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Desde finales del S.XIX Freud plantea la relevancia de las primeras experiencias
infantiles en el comportamiento adulto.
Hacia mitad del siglo pasado los etólogos (Lorenz, Timbergen, Sluckin, etc.) estudian
el fenómeno del troquelado en las aves.
Bowlby sintetiza ambos planteamientos y resalta la importancia del apego a una figura
adulta para el desarrollo humano. Lo descubre investigando la infancia de adolescentes
delincuentes en Londres, huérfanos o abandonados como consecuencia de la postguerra.
Harlow estudia con macacos la relevancia del AMOR (así lo llama él) en el desarrollo
de los monos. Aunque las madres-maniquíes de alambre proporcionen la alimentación,
las crías de macaco NECESITAN el contacto ventro-ventral con las de felpa. Estas
figuras maternas son imprescindibles, como base segura, para poder explorar el
ambiente. Sin poder acceder a ella caen en una depresión profunda y muestran
conductas de autoestimulación y gran pasividad.
Las preguntas que nos hacemos los científicos no surgen de la nada, están relacionadas
con conocimientos previos no científicos y con los contextos históricos y sociales
concretos en los que vivimos.
Todas las culturas se plantean preguntas sobre el origen del mundo, de los seres
humanos, sobre la muerte, et… y todas las culturas elaboran explicaciones más o menos
elaboradas a estas grandes preguntas. Un papel esencial de la ciencia es convertir en
problemático, en preguntarse, por lo que parece evidente.
Presuposiciones “evidentes”
Hace no muchos años, ante la separación de una pareja por adulterio, era “evidente”
que el padre adúltero no podía proporcionar un entorno aceptable para la educación de
sus hijos. Hoy, sin embargo, pensamos que la fidelidad conyugal no determina la
capacidad o competencia de un progenitor para educar y criar a sus hijos.
También se daba por supuesto que, en los casos de padres separados, las dificultades
escolares o los problemas de conducta de los hijos, estaban directamente relacionados
con esa situación. Hoy sabemos que uno de los factores que más incide en este tipo de
dificultades son precisamente los conflictos entre los padres, aunque no haya separación
ni divorcio.
Los seres humanos tenemos una tendencia a generalizar a partir de casos concretos.
Forma parte del proceso de conocimiento y es cognitivamente económico porque nos
permite anticipar cómo es el mundo o como son otros seres humanos. Pero con
frecuencia nos conduce a conclusiones erróneas. Así sucede en el caso de los prejuicios.
Y esta tendencia es fácil de observar cuando generalizamos a partir de acontecimientos
que llaman poderosamente la atención: suicidios, crímenes, muertes por sobredosis de
drogas, videojuegos con contenidos agresivos o sexuales, etc… Tendemos a describir
una realidad compleja y heterogénea a partir de pocos y muy llamativos casos.
Por eso los estudios científicos son importantes, para situar esos acontecimientos
concretos en un marco mucho más general.
Para ello es importante tener el mayor número de casos posibles (datos empíricos), ser
sistemáticos en el modo de recogerlos, utilizar procedimientos adecuados, controlar las
posibles contaminaciones de unos factores en otros, etc…
Esta información sin duda puede ser de gran utilidad a quienes tienen que tomar
decisiones sobre individuos concretos (padres, educadores, profesionales, jueces,
legisladores, etc.) Pero los científicos no tienen respuestas concretas para los casos
concretos.
Para empezar hay buenas y malas investigaciones. No todo lo que se investiga y publica
tiene la misma calidad. Nuestros conocimientos son siempre relativos, limitados por los
instrumentos que utilizamos, la población estudiada, las teorías disponibles, el contexto
social e histórico concreto, etc. Cometemos errores y, en ocasiones, tenemos que
rectificar ante la evidencia de datos e interpretaciones proporcionados por otros
investigadores. Luego me referiré a algún caso concreto, relacionado con el tema que
nos ocupa, en el que los propios investigadores terminaron reconociendo el error de su
trabajo.
No hay estudios perfectos (todos son limitados y mejorables) pero, cuando se van
acumulando datos congruentes en contextos distintos y con sujetos diferentes, la
“objetividad” aumenta.
No todos los métodos son igualmente válidos. Los datos se pueden lograr por
observaciones directas, cuestionarios, diarios, etc. Y pueden responder a una sola toma
de un conjunto de sujetos de diferentes familias, edades, etc. (métodos transversales), o
pueden seguir el proceso de desarrollo y crianza de un conjunto de sujetos a lo largo del
tiempo (métodos longitudinales). Estos últimos son los de mayor valor científico pero
son también los más costosos en tiempo y dinero.
Finalmente hay preguntas que no pueden tener respuesta directa mediante estudios
empíricos. Podemos valorar el efecto que produce, por ejemplo, el conocimiento de los
padres biológicos en niños adoptados. Pero el “derecho” a conocer la identidad de sus
progenitores se enmarca en una perspectiva claramente diferente de las investigaciones
“empíricas”. De hecho los sistemas jurídicos no son insensibles a estos cambios de
perspectivas históricas, sociales. Un mismo “hecho” no se valora igual en un sistema
jurídico en el que está aceptada la posibilidad de ser “propietario” de otro ser humano
(la esclavitud), o de poder disponer de la vida del presunto culpable (pena de muerte)
El modelo de padre y madre como norma es limitado. En otras culturas existen modos
diferentes de crianza. En África hoy muchos niños son criados por sus hermanos
mayores, como hemos tenido ocasión de comprobar personalmente en Madagascar.
Varios estudios muestran que, al comparar padres y madres en su competencia para criar
a sus hijos, el factor fundamental que les diferencia es si su tarea es primaria o
secundaria, si son ellos quienes se responsabilizan prioritariamente o si su tarea es solo
de apoyo al progenitor primario. Cuando se comparan progenitores primarios, no hay
diferencias entre hombres y mujeres. Sí las hay cuando se hace entre primarios y
secundarios (sean varones o mujeres)
¿Necesitan los hijos una figura de padre y otra de madre?
Es una creencia muy extendida. Es evidente que muchos niños se crían en contextos
familiares muy diferentes al supuestamente NORMAL (Y QUE SE CONVIERTE
EN NORMA) Siempre ha habido otros contextos: p,ej. Madres y padres viudos,
separados, madres solteras, etc.
La creencia se pretende apoyar en la necesidad de ambas figuras para que niños y niñas
puedan adquirir su rol sexual que, en esta perspectiva tradicional significaba ACTIVO,
SEGURO Y COMPETITIVO, para los varones, y COOPERATIVA, SUMISA Y
SENTIMENTAL, para las niñas. Los estudios sobre padres separados muestran que esta
dicotomía de roles se modifica como resultado de la separación y de las tareas nuevas
que asume cada cónyuge. Madres y padres puntúan simultáneamente más alto en rasgos
masculinos y femeninos. Y los hijos de esos matrimonios separados también muestran
una mayor androginia.
Los datos de la última encuesta del CIS muestran este profundo cambio de la estructura
familiar en España. La familia normal YA NO ES LA NORMA (45%), mientras que
otras familias alternativas (parejas sin hijos 21%; madres solteras 9,5%; padres solteros
2%;) crecen significativamente. El tipo de hogar más frecuente es el unipersonal (20%)
Los datos aportados por la Profesora Mª del Mar González, autora de la primera
investigación en España sobre el desarrollo de los hijos de parejas homosexuales,
coinciden con los de más de 40 estudios realizados en otros países:
3) Mantienen relaciones normales con sus compañeros y son tan populares entre ellos
como los hijos e hijas de padres heterosexuales.
4) Las únicas diferencias encontradas en algunos de estos estudios es que los hijos de
familias homoparentales son más flexibles y más dispuestos a aceptar la diversidad
entre los seres humanos que los de familias heterosexuales.
Tras lo expuesto sobre los padres adoptivos y de destacar la importancia que tienen las
historias concretas de interacciones con los padres, en las vidas de todos los seres
humanos, es lógico pensar que la implicación de éstos en el cuidado y educación de sus
hijos sea equivalente a la de las parejas heterosexuales.
Se puede entender el desconcierto de una parte de nuestra sociedad ante los profundos
cambios que se están produciendo. En España se encarcelaba a los homosexuales, se ha
mantenido durante mucho tiempo la falsa creencia de que se trataba de una enfermedad
mental. Algunas personas siguen sin aceptar la libertad de otros seres humanos para
elegir orientaciones sexuales diferentes a las suyas. Y seguro que se escandalizan, con
razón, cuando conocen las torturas infligidas a niños y niñas africanos por seguidores de
dogmáticas religiones en Londres con la excusa de ahuyentar supuestas posesiones
demoníacas. Son prácticas que también ha realizado en otros tiempos la Iglesia Católica.
La pretensión de imponer a los demás por la fuerza nuestras creencias y nuestros
valores provoca enormes e injustificables sufrimientos en muchísimos seres humanos.
En este debate uno tiene la impresión de que algunos encuentran más inspiración en
Herodes que en el Jesucristo al que apelan.