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Umbrales

P. ISMAEL RIVAS
"Mi vida se hace ofrenda cada día"
Amigo de Dios y de los hombres. Profeta incómodo, místico humilde y
escondido, valiente luchador y atento compañero, hombre de gran cultura y
humanismo, sencillo confidente y amigo...

Cuántas definiciones se podrían dar del p. Ismael Rivas fallecido el


pasado 3 de setiembre en el Hogar Sacerdotal de Montevideo. Siempre
resulta difícil retratar a una persona y más todavía cuando esta persona ha
estado tan presente en la vida de la Iglesia y de la sociedad.

Nacido en Sarandí del Yi, en 1934, abrazó desde muy joven la vocación
al servicio de sus hermanos. Fue enviado a Roma para culminar sus estudios
y allí se ordenó sacerdote en 1957 y se doctoró en Teología. Fue vicario en la
catedral de Montevideo, secretario del card. Barbieri, párroco en San
Cayetano (Comercio) y desde 1973 en San Juan Bautista (Pocitos), en los
años difíciles de la dictadura.

En 1988 se integró a la diócesis de Maldonado y fue párroco de La


Paloma y de Rocha. Enfermó gravemente del mal de Parkinson y su último
año y medio lo pasó en el Hogar Sacerdotal dando un conmovedor
testimonio de fe y de disponibilidad.

Es justamente en su enfermedad cuando Ismael demostró que la


grandeza de su personalidad y de su espiritualidad animaban y
desbordaban todos los brillantes aportes de su ministerio. Fue en tiempos
difíciles un gran luchador de la justicia y de la dignidad. Buscaba que la
dimensión social de la fe no fuera sólo algo optativo para los más generosos
sino una dimensión fundamental para todo cristiano. Fue criticado,
calumniado, hostigado... y según la bienaventuranza del evangelio supo
encontrar la verdadera herencia del hombre justo.

Pero cuando en el atardecer de su vida la enfermedad lo embistió con


toda su fuerza, progresiva e incurable, nos dio el testimonio más pleno de
su amor a Dios y a los hombres... y a esa Iglesia a la que amó "asumiendo
las discrepancias que pueda tener".

Su vida se transformó en una ofrenda permanente testimoniada por las


muchas oraciones de aceptación y de confianza: "Señor, mi vida se hace
ofrenda cada día. Mi enfermedad la vivo como situación que me permite
hacerme más compasivo, paciente, tolerante, sensible".

Su vocación de comunicador (desde joven había seguido cursos de


comunicación en Lovaina) no se vio obstaculizada por la enfermedad. Sin
poder dialogar o escribir y apenas pudiendo comunicarse con señas y
tenues palabras, supo transmitir sus pensamientos y oraciones y quiso que
se dieran a conocer y se publicaran. A nuestra revista Umbrales, que
siempre estimó y apoyó, nos hacía llegar sus aportes y sugerencias. Hasta
el final quiso estar en comunicación, al tanto de los problemas de la Iglesia
y del mundo. Pocos días antes de morir, en su último escrito fatigosamente
dictado, afirmaba sus "ganas de vivir en la realidad, al tanto de lo que
sucede".

Y en otra oración del 15 de agosto pasado, dice: "Me sigue interesando


la vida e interesando todo lo que sucede. Me aflige más todo el dolor y
sufrimiento actual de los más desamparados. Cada día se les hace más
cruel lo que les toca vivir... Todo lo que luchamos por humanizar, defender
los derechos humanos, cuestionar la economía de mercado por la tremenda
exclusión que produce, tiene hoy más vigencia y urgencia". Una lucha y una
causa que sentía como central "para la fe que Jesús vino a enseñarnos".

Cuando en el mes de mayo de este año quiso participar en la


concelebración de nuestra fiesta patronal de San Antonino, ya casi no
hablaba pero en su silla de ruedas miraba sonriente a toda la asamblea
reunida y en el momento de la paz todos los niños, que recién lo conocían,
se abalanzaron sobre él para darle el beso de la paz. Ese día nos dejó otra
de sus oraciones recientemente dictada y que poníamos sobre el altar como
ofrenda agradable a Dios.

"Te pido especialmente por mis hermanos sanos, que muchas veces no
aprecian la maravilla que es la vida... Aceptando y superando los propios
límites se descubre el don de la Fe, como gracia... El Amor hace posible lo
increíble y soportable lo que parece imposible. La Solidaridad de quienes te
acompañan y cuidan, te hace sentir apoyado y protegido... y me lleva a
descubrirte Señor." Así vivió y murió Ismael, muy agradecido al Señor
porque sintió que en su vida hizo carne "la solicitud y cuidado de Jesús por
los más pequeños del Reino".

Quinto Regazzoni

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