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(Ver también, sobre este tema, el artículo ¿Por qué falla el psicoanálisis?)
1.2. Empíricas.
Wittgenstein plantea que vemos los estados mentales en lo que la otra persona
hace (no especulamos sobre sus supuestos mundos inmateriales:
reconocemos lo que siente, y lo tratamos en consecuencia). No soy de la
opinión de que tiene un alma (no dudo: tal vez tiene, tal vez no), sino que mi
actitud hacia él es hacia un alma (es decir no lo trato como a una cosa, ni se
me ocurre hacerlo). No hay objetos mentales, el error surge por pensar que los
términos psicológicos funcionan igual que los términos físicos, que si una mesa
es una cosa, una emoción o la conciencia también son cosas. Wittgenstein dice
que no son cosas, pero tampoco son una nada, son usos o construcciones del
lenguaje, y el lenguaje no siempre es referencial y no siempre describir significa
lo mismo. Algunas de las palabras psicológicas son disposicionales, así ser
inteligente no es algo interno y oculto, es una capacidad de hacer cosas de la
manera que se considera adecuada, y la conciencia no es un lugar interno, sino
la capacidad de responder de cierta manera a ciertos estímulos. Esto lo explica
Ryle: decir que un vaso es rompible es decir que dadas ciertas condiciones se
rompería, y no es algo que podamos observar ahora, sino sólo en esas
condiciones (ser rompible es una propiedad disposicional). Esto que resulta
claro en ese ejemplo se suele olvidar cuando usamos términos psicológicos y
los pensamos como cosas en la cabeza pero ocultas a la observación. Como
dice Kantor, dentro de la cabeza sólo hay tejido nervioso, la mente (ideas,
representaciones, etc.) está en la conducta y no en la cabeza.
Otras palabras psicológicas refieren a conductas que pueden no ser
observables por otras personas (Skinner las denomina ¨eventos privados¨):
diálogo interno, imaginación, emoción, percepción propio e interoceptiva,
atención sensorial. Algunas de ellas son en parte observables y en parte no
(emoción, atención). En el caso del diálogo interno, las conductas son
inicialmente observables e interpersonales y la persona aprende luego a
ocultarlas y dirigirlas a sí mismo, pero no hay una diferencia esencial de su
función. Son conductas que se aprenden en un contexto social (Vygotski,
Bandura, Skinner).
Existen varios conceptos relacionados con la concepción cartesiana de la
mente, que llevan a confusión y requieren análisis: interno-externo, público-
privado, manifiesto-encubierto, físico-mental, observable-no observable.
Acerca de la distinción interno-externo: toda conducta es en realidad ¨interna¨
al organismo, lo externo es su efecto. Si hablamos de la facilidad de observar
efectos no es una oposición dual sino una gradación. Como señala Kantor, lo
oculto de un acto no debería inducir a pensar en él como una cosa mental,
porque nada podría estar más escondido de la observación que el acto de la
digestión. Dice Ryle que, como solemos pensar en silencio, muchos piensan
que ese silencio es la esencia definitoria del pensamiento y que a veces lo
hacemos público, pero el silencio no es esencial sino un artificio a menudo
conveniente para ocultar lo que inicialmente es público. Dice Vygotski que el
niño aprende las conductas primero a nivel social y luego a nivel individual,
primero entre personas y luego consigo mismo (intrapsíquico), y las funciones
superiores se originan como relaciones interpersonales. Mediante distinción de
términos psicológicos la comunidad lingüística clasifica formas particulares de
interacción de una persona consigo misma y con otras.
Privado a veces refiere a lo característico, singular, propio, específico de
alguien. En este sentido es tan privado mi pensamiento como mi manera de
tocar el piano (conducta observable o no por otros), y no debería provocar
mayor sorpresa el hecho de que alguien responde a sus estímulos privados
que pensar que ¨Francia no puede tener la historia de Inglaterra¨. Público a
veces refiere a algo consensuado y convencional. En ese sentido, toda
descripción lingüística, aún no observable como hablarse a sí mismo en
silencio, es un evento público.
La conducta se puede definir como un evento del organismo (algo que puede
ocurrir o no, y puede determinarse de alguna manera su ocurrencia, a
diferencia de los términos que no aluden a acontecimientos singulares) que
tiene relaciones funcionales, que puede entenderse como respuesta (reactiva
en relación al antecedente, conducta respondiente) y/o como acción (activa en
relación a los efectos, conducta operante). El efecto puede operar cambios
sobre el objeto de estímulo y sobre el propio organismo. La conducta puede ser
o no observable para otros, también son conducta los pensamientos o
emociones. Los estímulos con los cuales se relaciona la conducta pueden estar
presentes en lo inmediato o no (en cuyo caso la relación es implícita, a través
de un estímulo presente que lo sustituye y con el cual se aprendió una
relación).
Aunque no haya objetos mentales, sí es cierto que los enunciados mentales
difieren de los físicos y que existe cierta ambigüedad respecto a la atribución
de algunos estados mentales, pero a través de las reglas que impone cada
contexto cultural y cada aprendizaje individual para usar cada término
psicológico (por ejemplo, hasta qué punto lo que una persona llamaría ¨amor¨
coincide con lo que otra persona de la misma u otra comunidad llamaría
¨amor¨?). Este es un terreno válido para una construcción conjunta de
significados, del cual pueden hacer uso a su modo las distintas escuelas de
psicoterapia.
3.5. El inconsciente.
La afirmación de que las razones no son causas plantea que la relación es más
compleja que una igualdad (ver conducta gobernada por reglas), y que las
metodologías de investigación empírica y construcción de significados son
distintas. (Una línea hermenéutica más radical propone con este argumento
evitar la investigación experimental que es requisito de las ciencias empíricas,
pero no es esa nuestra propuesta, sino más bien investigar empíricamente la
relación entre las conductas de dar razones y las conductas que esas razones
refieren). La concepción de un "deseo inconsciente" ya recibe críticas de
Wittgenstein (las intenciones no conscientes son ficciones especulativas
atribuidas por el analista, interpretar no es descubrir sino persuadir, lo cual es
peligroso si se confia en una supuesta ¨neutralidad¨). El mecanismo de
asociación libre genera nuevas relaciones de significado y la interpretación
también, en una proliferación exponencial, pero no necesariamente los
significados existían previamente ni son la causa del pensamiento o conducta
original. Dice Wittgenstein que usando el mismo mecanismo podría encontrar
razones para la ubicación de los objetos esparcidos sobre una mesa, y sin
embargo no encontraría la causa de esa ubicación. El principio que garantizaba
la verdad de la interpretación era su efecto, pero como distintas intervenciones
son efectivas ese criterio no es válido (Grunbaum). La aceptación de esa razón
hallada es un asunto de persuasión más que de hipótesis causal. Para
sostener una hipótesis causal se busca una regularidad en la que un evento
sigue a otro y se generaliza como hipótesis ¨si ocurre A, ocurre B¨, pero para
sostener una razón de una conducta no hace falta ningún número de casos,
sino la sincera confesión de que ¨hice la acción B por la razón A¨, por eso
sostener una razón no es sostener una hipótesis. Las razones explican lo que
la acción significa para el agente, la relación entre razón y acción es gramatical,
no empírica, es lo que hace inteligible la acción. El psicoanálisis se basa en la
estrategia de ampliar la explicación intencional (propia de la psicología del
sentido común, y que remite a creencias y deseos) a motivos no reconocidos
por el agente (razones inconscientes), y luego teoriza sobre esos motivos con
una teoría basada en las metáforas de la metafísica cartesiana y de la
hidráulica. Esta estrategia hace inteligibles acciones antes no explicadas, y
resulta bastante facil de aceptar por su parecido con la psicología del sentido
común. La confusión entre razones y causas la explica Bouveresse: Freud trata
la razón de una acción como una causa cuando supone que puede
conjeturarse científicamente y confirmarse por la aquiescencia del sujeto que
reconoce que tiene esa razón, y trata la causa como una razón cuando supone
que las causas que buscan pueden conocerse de esa forma, que no tiene nada
que ver con la forma en que la ciencia verifica sus hipótesis causales. Freud
toma el consentimiento del paciente como confirmación de la explicación
causal, y el disenso como indicador de una hipótesis desacertada o como
resistencia del paciente. Esta confusión genera el círculo autoconfirmatorio en
la sesión. En este sentido, el psicoanálisis propone una extensión de nuestra
psicología ordinaria (atribuir intención inconsciente), pero no una genuina
explicación de la acción humana, que sería causal y remitiría al contexto y la
historia del sujeto. Una persona puede tener una razón para la acción, realizar
la acción, y aún así que esa razón no sea su razón para la acción. Una buena
razón para A puede no ser la causa de A. La conducta de dar razones se suma
a la de actuar de diferentes maneras, no necesariamente causales. El caso
más cercano al causal es la conducta gobernada por reglas. La concepción
cartesiana propone a la mente como una cámara interior, amueblada de ideas
que podemos describir como describimos el mundo externo. Lo que aparece en
la cámara es inmediato e indudable, lo externo es inferido y sujeto a duda.
Freud adapta esta concepción al lenguaje de su época, con fluidos, fuerzas y
cantidades de energía. Wittgenstein critica esta concepción: no hay acceso
privilegiado, porque se precisan de criterios externos para hablar de procesos
internos, y el vínculo no es causal sino gramatical. Pero hay un privilegio
gramatical: mi expresión sincera de términos psicológicos (yo creo, siento,
deseo), si el contexto de conductas es apropiado, es el criterio para que otros
me atribuyan el estado psicológico. No es que tengo conocimiento privilegiado,
sino que si el contexto es adecuado y sé usar las palabras de sensación por
ejemplo, ¨no puedo estar equivocado¨ (se aceptará lo que yo diga, tesis de
incorregibilidad). No ocurre igual con emociones y actitudes: puedo
equivocarme, confundirme o autoengañarme (no hace falta imaginarlo como
dos personas dentro de mí, una engañando a la otra, simplemente insisto en
pasar por alto lo que para otros es obvio, es un sesgo atencional más que un
engaño). La concepción de motivos inconscientes desafía el privilegio
gramatical, porque ocurrió un quiebre en la racionalidad (digo que quiero algo y
hago lo opuesto). Pero en tal caso, no es necesario esencializar un objeto
inconsciente, pulsión, representación o fantasía: basta con señalar una
disposición estable para actuar que es contraria a los deseos que se
manifiestan. Por ejemplo, a quien dice desear una pareja y suele boicotear sus
relaciones, se le atribuye un deseo de evitar la intimidad, o temor a la pareja,
aún si no lo reconoce. Sería un patrón de conductas consistente, aunque
desconocido, y esta idea es similar a la de esquema no consciente. Los
mecanismos de defensa son hábitos de pensamiento y acción. Así como no es
necesario hablar de un dolor inconsciente porque su único sentido es ¨tiende a
comportarse como si sintiera dolor¨, no es necesario hablar de deseo
inconsciente ni de represión: se identifican los patrones de conducta y la
inatención selectiva a ese patrón. En síntesis, la conducta humana tiene
muchísimas causas e influencias que la persona desconoce, incluso sus
propias conductas pueden ser desconocidas para la persona si no aprendió a
reaccionar de cierta forma ante ellas. Pero esas causas desconocidas no son
psíquicas en el sentido (cartesiano) en que lo plantea el psicoanálisis, y no hay
que buscarlas en un lugar oculto e interno ("profundo") sino en la conducta, la
emoción y el pensamiento, investigando sus regularidades, capacidades y
dificultades. El reconocimiento del patrón de conducta no es una mera
aceptación verbal sino más bien una transformación en la conducta global, una
reducción del autoengaño, una intención consciente de cambiar ese patrón que
implicitamente reconoce su existencia. No estaremos más seguros de
encontrar la "razón verdadera", pero es posible construir nuevas razones para
explicar las cosas y nuevas conductas alternativas a las que generan malestar.
No se propone la negación a atribuir estados psicológicos (envidia, celos,
miedo, creencias y deseos, etc.) para explicar la conducta, sino el análisis del
uso de los términos psicológicos (Wittgenstein, Ryle, Skinner). Los términos
psicológicos son ambiguos y engañosos, y se usan de distintas maneras. Si
atribuyo deseo infiriendo a partir de la acción (sé que tiene hambre porque está
comiendo, sé que tiene bronca porque grita), el uso es disposicional, no refiere
a algo fuera de la acción que la cause sino que califica a la acción (come con
hambre, grita con bronca), y sobre todo no explica la conducta (la explicación
es circular si no remite a un evento que se defina con independencia del
efecto). Pero también puedo llamar deseo a la conducta de imaginar algo como
gratificante (me imagino tomando sol en el Caribe), a la percepción de un
evento privado (sensación de hambre) o a la conducta verbal de expresar un
deseo (decir ¨me tomaría un helado¨, puede ser una conducta respondiente u
operante), en tal caso el deseo puede ser causa o no según sus relaciones con
otras conductas, a la vez que debe explicarse (no es causa iniciadora) por otra
causa previa (la situación, la historia de la persona). Lo mismo pasa con la
creencia: en algunos casos se usa como metáfora (actúa como si creyera
que...), como disposición (creer en algo no implica que se esté pensando en
eso, Wittgenstein dice: creí que esta silla me sostendría, es decir nunca pensé
que se rompería), o para calificar una acción, mientras que otras veces refiere
a una conducta de expresión verbal o de imaginación. En todo caso, a partir del
término psicológico habrá que encontrar el sentido con el cual se usa y las
relaciones funcionales pertinentes. En cuanto al uso para calificar la acción,
una acción puede describirse desde distintos niveles según la inclusión de sus
efectos (por ejemplo apretó el gatillo y la bala lo mató, lo mató disparando con
un arma) como parte de la intención, pero aún siendo posible puede no ser
cierta (voy a la puerta y voy al norte, pero no es cierto que intento ir al norte y sí
que intento ir a la puerta). Puedo tener la razón para hacer algo y hacerlo, y
aún así no hacerlo por esa razón. Que una razón sea causa es un caso
particular de muchos posibles, y hay que investigarlo. El psicoanálisis propone
a veces una visión omni-intencionalista y racionalista del hombre. No hay
negligencia (provocar un efecto sin intención pero con descuido), no hay error
(intentar algo y no lograrlo), no hay consecuencias no intencionales de la
acción, todo se subsume en intenciones inconscientes. Se podría resumir como
la falacia ¨si la acción tiene como efecto P, tiene la intención de P (lo acepte o
no el agente)¨.
3.7. La idea de las instancias del aparato psíquico.
Referencias:
e-mail: ansiedadyvinculos@yahoo.com
(Ponencia realizada en la Primera Conferencia Iberoamericana sobre
Pensamiento Crítico, Buenos Aires - Argentina, 17 y 18 de septiembre de 2005)
Bibliografía: