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Dentro de 47 años, mi nieto mayor tendrá la edad que yo tengo ahora. Pero sus
perspectivas de vida en el planeta Tierra serán considerablemente más
precarias que las que yo albergo hoy. Según el reciente informe del Grupo
Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC), si el deterioro
ambiental sigue como va, hacia el 2050 sobrevendrá la catástrofe: el calor
aumentará el nivel marítimo e inundará las ciudades costeras; los huracanas
soplarán con fuerza desconocida; las sequías tropicales provocaran hambrunas
sin precedentes; algunos lugares se inundarán bajo aguaceros torrenciales y
otros, como la selva amazónica, verán extenderse el desierto. Dentro de medio
siglo, mi nieto y miles de millones de terrícolas más solo podrán ver ballenas,
orangutanes, osos polares, tigres y marsopas en las enciclopedias: los
cazadores y el cambio climático habrán acabado con miles de seres, desde
grandes mamíferos hasta microorganismos marinos.
El informe del IPCC despeja toda duda (dudas que sólo albergaban los muy idiotas o los
muy corruptos) sobre la responsabilidad humana en el calentamiento planetario. Esto no
es obra de Dios ni de la naturaleza. Es producto de la tendencia autodestructiva del
hombre, única capacidad suya que me merece entera fe. El desastre global empezó ya, y
los gobiernos y los hombres hacemos poco por controlarlo.
* Diez de los 11 años más calientes desde que existe registro oficial de temperaturas de la
Tierra (1880) corresponden al último decenio.
* En el Ártico las temperaturas subieron el doble que la media global, y los hielos se
derriten.
La temperatura del globo, dice el IPCC, podría subir entre 1,9 y 4,6 grados en cien años.
Dos grados marcarían un cambio formidable en costas, agricultura y vida de muchas
especies. Cuatro serían un desastre universal. Conociendo al hombre y sus gobiernos,
calculo que sobrepasaremos los 3,5 grados hacia 2075, cuando mi nieto mayor tenga la
edad del actual Papa.