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Universidad de La Serena
Facultad de Ciencias Sociales y Económicas
Departamento de Ciencias Sociales
Área de Historia
Chile
Rector
DR. NIBALDO AVILÉS PIZARRO
Director
ROBERTO PAÉZ CONSTENLA
Comité Editorial
ANÍBAL MERY FLORES
HERNÁN CORTES OLIVARES
Presentación
Artículos Págs.
5
Reseñas
“Pueblos originarios del Norte Florido de Chile”, Hernán Cortes O.,
Patricio Cerda C., y Guillermo Cortes L., Editorial del Norte, La
Serena, 2003
Fernando Graña Pezoa, Museo Gabriela Mistral, Vicuña, Chile
6
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
_____________________________________________________________
*
Primera parte de un trabajo más extenso sobre “Las transformaciones económicas
y sociales de Cachi a fines del siglo XIX”.
**
CEPIHA, Centro promocional de investigaciones en Historia y Antropología,
Universidad Nacional de Salta (UNSA), Argentina. E-mail:
leramariana@hotmail.com
7
Cachi, en el circuito ganadero
1
Cabe aclarar que otras quebradas importantes conectoras con la Puna de Atacama
estaban en Catamarca y Jujuy, (Conti, Viviana “El norte argentino y Atacama:
producción y mercados”. Revista de Historia. Segunda Época, N° 14, Siglo XIX.
México, 1993. Y Bowman, Isaiah, Los Senderos del Desierto de Atacama Imprenta
Universitaria. . Santiago de Chile, 1942.
8
La información que presenta Pierre Denis, respecto al
circuito ganadero es muy importante, porque permite interpretar la
participación que tuvo Cachi, en este nuevo espacio económico. Así,
una de las rutas utilizadas para el arreo de ganado con destino a los
mercados del norte de Chile, partía del Valle de Lerma, hasta los
valles Calchaquíes, desde allí llegaba hasta la quebrada del Toro o
hasta sendas que comunicaban Cachi con la Quebrada de Luracatao
(Molinos), atravesando pasos muy altos al pie de los Nevados del
Acay y Cachi, para luego arribar hasta Santa Rosas de los Pastos
Grandes y San Antonio de los Cobres2.
Otra de la rutas que atravesaban los Valles Calchaquíes
partía desde ese espacio por la Quebrada de Luracatao hasta Abra de
Cortaderas, desde allí, por Pasto Largo, el Rincón, Puntas Negras,
Agua Caliente, Soncor, Toconao, Tambillo, hasta San Pedro de
Atacama (Conti, 1993).
Por lo tanto, en los valles se instalaron las zonas de
invernadas, extensiones de alfalfares para recibir y engordar los
rebaños de ganado vacuno que pasaban hacia Chile.
En relación a este tema, es necesario destacar la
participación de la familia De los Ríos quienes arribaron a Salta entre
los años 1878 – 1880, procedentes de Atacama, en los tiempos de la
2
Denis, Pierre, La Valorización del País. Republica Argentina. Ed. Solar. Bs. As.
1920. p. 96.
9
Guerra del Pacífico3. Esta familia tenía casa en la ciudad de Salta y
algunos de los integrantes de esta familia se establecieron en Cachi.
Don Juan de los Ríos (padre), tenía propiedades en
Soncor4, zona de paso en las rutas ganaderas, y tanto él como su hijo
Luciano de los Ríos arrendaron grandes propiedades en Cachi, las
cuales tuvieron producción de alfalfa. Por otra parte, su hijo Miguel
de los Ríos de profesión comerciante se dedicó al comercio ganadero
y exportaba ganado con destino a Atacama. De esta forma, la
reconstrucción de esta familia, permite ver la existencia de un
negocio familiar vinculado al comercio ganadero indicando la
participación que tenía Cachi en esta última reorientación mercantil
que se desarrolló en la región.
3
A.B.H.S (Protocolos de Escribanos). Juzgado de Primera Instancia. Expediente
127. Año 1903. Según esta documentación Juan de los Ríos y su esposa Julia
Hidalgo habían perdido documentación en Atacama, referida a las partidas de
matrimonio y de nacimiento de sus hijos Luciano, Luís, Juan, Miguel y Carmen y
Rosa, con motivos de la guerra del Pacifico.
4
A.B.H.S (Protocolos de Escribanos). Juan de los Ríos compra en 1884, tierras en
Soncor (Atacama), las cuales limitan con una de sus propiedades. Dato extraído
de Protocolo de Escribano, Mariano Mendoza año 1884. F. 33
10
las unidades de producción eran las primarias, básicamente agrícola y
ganadera.
11
Cuadro Nº 2: Demostración de la producción ganadera en Cachi
(1895)
12
inferir que las grandes propiedades producían más del 50% del
ganado vacuno. En 1875, Benjamín Zorrilla poseía el 61% del ganado
vacuno de la localidad y en 1895, las grandes propiedades Cachi
Adentro, Fuerte Alto y Palermo producían el 53% del total de la
producción de la localidad5.
En cuanto al ganado lanar y caprino según los registros
catastrales del año 1875, registra que este ganado era producido tanto
por las unidades de producción campesina como por las haciendas. En
1875, se identifican como propiedad de B. Zorrilla el 15% de la
producción total y el resto corresponde a las unidades domesticas.
Posteriormente en 1895, se registró un notable aumento en la
producción del ganado lanar y caprino, y se observa que el 42% se
localiza en las grandes propiedades, destacándose entre estas Palermo,
y el resto era producido por las pequeñas unidades de producción
campesina de los otros partidos. En este sentido, el aumento registrado
en este tipo de ganado en Palermo, pudo estar relacionado con las
exportaciones del ganado caprino y ovino hacia los países limítrofes,
en especial Bolivia. Al respecto, según las fuentes consultadas Cachi,
exportaba 1000 cabezas de ganado lanar hacia Bolivia en el año
18826.
5
ABHS (Protocolos de Escribanos). Registros Catastrales de la Propiedad Inmueble
del año 1875, y BPVP: Censo Agropecuario Nacional, año 1895. Tomo 3.
6
Boletín del Departamento Nacional de Agricultura, Tomo VII, Año 1883. Bs. As
13
Por su parte, los mercados que tenía el ganado vacuno de
la Provincia de Salta eran los países limítrofes, tales como Chile y el
Perú. En este sentido se pudo registrar que Cachi exportaba hacia
estos países casi el 71% de la producción de ganado vacuno. Lo cual
se puede observar en el cuadro Nº 3.
7
Cfr. Conti, Viviana. Entre la plata y el salitre, en EDIUNJU. Universidad Nacional
de Jujuy. Argentina, 2002. pp.133-134.
14
durante la primeros tiempos del auge salitrero, los departamentos
salteños que exportan hacia ese mercado fueron los que se
encontraban mas cercanos, como los del valle Calchaquí, entre los
que se destacan Molinos, San Carlos, Cafayate y Cachi, y en el valle
de Lerma Rosario de Lerma, Chicoana.
Conclusión
Desde la provincia de Salta y específicamente de sus valles
calchaquíes como Cachi, se envió exportación de ganado hacia el
Pacifico, particularmente al “Norte Grande” de Chile, a fines del siglo
XIX.
Los datos nuestros, refuerzan el trabajo de otros investigadores
sobre este tema, ya que el auge salitrero de Chile en el “Norte
Grande”, era un buen mercado para la ganadería salteña.
15
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
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*
Ayudante de Investigación del Área de Historia (2006).
E-mail:claudio.galaz@hotmail.com. Agradezco al Prof. Roberto Páez, las
acotaciones dadas durante la realización de este artículo. También al Prof. Aníbal
Mery por el apoyo tecnológico para graficar el artículo y al Sr. Guillermo Hanshing,
por su gentileza en diversas conversaciones sostenidas con él, entre septiembre y
diciembre del 2006, y el préstamo de bibliografía.
16
Santiago y Valparaíso desde fines del siglo XIX hasta la
primera mitad del siglo XX en al Santuario de Andacollo, se
encuentran en el Museo de Donaciones Religiosas. Y dentro de esta
colección, resalta la existencia de estos jarrones chinos que se
encuentran dentro de una de las vitrinas que exhibe el Museo, las
cuales tienen la funcionalidad de ser “dispositivos museográfico1”, ya
que miden la observación directa de los objetos.
En aquellos ejercicios que son: el mirar, el observar y el
percibir, se puede apreciar en este Museo que nos encontramos ante
objetos “perdidos” para la mirada de la investigación regional. Ya
que salvo las anotaciones realizadas por el sacerdote Albás2 y la
indicación indirecta en el reciente libro de Diego Lin Chou3
(publicado por la DIBAM) titulado: “Chile y China: Inmigración y
relaciones bilaterales (1845-1970)”4, las referencias acerca de la
existencia de éste material serían casi nulas a nivel de fuentes
segundarias. Por lo mismo, para esta primera aproximación se
1
Morales, Luis. “Cuadros de un exposición de imágenes identitarias”. Revista
Historia y Grafía Universidad Iberoamericana., Nº 20, México, 2003 p., 87.
2
Sacerdote que perteneció a la Orden Católica de los Claretianos.
3
Trabajó en Chile, en la Embajada de la Republica China (Taiwán) entre 1990 y
1996. La obra referenciada -en este artículo- es su Tesis de grado para obtener el
doctorado en Historia en la P. Universidad Católica de Chile en el año 2001.
4
Las referencias de este autor, más bien se enmarcan a unas donaciones de origen
chino de manera general, dejando al margen la existencia de los jarrones, que ya
habían sido nombrados por el sacerdote Albás.
17
enfatizará lo ideográfico; además del estado de la “religiosidad” de los
donantes.
5
Designados también como Culíes, que significa esclavo en chino, en el dialecto
cantonés. En el presente artículo se utilizará el concepto chino haciendo
referencia a los orientales venidos a Chile y no a los “chinos danzantes” que
participan en las fiestas grande y chica de Andacollo. Por lo tanto, esta última
denominación tiene una connotación distinta a la percepción común que podría
tener el lector.
6
Lin Chou, Diego. Chile y China: inmigración y relaciones bilaterales (1845-1970).
Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. 2004, Santiago de
Chile, p. 251.
7
Segall, Marcelo. “Esclavitud y Tráfico de Culíes en Chile”. Boletín de la
Universidad de Chile nº 75 (Junio), Santiago de Chile, 1967. p. 61.
8
Ya que antes de la existencia de un Registro Civil, el matrimonio entre personas de
distintas creencias no existía. Esto se solucionaba cuando aquel que era no
católico se convertía.
18
Los chilenos de aquella época, veían con cierto desprecio a los
chinos, tal como consta en la prensa de la época, al decir que: “la
mestización de chinos aparecerá en nuestra descendencia. Por
entonces ya no habrá remedio”9. Sin embargo, estas visiones adversas
sobre los chinos, no impidieron que el Registro Civil, como venía
siendo costumbre con los inmigrantes orientales y medio orientales de
la época, recogiera nombres y apellidos castellanizados. Dentro de
aquellos, a los cuales se les castellanizó el apellido, se encuentran
justamente quienes donaron los primeros jarrones chinos, sus nombres
son: Manuel Franco, Manuel Campos, Carlos Flores, Miguel Pozo,
José Flores, Manuel Sánchez10 entre otros que constituían la Sociedad
Asiática de Valparaíso y Santiago, a los cuales el sacerdote Albás
agrega a inmigrantes chinos de Antofagasta e Iquique.
9
“El Mercurio de Valparaíso”, 27.12.1913.
10
Kam-Ching, Elsa. Historia de la colectividad china en Chile. Universidad de
Chile, Santiago 1991 [tesis], pp. 146-147, citado en Lin Chou, Op Cit., pp. 179-
180.
11
Albás, Principio Historia de la Imagen y el Santuario de Ntra. Sra. Del Rosario
de Andacollo. Imprenta Claret, Santiago de Chile, 2000, p 60.
19
ver los diferentes jarrones. Estos se han cuantificado en 104 (ver
Cuadro 1), de los cuales 98 (92%) se encuentran en la vitrina del
museo (ver Figuras 1 y 2); 2 (2%) de ellos se encuentran en el
segundo piso al lado de una figura de la Virgen (Figura 3) y 4 (4%) de
estos se encuentran en el altar mayor del Templo Chico; dos de ellos
en la derecha inferior y dos de ellos a la izquierda inferior (Figura 4).
Parte Superior
2%
Templo Chico
Vitrina
4%
94%
20
Los dibujos que adornan el exterior de los jarrones fueron
realizados directamente en China, más específicamente en Cantón, ya
que a diferencia del arte de origen mandarín perteneciente a la última
dinastía Chin o Qing12 no se representan dragones, sino que
actividades de la vida diaria (Figura 2), además de la flora y la fauna,
que son temas desarrollados por el arte popular cantones y que se
contrapone a la percepción, que se tiene comúnmente del arte chino de
origen imperial.
En especial esto último, ya que aquellos jarrones observados,
tienen en su mayoría representaciones de fauna acuática, como son:
garzas, patos, grullas, etc.
12
Lingyu, Fena et. al. Perfiles de La Cultura China, China Intercontinental Press
Beijín, 2001, 199 pp. Trad: Chen Gensheng; Cfr. Dong, Yu, et. al. “La Cultura
China”, Ediciones en Lenguas Extranjeras. Beijín, 2004. 180 pp.
21
Figura 1: Detalle de la vitrina de los jarrones chinos, perteneciente
al Museo de Donaciones Religiosas de Andacollo (Archivo del autor,
2006).
22
Figura 2: Jarrón chino en detalle, dentro de la vitrina en la que se
encuentra, perteneciente al Museo de Donaciones Religiosas de
Andacollo (Archivo del autor, 2006).
23
Figura 3: Jarrón chino que es utilizado como florero al lado de una
figura de la Virgen de Andacollo; se encuentra en un altar en el
segundo piso del Museo de Donaciones Religiosas. (Archivo del
autor, 2006).
24
Figura 4: Jarrones de origen chino encontrados en el Altar Mayor del
Templo Chico de Andacollo (Archivo del autor, 2006).
Conclusión
La notabilidad de estos materiales de origen asiático, más
específicamente venidos de Cantón, al igual que aquellos inmigrantes
que donaron éstos jarrones que se pueden admirar en el Museo de
25
Donaciones de Andacollo; los que ofrecen a un visitante una visión
de la magnitud de los alcance que tiene la religiosidad popular, ya sea
nacional o internacional, debido a los diversos orígenes que tienen las
donaciones allí presentes. Sin embargo, en este caso se ha tratado de
aquellas pertenecientes a los culíes que provenían del sur de China.
Conjuntamente, se puede decir que el ethos religioso chino no
tenía un carácter tan marcado; pues al integrarse o al tratar de hacerlo
a la sociedad chilena de la época estudiada, sólo “pierde” su creencia
en los postulados “religiosos” del confucianismo y budismo; y opta
por la religión católica en su versión popular, más que en una versión
de tipo teológica de base oficial. Sin embargo, lo que denotan estos
jarrones es que su ethos cultural permanece intacto por lo que se
puede percibir al mirar estos materiales; los que tienen ilustraciones
poco conocidas, colectiva y popularmente hablando.
Además, la importancia de estos materiales residen en que son
fuentes no investigadas -solamente enunciadas- ya sea para el estudio
de la religiosidad popular y la constitución de los ethos o identidades
de los inmigrantes chinos en Chile; o también en importancia singular
de aquellos jarrones.
26
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
_____________________________________________________________
*
Académico, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad de La Serena.
Programa de Doctorado en Ciencias Históricas, Universidad de Chile. E-mail:
pcerda@userena.cl
**
Ayudante de Investigación. Pedagogía en Historia y Geografía, Universidad de La
Serena. E-mail: gsalazar_uls@hotmail.com
27
Esta síntesis interpretativa apunta a una visión sinóptica e
integral de la imagen histórica del pasado serenense y en particular, al
modo de representarla a través del texto escrito. La sucesión de textos
escritos, desde la invasión ibérica significó representar en el idioma
castellano y mediante imágenes narrativas la descripción hispánica de
la región y de su gente, habitantes en la comarca de tiempos
ancestrales. Se configuró así una imagen histórica de carácter hispano
céntrica, al punto que la mayoría de los autores y especialistas que han
tratado la historia de La Serena trasmiten un modelo mental
determinante en la mirada retrospectiva, asimilada a la ciudad
española y a los vecinos castellanos.
29
vinculación entre el medio geográfico y el desenvolvimiento social de
las poblaciones insertas en un territorio determinado. Entre otras
variables, podemos destacar espacio, hombre, paisaje, flora, fauna y
las relaciones interétnicas, en el marco de una cronología acotada al
siglo XVI, considerando la fundación española (1544) como la
coyuntura del encuentro y del choque cultural entre el mundo de las
culturas originarias de la región y los europeos.
1
Gonzalo Ampuero Brito, La Serena en la Región de Coquimbo. En busca de la
identidad pérdida (La Serena, 1998).
2
Patricio Cerda Carrillo, Cazadores Arcaicos del Norte Semiárido de Chile (Santiago,
2004), p 5. (Inédito).
33
conquistadores españoles. La llamada Cultura Diaguita se clasifica
cronológicamente en tres fases distintas (Fase I: Inicial; Fase II:
Clásica y Fase III: Influencia Inca). En consecuencia, nos estamos
refiriendo a diferentes grupos étnicos que han escogido como
domicilio permanente el eje territorial de conectividad entre los valles
de Coquimbo y Limarí, como centro nuclear de poblamiento que a lo
largo de 2.000 años han logrado sintetizar una madurez cultural,
reconocida como una sociedad con desarrollo regional autonómo3.
3
Patricio Cerda Carrillo, La Alfarería Precolombina de la Región de Coquimbo-Chile
(La Serena, 2000), p 7.
4
Patricio Cerda Carrillo, Estética, Iconografía y Diseños. La Cerámica Prehispánica de
la Región de Coquimbo (La Serena, 2004), p 100.
34
diseño, las funciones y el simbolismo asociado, vale decir, muestra
una creatividad e inteligencia funcional asociada al carácter
representativo de la cerámica indígena. En este sentido destaca el tema
del felino, el cual “está íntimamente asociado con el rol que ejerce el
chamán en el ámbito mágico-religioso de las sociedades indígenas y a
las prácticas del chamanismo, al consumo de alucinógenos y
substancias sicotrópicas, ampliamente documentadas por la
etnohistoria y la etnología”5.
5
Véase Patricio Cerda Carrillo, <<Artesanía Precolombina Diaguita: Alfarería e
Interpretación Simbólica>>. En Artesanía Popular, IV Región-Coquimbo (Santiago,
1995), p 23-24; Mascaras, Felinos y Batracios (La Serena, 1996) y <<La
Representación del Felino: Iconografía y Simbolismo en el Arte Alfarero de la Cultura
Diaguita Chilena>>. En revista Dialogo Andino, Nº 16 (Arica, 1997), p 27-47.
35
calchaquíes” (argentinos), a partir de la década de los 30 en el debate
científico y antropológico chileno e internacional. Esta situación de la
denominación etnográfica es insuficiente para dar cuenta del
fenómeno de la multietnicidad y la diversidad cultural en el territorio
del norte semiárido en el siglo XVI6.
Las sociedades indígenas de los alrededores de La Serena al
momento del contacto con los españoles en el siglo XVI, presentaban
un tipo de organización dual perfiladas en niveles de “señoríos”, desde
el punto de vista de la estructura social7. Esto implica plantear la
existencia de un patrón andino de organización territorial, que tiende a
estructurarse en poblados divididos en mitades (mitad de arriba-mitad
de abajo), y una orientación geográfica sustentada en dividir el
espacio en cuatro partes, en conformidad a la orientación relativa de
los cuatro puntos cardinales (norte-sur, este-oeste). Este modelo
organizacional alcanzó su máximo nivel de cobertura poblacional con
el Estado Inca, pero tiene sus antecedentes en la ancestral y larga
historia andina8.
6
Patricio Cerda Carrillo, <<Iconografía, Estética y Diseños Diaguitas>>. En Hernán
Cortés Olivares (et al), Huancara Estudio Histórico. Pueblos Originarios del Norte
Florido de Chile (La Serena, 2004), p 246-247; Carlos Ruiz Rodríguez, Los Pueblos
Originarios del Norte Verde: Identidad, diversidad y resistencia (La Serena, 2004), p 15-
66; Gonzalo Ampuero Brito, La Cultura Diaguita (Santiago, 1994), p 20-50.
7
Véase Jorge Hidalgo, Culturas Protohistóricas del Norte Chico (Santiago, 1972) y
<<Diaguitas Chilenos Protohistóricos>>. En Jorge Hidalgo (ed.), Culturas de Chile
(Santiago, 1989), p 292.
8
Patricio Cerda Carrillo, Estética, Iconografía y Diseños. La Cerámica Prehispánica de
la Región de Coquimbo, p 43.
36
La organización social reseñada en las primeras crónicas
españolas, ha sido clasificada por los especialistas en el nivel de una
“federación de señoríos Diaguitas” con un tipo de organización
sociopolítica dirigida por los denominados caciques9. Conforme a la
información de los documentos hispanos más tempranos, la población
vivía en aldeas dispersas a lo largo de valles y quebradas, bajo el
sistema de división en “mitades”; usualmente la “mitad de arriba” y
“mitad de abajo” en el territorio. Con el tiempo, la sociedad igualitaria
con ancestro tribal, evolucionó a una diferenciación social donde los
caciques y chamanes adquirieron mayor poder y autoridad, reflejado
en el ámbito político y religioso, alcanzando el nivel de los llamados
“señoríos indígenas”10.
9
Gonzalo Ampuero y Jorge Hidalgo, <<Estructura y Proceso en la Prehistoria y
Protohistoria del Norte Chico de Chile>>. En revista Chungara Nº 5 (Arica, 1975), p
102-107.
10
Véase Osvaldo Silva Galdames, Culturas y Pueblos de Chile Prehispánico (Santiago,
1980) y Civilizaciones Prehispánicas de América (Santiago, 1986).
37
y en las labores de servidumbre. Por lo tanto, la población indígena a
la llegada de los españoles constituye el factor fundamental para el
rápido asentamiento en la nueva ciudad. En líneas generales, se puede
estimar en 25.000 ó 30.000 el total de la población distribuida en los
valles comarcanos a la Ciudad de La Serena. En cambio, el número de
vecinos españoles hacia 1600 no sobrepasaba el número de 100
individuos11.
11
Fray Diego de Ocaña, Relación del viaje a Chile, año de 1600. En Anales de la
Universidad de Chile, Año CXVIII, Nº 120 (Santiago, 1960).
12
Jorge Zuñiga, Fuentes históricas para la reconstrucción de una serie de población en
el norte chico durante el siglo XVI (La Serena, 1980), p 46, gráfico nº 1.
38
Almagro13 y Pedro de Valdivia, lo cual obliga a cambiar la imagen
tradicional sin perfil propio (pacifica, anodina) de los naturales de la
región14. Solo en la década del 50 y con la llegada del ejército dirigido
por el gobernador García Hurtado de Mendoza (1557-1561), los
españoles alcanzarían la plena pacificación del valle de Coquimbo y
sus regiones comarcanas15.
13
José Armando de Ramón Folch, Descubrimiento de Chile y Compañeros de Almagro
(Santiago, 1953), p 55-58.
14
Carlos Ruiz Rodríguez, Los Pueblos Originarios del Norte Verde, p 89-117.
15
Crescente Errázuriz, Historia de Chile. Don García Hurtado de Mendoza: 1557-1561
(Santiago, 1914).
16
Véase Miguel León Portilla, El reverso de la conquista (México, 1964); Nathan
Wachtel, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española: 1530-1570
(Madrid, 1976), p 23.
17
Tzvetan Todorov, La conquista de América. La cuestión del otro (México, 1987).
39
Por lo tanto, es indudable que en el caso de La Serena estamos
frente al mismo enfoque etnocéntrico. Sin embargo, de las mismas
fuentes españolas emerge con nitidez y fuerza el protagonismo de la
población aborigen. Al incorporar al indígena al escenario histórico,
se logra acceder a una reconstrucción más vital e integral de los
diferentes actores que han intervenido en la configuración de la nueva
sociedad y cultura serenense en el siglo XVI.
18
Patricio Estellé, <<La conquista del siglo XVI>>. En Sergio Villalobos R (et al),
Historia de Chile, 4 Vol. (Santiago, 1974) Vol. I, p 109-110; Armado de Ramón (et al),
Historia de América: La gestación del mundo hispanoamericano (Santiago, 2001), TI, p
391.
40
La idea de fundar ciudades era la continuación de la tradición
que se había desarrollado en las postrimerías de la Baja Edad Media,
con normas precisas sobre las instalaciones urbanas, visibles en el
diseño y condiciones naturales que se debían tomar en cuenta antes de
la elección del sitio estratégico. A partir de la Plaza de Armas y las
construcciones para el gobierno y administración, se procedían a
trazar la red urbana y los sitios para la vivienda de los vecinos
españoles y población indígena en las áreas periféricas.
19
Mario Góngora, Estudios sobre la Historia Colonial de Hispanoamérica (Santiago,
1998), p 108-109.
41
produjo la convivencia discriminatoria en el ámbito de la regulación
territorial.
20
Sergio Villalobos, Para una meditación sobre la conquista [1977] (Santiago, 2003), p
54-55.
42
como consecuencia la destrucción de la infraestructura y edificación
que habían construido hasta ese momento los españoles21.
21
Armando de Ramón, Santiago de Chile: 1541-1991. Historia de una sociedad urbana
[1992] (Santiago, 2000), p 17, 22-23.
22
Alonso Góngora de Marmolejo, Historia de Chile: Desde su descubrimiento hasta el
año de 1575. En Colección de Historiadores de Chile y Documentos Relativos a la
Historia Nacional, recopilados por José Toribio Medina (Santiago, 1862), T II, p 13;
Gerónimo de Vivar, Crónica y Relación Copiosa y Verdadera de los Reinos de Chile
(Berlín, 1979), p 43-44; Pedro de Valdivia, Cartas de Relación de la Conquista de Chile
(Santiago, 1978), p 44-45; Gonzalo Ampuero, <<Apuntes para el estudio sobre la
fundación de la ciudad de La Serena>>. En Museo Arqueológico de La Serena, Serie
Fondo Documental, Año 1, Nº 1 (La Serena, 1977), p 8.
43
El emplazamiento en el curso inferior del Valle de Coquimbo,
sería el lugar preciso con el cual las huestes conquistadoras tendrían
un lugar estable por sus condiciones climáticas y naturales. Éstas
marcarían la pauta adversa con el tan rígido “despoblado de
Atacama”, contrario para el desarrollo de la vida humana23. En
consecuencia, la fundación de La Serena genera la imagen de un punto
seguro y estable en la entrada para la Conquista de Chile y su
proyección hacia el sur24.
23
Manuel Vicuña Urrutia, La imagen del desierto de Atacama (XVI-XVIII): Del espacio
de la disuasión al territorio de los desafíos (Santiago, 1996), p 32-33.
24
Sergio Villalobos, Historia del Pueblo Chileno (Santiago, 1980), T I, p 204-206, 209-
210; Alonso Góngora de Marmolejo, Historia de Chile, T II, p 45-46, 121-122; Fray
Diego de Ocaña, Relación del viaje a Chile, año de 1600, p 25.
25
Gerónimo de Vivar, Crónica y Relación Copiosa, p 43-44.
44
Los testigos de la época han señalado que en los alrededores de
la Ciudad, existía una multiplicidad de especies vegetales y de
animales, los cuales se traducían en una manifiesta fuente de
alimentación. Tenemos así variedades que sustentaban la población
indígena e hispánica, tales como el maíz, cebada, frijoles, papas,
quínoa y zapallos, al cual se agregó el cultivo de las sementeras de
trigo. En general, eran las variedades oriundas de la América
precolombina.
26
Gerónimo de Vivar, Crónica y Relación, p 44, 199; Alonso Góngora de Marmolejo,
Historia de Chile, T II, p 2; Pedro de Valdivia, Cartas de Relación, p 67.
45
sido hostiles ante la instalación de los europeos. Esta circunstancia es
visible cuando los españoles deciden asentarse en La Serena,
esforzándose por mantener una adecuada alimentación que era
brindada por la fertilidad del Valle de Coquimbo.
27
Entiéndase la Ciudad y el Puerto, como aparece mencionado en la temprana literatura
del periodo inicial hispánico.
28
Alonso Góngora de Marmolejo, Historia de Chile, T II, p 19; Gerónimo de Vivar,
Crónica y Relación, p 152.
46
En Santiago, Pedro de Valdivia resolvió refundar La Serena y
castigar la muerte de Juan Bohon para lo cual se designo como
“hombre principal” a Francisco de Aguirre en calidad de Teniente
General. Éste, una vez llegado al sitio, comenzó la reconstrucción con
32 hombres y ordeno sumar más gente al núcleo urbano. Así, un
miércoles 26 de agosto de 1549 se dio inicio a la reedificación de La
Serena. Se inicio la edificación de las viviendas para los “colonos
soldados” con el envió de mensajeros a los indios para que viniesen en
paz29. Luego de dejar la ciudad como un “fuerte torneado y bien
cercado” donde con seguridad estarían los escasos españoles recién
llegados, Francisco de Aguirre salió a recorrer los valles para buscar a
los culpables. Esto se traduciría en el ajusticiamiento de unos treinta
caciques30. Este hecho de sangre y destrucción esta constatado en el
“escudo de armas” de La Serena. Cuatro saetas (flechas) cruzadas e
invertidas en cada uno de los ángulos de dicho escudo, recordarían
para siempre la memoria del levantamiento indígena31.
29
Gerónimo de Vivar, Crónica y Relación, p 155.
30
Manuel Concha, Crónica de La Serena. Desde su fundación hasta nuestros días:
1549-1870 [1871] (Santiago, 1979), p 32.
31
Manuel Concha, Crónica de La Serena, Cáp. Nº 1, Apéndice <<Armas de la Ciudad>>
Nº 6, p 49-50.
47
Francisco de Aguirre representa genuinamente al grupo de
conquistadores españoles, tanto en materia militar y económica, en la
formación de la sociedad aristocrática de encomenderos y estancieros
instalados en el norte semiárido. Su consagración se debió entre otras
tantas medidas, con los cultivos de campos y en la explotación de los
lavaderos de oro de Andacolllo, que desde el principio dieron muy
buenos resultados32. El prebistero Luís Silva Lezaeta, destaca la
descendencia hispánica del conquistador, en cuanto traza la
genealogía de la familia chilena representativa del linaje ibérico. Al
mismo tiempo, de pasada es enfático en señalar: “Tuvo Francisco de
Aguirre muchos hijos naturales. Los cronistas contemporáneos de él
le atribuyeron cincuenta, todos los cuales usaron su apellido; por
cuya razón no es raro que se hayan confundido a veces los hijos
legítimos con los bastardos”33.
32
Pedro Mariño de Lovera, Crónica del Reino de Chile. En Colección de Historiadores
de Chile y Documentos Relativos a la Historia Nacional, recopilados por José Toribio
Medina (Santiago, 1865), T VI, p 78.
33
Luis Silva Lezaeta, El Conquistador Francisco de Aguirre (Santiago, 1953), T I, 445-
446.
48
no solo se manifestaría en la Ciudad en estudio, sino también en su
proyección con los valles aledaños. No obstante, habría una
preponderancia de la ciudad de Santiago en la relación con la
provincia de Tucumán, la cual se reflejaría en un intercambio de
mercaderías entre algunos mercaderes34. La administración que llevo a
cabo Francisco de Aguirre y los nexos con la región transandina
debido a la fundación de la ciudad de Santiago del Estero, posibilito la
incorporación de población indígena en La Serena y sus alrededores.
Posteriormente, sería un ingrediente para que quisiera tomar el poder
de la gobernación de Chile ante la vacancia dejada por la muerte de
Pedro de Valdivia en 155435.
34
Jorge Iribarren Charlín, Notas preliminares sobre la dispersión continental de un
adorno del labio en los pueblos aborígenes, el bezote, labret o tembetá (Ovalle 1950), p
60-62; Carlos Sempat Assadourian, <<Chile y el Tucumán en el siglo XVI. Una
correspondencia de mercaderes>>. En revista Historia, Nº 9 (Santiago, 1970), p 65-78.
35
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, 16 Vol. [1884-1902] (Santiago,
2000), T II, p 33-34.
49
corsario36. La Serena sufrió el asalto del corsario Francis Drake quién
en diciembre de 1579, arribó primero a la bahía de la Herradura para
proseguir con dirección a La Serena con doce hombres. No obstante,
los vecinos habían recibido el aviso de la expedición inglesa con lo
cual estuvieron preparados enérgicamente para combatir al adversario
inglés. El resultado fue la muerte de Ricardo Minivez quién fue
“bárbaramente destrozados por los españoles, sin que sus
compatriotas pudieran socorrerlo”37.
36
Baldomero Estrada Turra, Los problemas de la fundación costera. Un caso en el reino
de Chile: San Bartolomé de La Serena (Quillota, 1981), p 5, 8-9.
37
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, T II, p 351-352.
50
confianza necesaria para el transito seguro entre los valles de Copiapó
y Coquimbo38.
38
Alonso Góngora de Marmolejo, Historia de Chile, T II, p 91; Gerónimo de Vivar,
Crónica y Relación, p 114, 126-127.
39
Pedro de Valdivia, Cartas de Relación, p 26-51, 52-74, 75-76; Alonso Góngora de
Marmolejo, Historia de Chile, T II, p 74, 121-122.
51
época, se organiza desde Lima una impresionante armada que tenia la
finalidad someter el levantamiento indígena araucano.
40
Ernesto Greve, El Conquistador Francisco de Aguirre. Comentarios y complementos
al libro del Pro. Luis Silva Lezaeta (Santiago, 1953), p 188.
52
por derrotar la sublevación araucana y someter a los indígenas al
régimen de encomiendas y sometimiento personal. El puerto y la
ciudad emplazada en el valle de Coquimbo constituyeron la base
estratégica para el abastecimiento, el descanso y prosecución del
proyecto estratégico militar de los españoles41.
41
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, T II, p 84-85, 230, 264, 288.
42
Diego Barros Arana, Historia General de Chile, T II, p 356.
53
800 indios43. No obstante, era una necesidad el poblamiento de Ciudad
de La Serena dado su carácter estratégico por las razones planteadas
anteriormente. La competencia con la ciudad de Santiago44 y el sur,
demostraban un rostro precario debido a que la dinámica de todo el
siglo XVI que estuvo concentrada en la zona fronteriza, lo cual
igualmente conllevaba que el elemento masculino fuera escaso en La
Serena, pues éste era trasladado de inmediato a la zona de la guerra.
Conclusiones
43
Domingo Amunategui Solar, El Cabildo de La Serena (Santiago, 1928), p 8.
44
Manuel Concha, Crónica de La Serena, p 38.
54
y pueden gozar las otras ciudades de las nuestras Indias”45. En el lugar
se consolida la fusión racial y cultural de la nueva sociedad mestiza,
emergente en el valle de Coquimbo en la segunda mitad del siglo
XVI.
45
<<Cédula Real por la que se confiere titulo de ciudad al pueblo de La Serena>>,
Madrid 4 de mayo de 1552. En Gabriel Cobo Contreras, La Serena. Imágenes de su
Historia (La Serena, 1994), p 10.
46
Hernán Cortés Olivares, <<Relación de las visitas y tasas que el señor Fernando de
Santillan oidor de su majestad hizo en la cibdad de Santiago provincias de Chile de los
repartimientos de indios de sus términos y de la cibdad de La Serena (1558)>>. En
Hernán Cortés Olivares (et al), Huancara Estudio Histórico, p 193; Patricio Cerda
Carrillo, Visita del Licenciado Fernando de Santillán a las Comunidades Indígenas de
las Provincias de Chile (1558) (Santiago, 2005), p 13 y ss. (Inédito).
55
explotación agroganadera española, de los vecinos encomenderos y
estancieros de la zona47.
57
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
_____________________________________________________________
*
Profesor de la Carrera de Pedagogía en Historia y Geografía. Docente del
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de La Serena. E-mail:
amery@userena.cl
58
Se trataba que un mayordomo daba boletos a los promeseros
para que en otro sitio obtuvieran las grasas de la lámpara.
Nosotros creíamos que sería de la misma calidad de la que
conocimos de muchachos y pechando de aquí y atropellando mujeres
y hombres, caímos en un estrecho cuarto donde la gente estaba
apiñaba.
El hombre del pueblo hacia reparto en paquetes de dos onzas
de la milagrosa untura.
Según el número de señas o boletos eran los atados que deba.
Cerca de la pared, estaban un muchacho contando los trozos
de unas pequeñas panzas repletos de un de un sebo tan rancio y
amarillento que el olor ocre y nauseabundo se esparcía a larga
distancia.
Libres de la muchedumbre desarrollamos el paquete y como
los dedos de Pozo quedaron incrustados [en] parte de la materia,
acordamos regalar a la primera dentro tan pestilencial remedio.
Todo el día y la noche se quejó el amigo Pozo del olor de la
grasa, por más que se lavó repetidas veces las manos con aguas
aromáticas1”.
1
Galleguillos, Francisco. Una visita a La Serena, Andacollo y Ovalle. Tipografía
Nacional de Pedro N. Pinto, Valparaíso, 1896. pp. 92-93. El autor recuerda sus
años de adolescencia al referirse a la antigua calidad de la grasa, la que se deduce
que durante el siglo XIX, ya eran apreciadas las cualidades de dicha sustancia.
59
A su vez, Ricardo E. Latcham que visitó Andacollo en 1909,
agregaba: “Entretanto los que han hecho mandas o promesas a la
Virgen los cumplen, visitan la cofradía, depositan sus óbalos;
consiguen las medallas, estampas, escapularios y otras reliquias de la
Fiesta.
Sobre todo es un anhelo obtener una vela o trocito de una de
las que han iluminado el altar durante la misa, como también un poco
de grasa de la Virgen.
En esta grasa tienen los devotos una fe ciega y la llevan para
curar varias enfermedades.
La historia de esta grasa es como sigue: En los primeros
tiempos de culto, los focos candiles con que los indios iluminaban el
santuario eran de grasa o sebo.
Los fieles llevaban los cabos de estas velas, como hacen con la
cera en la actualidad, imputándoles virtudes especiales debidas al
uso a que se habían destinado.
Entre las cosas salvajes y bárbaras, la magia entra en todos
sus ritos y curaciones, como corolario de este sentimiento persistente,
atribuían a estos trocitos de grasa propiedades milagrosas. Como no
bastaban los cabos de velas para todos los que deseaban, se
acostumbrará suplir la falta con grasa ordinaria, que haya sido
bendecida por el Obispo de La Serena o por el sacerdote que ofició en
60
la fiesta, y puesta bajo tutela de la Virgen. Con esto creen que queda
dotada de las mismas virtudes curativas que las velas.
Esta grasa se reparte a todos los que dejan limosnas; a los
pobres en paquetes envueltos en papel y los más pudientes o a los que
ofrecen una manda de mayor importancia en una cajita de lata cuya
tapa ostenta una representación de la Virgen2.”
Una escritora y profesora nacida en Chile, pero que
tempranamente residió en Argentina, relata en un libro de ensayos y al
mismo tiempo autobiográficos para la primera mitad del siglo XX: “A
la Virgen se le solicita toda clase de favores: desde éxito en los
negocios, solución de los problemas sentimentales, prosperidad
familiar, cosechas abundantes. Una señora de Ovalle me contó que
estaba buscando un mantel para el altar de la Virgen, por que ésta le
había ayudado a conseguir una casa en arriendo. La grasa de la
lámpara de la Virgen es usada como ungüento [….]. En una palabra,
la Virgen de Andacollo se halla asociada a todos menesteres grandes
y pequeños de la vida, pero por encima de todo sigue siendo
minera3.”
2
Latcham, Ricardo. La fiesta de Andacollo y sus danzas. Imprenta Cervantes,
Santiago. 1910. pp. 14 - 15. Hemos actualizado la ortografía en la trascripción
correspondiente.
3
Samatán, Marta Elena. Por tierras de Elqui. Ed. “Instituto amigos del libro
argentino”. Buenos Aires, 1967. pp. 190-191. Las negritas son nuestras.
61
A principios del siglo XX, empezó a editarse en forma semanal
una revista denominada: “La Estrella de Andacollo”. Si bien, se
requiere un estudio más exhaustivo de toda la colección, en 1911, por
ejemplo, se contaba en el número 252 de Mayo de ese año, 9 casos de
gracias obtenidas por los fieles de la Virgen de Andacollo (ver Cuadro
nº 1). Pero, la versión de Mercedes Torres V. en explícito sobre como
la grasa de la Virgen surtió efecto: “Andacollo I. La Srta. Mercedes
Torres Vega, residente en La Serena, tenía un tumor blanco en una
pierna. Los doctores declaraban ser necesaria una operación
dolorosísima y que para verificarlo era preciso cloroformar a la
paciente. No pudiendo ésta someterse a tan peligroso tratamiento
púsose en la parte enferma, grasa bendita del Santuario de Ntra.
Señora del Rosario e hizo manda de venir a visitarla y dejar limosnas
para el culto y a los ocho días estaba enteramente sana. Agradecida a
su celestial Bienhechora, cumplió la promesa en todas sus partes4.”
La gracia recibida, correspondía en 1911, a una de los tantos
favores que se le solicitaban a la Virgen. Una lista del mes de Mayo
de ese año, sirve para revisar la naturaleza del problema, como
ilustran los nueve casos que conforman el cuadro que hemos diseñado
(Cuadro nº 1).
4
“La Estrella de Andacollo”, 20.05.1911, nº 252. Santiago. p. 310.
62
Cuadro 1: “Gracias” obtenidas de la Virgen de Andacollo,
Departamento de Coquimbo, Provincia de Coquimbo, Chile (20 de
Mayo, 1911).
63
curaciones por el agua bendita; en Andacollo la Virgen Stma. se vale
para sus prodigios de la llamada “grasa bendita” que en los
principios tomaban los enfermos de la misma lámpara del altar del
Sacramento, aquella misma que ante la extrema pobreza del santuario
se comprometió a costear a mediados del siglo dieciocho el piadoso
caballero andacollino D. Mariano Geraldo, y que más tarde en la
imposibilidad de surtirse de la misma los numerosos devotos, en
preciso prepararla y bendecirlos aparte, en cantidades fabulosas que
hoy no bajan de 20.000 y más cajetillas metálicas al año5”.
En la segunda edición del libro en el 2000, no se especifica al
autor de dicha edición. Sin embargo, la calidad de las notas
explicativas, evidencia que tal vez fue realizado por un sacerdote
claretiano con muchos conocimientos de libros y archivos existentes
en Andacollo. A raíz del tema que hemos tocado, los nota 60 de ésta
edición indica: “La grasa servía en los comienzos para alimentar las
luminarias […]. Tras la prodigiosa sanación del `Negro Rico´, en el
elemento cobró gran fama de ser milagroso, y por muchos años, los
devotos de Andacollo, buscaban la `grasa bendita´ para sus
dolencias. El avance en el uso de velas y posteriormente la
5
Albás, Principio “Historia de la Imagen y el Santuario de Ntra. Sra. Del Rosario
de Andacollo”. Chile. Imprenta Claret, 2000, Santiago de Chile p. 216.
64
electricidad parece que van dejando atrás esta devoción, que en
tiempos del autor de este libro (1943) eran aún considerable6.”
Conclusiones
6
Ibíd. p. 228.
65
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
_____________________________________________________________
*
Una primera versión de este trabajo fue presentada al VII Congreso Internacional
de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Tres de Febrero, Buenos
Aires, Argentina, septiembre 2006.
**
Magíster en Lingüística. Profesor de la Carrera de Castellano y Filosofía de la
Universidad de La Serena. Este autor, ha publicado diversos artículos y libros sobre
la etnolingüística del Norte Chico chileno.
66
resulta equívoca, se debe intentar la consolidación de un nombre más
adecuado para los diaguitas chilenos. El profesor Menghin1 propone el
rótulo de Cultura de Coquimbo, por “considerar que su centro se
halla en esa provincia y que […] su parentesco más cercano con las
culturas diaguitas argentinas es muy discutible”. Cornely acepta el
término de diaguitas chilenos, propuesto en 1928 por Ricardo E.
Latcham2, aunque advierte notables diferencias entre la cultura de los
indios de Coquimbo y Atacama y la del noroeste argentino. Grete
Mostny 3 reconoce, a su vez, que los prehistoriadotes actuales no han
encontrado una designación más expresiva para esta Cultura de los
Valles Transversales. Se han propuesto –dice- los nombres de Cultura
de Coquimbo o Cultura de La Serena, sin mayor aceptación. Se ha
preferido, sin embargo, seguir usando el término diaguitas porque no
es tan sólo una designación étnica, sino también el nombre de un sitio-
tipo y aldea del Valle de Elqui. El antropólogo y Dr. Gastón Castillo4
escinde la región diaguita por el norte a la altura de Huasco,
proponiendo para el sector septentrional el rótulo de Cultura de
Copiapó.
1
Prof. Dr. O.F.A. Menghin, prólogo a El arte decorativo preincaico de los indios de
Coquimbo y Atacama (diaguitas chilenos) de F.Cornely. La Serena, Chile, 1962.
2
R.Latcham, Prehistoria Chilena, Santiago, Universo, 1928.
3
G.Mostny, Prehistoria de Chile, Santiago, Universitaria, 1981.
4
Niemeyer Hans; Cervellino, Miguel; Castillo, Gastón. “Los períodos intermedio
tardío y tardío: desde la Cultura Copiapó al dominio Inca”, en Niemeyer, Hans;
Cervellino, Miguel y Castillo, Gastón. Culturas prehistóricas de Copiapó, Museo
Regional de Atacama, 1998.
67
5
El Dr. Guillermo Cortés Lutz menciona que aunque el
apelativo “diaguitas” no es una auto denominación, aunque su uso es
bastante antiguo. Existen documentos del siglo XVI donde
encontramos el nombre de “diaguitas” para los pueblos del norte de
Chile (Probanza de méritos de Santiago de Azoca del 17 de octubre de
1562). Lo mismo se reitera en documentos notariales de comienzos
del XVII. Pero el Dr. Cortés no cree en una identidad cultural con los
diaguitas argentinos. Más bien, las similitudes las atribuye a la
existencia andina de corredores culturales entre el noroeste argentino
y los valles transversales, reafirmado por la conquista incaica a Chile.
5
Guillermo Cortés Lutz, “Los diaguitas: revisión crítica al renacer en el Norte
verde”, en Pueblos originarios del norte florido de Chile. Editorial Del Norte,
La Serena 2004. pp. 291-305.
68
antai o atacameños, a quienes también se les ha supuesto alguna vez
relacionados con los diaguitas. En la actualidad, no conviene
confundir a los atacameños con los diaguitas, y en estos últimos
distinguir entre los argentinos y los chilenos.
De acuerdo con el esquema de periodización propuesto por
Gonzalo Ampuero6 los orígenes de la etnía diaguita chilena estarían
ubicados en el Período Agroalfarero Medio (que va del 800 al 1000
D.C.). “El Complejo Las Ánimas se distingue especialmente en los
valles de Copiapó, Huayco, Elqui y Limarí, pero conocemos muy poco
todavía sobre otras características culturales y el tipo físico de su
población […]”. En todo caso, aquí se dan las bases para la Cultura
Diaguita Chilena. Durante el siglo X D.C. se produce una serie de
movimientos de pueblos en el área andina, desde el noroeste argentino
a través de los diversos pasos cordilleranos y que repercuten en
nuestra región. El Complejo Las Ánimas hunde sus raíces en una
dinámica cultural compartida en ambos lados de la Cordillera.
Pero es en el Período Agroalfarero Tardío (1000 D.C. al 1536
D.C.) cuando se consolida la Cultura Diaguita Chilena. Fue Ricardo
Latcham quien la bautizó así, considerando que los restos cerámicos
eran similares a los de la Cultura Diaguita Argentina. Francisco
6
Ampuero, Gonzalo. “Antiguas culturas del Norte Chico”, en Diaguitas, pueblos del
norte verde, Santiago, 1968.
69
Cornely7 retomó los postulados de Latcham y le dio cuerpo a esta
cultura, proponiendo una secuencia basada en la tipología cerámica y
en los tipos de sepultura. Los arqueólogos Gonzalo Ampuero, Hans
Niemeyer, Jorge Iribarren, Gastón Castillo y Julio Montané han
elaborado la tipología actual, distinguiendo las etapas de Diaguita I,
Diaguita II y Diaguita III o período con decidida influencia incaica..
A la llegada de los españoles la población diaguita sería de
unos 30.000 indígenas. A la desaparición de los diaguitas
contribuyeron distintos factores: el sistema de encomiendas, el laboreo
en minas, el uso de mano de obra en la agricultura y ganadería, pestes
y enfermedades transmitidas por el español, las migraciones forzadas
y el proceso de mestizaje. Hacia fines del siglo XVII los diaguitas ya
habían sido absorbidos por la sociedad criolla hispana, y hoy nada
queda de sus creencias, tradiciones y valores culturales. Si
consideramos la constitución racial de las encomiendas y de la
sociedad indígena, integrada por diaguitas, mapuches, beliches,
huarpes, negros, unidos al elemento criollo, entenderemos este
proceso de mestizaje que terminó por fusionar distintas etnías –
incluida la diaguita- hasta constituir las bases de la sociedad chilena
en Coquimbo y Atacama.
7
Menghin . Op.Cit.
70
La lengua diaguita
8
Loukotka, Cestmír. Clasification of South American Indian,Johannes Wilbert
Editor, University of California, Los Angeles 1968.
71
Caringasta, Calián o Mocalingasta, Sanagasta, Musitian, Nolongasta,
Calchaquí o Cacán o Tocaque (con subdialectos: Guachipa, Tolombón
o Pacioca, Amaicha, Tucumán o Tukma, Solco) Cupayana o
Copayana, Amaná, Chicoana o Pulare, Indama o Ambargasta,
Copiapó.
Si a éstos les agregamos en Santiago del Estero: Tatingasta,
Toamagasta, Collagasta, Tafingasta, Paquingasta, Chiquilagasta,
Yalapagasta, Tafingasta, Tucumangasta, Guacaragasta, Tavigasta,
Suhagasta, Cascagasta, Ampatagasta, Pissigasta. En Catamarca:
Tucumangasta, Yngagasta, Asabgasta. En Salta: Ambirigasta,
Sichagasta, Chuchagasta, Taquigasta, Atachigasta, Ampacgasta, el
panorama se complica más todavía9.
Si en el noroeste argentina el asunto es azaroso, algo similar
ocurre en la falda occidental de Los Andes. El único cronista del siglo
XVI que proporciona datos de cierta consideración es Gerónimo de
Bibar 10. De acuerdo con su relato en el Norte Chico se hablaban cinco
lenguas distintas, una por cada valle: Copiapó, Huasco, Coquimbo,
Limarí y regiones de Combarbalá hasta Aconcagua. En cada caso
dice: “es lengua por sí”. Lo más probable es que no se trate de
9
Ricardo Nardi, “El kakán, lengua de los diaguitas”, publicado originalmente en
SAPIENS Nº 3, Museo Arqueológico “Dr. Osvaldo F.A. Menghin”, Buenos
Aires, 1979.
10
Gerónimo de Bibar, Crónica y relación copiosa y verdadera de los reynos de
Chile (1558), Santiago, Fondo Histórico y Bibliográfico J.T. Medina y The
Newberry Library Chicago, USA, 1966.
72
lenguas, sino de variantes o dialectos de una misma lengua, pero lo
suficientemente diferenciados –especialmente en el aspecto léxico,
que es siempre el más variable- como para producir esta impresión.
Nuestra presunción se basa en que esta región poseía –siempre
siguiendo e interpretando a Bibar- comunidad cultural en ritos,
ceremonias y costumbres: sería muy extraño que la lengua quedara
excluida de esta unidad etnológica. El intérprete aborigen de Valdivia
en Copiapó conocía no sólo la lengua de Copiapó, sino también de
toda la región; no es aventurado deducir que los dialectos diaguitas
poseían un alto grado de inteligibilidad recíproca. Por último, la
región diaguita no posee barreras infranqueables de valle a valle y se
encuentran a moderada distancia geográfica unos de otros. Estas
peculiaridades facilitarían la intercomunicación social y comercial en
una misma lengua, no exenta de variaciones.
Probablemente la lengua autóctona de los indios de Coquimbo
y Copiapó posea un origen común con la lengua de los diaguitas
argentinos o sea una derivación de ella. Lo cierto es que a la llegada
de los españoles ya habrían sido mutuamente ininteligibles. La lengua
cacana constituye una incógnita. Ante la carencia de hablantes,
gramáticas, diccionarios, glosarios o documentos, resulta imposible su
reconstitución gramatical y léxica, y aventurada la determinación
precisa del área geográfica en que habría sido hablada.
73
Los datos de la toponimia del Norte Chico.
74
Figura nº 1: Total de topónimos indígenas en el Norte Chico.
Conclusiones
76
ACTAS AMERICANAS, 13, 2005, UNIVERSIDAD DE LA SERENA, CHILE
_____________________________________________________________
RESEÑAS
80
“Historia Regional: Estudios de casos y reflexiones teóricas”, Sara
Mata de López y Nidia Arcos (Coordinadoras), Editorial de la
Universidad Nacional de Salta, 2006.
81
Con este texto, la Universidad Nacional de Salta empieza a
transitar con paso positivo en el mundo editorial, especialmente en la
historiografía trasandina.
Roberto Páez C.
Universidad de La Serena, Chile
82
“Fracturas: de Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-
1973)”, Tomás Moulian., Editorial LOM, Santiago, 2006. 280 pp.
86
2010
Hacia el Bicentenario
87