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EL PAPEL DE LOS ADULTOS EN LA SUPERVIVIENCIA Y EN LA

CRIANZA DE LOS SERES HUMANOS

José Luis Linaza Iglesias


Catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad Autónoma de Madrid

Hablar de adopción supone plantearse el complejo problema de la crianza y la


educación de los niños, un fenómeno que se extiende a lo largo de muchos años y que
significa la construcción y adaptación continua de una relación enormemente asimétrica
en sus inicios y cuyo objetivo es lograr la autonomía del miembro más joven para que
pueda incorporarse como miembro de pleno derecho en la sociedad. La paradoja de esa
enorme dependencia es, precisamente, proporcionar las condiciones para una progresiva
independencia. Nacemos con una gran INMADUREZ, somos mucho menos capaces de
valernos por nosotros mismos que ninguna otra especie. También tenemos una
prolongadísima infancia, mayor que la de ninguna otra especie, antes de poder
incorporarnos como miembros activos de nuestras sociedades. El significado de esta
inmadurez es una mayor flexibilidad para adaptarnos a medios muy distintos y
cambiantes. Otras especies disponen de mecanismos biológicos, de preadaptaciones,
que garantizan su interacción con su medio natural. Los osos pandas, por ejemplo. Están
tan bien adaptados a los bosques de bambú que, cuando estos desaparecen, corren
peligro de extinción. Nuestro medio es siempre un medio cultural y en permanente
transformación.

Debido a esta profunda inmadurez, que no nos permite siquiera el control de la


temperatura corporal, SÓLO SOMOS VIABLES BIOLÓGICAMENTE SI ALGÚN
ADULTO NOS ALIMENTA, PROTEGE, E INTERACTUA CON NOSOTROS DE
MODOS MUY COMPLEJOS, REGULARES Y ESPECIFICOS. Para desarrollarnos
con normalidad (quizá podíamos decir que para poder vivir) los humanos necesitamos
que nos quieran. Aunque sea muy complicado estudiar científicamente un fenómeno tan
complejo como el amor, la condición para que podamos nacer tan incompletos es que
alguien asuma nuestro cuidado.

IMPORTANCIA Y LAS LIMITACIONES DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO.

El conocimiento científico es uno de los productos más admirables de nuestra


civilización occidental. Históricamente es muy reciente (el Renacimiento) y en nuestras
vidas individuales no desarrollamos la capacidad intelectual para poder elaborarlo hasta
la adolescencia (pensamiento formal piagetiano) Sería absurdo pensar que otros modos
de conocimiento ( a lo largo de la historia y en nuestras vidas individuales) no ocupan
lugar. Por el contrario el conocimiento científico se construye a partir de conocimientos
previos, social e individualemente. Con frecuencia surge de otros más prácticos,
implícitos, antes de poder ser formulados con mayor rigor y sistematicidad. Dos
ejemplos pueden ilustrarlo. La Armada británica comenzó a utilizar limones y naranjas
para combatir el ESCORBUTO siglos antes de que se elaborara el conocimiento sobre
la vitamina C. Miles de granjeros, y de niños, conocían la capacidad de patos y pollos
para seguir un objeto en movimiento. Pero el troquelado sólo se convierte en hecho
científico significativo cuando Lorenz lo identifica como mecanismo adaptativo de las
aves. Está predispuesto pero sólo se pone en funcionamiento con experiencias
concretas. Lo probable es que sea la pata o la gallina el primer objeto que vean y, al
troquelarse a ellas, pollos y patos tienen mayores probabilidades de sobrevivir al ataque
de un gato, un ave rapaz o ser atropellados por un coche. Pero es un mecanismo poco
flexible pues, si en lugar de la madre lo que ven es un globo o una máquina de tren
eléctrico, los seguirán como si les fuera en ello la vida, piando y manteniendo el
contacto con estímulos tan poco relevantes biológicamente. Con frecuencia los
científicos simplificamos y fragmentamos los fenómenos que pretendemos estudiar para
hacerlos más manejables y utilizamos metáforas o analogías para darles sentido. En la
psicología hay metáforas distintas, que han sido útiles, (modelos mecánicos, modelos
biológicos de especies inferiores, modelos de procesamiento de información o de
ordenadores, etc.) pero es fundamental no olvidar que NO SOMOS ni ratas, ni palomas,
ni ordenadores.

Contexto histórico del problema de la crianza.

Desde finales del S.XIX Freud plantea la relevancia de las primeras experiencias
infantiles en el comportamiento adulto.

Hacia mitad del siglo pasado los etólogos (Lorenz, Timbergen, Sluckin, etc.) estudian
el fenómeno del troquelado en las aves.

Bowlby sintetiza ambos planteamientos y resalta la importancia del apego a una figura
adulta para el desarrollo humano. Lo descubre investigando la infancia de adolescentes
delincuentes en Londres, huérfanos o abandonados como consecuencia de la postguerra.

Harlow estudia con macacos la relevancia del AMOR (así lo llama él) en el desarrollo
de los monos. Aunque las madres-maniquíes de alambre proporcionen la alimentación,
las crías de macaco NECESITAN el contacto ventro-ventral con las de felpa. Estas
figuras maternas son imprescindibles, como base segura, para poder explorar el
ambiente. Sin poder acceder a ella caen en una depresión profunda y muestran
conductas de autoestimulación y gran pasividad.

Spitz observa conductas parecidas en bebes humanos criados en instituciones


(hospitales, orfanatos, etc.) y define el síndrome de hospitalismo.

Las preguntas que nos hacemos los científicos no surgen de la nada, están relacionadas
con conocimientos previos no científicos y con los contextos históricos y sociales
concretos en los que vivimos.

Todas las culturas se plantean preguntas sobre el origen del mundo, de los seres
humanos, sobre la muerte, et… y todas las culturas elaboran explicaciones más o menos
elaboradas a estas grandes preguntas. Un papel esencial de la ciencia es convertir en
problemático, en preguntarse, por lo que parece evidente.

Presuposiciones “evidentes”

Hace no muchos años, ante la separación de una pareja por adulterio, era “evidente”
que el padre adúltero no podía proporcionar un entorno aceptable para la educación de
sus hijos. Hoy, sin embargo, pensamos que la fidelidad conyugal no determina la
capacidad o competencia de un progenitor para educar y criar a sus hijos.
También se daba por supuesto que, en los casos de padres separados, las dificultades
escolares o los problemas de conducta de los hijos, estaban directamente relacionados
con esa situación. Hoy sabemos que uno de los factores que más incide en este tipo de
dificultades son precisamente los conflictos entre los padres, aunque no haya separación
ni divorcio.

Los seres humanos tenemos una tendencia a generalizar a partir de casos concretos.
Forma parte del proceso de conocimiento y es cognitivamente económico porque nos
permite anticipar cómo es el mundo o como son otros seres humanos. Pero con
frecuencia nos conduce a conclusiones erróneas. Así sucede en el caso de los prejuicios.
Y esta tendencia es fácil de observar cuando generalizamos a partir de acontecimientos
que llaman poderosamente la atención: suicidios, crímenes, muertes por sobredosis de
drogas, videojuegos con contenidos agresivos o sexuales, etc… Tendemos a describir
una realidad compleja y heterogénea a partir de pocos y muy llamativos casos.

Por eso los estudios científicos son importantes, para situar esos acontecimientos
concretos en un marco mucho más general.

Para ello es importante tener el mayor número de casos posibles (datos empíricos), ser
sistemáticos en el modo de recogerlos, utilizar procedimientos adecuados, controlar las
posibles contaminaciones de unos factores en otros, etc…

Esta información sin duda puede ser de gran utilidad a quienes tienen que tomar
decisiones sobre individuos concretos (padres, educadores, profesionales, jueces,
legisladores, etc.) Pero los científicos no tienen respuestas concretas para los casos
concretos.

Limitaciones del conocimiento científico.

Para empezar hay buenas y malas investigaciones. No todo lo que se investiga y publica
tiene la misma calidad. Nuestros conocimientos son siempre relativos, limitados por los
instrumentos que utilizamos, la población estudiada, las teorías disponibles, el contexto
social e histórico concreto, etc. Cometemos errores y, en ocasiones, tenemos que
rectificar ante la evidencia de datos e interpretaciones proporcionados por otros
investigadores. Luego me referiré a algún caso concreto, relacionado con el tema que
nos ocupa, en el que los propios investigadores terminaron reconociendo el error de su
trabajo.

No hay estudios perfectos (todos son limitados y mejorables) pero, cuando se van
acumulando datos congruentes en contextos distintos y con sujetos diferentes, la
“objetividad” aumenta.

Muchos estudios tratan de responder a preguntas muy específicas, en contextos


históricos y políticos concretos. Su elaboración es lenta. Con frecuencia investigaciones
posteriores matizan y sitúan en perspectivas distintas los hallazgos logrados. Por
ejemplo, cuando en un estudio se plantea la influencia de “madres solteras” en el
desarrollo infantil, en muchos casos esos primeros estudios la condición de “soltera”
enmascaraba factores socioeconómicos, actitud del grupo social más amplio hacia la
madre, etc. Hoy una muestra de “madres solteras” hace referencia a un grupo muy
heterogéneo de mujeres, muchas de las cuales han optado de modo consciente por una
forma de maternidad diferente a la más convencional de parejas. Incluir en un mismo
grupo de “solteras” a madres cuyas condiciones personales y sociales son muy distintas
contaminará los resultados y nos impedirá entender la dinámica de esos modos de
crianza.

No todos los métodos son igualmente válidos. Los datos se pueden lograr por
observaciones directas, cuestionarios, diarios, etc. Y pueden responder a una sola toma
de un conjunto de sujetos de diferentes familias, edades, etc. (métodos transversales), o
pueden seguir el proceso de desarrollo y crianza de un conjunto de sujetos a lo largo del
tiempo (métodos longitudinales). Estos últimos son los de mayor valor científico pero
son también los más costosos en tiempo y dinero.

Finalmente hay preguntas que no pueden tener respuesta directa mediante estudios
empíricos. Podemos valorar el efecto que produce, por ejemplo, el conocimiento de los
padres biológicos en niños adoptados. Pero el “derecho” a conocer la identidad de sus
progenitores se enmarca en una perspectiva claramente diferente de las investigaciones
“empíricas”. De hecho los sistemas jurídicos no son insensibles a estos cambios de
perspectivas históricas, sociales. Un mismo “hecho” no se valora igual en un sistema
jurídico en el que está aceptada la posibilidad de ser “propietario” de otro ser humano
(la esclavitud), o de poder disponer de la vida del presunto culpable (pena de muerte)

Estudios de fenómenos relacionados con la adopción.

Muy brevemente me voy a referir a un conjunto de fenómenos estudiados desde


mediados del siglo pasado y relacionados con la adopción. Dos conclusiones claras de
los mismos es que los seres humanos, aunque tengamos una serie de capacidades
previas para interactuar con niños pequeños, aprendemos a ser padres mientras
llevamos a cabo nuestras tareas de progenitores, tanto las mujeres como los varones.
Segundo, la crianza en instituciones, sin adultos de referencia que nos proporcionen
atención y cariño en interacciones regulares y bien estructuradas, tiene unos efectos
muy negativos sobre una gran proporción de niños. Ante la disyuntiva de adopción o
institucionalización, siempre es aconsejable la primera (Shaffer, 1990,1994)

Se ha puesto remanifiesto la relevancia de estos primeros vínculos para el desarrollo


humano.

Normalmente estas relaciones tan significativas se establecen en torno a los 7, 8 meses

Pueden también establecerse más tarde pero se incrementa la probabilidad (nunca la


determinación, como señala por ejemplo Boris Cyrulnik en “Los patitos feos”) del
síndrome del “carácter sin afecto” de Bowlby. De los importantes estudios de B.Tizard
sobre el tema, la conclusión más relevante para nosotros es que el factor que mejor
predice el buen desarrollo de los hijos adoptados es EL COMPROMISO SIN RESERVA
DE LOS PADRES. Comparando grupos de niños adoptados a edades diferentes, o con
hijos que se criaban con sus madres biológicas solteras, el mejor desarrollo de los
adoptados venía determinado por el mayor tiempo, afecto y energía de los padres
adoptivos, las actividades conjuntas que realizaban con sus hijos. Eran padres-super, o
super-padres, porque la paternidad ocupaba un lugar muy destacado en su vida diaria.
Debe resaltarse el grado con el que los padres adoptivos DISFRUTABAN el ejercicio
de dicha paternidad.

Apego maternal o instinto de madre.


La posible existencia de un “instinto maternal” (muy presente en las creencias
populares) lo plantearon Klaus y Kennell. Una especie de mecanismo biológico de los
adultos complementario del que genera el apego en los bebés. Para su
desencadenamiento era fundamental el primer contacto físico entre madre e hijo nada
más parir. Estudios posteriores mostraron que no hay ningún dato empírico que valide
este instinto maternal. El matrimonio Sluckin advertía hace muchos años sobre la
utilización ideológica de ese supuesto “instinto materno” para justificar políticas
sociales que dificultaran el acceso de las mujeres al trabajo. Varios años después los
propios Klaus y Kennell reconocieron su error. Sin embargo, durante años, su propuesta
provocó peculiares prácticas médicas y sociales atribuyendo a esta falta de contacto
todo tipo de problemas ulteriores de los niños.

Diferencias entre la crianza por padres biológicos o adoptivos.

Relacionado con el problema de la adopción por parejas homosexuales está la cuestión


de si pueden establecerse, a edades más tardías, estos vínculos afectivos con otros
adultos que no son los padres biológicos. Los estudios muestran que sí, que los padres
adoptivos son perfectamente capaces de criar bien a sus hijos adoptivos e, incluso,
mejor que sus madres biológicas cuando éstas se encuentran en las circunstancias que
dan lugar a plantearse la adopción. Como vimos en estudios como el de B.Tizard, lo
fundamental es el compromiso con los hijos, la historia concreta de las interacciones
con ellos.

Participación del varón en la crianza.

El modelo de padre y madre como norma es limitado. En otras culturas existen modos
diferentes de crianza. En África hoy muchos niños son criados por sus hermanos
mayores, como hemos tenido ocasión de comprobar personalmente en Madagascar.

Además, la división de roles MASCULINO/FEMENINO está atravesando también


transformaciones profundas en nuestra sociedad. Hay, al menos, tres factores que
contribuyen a cambios profundos en la crianza:

a) la incorporación de la mujer, de modo permanente, al trabajo

b) la mayor autonomía e independencia de la mujer, su lucha contra la sumisión que era


norma en la sociedad machista.

c) Profundos cambios tecnológicos que permiten, fomentan y facilitan la participación


del varón en la crianza (leche artificial, pañales, chupetes, etc.) y en el trabajo doméstico
(lavadoras, aspiradores, microondas, etc.).

La participación exclusiva de la madre en la crianza será cada vez un fenómeno menos


frecuente. En los casos de divorcio cada vez es mayor el número de padres varones que
solicita la custodia. Es una consecuencia lógica de su mayor implicación en la crianza.

Varios estudios muestran que, al comparar padres y madres en su competencia para criar
a sus hijos, el factor fundamental que les diferencia es si su tarea es primaria o
secundaria, si son ellos quienes se responsabilizan prioritariamente o si su tarea es solo
de apoyo al progenitor primario. Cuando se comparan progenitores primarios, no hay
diferencias entre hombres y mujeres. Sí las hay cuando se hace entre primarios y
secundarios (sean varones o mujeres)
¿Necesitan los hijos una figura de padre y otra de madre?

Es una creencia muy extendida. Es evidente que muchos niños se crían en contextos
familiares muy diferentes al supuestamente NORMAL (Y QUE SE CONVIERTE
EN NORMA) Siempre ha habido otros contextos: p,ej. Madres y padres viudos,
separados, madres solteras, etc.

La creencia se pretende apoyar en la necesidad de ambas figuras para que niños y niñas
puedan adquirir su rol sexual que, en esta perspectiva tradicional significaba ACTIVO,
SEGURO Y COMPETITIVO, para los varones, y COOPERATIVA, SUMISA Y
SENTIMENTAL, para las niñas. Los estudios sobre padres separados muestran que esta
dicotomía de roles se modifica como resultado de la separación y de las tareas nuevas
que asume cada cónyuge. Madres y padres puntúan simultáneamente más alto en rasgos
masculinos y femeninos. Y los hijos de esos matrimonios separados también muestran
una mayor androginia.

Probablemente estos estudios ponen de manifiesto una tendencia de la propia sociedad,


como consecuencia de las profundas transformaciones que ha provocado la
incorporación de la mujer al trabajo, a reducir la dicotomía tradicional
masculino/femenino. Las mujeres necesitan desarrollar características antes sólo
atribuidas a los varones (activas, seguras, competitivas) y éstos necesitan desarrollar las
atribuidas a las mujeres para poder participar con eficacia en la crianza de sus hijos
(cooperativos, sensibles) Creo que la sumisión deja de ser una característica deseable
para nadie.

Los datos de la última encuesta del CIS muestran este profundo cambio de la estructura
familiar en España. La familia normal YA NO ES LA NORMA (45%), mientras que
otras familias alternativas (parejas sin hijos 21%; madres solteras 9,5%; padres solteros
2%;) crecen significativamente. El tipo de hogar más frecuente es el unipersonal (20%)

Los datos aportados por la Profesora Mª del Mar González, autora de la primera
investigación en España sobre el desarrollo de los hijos de parejas homosexuales,
coinciden con los de más de 40 estudios realizados en otros países:

1) chicos y chicas de familias homoparentales no difieren de los criados con


progenitores heterosexuales en ningún área del desarrollo intelectual o de la
personalidad (autoestima, ajuste personal, desarrollo moral, etc.).

2) Tampoco difieren en identidad sexual, identidad de género u orientación sexual.

3) Mantienen relaciones normales con sus compañeros y son tan populares entre ellos
como los hijos e hijas de padres heterosexuales.

4) Las únicas diferencias encontradas en algunos de estos estudios es que los hijos de
familias homoparentales son más flexibles y más dispuestos a aceptar la diversidad
entre los seres humanos que los de familias heterosexuales.

La Asociación de Psicología Americana tiene disponible en su página web


(http://www.apa.org/pi/parent.html) un resumen de los datos procedentes de
estos 43 estudios empíricos, así como una reseña de 58 artículos y capítulos de libros
sobre el tema. En la misma página web puede encontrarse una excelente síntesis de
Charlotte J.Patterson, profesora de la Universidad de Virginia. La conclusión de todos
estos estudios empíricos y análisis de los datos de tantos investigadores es unánime:

NO HAY UN SOLO ESTUDIO EMPÍRICO QUE MUESTRE ALGUNA


DESVENTAJA EN EL DESARROLLO DE LOS HIJOS DE PAREJAS
HOMOSEXUALES.

Tras lo expuesto sobre los padres adoptivos y de destacar la importancia que tienen las
historias concretas de interacciones con los padres, en las vidas de todos los seres
humanos, es lógico pensar que la implicación de éstos en el cuidado y educación de sus
hijos sea equivalente a la de las parejas heterosexuales.

No hablamos de abstracciones, hablamos de niños que tienen ya la desgracia de no ser


criados por sus padres. La opción entre vivir en una institución o ser adoptados por
adultos que les quieran no ofrece duda. Sabemos los efectos devastadores que la
institución genera en su desarrollo. ¿En función de qué dudas podemos negarles su
derecho a crecer en el mejor entorno posible? La aparente neutralidad de ese “esperar y
ver” les condena a no poder disfrutar del cuidado y el cariño de los adultos que desean
adoptarles. Esa lógica llevaría a impedir ningún matrimonio, incluidos los
heterosexuales, hasta que la sociedad tuviera la seguridad de que esos progenitores están
capacitados para serlo, una especie de “permiso de paternidad”. ¿Querrían ser los
obispos también quienes realizaran el examen?

Se puede entender el desconcierto de una parte de nuestra sociedad ante los profundos
cambios que se están produciendo. En España se encarcelaba a los homosexuales, se ha
mantenido durante mucho tiempo la falsa creencia de que se trataba de una enfermedad
mental. Algunas personas siguen sin aceptar la libertad de otros seres humanos para
elegir orientaciones sexuales diferentes a las suyas. Y seguro que se escandalizan, con
razón, cuando conocen las torturas infligidas a niños y niñas africanos por seguidores de
dogmáticas religiones en Londres con la excusa de ahuyentar supuestas posesiones
demoníacas. Son prácticas que también ha realizado en otros tiempos la Iglesia Católica.
La pretensión de imponer a los demás por la fuerza nuestras creencias y nuestros
valores provoca enormes e injustificables sufrimientos en muchísimos seres humanos.
En este debate uno tiene la impresión de que algunos encuentran más inspiración en
Herodes que en el Jesucristo al que apelan.

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