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EL BARCO VAPOR

Ricqrdo Alcóntqrq

Gustovo
y los m ¡edos
llustrocionesde Gusti


II
§t §AR{O üE YATÜR

Gustavo
y Los miedo§
Ricard* Atcántara
Ilustracisnes de 6ustt

ediciones
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1/
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rr;¡t*rlri*¿rtc irr{irrrrr;itiír. *i ril¡ t¡¡*r¡n¡*ián r-lr t¡il¡¡turt* ftrrtrta * ¡xrr
r**le¡ri*l *r*lírr, ya ra r*igili:l,tlettriinir:t¡" ltrr'árri*:o, prr lix<r-o¡rn.
lxrs r¡:*i-ct::r¡ * *fr*s n.¡*tsxl¡¡s, si¡¡ rl prrmis+ prurlo t ¡xrr **ril* il*
i¡rs sit*l¡rr** del r:r¡l*gÁr.

t3{r}sias
.:n

,4 rui *rnigoJaixne FereiraJn


Los n:iedos aparecieror r

cuanda la ría Milagros


sc instalír rn casa de (;usta\,{}.
IIasta entonces
cl niñc ¡ro los co¡rocí:r.
Pero la ría
n* los traio en sr,r vicia maleta.
Lr: que pasó fue
quc la mr.rier los llamó
r,* ellt,s acudieru:¡r prcsuros{}s

para st*rbrar el ternor.


Re"sulta que la tía Milagros.
c*rgada de buerras intencioncs,
crrielaba al peqr-rcñ<r
micntras sr-rs ¡:adres esrab¿n dc viaie.

7
*tustavo, h*zle c*§0 a la tia
*k rectrmend$ s* madre
antes de parrir.
Y É1 se esforeaba
par seguir lor c*ns*i*s de la rnadrs.
C*n la tÍa Milagros
se llevaba muy bien.

Solo discutían a la hora de ctrmer.


La mufer estaba csffivencida
de que los niño* sffIlcs
debia* estar rellenitos y mafletud*s.
Para ello
era precis* cü$ler en abundancia.

I
Asi esq¡:e
le servía a tustavo
kx platos lleno* a rebasar.
Tantco
que él se veía incapaz de ac*barlq¡s"
*Come, com§ ell**.
-insisti*
A ver si e*g*rdas esas picrnas,
que parecen dos palillos*
*Es que n0 puedo más
*prCItestaba el niño.
Y ella 1o rriraba muy *eria,
a punto de perder la paciencia.
¡Hasta que un día 1*perdió!

9
§ntonces,
enfadada y cCIn el ceño fruncido.
le amenazó:
no coffles.
-Si
el bicl"ro de la oscuridad
te llevará con é1.

Gustavo abrió unos oios muv gralrclrs,


oios cargados ds susto.
Iamás hal:ia oída algo semeianre.
bicho de la oscnridad...lt
-¿Ei
asombrado.
-repitió
**Sí, y cs rllly malo
con los niños delgach"rc'hos corno tú
la ria Milagros
-alirmó
ocultando una sonrisa tr:1viesa.
La tía pensaba
que l* qlrt: nü se conseguía
con buenas palabras
se lograba
con l¿r ayuda ciei mieclo.

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-ft I
''L "-l-;--
*+-;,
.-*
Y los rniedos,
que sor.t seres e*diablados,
acr¡den vrl¿rces
euando alguien las nombra.

':+
.J

t2
En aquel momento, precisamente,
uno andaba cerca.
Y, al oírlos,
entró en la casa.
Tal como las moscas
cuando descubren miel.
Se trataba de un miedo baio y delgado.
Tenía los ojos saltones
y los pelos de punta.
lba vestido dc negro.

13
Andal'¡do páso a paso,
sc acercá a üustavo.
Y dc un saltr:' acahá por srrlr;rrse
sobrc el l:ornbr* del t¡iño,
r¡rrv crrca dc la rlrcir.
Sal¡ía que dcsde alli tre escucharía,
aunqlre hablase en vcz baja.
De p«»rro,
Gustavo sc sintiá tan inquieto
quc inrcntí: acabarse
la corlrida del plato"
Lo inrenró, si, ¡pero no pudol
fin la barriga ya i:r: le r-abía
ni r-rn granir* dc arr<¡2.
rú *-ref*¡-rflrñí> la tía.
-Allá

14
lu*go nü ts que¡f,§,
-Fero
p{¡es yü te 1¿: he advertid*
-agregó.
Custavo n* respandié
y fue a serlts.rse anre el tel"evisar.
Allí mruv*,
casi sin hablar,
hasm *l mo¡xent* d* irse s la cama.

*I-Iasta nrañana
dii* a la d* Milagr*s,
-1*
y se fue a su l¡abitación.

15
Aquella noche
no había forma de dormirse.
Cualquier ruido le sobresaltaba"
Pero, finalmente,
arropac{o pr:r ei resplandor de ia luna"
lo consiguió.

16
Al cabo de un raro, se despcrró.
Tcní¿r ganás de trracer pipí.

-¡Ahora cs eI momentol,,,
se di¡o el rnicdo.
v los oios lc brill:rron.
A rnedio dcsperrar
y con la luz;rpagada,
Clustar.o sc cnc¿r¡ninír aI baño.
v cuando cstaba en el osc¡,rro pasillo"
cl rniedo cornetrzír a hacer dc las slrvrls.

t'l
L/
(lasi con r-rn hikr cle vr¡2.
le diio al niüo:
**(lrcc qut r{rtrás dc esa plrcrr;l
lrav alguicrr csc< ¡nd ir-Lr...
Hl l¡icho c{e la oscr-rridad
;rtrr{a ¡:or allí...
Es rnuv ¡l¿rk¡ con lels quc nr) (()m{n...
\'(ltrstayo,
crl vez. dc n¿¡ cscuch¿r
v dcsprcr:dtrsr¡ dcl micclt;
con Lur rcscplido dc indifcrrnci¿"
lc prcsrri atenciíi¡r.
liso t¡rr,¿i1c¡rtonó al rnicdo,
qur c{)nl(nzii a h;rblar
ctrrl \:t:2 ntás pr:tcr-rre.
el biclit: rc ara(;},
-si
esrás ptrdidr; --lc diir:.
(lust¿rvr: sintiir
qur l:rs picrn;rs lc rernl,]:rbar"r.

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'§\:.

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F;"*
Rec*stad* c*ntra la pared,
g

se vtía incapaz dc dar rrl:l pa$ü. i'ffi


a l* cama
-Vu*lve
-l* ac*ns*!ó ei rni*d*.
§ix pensársel* dq:s vec*s,
el niíi* c*rrió hacia la habitaci*n.
§e r*etió en la c&rra
y s* cubriá la cabe¿a
c*n las rxantas.

Z*
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#.:ۤi
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ffi
§

ehl$ii €
Entonces
permaneció quieto y encogido.
No conseguía dormirse.
Entre el susto,
el pipí qu€ se le escapaba
y el temor a la oscuridad,
Gustavo lo pasaba fatal.
Viéndole así de asustado,
el miedo disfruraba a sus anchas.
Incluso decidió llamar a orro miedo.
Y el otro miedo se presentó
en un abrir y cerrar de oios.
Era robusto y barrigudo.
Sus orejas acababan en punta,
así como las de los burros.
Y suietaba sus raídos pantalones
con una cuerda.
Al igual que su compañero,

23
s€§entó iur"rt* a la oreia r{el niñr.
Hsperaba cnn in'rpaciencia
el rnom*Rc* de üomenuár a áctuar.
Y la ttcasióft se pre$rntá
cu*nd* üustavc¡,
qu{ peir fin habí* conseguidri dr:rmirsr,
se hiz* pipí *n la cama.
Al n*tar qur tenía *l piian-ra moiado,
el mied* §e pusr) a i:errear
lrasta que el niña se despertá.
**Eres un c*chino.
Menuda zurra te darán
diio sn tonc de enfado.
-le
Gustavo no sabía
cómo le habÍa sucedido aqueilo.
Tarnpoco sabía qué hacer.
§e encontraba como perdido
y a merc*d del vient<¡.

It
./--t
;w¡
...€:
:;E*É{'
Finalmente se cambió de ropa,
intentó secar las sábanas
con una toalla
y volvió a acostarse.
Pero ya no le fue posible dormir.
Las primeras luces del día
1o pillaron despierto.
Igual que les pasa
a los gatos parranderos.
A pesar de ello,
se quedó un rato más

cntre las sábanas.


Pensaba y pensaba.
y tras mucho pensarlo, decidió:
"Comeré toda [a comida
que me sirva latía Milagros".
Entonces,
los asustados fueron los miedos.

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tuffi
*'

á
É.;!S:

z7
Si él tenía
el6rme propósito de veneerlos,
sin duda io conseguíría.
Ya les había ocurrido
con otros niños.
Semiraron de reojo,
incapaces de pronunciar palabr;r"
Observaban en silencio
cada paso del niño.
Gustavo se presentó en ia cocina
y, con un sonoro beso,
le deseó los buenos días
a [a tía Milagros.
La rnuier sonrió
y continuó preparando el desayuno.
una taza bien grande
-Ponme
y muchc", p*r1con rnantequilla
-*le pidió eX sobrino.
Y ella, complacida, así lo hizo.
Gustavo devoró el primer trouo de pan
con admirable apetitp.
El segr.rndo le costó un poco más.
A mi*d del tercero
se sentía a puntü de reventar...
¡Y aún le quedaban dos en el plato!
"No puedo... ,,
reconoció para sus adentros,
y dio por perdida la batalla.
Al oír tales pensamientos,
los rniedos comenzaron a aplaudir.
Se habían salido con la suya
y estaban muy contentos.
Tal era su alegría
que decidieron llamar a otro miedo.

31.
Al notar que los miedos aumentaban,
Gustavo ni siquiera se atrevía
a mirarse el hombro.
Sabía que estaban alií,
pero temía fiiar sus oios en ellos.
Tembloroso, desviaba la mirada.
Pero eso no resolvía el problema,
pues incluso sin verlos
oía sus antipáticas voces.
Y los miedos no paraban de hablar.
*Romperás la tazay te casrigarán
decían.
-le
ei café con leche
-Tirarás
y la tía se enfadará
con maiicia.
-murmuraban
Gustavo estaba tan asustado
que no se atrevía
a mover un dedo.
De pronto,
una idea cruzó por su cabeza.
Entonces, la expresión de su rostro
cambió por completo.
ii:,I.É#
Gustavo planeaba
deshacerse de los miedos.
Y, para conseguirlo,
pensaba salir a la calle
, yecharacorrer.
Correría tanro y ran rápido
que ellos no podrían alcanzarle.
Entonces, libre ya de los miedos,
regresaría tranquilamente a casa.
Estaba tan ilusionado con el plan,

34
que decidió ponerlo en práctica
en ese mismo momento.
Andando lentamente,
llegó a la puerta.
La abrió y...
¡salió veloz como el viento!
Corrió y corrió sin parar
hasta que le faltó el aliento.
Entonces hizo un alto.
Estaba tan cansado...
Pero el esfuerzo valía la pena,
pues creía haber deiado atrás
atan molestos seres.
Sin embargo...

35
calle es muy peligrosa.
-La
No deberias *alir de casa
.-*le di¡a u¡r* de ell*s.
muchachc'¡
-Aquel
re mira cún car& c{e pacas amig*s
otr$.
-apunté
Y rl tercer*,
vier:do a Custavc ran acc¡bardada,
§e apresuré a llarnar a ütro$ miedos"
Y el niíro, bajar:do la cabeza,
recat:r¡ció:
--*Es inútil c$rrrr.
. §i*mprs me pillarán.
Y, apenad*.
t*má el carnino de regres*.
Dio un paso más
y le asaitaror: rnil telrlcrres.
§l rraiir: de l*s caches k inquietaba.
La gente le causaba recelo.
Incl*sc huyó de u¡r perrü
que sr le acercó metrrando la c*la.

36
Entró en su casa ran pálido
que el rnás elegante de los fantasmas
le hubiera envidiado.
Al verle en semejante estado,
latía Milagros le pregunró alarmada:
encuentras bien?
-¿Te
Gustavo.
-Sí... -respondió
Pero en realidad estaba tan rnal
que hasta le daba miedo confesar
que tenía rniedo.
Para salir de dudas,
[a tía [e puso el termómetro.
Luego de unos minutos,
se lo quitó y...

38
tienes fiebre
-No
algo más tranquila.
-dijo
Sin embargo,
Gustavo parecía un pollo mojado,
y aLa tía no se le pasó por alto.
Así que decidió
no quitarle el oio de encima.
Y al cabo de un buen rato
de observarlo con detenimiento,
se Pregunró:
"¿Qé le sucederá?"

39
Es que Custavo se haLria senrado
en el cuarto de esÍar
y de allí nt> se rnovia.
El niñc no estaba nunca
tanto rato quieto y en silencio,
y la tía no sabía qué pensar.
Por más vueltas que le daba,
G*stavo no sabía cómo saiir
de aquel problema.
Su cabeza se había convertido
€n un nido de miedos.
Tanto, que ya no se atrerría
ni a salir a la calle
a jugar con los arnigos.
Y, corno suele suceder,
el paso de los días
empeoró más [a situación.
Gustavo llegó a teser miedo
hasra de su propia sombra.

48
{
j
L
Un montón de pensamientos
rondaban por su mente,
todos negros
como nubarrones en día de tormenta.
No había manera
de estar tranquilo. §,§
Los miedos no le dejaban er,paz
y aumentaban día a dia.
Eran tantos
que Gustavo temía
que la tía Milagros pudiera verlos.
Por ello,
se encerró en su habitación

por largas horas.


Alejado de la mirada de la mujer;
protegido
tras los cristales de la ventaná,
su única distracción
era mirar hacia afuera.

42
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-i ^+"r

Contemplaba el ir y venir de la gente,


el andar de los coches,
los juegos de los niños...
De tanto en tanto suspiraba.
Cierta tarde,
fijó sus ojos en elárbotr del jardín.
En una de sus rannas
se había posado un páiaro tan pequeño

que ni siquiera sabía volar.


Y eso era, precisarnente,
lo que intentaba aprender.
Extendía sus débiles alas
y daba un saltito sobre la rama.
Después rniraba hacia abaio
y se estaba un momento quieto.
Sin duda,
impresir:nado por la gran altura.

44
Pero al cabo de un raro
volvía a probarlo.
Sentía enorrnes deseos
de lanzarse a volar,
pero el n-riedo 1o frenaba.
Por fin,
sacudió su plurnaie
con aire decidido y...
1o intentes.
-No
Te harás daáo Gusravo.
-murrnuró
Pero ei pájaro,
deseoso de correr tras la brisa,
ahuecé las alas y se lanzó.

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ffi --.,{ffid
.....- .t , { l
l

,i El primero fue un vuelo corto,


f¡( ¿.ró 1p..,*, unos instantes.
Rápidamente se posé sobre otra rama.
Sin ernbargo,
para él había sido una auténtica hazaña.
Lieno de alegría,
conternpló el vacío con otros oios.
Sus alas
ya no le parecían tan poquita cosa.
Así es que,
una vez recuperado de la impresión,
volvió a surcar el aire.
A cada nuevo intento,
se hacía más experto
en el difícil arte de volar.
Y la altura defó de darle miedo.
Gustavcl,
que no le perdía de vista,
rnurmuró con asombrot

46
.1!!.t

vencido su miedo...
-Ha
Y tal descubrimiento
lo dejó pensativo
durante un buen rato,
hastaque,,.
- _4

47
*Ya podría hacer X.ü ntisrno,,,
diir: para s¡.ls adentros.
Fero la idea le hizo ternblar.
Era necesario
reunir mucho valor para i.nrentarlo.
rendré?
-¿L<¡
_*§e
Preguntó Gustavo.
Pero esraba tan harto
de soportar las fechorias
de los nniedos
que'
a pesar de no ser demasíado vaiiente,
exclamó decidido:
_*.¡Claro que lo conseguirél

48
Y entonces se alzó en pie de guerra,
dispuesto a no dar marcha atrás.
Aunque la impaciencia
le cosquilleaba el cuerpo,
sabía que debía esperar
el momento adecuado
paralanzarse a la acción.
Lleno de nervios,
aguardó hasta encontrarse en [a cama.
Durante la noche
habría ocasión
de presentar batalla.
Iinf*nres ia *s*urir{ad
s* c**vicrt* *r: dr¡*fi;l y sefi*ra
sÍ* cad* ri¡:r'ó* d* la cas:r.

§ingía dc¡r*:ir,
mi**trss l*s mi :rur*§ tráfiscl;rriau
cüfi pereiltrs:a lilr:tirud.
lfasra que.""
"¡Áh*ralo, se dii*,
y sin prnsárs*l* c{¿rs v*scs.
s* sür1r* *n ei h*rde dr la {an:}á"
Igrral quc al pequcño páiaro.
ei v*cí* Ie dab,* mi*d*.
T*ndi* sus brar-*¡;

fa:"a arrl?;rrs* dc vak:r,


y d*spués s* e*cilmin* al baii*
sil: encender Ia lxx,

5*
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al i':,i.:;::€
,. ' ::'::i:
r., ',t¿g
h
E,ladormilado pasillo,
envuelto en sombras-
se hacía interrni¡rable.
A pesar de ello.
Gustavo avanzaba con pasc) lirme.
(lomo era de esperar,
a mitacl del oscuro recorriclo
uno de los miedos
cleió oír sus alnenazas.
bicho de la oscr-rric{acl está allí,
-trl
dispu*sto a atacartc
.-_masculló con malicia.
Gr:stavo aspiró l"rondo,
v lurq,r rcsporrdió,
tot:terías dices.
-Qré n* cxiste...
si sse bicho
&{r:lesro con el niño,
cl mieclo afirrnó con 1¡oz áspcra:
L":icho csrá ocultro
-lrl
tras aqur:llt pllrrta.

5¿
¡F|
' tj.

&..
alf
Sin acobardarse,
Gustavo se acercó a la puerta
y la abrió.
Como era de esperar...
¡allí no había nadie!
un embustero
-Eres
-le dijo el niño-.
Todo cuanto dices son mentiras.
Entonces el miedo,
como si fuera una pompa de iabón,
salió flotando sin rumbo
y acabó por desaparecer.
A Gustavo eso le dio nuevos ánimos.
De forma casi mágica,
dejó de sentirse perdido e indefenso.
Tampoco noraba
el frío que provocan los miedos.
Ftrizo pipí y,sin pensar
que las luces estaban apagadas,
volvió a la cama.

55
Entcrnó los oios
dispuesto a deiarse llevar
por los sueños,
cuando uno de los miedos
que todavía le quedaban
se propuso asustarlo

con su desagradable vozarrón.


Pero Gustavo no hizc caso.
Como si se tratara
de un antipática masquito,
dio un manotazo en el aire
para aleiarlo.
Y el miedo, asustado,
huyó en veloz carrera.
Igual que ciertos árboles
que pierden sus hoias en <ltoño,
Gustavo empezó a perder sus miedos.

56
57
-UryFÑ
A la mañana siguiente,
sobre su hombro ,.:.

::
solo había tres de ellos.

i
,&.
t

{ §

I
Tan alegre
como en los días de fiesta,
se encaminó a la cocina.

Encontró a la ría Milagros


sentada a [a mesa
y con unatazaen la mano.
En e[ plato
había una pasta a medio comer.
te la acabas?
-¿No
el niño.
-preguntó
-No ella desganada.
-respondió
-oh...
¡El bicho de la oscuridad
te llevará con él!

¡Y es muy malo
con las señoras delgaduchas como tú!
Gustavo.
-bromeó
Latía 1o miró muy seria.
Pero después
los ojos se le llenaron de luces
y soltó una profunda carcafada.

60
Tarnbién Gustavo rio con ganas.
Y un par de miedos,
notando que se burlaban de ellos,
se marcharon ofendidos
con su desafinada música
a otra pafte.
Dispuesto a acabar
con aquellos malignos seres,
en cuanto terminó el desayuno,
Gustavo coffientó:
un rato a jugar.
-Saldré
calle es muy peligrosa
-La
apresuró a decir
-se
el último miedo que le quedaba.
mequetrefe,
-Calla,
tú sí que eres peligroso
Gustavo.
-respondió
Sopló con fuerza
y lo mandó tan leios,
que no se le volvió a ver el pelo.

-ñ.
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rrt
^{L
q=--É

62
Entonces
Gustavo abrió la puerta de par en par
y salió.
La mañana lucía espléndida.

63
3ófr LOS MIEDOS APARECIERON CUANDO LA
rÍl urucnos se rnsrlló EN cAsA DE
Ricordo Alcóntoro
GUSTAVO. ¿OUÉ HACER PARA ACABAR
GUSTAVO
CON ELLOS? ¿SALIR HUYENDO? NO, DE$
Y LOS MIEDOS
DE LUEGO QUE NO.

RICARDO IICÁ¡¡TIRI ES AUTOR DE NU-


MERosos LtBRos PARA Ntños, PoR Los
OUE HA OBTENIDO LOS PFIEMIOS SEBHA
D'OB Y APEL.LES MESTRES, ENTRE OTROS.

PRIMEROS LECTORES

ISBN: 978-84-348-3092-9

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truffi[ilil1 i

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