexuales, etc. Por otro lado, la idea de ¨neutralidad¨ es
una negación de la responsabilidad del terapeuta en cuanto a los valores en los
cuales inevitablemente basa su práctica. El psicoanálisis no es ¨neutral¨, nace
ya con rasgos de distintas ideologías: sexista (hay esencias o naturalezas de
cada género), liberal-hobbesiana (¨el hombre es naturalmente egoísta¨, ¨el
psicoanálisis no sirve para los incultos¨), médica (el poder del analista para
interpretar, las metáforas de ¨síntoma¨, ¨patología subyacente¨, ¨resistencia¨),
universalista ("estos mecanismos son iguales en toda cultura"), etc. El objetivo
no debería ser la neutralidad, que es por otro lado imposible, sino una ética
responsable, la conciencia de los propios valores, el respeto a los valores del
otro y la capacidad de cuestionar los puntos de vista propios y ajenos. El
problema de la falsa neutralidad es que sostiene una distribución de poderes
en base a una ficción reificada (el inconsciente). (Ver Wittgenstein: la razón de
ser del inconsciente es permitirle al analista hacer interpretaciones). Muchas
concepciones del psicoanálisis son esencialistas y etnocéntricas: ignoran el
contexto sociocultural del problema e imponen en forma acrítica la visión de
una clase social y una cosmovisión teórica. Por ejemplo, las "estructuras
psíquicas" se plantean como esencias estigmatizantes, estáticas, con
connotaciones morales (a menudo se considera perversión a las minorías
sexuales, psicosis a los excluidos sociales, se culpabiliza a la víctima refiriendo
a supuestos deseos inconscientes, etc.). Otro ejemplo son las teorías sobre la
identidad y orientación sexuales, que Freud explica en base a las diferencias
anatómicas de los sexos, ignorando las contingencias socioculturales. Esta
visión resulta normalizadora, naturalista, esencialista y reaccionaria (concibe un
escaso margen de variación), y fue criticada por muchos autores
(constructivistas, antropólogos, feministas, queer theory, etc.). La alternativa a
esa postura, consiste en utilizar las teorías generales del aprendizaje individual
y social (Skinner, Bandura, Guerin), y en ese marco comprender la
particularidad de cada historia individual y cada contexto sociocultural.

3. Filosofía de la mente: principalmente las críticas se dirigen a la concepción


cartesiana de la mente (Wittgenstein, Ryle), y se puede extender a gran parte
(pero no la totalidad) de la psicología cognitiva. Se le critica: postular objetos
internos, usar pseudoexplicaciones por disposiciones, describir homúnculos,
confundir razones y causas.

3.1. Concepción cartesiana.

El psicoanálisis acepta la concepción cartesiana de la mente (lo que Ryle llama


¨la leyenda de los dos mundos¨ y ¨el mito del fantasma en la máquina¨): una
mente compuesta por objetos mentales (creencias, deseos, etc.), observados y
procesados por homúnculos. Como ejemplo cito a Freud: ¨Asimilamos el
sistema del Inconsciente con una gran antecámara en la cual forcejean las
mociones psíquicas de los seres vivos. Junto a esta antecámara hay otra
habitación más estrecha, como una especie de salón en el cual se hospeda
también la conciencia. Pero en el umbral de la puerta que separa estas dos
habitaciones vela un guardián que inspecciona cada una de las mociones
psíquicas, ejerce la censura sobre ellas y les impide entrar al salón si no le
gustan. Puedo asegurar que la concepción de los dos locales, con el guardián
que permanece en el umbral que hay entre las dos habitaciones y la conciencia
como un espectador colocado en el extremo de la segunda habitación,
proporciona una muy buena aproximación del estado real de las cosas¨.
3.2. Homúnculos.

La idea de personas dentro de la persona (homúnculos: subsistemas con


cualidades idénticas que la persona) es parte de la concepción cartesiana. La
explicación homuncular no hace más que retroceder un paso: el homúnculo
tiene las características de la persona, por lo cual no la explica. (Esta crítica es
aplicable a parte del cognitivismo). Claramente plantea una regresión al infinito:
si se explica que la persona percibe remitiendo a una conciencia-espectador
interno, para explicar cómo percibe ese espectador la remitiremos a otro
espectador aún más interno. De estas paradojas que se originan en una
metáfora errónea se entiende por qué el psicoanálisis se consideró una
¨psicología profunda¨: siempre lleva a remitirse a algo aún más ¨abajo¨ o más
¨atrás¨ (por ejemplo los mitos de origen de la cultura, de la neurosis o de la
vivencia de placer originaria). Sólo tiene sentido hablar de consciente o
inconsciente respecto a la persona como totalidad, y no de un homúnculo
respecto a objetos mentales en un depósito. Cuando se habla de esa manera
el sentido es metafórico y refiere a la conducta: qué sentido más que
metafórico y disposicional (¨actúa como si lo sintiera¨) podría tener hablar de
¨dolor inconsciente¨?

3.3. Pseudoexplicaciones y disposiciones.

La explicación que remite a una disposición es pseudoexplicación, por ejemplo


¨el opio duerme porque es dormitivo¨ (dormitivo significa que hace dormir), la
explicación es circular. Eso ocurre con los términos disposicionales como
superyo fuerte o débil, catexis libidinal en tal objeto, tipos de personalidad, etc.
Son descripciones de conductas y disposiciones de conducta. Su uso es válido
en sentido descriptivo, pero no explicativo. Para explicarlos es necesario remitir
a un evento que lo influencie y pueda considerarse variable independiente: el
contexto de la conducta, los antecedentes y consecuentes, la historia de
aprendizaje, las disposiciones genéticas. Si no se retrocede más allá de la
atribución de estados mentales, no sólo no se explica la conducta sino que se
comete el error de ¨culpar a la víctima¨: focalizarse en atribuir la conducta a un
rasgo estable de carácter, en lugar de explicarlo por la historia y generar
capacidades alternativas. Este error de la pseudoexplicación también ocurre en
otras teorías, por ejemplo cuando se considera que un rasgo de personalidad,
un trastorno mental o un coeficiente de inteligencia explica alguna conducta.
Todos esos conceptos son válidos y pueden ser útiles, siempre que se los trate
como descripciones de disposiciones conductuales. Otro campo en donde
existe este peligro es el de los tests psicométricos y proyectivos: no hay que
olvidar que detectan la probabilidad de ciertas conductas, y no una esencia,
que su grado de correlación con otras conductas debe ponerse a prueba
también y no darla por hecho (por ejemplo entre dibujar ciertos ojos y las
conductas paranoicas), y que en ningún caso es explicativo (siempre refieren a
probabilidades de conducta).

3.4. Objetos internos.

Wittgenstein plantea que vemos los estados mentales en lo que la otra persona
hace (no especulamos sobre sus supuestos mundos inmateriales:
reconocemos lo que siente, y lo tratamos en consecuencia). No soy de la
opinión de que tiene un alma (no dudo: tal vez tiene, tal vez no), sino que mi
actitud hacia él es hacia un alma (es decir no lo trato como a una cosa, ni se
me ocurre hacerlo). No hay objetos mentales, el error surge por pensar que los
términos psicológicos funcionan igual que los términos físicos, que si una mesa
es una cosa, una emoción o la conciencia también son cosas. Wittgenstein dice
que no son cosas, pero tampoco son una nada, son usos o construcciones del
lenguaje, y el lenguaje no siempre es referencial y no siempre describir significa
lo mismo. Algunas de las palabras psicológicas son disposicionales, así ser
inteligente no es algo interno y oculto, es una capacidad de hacer cosas de la
manera que se considera adecuada, y la conciencia no es un lugar interno, sino
la capacidad de responder de cierta manera a ciertos estímulos. Esto lo explica
Ryle: decir que un vaso es rompible es decir que dadas ciertas condiciones se
rompería, y no es algo que podamos observar ahora, sino sólo en esas
condiciones (ser rompible es una propiedad disposicional). Esto que resulta
claro en ese ejemplo se suele olvidar cuando usamos términos psicológicos y
los pensamos como cosas en la cabeza pero ocultas a la observación. Como
dice Kantor, dentro de la cabeza sólo hay tejido nervioso, la mente (ideas,
representaciones, etc.) está en la conducta y no en la cabeza.
Otras palabras psicológicas refieren a conductas que pueden no ser
observables por otras personas (Skinner las denomina ¨eventos privados¨):
diálogo interno, imaginación, emoción, percepción propio e interoceptiva,
atención sensorial. Algunas de ellas son en parte observables y en parte no
(emoción, atención). En el caso del diálogo interno, las conductas son
inicialmente observables e interpersonales y la persona aprende luego a
ocultarlas y dirigirlas a sí mismo, pero no hay una diferencia esencial de su
función. Son conductas que se aprenden en un contexto social (Vygotski,
Bandura, Skinner).
Existen varios conceptos relacionados con la concepción cartesiana de la
mente, que llevan a confusión y requieren análisis: interno-externo, público-
privado, manifiesto-encubierto, físico-mental, observable-no observable.
Acerca de la distinción interno-externo: toda conducta es en realidad ¨interna¨
al organismo, lo externo es su efecto. Si hablamos de la facilidad de observar
efectos no es una oposición dual sino una gradación. Como señala Kantor, lo
oculto de un acto no debería inducir a pensar en él como una cosa mental,
porque nada podría estar más escondido de la observación que el acto de la
digestión. Dice Ryle que, como solemos pensar en silencio, muchos piensan
que ese silencio es la esencia definitoria del pensamiento y que a veces lo
hacemos público, pero el silencio no es esencial sino un artificio a menudo
conveniente para ocultar lo que inicialmente es público. Dice Vygotski que el
niño aprende las conductas primero a nivel social y luego a nivel individual,
primero entre personas y luego consigo mismo (intrapsíquico), y las funciones
superiores se originan como relaciones interpersonales. Mediante distinción de
términos psicológicos la comunidad lingüística clasifica formas particulares de
interacción de una persona consigo misma y con otras.
Privado a veces refiere a lo característico, singular, propio, específico de
alguien. En este sentido es tan privado mi pensamiento como mi manera de
tocar el piano (conducta observable o no por otros), y no debería provocar
mayor sorpresa el hecho de que alguien responde a sus estímulos privados
que pensar que ¨Francia no puede tener la historia de Inglaterra¨. Público a
veces refiere a algo consensuado y convencional. En ese sentido, toda
descripción lingüística, aún no observable como hablarse a sí mismo en
silencio, es un evento público.
La conducta se puede definir como un evento del organismo (algo que puede
ocurrir o no, y puede determinarse de alguna manera su ocurrencia, a
diferencia de los términos que no aluden a acontecimientos singulares) que
tiene relaciones funcionales, que puede entenderse como respuesta (reactiva
en relación al antecedente, conducta respondiente) y/o como acción (activa en
relación a los efectos, conducta operante). El efecto puede operar cambios
sobre el objeto de estímulo y sobre el propio organismo. La conducta puede ser
o no observable para otros, también son conducta los pensamientos o
emociones. Los estímulos con los cuales se relaciona la conducta pueden estar
presentes en lo inmediato o no (en cuyo caso la relación es implícita, a través
de un estímulo presente que lo sustituye y con el cual se aprendió una
relación).
Aunque no haya objetos mentales, sí es cierto que los enunciados mentales
difieren de los físicos y que existe cierta ambigüedad respecto a la atribución
de algunos estados mentales, pero a través de las reglas que impone cada
contexto cultural y cada aprendizaje individual para usar cada término
psicológico (por ejemplo, hasta qué punto lo que una persona llamaría ¨amor¨
coincide con lo que otra persona de la misma u otra comunidad llamaría
¨amor¨?). Este es un terreno válido para una construcción conjunta de
significados, del cual pueden hacer uso a su modo las distintas escuelas de
psicoterapia.
3.5. El inconsciente.

El inconsciente como agente interno homuncular es seductor por su aire


animista, pero no explica (tiene las mismas características de la persona). Los
eventos privados son válidos dentro de una explicación, pero también hay que
explicarlos. En la psicología empírica se usa el término como adjetivo, no como
entidad: se llama inconscientes a las conductas que no reciben atención, y en
el caso de causas inconscientes es más claro decir desconocidas (que evita
imaginarlas en un supuesto depósito oculto). Aunque la psicología empírica
acepta que existen muchos procesos no conscientes, rechaza la concepción
del inconsciente como un reservorio que contiene motivos, deseos,
preferencias, etc. Loftus y Klinger lo llaman ¨inconsciente tonto¨, porque los
procesos parecen ser automáticos y poco complejos, a diferencia del
inconsciente agencial y complejo.
La idea de inconsciente tiene una historia previa a Freud en autores que
plantean la percepción no consciente (Leibniz, Herbart, Helmholtz, Nietzche).
En sucesivas investigaciones (Bruner, Erdelyi, Kihlstrom, Greenwald) se
estudió la percepción no consciente. Los resultados fueron: 1. Si bien hay
pruebas de reacciones no conscientes, estas no parecen exceder cierto nivel
de complejidad (son actos simples e inflexibles), 2. Se explican mejor como
sesgos de respuesta, en términos de selectividad y filtros, que no implican un
procesamiento de información complejo e intencional (censura, defensa,
represión, etc.), 3. No hay apoyo para el bagaje conceptual que acompaña la
idea psicoanalítica de inconsciente (como un agente, homuncular, isomorfo al
yo, capaz de decidir). Los procesos no conscientes parecen ser poco
complejos e inflexibles (de tipo automático), y no un sistema intencional
isomorfo al yo pero no consciente (concepción que, además de no recibir
apoyo empírico, ya de por sí es homuncular). Greenwald plantea la metáfora de
los filtros de email, que descartan mensajes por rasgos superficiales sin
precisar ¨entender¨ el mensaje o la razón por la cual es amenazador o
indeseado. Lo mismo ocurre con la percepción selectiva (que explica
fenómenos como el autoengaño, la defensa perceptual o la negación). Esto
evita también la paradoja (si uno lo interpreta como una instancia que engaña a
otra) de saber algo y no saberlo a la vez (¨un saber no sabido¨).

3.6. Las razones no son causas (Wittgenstein).

La afirmación de que las razones no son causas plantea que la relación es más
compleja que una igualdad (ver conducta gobernada por reglas), y que las
metodologías de investigación empírica y construcción de significados son
distintas. (Una línea hermenéutica más radical propone con este argumento
evitar la investigación experimental que es requisito de las ciencias empíricas,
pero no es esa nuestra propuesta, sino más bien investigar empíricamente la
relación entre las conductas de dar razones y las conductas que esas razones
refieren). La concepción de un "deseo inconsciente" ya recibe críticas de
Wittgenstein (las intenciones no conscientes son ficciones especulativas
atribuidas por el analista, interpretar no es descubrir sino persuadir, lo cual es
peligroso si se confia en una supuesta ¨neutralidad¨). El mecanismo de
asociación libre genera nuevas relaciones de significado y la interpretación
también, en una proliferación exponencial, pero no necesariamente los
significados existían previamente ni son la causa del pensamiento o conducta
original. Dice Wittgenstein que usando el mismo mecanismo podría encontrar
razones para la ubicación de los objetos esparcidos sobre una mesa, y sin
embargo no encontraría la causa de esa ubicación. El principio que garantizaba
la verdad de la interpretación era su efecto, pero como distintas intervenciones
son efectivas ese criterio no es válido (Grunbaum). La aceptación de esa razón
hallada es un asunto de persuasión más que de hipótesis causal. Para
sostener una hipótesis causal se busca una regularidad en la que un evento
sigue a otro y se generaliza como hipótesis ¨si ocurre A, ocurre B¨, pero para
sostener una razón de una conducta no hace falta ningún número de casos,
sino la sincera confesión de que ¨hice la acción B por la razón A¨, por eso
sostener una razón no es sostener una hipótesis. Las razones explican lo que
la acción significa para el agente, la relación entre razón y acción es gramatical,
no empírica, es lo que hace inteligible la acción. El psicoanálisis se basa en la
estrategia de ampliar la explicación intencional (propia de la psicología del
sentido común, y que remite a creencias y deseos) a motivos no reconocidos
por el agente (razones inconscientes), y luego teoriza sobre esos motivos con
una teoría basada en las metáforas de la metafísica cartesiana y de la
hidráulica. Esta estrategia hace inteligibles acciones antes no explicadas, y
resulta bastante facil de aceptar por su parecido con la psicología del sentido
común. La confusión entre razones y causas la explica Bouveresse: Freud trata
la razón de una acción como una causa cuando supone que puede
conjeturarse científicamente y confirmarse por la aquiescencia del sujeto que
reconoce que tiene esa razón, y trata la causa como una razón cuando supone
que las causas que buscan pueden conocerse de esa forma, que no tiene nada
que ver con la forma en que la ciencia verifica sus hipótesis causales. Freud
toma el consentimiento del paciente como confirmación de la explicación
causal, y el disenso como indicador de una hipótesis desacertada o como
resistencia del paciente. Esta confusión genera el círculo autoconfirmatorio en
la sesión. En este sentido, el psicoanálisis propone una extensión de nuestra
psicología ordinaria (atribuir intención inconsciente), pero no una genuina
explicación de la acción humana, que sería causal y remitiría al contexto y la
historia del sujeto. Una persona puede tener una razón para la acción, realizar
la acción, y aún así que esa razón no sea su razón para la acción. Una buena
razón para A puede no ser la causa de A. La conducta de dar razones se suma
a la de actuar de diferentes maneras, no necesariamente causales. El caso
más cercano al causal es la conducta gobernada por reglas. La concepción
cartesiana propone a la mente como una cámara interior, amueblada de ideas
que podemos describir como describimos el mundo externo. Lo que aparece en
la cámara es inmediato e indudable, lo externo es inferido y sujeto a duda.
Freud adapta esta concepción al lenguaje de su época, con fluidos, fuerzas y
cantidades de energía. Wittgenstein critica esta concepción: no hay acceso
privilegiado, porque se precisan de criterios externos para hablar de procesos
internos, y el vínculo no es causal sino gramatical. Pero hay un privilegio
gramatical: mi expresión sincera de términos psicológicos (yo creo, siento,
deseo), si el contexto de conductas es apropiado, es el criterio para que otros
me atribuyan el estado psicológico. No es que tengo conocimiento privilegiado,
sino que si el contexto es adecuado y sé usar las palabras de sensación por
ejemplo, ¨no puedo estar equivocado¨ (se aceptará lo que yo diga, tesis de
incorregibilidad). No ocurre igual con emociones y actitudes: puedo
equivocarme, confundirme o autoengañarme (no hace falta imaginarlo como
dos personas dentro de mí, una engañando a la otra, simplemente insisto en
pasar por alto lo que para otros es obvio, es un sesgo atencional más que un
engaño). La concepción de motivos inconscientes desafía el privilegio
gramatical, porque ocurrió un quiebre en la racionalidad (digo que quiero algo y
hago lo opuesto). Pero en tal caso, no es necesario esencializar un objeto
inconsciente, pulsión, representación o fantasía: basta con señalar una
disposición estable para actuar que es contraria a los deseos que se
manifiestan. Por ejemplo, a quien dice desear una pareja y suele boicotear sus
relaciones, se le atribuye un deseo de evitar la intimidad, o temor a la pareja,
aún si no lo reconoce. Sería un patrón de conductas consistente, aunque
desconocido, y esta idea es similar a la de esquema no consciente. Los
mecanismos de defensa son hábitos de pensamiento y acción. Así como no es
necesario hablar de un dolor inconsciente porque su único sentido es ¨tiende a
comportarse como si sintiera dolor¨, no es necesario hablar de deseo
inconsciente ni de represión: se identifican los patrones de conducta y la
inatención selectiva a ese patrón. En síntesis, la conducta humana tiene
muchísimas causas e influencias que la persona desconoce, incluso sus
propias conductas pueden ser desconocidas para la persona si no aprendió a
reaccionar de cierta forma ante ellas. Pero esas causas desconocidas no son
psíquicas en el sentido (cartesiano) en que lo plantea el psicoanálisis, y no hay
que buscarlas en un lugar oculto e interno ("profundo") sino en la conducta, la
emoción y el pensamiento, investigando sus regularidades, capacidades y
dificultades. El reconocimiento del patrón de conducta no es una mera
aceptación verbal sino más bien una transformación en la conducta global, una
reducción del autoengaño, una intención consciente de cambiar ese patrón que
implicitamente reconoce su existencia. No estaremos más seguros de
encontrar la "razón verdadera", pero es posible construir nuevas razones para
explicar las cosas y nuevas conductas alternativas a las que generan malestar.
No se propone la negación a atribuir estados psicológicos (envidia, celos,
miedo, creencias y deseos, etc.) para explicar la conducta, sino el análisis del
uso de los términos psicológicos (Wittgenstein, Ryle, Skinner). Los términos
psicológicos son ambiguos y engañosos, y se usan de distintas maneras. Si
atribuyo deseo infiriendo a partir de la acción (sé que tiene hambre porque está
comiendo, sé que tiene bronca porque grita), el uso es disposicional, no refiere
a algo fuera de la acción que la cause sino que califica a la acción (come con
hambre, grita con bronca), y sobre todo no explica la conducta (la explicación
es circular si no remite a un evento que se defina con independencia del
efecto). Pero también puedo llamar deseo a la conducta de imaginar algo como
gratificante (me imagino tomando sol en el Caribe), a la percepción de un
evento privado (sensación de hambre) o a la conducta verbal de expresar un
deseo (decir ¨me tomaría un helado¨, puede ser una conducta respondiente u
operante), en tal caso el deseo puede ser causa o no según sus relaciones con
otras conductas, a la vez que debe explicarse (no es causa iniciadora) por otra
causa previa (la situación, la historia de la persona). Lo mismo pasa con la
creencia: en algunos casos se usa como metáfora (actúa como si creyera
que...), como disposición (creer en algo no implica que se esté pensando en
eso, Wittgenstein dice: creí que esta silla me sostendría, es decir nunca pensé
que se rompería), o para calificar una acción, mientras que otras veces refiere
a una conducta de expresión verbal o de imaginación. En todo caso, a partir del
término psicológico habrá que encontrar el sentido con el cual se usa y las
relaciones funcionales pertinentes. En cuanto al uso para calificar la acción,
una acción puede describirse desde distintos niveles según la inclusión de sus
efectos (por ejemplo apretó el gatillo y la bala lo mató, lo mató disparando con
un arma) como parte de la intención, pero aún siendo posible puede no ser
cierta (voy a la puerta y voy al norte, pero no es cierto que intento ir al norte y sí
que intento ir a la puerta). Puedo tener la razón para hacer algo y hacerlo, y
aún así no hacerlo por esa razón. Que una razón sea causa es un caso
particular de muchos posibles, y hay que investigarlo. El psicoanálisis propone
a veces una visión omni-intencionalista y racionalista del hombre. No hay
negligencia (provocar un efecto sin intención pero con descuido), no hay error
(intentar algo y no lograrlo), no hay consecuencias no intencionales de la
acción, todo se subsume en intenciones inconscientes. Se podría resumir como
la falacia ¨si la acción tiene como efecto P, tiene la intención de P (lo acepte o
no el agente)¨.
3.7. La idea de las instancias del aparato psíquico.

Ya hablamos del error de considerar el psiquismo, la mente o la conciencia


como un lugar o una cosa. Es también un error el negar su existencia, negarse
a atribuir términos psicológicos. Como dice Wittgenstein, la mente no es un
algo, pero tampoco es una nada. Se entiende mejor cuando ampliamos
nuestras categorías sobre las palabras, y nos damos cuenta de que no siempre
las palabras refieren a cosas. A veces refieren a propiedades de otras cosas, o
a cambios, de los que se puede decir que están ocurriendo o no en
determinado momento. La conducta es un caso así. Pero en otros casos no
referimos a un evento ocurrente o no, sino a una capacidad de ocurrir. Puedo
decir que alguien sabe inglés, incluso si está durmiendo o está hablando
español, y me refiero a que tiene una capacidad, no a un evento actual. La
conciencia no es un lugar sino una capacidad. Ni siquiera es ¨algo que ocurre
en el cerebro o en una de sus partes¨, como si hubiera que ubicarla en algún
lado, aunque es cierto que el cerebro es necesario para la capacidad de
conciencia. En vez de ubicarla en el espacio (lo que implicaría que es un lugar
o cosa), al considerarla una propiedad se ve que es predicable de una persona
u organismo como todo (no de su cerebro), y es una propiedad relacional
(implica ser capaz de ciertas conductas respecto a ciertas situaciones, por
ejemplo de describir si me preguntan o de reaccionar si me gritan) y
disposicional (implica ser capaz si ocurren ciertas condiciones, y no
necesariamente en el momento en que se predica).
Una vez aclarado el tema de la mente como capacidad en vez de como lugar, a
qué se refieren las instancias o provincias psíquicas? Se pueden clasificar las
capacidades de acuerdo a algún criterio. Así se suelen distinguir capacidades
sensoriales, motoras, volitivas, afectivas, cognoscitivas, mnémicas, etc. La
clasificación será de utilidad o no según el caso. La distinción Yo-Ello-Superyo
marca sobre todo la tensión entre deseos egoístas y exigencias sociales. La
distinción es válida como una más, pero conlleva el riesgo de tomar las
instancias como homúnculos, pensar que se explica cuando sólo se describe
(sólo se da un nombre nuevo: un superyo débil no explica la escasa culpa,
pues esto último es el criterio que define un superyo débil), pensar que existen
en forma estable (sólo se puede distinguir las ¨instancias¨ cuando las
conductas tienen contingencias de reforzamiento contradictorias). Esta ¨ficción
cómoda¨ lleva a que dejemos de observar y explicar efectivamente. La
explicación de las instancias cae con frecuencia en posiciones esencialistas
(por ejemplo al explicar las diferencias entre los géneros por la resolución del
complejo edípico). Para dar un ejemplo del esencialismo de género y negación
de lo social, cito a Dolto: ¨El Yo de las mujeres es en la mayoría de las
ocasiones de las ocasiones más débil que el de los hombres. Su superyo es
rudimentario (salvo en los casos de neurosis). Es porque no tiene superyo
-porque lo tiene menos- por lo que la mujer aparece llena de gracia, es decir,
de presencia. Obsérvese como el niño, que no tiene superyo, está también
lleno de gracia¨. El desarrollo de la conducta moral se explica mejor teniendo
en cuenta las normas del contexto social (Bandura) y los procesos de
aprendizaje (refuerzo y castigo, modelado, autocontrol, reglas verbales).

3.8. Una mitología poderosa.

Dice Wittgenstein que el psicoanálisis es una mitología poderosa, de la cual es


dificil desembarazarse. Señala que, a pesar de que según Freud sería muy
dificil que la gente acepte su teoría, fue más bien al revés: la teoría sedujo casi
de inmediato y se volvió parte del sentido común popular. Lo que hay que
explicar no es la resistencia sino la seducción que ejerció el psicoanálisis en el
siglo 20. Wittgenstein se pregunta las razones de esta seducción. Por un lado
señala que es una ampliación del sentido común (ver razones y causas), por
otro es similar a muchos mitos que se encuentran ampliamente esparcidos en
la cultura. Uno es el mito de la ¨intencionalidad oculta¨ en el que se basan las
explicaciones animistas, el misticismo religioso o las teorías conspirativas tipo
Expedientes X: algo oculto nos domina y dirige todo lo aparentemente irracional
o azaroso, la realidad es un texto a descifrar para hallar esas razones secretas,
hay una verdad oculta y revelarla nos liberará de su dominio. Otros son los
clásicos mitos de la concepción cartesiana (los homúnculos, el aparato
psíquico como lugar, la oposición entre el alma agencial y los mecanismos
deterministas tipo máquina, etc.). Van Rillaer agrega otras razones, algunas de
ellas especulan en relación al contexto histórico en que surge el psicoanálisis.
1) Freud habló de sexualidad en una época de mucha represión sexual, y por
este factor su teoría adquirió popularidad rápidamente. 2) Es una teoría con
aspecto científico que permite explicar cualquier fenómeno, no importa cuan
complejo sea, lo cual es muy atractivo para adoptar como ideología (pero muy
distinto de una teoría rigurosa). 3) Posee rasgos similares a la religión (fe en lo
invisible, apelación a la autoridad y las escrituras, ritos de iniciación, ortodoxias
y herejías), ocupa el lugar de una ¨religión laica¨ en un período histórico de
crisis de las religiones. 4) No menos importante es el tono literario de Freud: su
libro sobre los sueños, dice Van Rillaer, es tan apasionante como Los cuentos
de las mil y una noches, se presenta como el ¨Abrete sésamo¨ de la
maravillosa caverna simulada en los repliegues del alma. 5) Por último,
ciertamente no todo en la teoría es falso, pero los datos más válidos (por ej. las
trampas del amor propio, la importancia del lenguaje, la relevancia de los
vínculos humanos) no son específicamente freudianos, sino que se encuentran
ampliamente esparcidos en otras teorías psicológicas y filosóficas (se podría
resumir que en la teoría lo original no es cierto, y lo cierto no es original), lo cual
hace innecesario aceptar indiscriminadamente el todo (los temas antes
cuestionados) a fin de rescatar las ideas válidas.

Referencias:

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Para referenciar este artículo:


Primero, Gerardo (2001). Algunas críticas al psicoanálisis. Publicado en
www.ansiedadyvinculos.com.ar/psicoanalisis.htm
¿Por qué falla el psicoanálisis?

Lic. Gerardo Primero

e-mail: ansiedadyvinculos@yahoo.com
(Ponencia realizada en la Primera Conferencia Iberoamericana sobre
Pensamiento Crítico, Buenos Aires - Argentina, 17 y 18 de septiembre de 2005)

(1) ¿Qué es el psicoanálisis?

Según Freud, el psicoanálisis es:


1. Un método de investigación.
2. Una forma de tratamiento.
3. Una teoría.

El método de investigación consiste en la asociación libre y la interpretación,


aplicados a fenómenos como los olvidos, fallidos, sueños y síntomas. La
persona debe decir todo lo que se le ocurra, y la interpretación del analista
intenta descubrir un significado oculto que habría sido la causa de ese
fenómeno.

La forma de tratamiento consiste en aplicar el método interpretativo para


descubrir los motivos inconscientes, en base al supuesto de que la
interpretación correcta tiene efectos benéficos sobre el paciente.

La teoría está compuesta por diversos conceptos e hipótesis. El principal es el


concepto de “inconsciente freudiano” y el mecanismo de represión y retorno de
lo reprimido: es la hipótesis de que ciertos pensamientos son expulsados de la
conciencia (represión), y pasan al inconsciente, pero siguen produciendo
efectos en forma simbólica (retorno de lo reprimido) en fenómenos como los
sueños, fallidos y síntomas. Se postula que el método interpretativo recorre el
camino inverso (del retorno simbólico al motivo inconsciente que lo causó).
Otros conceptos psicoanalíticos son el complejo de edipo, la envidia del pene,
las fases de la sexualidad (oral, anal, fálica y genital), las instancias psíquicas
(yo ello y superyó), las pulsiones.

(2) Fallas en el método interpretativo

(Ref: Grünbaum, Edelson, Van Rillaer, Wittgenstein, Bouveresse)

1. El problema de no considerar las hipótesis rivales. El analista no suele


percibir los conceptos freudianos como conjeturas sino como hechos
innegables, pero en realidad son hipótesis, y es necesario comparar sus méritos
con los de las hipótesis rivales. La evidencia apoya una hipótesis sólo si permite
eliminar las hipótesis rivales que tengan igual o mayor plausibilidad
(Grünbaum).

2. Crear significados no es descubrir causas. Wittgenstein propone el siguiente


contraejemplo: si tiro objetos sobre la mesa y hago asociaciones, también voy a
encontrar interpretaciones coherentes, pero no serán las causas de la ubicación
de cada objeto. Descubrir causas requiere un testeo en donde se manipulen
sistemáticamente los eventos. El método interpretativo no hace tal manipulación
sino que genera significados nuevos y los supone causales. La interpretación se
basa en relaciones semánticas o fonéticas, y es tan versátil que permite
encontrar siempre casos confirmatorios.

3. El problema del sesgo confirmatorio. Se tiende a prestar más atención a los


datos favorables a las propias creencias, y a ignorar los datos contrarios. El
analista descarta las asociaciones contrarias a su teoría como “resistencias”, e
induce asociaciones consistentes con su teoría mediante preguntas
tendenciosas. Gracias al sesgo confirmatorio, cada autor confirma sus propios
prejuicios teóricos: la sexualidad y la muerte en Freud, los anhelos de
espiritualidad en Jung, las fantasías de pechos y penes en Melanie Klein, los
juegos de palabras en Lacan.

4. El problema de la sugestión. La sugestión es la influencia del analista sobre el


paciente, mediante preguntas tendenciosas y gestos de aprobación o
desaprobación. ¿Cómo sabemos si el analista hace interpretaciones correctas o
si sólo persuade exitosamente a su paciente con interpretaciones erróneas? Aún
si el paciente se convence, la interpretación puede ser incorrecta, y aún siendo
incorrecta, puede tener efectos. Dado que los estudios de caso no controlan
este problema, el psicoanálisis aún no ha demostrado ser más que una
sugestión.
(3) Fallas en la teoría (Ref: Eysenck, Holmes, Kihlstrom, Van Rillaer, Erwin, Cioffi)

1. Problema de la pretensión de verdad en ausencia de evidencia. Las revisiones


de estudios (Eysenck, Erwin, Rachman y Wilson, Van Rillaer, Holmes) muestran
que no hay evidencias a favor de ninguna de las hipótesis específicamente
freudianas. Hay teorías psicoanalíticas más recientes, pero tampoco hay
evidencia a favor de ellas.

2. Inconsciente freudiano y represión. No hay evidencia a favor de estos


conceptos, fundamentales para la teoría psicoanalítica. Sí hay evidencia de
conductas que la persona no detecta y de causas que la persona ignora. La
autoobservación tiene límites, y usualmente se desconocen los factores que
controlan la conducta. El concepto de inconsciente que recibe apoyo empírico
no es el freudiano, sino el que corresponde a otras teorías no psicoanalíticas.

3. Complejo de Edipo, y conceptos relacionados, como la sexualidad, la muerte,


la castración y la envidia del pene. En principio, Freud definió al Complejo de
Edipo como el deseo sexual hacia el progenitor del sexo opuesto, y el deseo de
muerte del progenitor del mismo sexo (percibido como un rival). Su período
central ocurriría entre los 3 y 5 años. Freud lo consideraba universal, y en base a
este concepto intentaba explicar el origen de la moral, las neurosis y las
características de género, entre otras cosas.

a. Ausencia de evidencia. Para formular la tesis del Edipo, Freud no observó a


los niños, sino que especuló a partir de los recuerdos de los pacientes adultos,
cuando una metodología de observación directa es preferible a la especulación
en base a recuerdos. La evidencia de la psicología infantil muestra que pueden
existir diversos grados de afecto y rivalidad, pero normalmente no existen ni
deseos sexuales ni deseos de muerte. El aprendizaje moral es un proceso de
socialización gradual que no sólo incluye a los padres sino también a los pares y
a la comunidad. La socialización de género proviene del trato diferente que se
asigna a niños y niñas, que promueve ciertas conductas esperadas según el
sexo. Las tesis freudianas de la inferioridad moral de la mujer y de la envidia del
pene no son más que el reflejo de la ideología sexista de su época.

b. Falacia de ambigüedad: Las hipótesis tienen una doble existencia, hay un


sentido literal para hacer afirmaciones rotundas y llamativas, y un sentido
amplio y metafórico que evita la refutación. El complejo de Edipo en sentido
literal es un deseo incestuoso y un deseo de muerte, mientras que en sentido
amplio es un conjunto de conceptos, tales como amor, odio, celos y rivalidad,
que permiten describir cualquier relación humana, o también se lo define como
una estructura triangular entre el niño, el objeto de deseo y el portador de la ley.
El falo designa al pene, o a todo aquello que se desea (por eso, cualquier deseo
puede confirmar la amenaza de castración o la envidia del pene). La
homosexualidad es el deseo sexual en sentido estricto, o cualquier relación
amistosa entre individuos del mismo sexo. Siempre puede decirse que “el
psicoanálisis es otra cosa”.

c. Apelación a lo latente. Es la estrategia de considerar que si un hecho parece


contradecir la teoría, en realidad “encubre” otro hecho más profundo que la
apoya. Freud interpreta las pesadillas donde muere un ser querido
(aparentemente contrarias a su teoría) como la satisfacción de un deseo
inconsciente de que esa persona fallezca, o como un autocastigo por otro deseo
inconsciente. Cuando Juanito muestra afecto al padre y hostilidad a la madre,
Freud interpreta su afecto al padre como formación reactiva a la hostilidad
inconsciente, y la hostilidad a la madre como defensa para ocultar su deseo
sexual. Cuando un niño sueña con la muerte de su padre, Freud interpreta un
deseo de muerte, y cuando sueña con la muerte de la madre interpreta un
autocastigo por desear la muerte del padre. Si bien la teoría puede ser falsable
en principio, en la práctica es infalsable debido a este mecanismo.

d. Pseudoexplicaciones: el analista pretende explicar una conducta dándole un


nuevo nombre. Por ejemplo, no hay otra evidencia de un superyó débil o fuerte
que sus mismos efectos. En una explicación científica, en cambio, se relacionan
dos o más observaciones independientes. Las instancias psíquicas (yo, ello,
superyó) y el Edipo en su sentido amplio son sólo metáforas, no se trata de
teorías explicativas sino de formas de describir, pero su apariencia lleva a no
investigar las causas reales.
(4) Fallas en la justificación del tratamiento (Ref.: Grünbaum, Van Rillaer, Eysenck)

1. Problemas de la observación clínica (Grünbaum). La observación clínica no


constituye evidencia probatoria, porque no permite eliminar las hipótesis rivales.
Un caso confirmatorio no es una evidencia: un curandero también podría
mencionar muchas experiencias confirmatorias, pero esas experiencias podrían
ser explicadas mediante hipótesis rivales. Lo mismo ocurre con las experiencias
confirmatorias que encuentra un analista. ¿Cómo sabemos si el tratamiento es
mejor o peor que su ausencia, o que un tratamiento alternativo? Sabemos que
las mejorías pueden explicarse por el paso del tiempo, por el efecto placebo, o
por factores inespecíficos como la empatía o la atención. ¿Cómo sabemos que,
si hay alguna mejoría, es a causa del tratamiento, y no debido al mero paso del
tiempo, o al efecto placebo? ¿Cómo sabemos si la mejoría es temporaria o
duradera? ¿Cómo sabemos si la evaluación de la mejoría es correcta o está
sesgada? No hay estudios rigurosos de porcentajes de éxitos y fracasos del
psicoanálisis, en relación a tratamientos alternativos y a la ausencia de
tratamiento.

2. Los resultados de Freud no apoyan la eficacia. Cuando existen datos


posteriores, esos datos indican que los pacientes conservaron sus síntomas
(Emmy von N, Dora, hombre de los Lobos).

3. Apelación a la resistencia. Es un subtipo de falacia ad hominem. Si el paciente


no acepta la interpretación, el analista lo considera una resistencia, y a menudo
le asigna valor confirmatorio. Los analistas utilizan la misma estrategia para
desechar las críticas, acusando a la exigencia de evidencia controlada
(pensamiento crítico) como “la forma moderna de la resistencia”. En
“Resistencias al Psicoanálisis” (1925) Freud desestima las objeciones al
considerarlas causadas por una hostilidad latente hacia el psicoanálisis.

4. El problema de las remisiones espontáneas: Eysenck calculó que 2/3 de


pacientes tienen mejoría espontánea después de 2 años. En cálculos
posteriores, se considera que esa proporción puede variar según el tipo de
trastorno y la presencia de factores no específicos (ayuda por parte de un
médico, profesor, cura, etc.). Este problema es aún más grave considerando la
extensa duración de los tratamientos psicoanalíticos.

5. Desinterés por los resultados. Los analistas suelen desestimar la remoción


del síntoma en busca de un supuesto cambio profundo, pero no hay evidencia
de que logren ni una cosa ni la otra. Los tratamientos son largos y costosos, y
no hay razones para considerarlos preferibles a otros tratamientos que sí
poseen evidencia de resultados.

6. Sesgo confirmatorio en la evaluación de resultados: el analista tiende a


considerar que si el paciente mejora es gracias a la teoría, y si no mejora es por
sus resistencias. Cuando Freud (en 1937) enumera posibles explicaciones de los
fracasos, sólo toma en cuenta variables del paciente (necesidad de castigo,
fuerza de los traumas, fijación libidinal), y en ningún momento evalúa la
posibilidad de fallas en el tratamiento. La hipótesis rival obvia, que el
psicoanálisis no ha eliminado, es que los fracasos se deben a rasgos del
tratamiento (la dependencia respecto al analista, las fallas del método
interpretativo), y que las mejorías pueden explicarse por factores ajenos al
tratamiento (remisión espontánea, efecto placebo, factores inespecíficos). En
esos casos de mejoría, el paciente y el analista pueden caer en la falacia cum
hoc, que consiste en atribuir las mejorías al tratamiento, sólo porque ocurren en
forma simultánea.

(5) ¿Por qué, a pesar de esas fallas, tiene tanta difusión?

En la Argentina, muchos consideran sinónimos los términos “psicoanalista” y


“psicólogo”. Aún hoy, la Universidad de Buenos Aires es hegemónicamente
psicoanalítica. En EEUU, un 40% de terapeutas sigue utilizando la interpretación
de sueños.

1. Desconocimiento de hipótesis rivales. El psicoanálisis se sostiene gracias a la


falta de información del público respecto a la psicología científica. En la
Universidad de Buenos Aires, se escatima la formación en otras teorías rivales.

2. Divulgación atractiva. Los estudios de caso pueden leerse como una


búsqueda detectivesca para develar las profundidades de la mente. Del mismo
modo que ocurre en otras pseudociencias, un testimonio anecdótico suele ser
más persuasivo que un estudio estadístico. La fascinación por revelar sentidos
ocultos es uno de los rasgos que comparte con muchas otras prácticas
interpretativas (astrología, oniromancia, lectura de la borra del té).

3. Culto a la persona (Freud, Lacan). Ocurre cuando la adhesión se basa más en


la confianza en el proponente que en la evaluación de los méritos de la tesis. Un
fenómeno llamativo es la aceptación de una tesis antes de su comprensión
(como suele ocurrir con frases de Lacan que no tienen interpretación
consensuada, como la de que “el inconsciente se estructura como un
lenguaje”). El culto a la persona se manifiesta en falacias de autoridad, y se
refuerza por ciertos mitos históricos (el mito del precursor original y el mito del
mártir de la verdad).

4. El mismo sistema de creencias contiene falacias que logran inmunizarlo de las


críticas. Ya vimos algunos ejemplos: apelación a lo latente, apelación a las
resistencias, falacias de ambigüedad, falacias de autoridad. Otros casos son las
falacias ad hominem (”para criticar hay haberse analizado”, ”exigir evidencia es
ser positivista”), falacias non sequitur (“la hostilidad de tanta gente demuestra
que es cierto”, “la duración del tratamiento demuestra que es más profundo”), la
reversión de la carga de la prueba (“son los críticos los que deben demostrar la
falsedad de la teoría y la ineficacia del tratamiento”).

5. En resumen, en el psicoanálisis lo valioso no es nuevo y lo nuevo no es


valioso. Lo propiamente psicoanalítico carece de valor científico. Si la razón es,
como dice Russell, el intento de averiguar la verdad en lugar del intento de
probar que lo que deseamos es cierto, entonces las fallas del psicoanálisis son
ejemplos de fallas en la racionalidad. Esta es una cuestión incluso más básica
que la cuestión de la cientificidad: ¿hay buenas razones para adoptar el
psicoanálisis como método de investigación, como tratamiento o como teoría?
Bibliografía accesible en internet:

Chambless y Ollendick. Intervenciones psicológicas con apoyo empírico:


Controversias y evidencia.
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INTRODUCCION - ANSIEDAD - HABILIDADES - COMUNICACION - C. NEGATIVA - C. POSITIVA - DISCUSIONES


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