Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
IV TRANSFERENCIA
persona anterior por la persona del médico. Dicho de otra manera: una serie completa de estados
psicológicos es revivida, no como algo perteneciente al pasado, sino aplicable a la persona del médico en
el momento presente. Algunas de estas transferencias tienen un contenido que difiere de aquel de su
modelo, tan sólo en la sustitución de la persona. Estas son meramente -para continuar con la misma
metáfora- nuevas ediciones o reimpresiones. Otras están construidas en forma más ingeniosa: su
contenido ha sido objeto de una influencia moderadora . . . tomando hábilmente ventaja de alguna
peculiaridad real de la persona del médico o de las circunstancias y ligándose a ella. Estas entonces no
serán reimpresiones sino nuevas ediciones revisadas". Hasta aquí la tranferencia había sido vista como
un fenómeno clínico que podía actuar a guisa de obstáculo o "resistencia" al trabajo analítico, pero
algunos años más tarde (1909a) Freud señaló que la transferencia no siempre era un obstáculo al análisis
sino que podía desempeñar "una parte decisiva en traer convicción no solamente al paciente, sino
también al médico". Esta es la primera mención de la transferencia como agente terapéutico. Hay que
hacer notar que Freud distinguió claramente entre el análisis de la transferencia como una medida
técnica y la así llamada "cura por transferencia" en la cual el paciente aparentemente pierde todos sus
síntomas a consecuencia de sus sentimientos de amor para con el analista y su deseo de agradarlo
(1915a)(1)
Algo más tarde Freud señaló que "la transferencia está presente en el paciente desde el comien zo
del tratamiento, y por un tiempo es el más poderoso motivo de su progreso"" (1916-1917). A estas
alturas da la impresión de que Freud estaba usando este término para incluir cierto número de
fenómenos diferentes a pesar de que todos tenían la cualidad de ser una repetición en el presente de
actitudes y sentimientos del pasado. En 1912 Freud había hablado de transferencias "positivas" en
oposición a las "negativas", y había además subdividido las transferencias positivas en aquellas que
ayudaban al trabajo terapéutico y las que lo obstaculizaban. Las transferencias negativas eran vistas
como el traslado de sentimientos hostiles hacia el terapeuta en su forma más extrema; se las veía en la
paranoia, pero en formas más atenuadas podían ser observadas en todos los pacientes, coexistiendo con
transferencias positivas. Esta coexistencia permite al paciente usar un sentimiento para protegerse
contra el surgimiento de otro. Así, un paciente puede hacer uso de la hostilidad que ha transferido al
analista como un medio de mantener una transferencia positiva en jaque. Ora utiliza sus sentimientos
transferenciales hostiles para protegerse contra el surgimiento y la amenaza (generalmente erótica) de
transferencias positivas. Más aún, este aspecto de la transferencia positiva que "está presente... desde el
comienzo del tratamiento", es diferente en cualidad de las transferencias eróticas que surgen en su
curso. Las primeras pueden ser vistas como un componente de la alianza de tratamiento estudiada en el
capítulo III.
3
Freud sugirió que las características particulares de la transferencia de un paciente emanan de los
rasgos específicos de su neurosis y no son simplemente el resultado del proceso analítico e iguales en
todos ellos (1912a). Las cualidades específicas de la transferencia del paciente recibieron un sentido
adicional cuando Freud introdujo el concepto de la "neurosis de transferencia" (Freud, 1914a). Con esto
puso de relieve la forma en la cual las relaciones tempranas que eran componentes de la neurosis misma
moldeaban también el patrón dominante de los sentimientos del paciente hacia el psicoanalista. El
concepto de la "neurosis de transferencia" fue ampliado por Freud (1920) cuando comentó que el
paciente en análisis está "obligado a repetir el material reprimido y vivirlo con actualidad contemporánea
en vez de recordarlo -como quisiera el médico- como algo perteneciente al pasado. Estas
reproducciones, que emergen con una exactitud tan indeseada, siempre tienen como objeto alguna
porción de vida sexual infantil... y son actuadas invariablemente en la esfera de la transferencia del
paciente en relación con el médico. Cuando las cosas han alcanzado esta etapa se puede decir que la
neurosis anterior ha sido reemplazada ahora por una nueva "neurosis de transferencia "(2)
La repetición del pasado en forma de transferencias contemporáneas fue vista por Freud como la
consecuencia de la (inapropiadamente llamada) compulsión "a repetir" (1920) (3)
Con miras a poner en perspectiva los desarrollos posteriores es necesario señalar que Freud
elaboró el concepto de la transferencia durante los años en los que él y sus colegas concibieron el
funcionamiento mental en términos de las vicisitudes de las tendencias instintivas y las energías que las
componían. Freud concibió los deseos sexuales hacia una importante figura del pasado como una
"ocupación" ("catexis"),* por la energía del deseo sexual ("libido"), de la imagen de la persona (el objeto
libidinal) afectada. La transferencia fue concebida como un desplazamiento de la libido de la memoria
del objeto original hacia la persona del analista que llegaba a ser nuevo objeto de los deseos sexuales del
paciente, mientras éste ignoraba el proceso de desplazamiento del pasado.
El creciente énfasis en el análisis de la transferencia, amén de otros desarrollos en la psicología
psicoanalítica del yo, ha llevado a ciertos autores psicoanalíticos a intentar afinar y extender el concepto
a fin de alcanzar una comprensión más clara del fenómeno clínico e integrar el concepto de la
transferencia con las formulaciones teóricas desarrolladas en relación con el funcionamiento del yo. La
historia de la evolución del concepto de la transferencia es un ejemplo de primera calidad de los
problemas que se producen cuando un concepto originado en una fase temprana del psicoanálisis es
mantenido en su forma original mientras que han tenido lugar nuevos desarrollos teóricos. Anna Freud
(1936) propuso una diferenciación de los fenómenos transferenciales en la que la tranferencia, tal como
la describió Freud, representa una categoría principal. Un segundo tipo de transferencia fue descrito
como "transferencia de defensas". Incluyó en este segundo grupo la repetición de medidas que el
4
paciente había tomado para protegerse contra las dolorosas consecuencias de deseos sexuales y
agresivos de la infancia. Un ejemplo de esto sería el caso del paciente que durante el curso de su
análisis desarrolla una actitud de rechazo beligerante hacia el analista; transfiriendo aquí una actitud
que había adoptado en la infancia con el objeto de protegerse contra sentimientos de amor y cariño
que temía lo pudieran exponer a peligros. Esta formulación amplía la más temprana y simple de
Freud, en la que la hostilidad defensiva sería vista no como la repetición de una medida defensiva d e
la infancia, es decir, de un modo de funcionamiento del yo, sino más bien como el uso de
sentimientos hostiles existentes para proteger al individuo contra las consecuencias del surgimiento
de la transferencia positiva.
Anna Freud prosiguió diferenciando el actuar en la transferencia", en el que ésta se intensifica
y se desborda hacia la vida diaria del paciente. Así, sentimientos y deseos hacia el analista surgidos
durante el curso del tratamiento, pueden ser actuados hacia otra gente del medio actual de l
paciente. Esto se aproxima al concepto de acting out, que será tratado en el capítulo IX.
Al mismo tiempo Anna Freud agregó otra categoría que ella clasificó como una subespecie de
la transferencia v que consideró debía mantenerse separada de la transfer encia propiamente dicha.
Se refirió a la exteriorización**, ejemplificada por el paciente que se siente culpable y que en vez de
sentir remordimientos de conciencia, espera los reproches del analista. Se pensó que esta
exteriorización de una parte formada de la personalidad es diferente de la repetición, en la
transferencia, de las relaciones infantiles del paciente hacia un padre punitivo, por ejemplo. Otro
ejemplo de exteriorización podría ser aquel del paciente que desarrolla la creencia (o el temor) d e
que el analista desea seducirlo, basada en la exteriorización, o en este caso preciso una manera
específica de exteriorización: la proyección hacia el analista de sus propios sentimientos sexuales.
Aquello que es exteriorizado son los deseos sexuales inconscientes del paciente, y esto no debe ser
visto necesariamente como la repetición de una maniobra defensiva infantil. La distinción entre
exteriorización y transferencia propiamente dicha no ha sido sistemáticamente seguida por autores
posteriores, aunque es de interés acotar que tanto Alexander (1925) como Freud (1940) se refirieron
a la toma por parte del analista del papel de la conciencia (o superyó) del paciente y vieron esto
como una parte importante del proceso terapéutico. (4)
Ha existido una fuerte tendencia dentro del psicoanálisis hacia una ampliación del concepto de
transferencia. En parte puede ser atribuida a dos tendencias que en psicoanálisis encontraron su
expresión en la llamada "escuela inglesa". James Strachey (1934 ) sugirió que las únicas interpretaciones
eficientes en el tratamiento psicoanalítico eran las transferenciales y, como consecuencia, aquellos
analistas que fueron influidos por sus puntos de vista eligieron formular en términos de transferencia
5
tantas interpretaciones como fuera posible, para aumentar con ello la eficacia de sus intervenciones. La
segunda tendencia estuvo representada por las formulaciones teóricas de Melanie Klein, quien a
consecuencia de su trabajo analítico con niños llegó a la conclusión de que todo comportam iento
posterior era, en su mayor parte, una repetición de las relaciones que ella consideraba se obtenían en el
primer año de vida (1932). La combinación de; ambos rumbos desembocó en la tendencia de algunos
analistas a considerar todas las comunicaciones traídas por el paciente como indicación de la
transferencia de relaciones infantiles tempranas y a abstenerse de todo comentario que no se refiriera a
los rasgos transferenciales en la relación entre el paciente y el analista. Esta tendencia ha sido
ampliamente discutida por Zetzel (1956). Muchos analistas han contribuido a la extensión del concepto
de transferencia; por ejemplo Edward Glover (1937) subrayó que `una adecuada concepción de la
transferencia debe reflejar la totalidad del desarrollo del individuo. . . , el paciente desplaza hacia el
analista no solamente afectos e ideas, sino todo lo que alguna vez ha aprendido u olvidado a través de su
desarrollo mental".
Mientras algunas autoridades han extendido el concepto dentro de la situación psicoanalít ica,
otros (sin aceptar que todos los aspectos de la relación del paciente con su analista debieran ser
considerados como transferencia), siguiendo la línea de un comentario de Freud sobre la ubicuidad de la
transferencia (1909a), han tomado el punto de vista de que ésta debiera ser considerada como un
fenómeno psicológico general. Así, Greenson (1965a), escribe: "transferencia es el experimentar
sentimientos, impulsos, actitudes, fantasías y defensas hacia una persona en el presente, que son
inapropiadas para ella y son una repetición, un desplazamiento de reacciones originadas con respecto a
personas significativas en la temprana infancia. Yo insisto (dice Greenson) que para considerar una
reacción como transferencial, ésta debe tener dos características: "debe ser una repetición del pasado y
debe ser inapropiada en el presente". Tal definición parece que incluye más de lo que Freud intentó
originalmente. Por ejemplo, incluiría tipos habituales de reacción hacia otras personas que han llegado a
ser parte del carácter del paciente (ejemplo, tendencia al temor a la autoridad) y que pueden ser vistos
como inapropiados en el presente. Todo esto es bien diferente de la concepción de la transferencia,
como el desarrollo durante el proceso del trabajo analítico de sentimientos, que no son aparentes al
comienzo de éste, pero que emergen a consecuencia de sus condiciones.
Debido a la creencia de que estas ampliaciones del concepto, hechas por muchos autores
psicoanalíticos, llevan a una menor claridad, otros autores se han pronunciado por la vuelta a una
concepción más restringida de la transferencia. Waelder (1956) sugirió que debiera restringirse a hechos
dentro de la situación psicoanalítica clásica. Dice: "La transferencia puede considerarse como un intento
del paciente por revivir y reactualizar dentro ele la situación analítica y en relación con el analista,
6
pacientes nerviosos son tratados en forma no analítica, podemos observar que la transferencia ocurre
con la mayor intensidad" (1912). Sin embargo se ha destacado que la situación analítica clásica parece
proveer las condiciones que fomentan el desarrollo de las transferencias y que permite examinar el
fenómeno en forma relativamente no contaminada (Stone, 1961).
En el otro extremo, el más amplio uso del concepto en el cual todas las comunicaciones y
comportamientos dentro de la situación psicoanalítica son vistas como transferencia, parece restar todo
valor al concepto si se ha de extender fuera del tratamiento psicoanalítico, pues se desprendería que
todo comportamiento podría ser descrito como transferencia, es decir, determinado por la tendencia a
repetir patrones de comportamiento y experiencias del pasado. Si bien es cierto que aspectos de
reacciones del pasado, e incluso experiencias infantiles, tienden a ser repetidos en el presente y que la
realidad actual tiende a ser percibida en términos del pasado, también es cierto que existen factores que
se oponen a esta distorsión (la así llamada "prueba de realidad"). Parece que la relativa falta de
oportunidad para "comprobar" la realidad en la situación de tratamiento psicoanalítico permite el
desarrollo rápido de distorsiones transferenciales y las muestra claramente. En las relaciones humanas
ordinarias, la persona objeto de una transferencia actúa, a menudo, de modo tal que corrige la
distorsión transferencial. Sin embargo puede también aceptar el papel transferencial que le ha sido
atribuido y actuar de acuerdo con él (capítulo VI). El analista, por el contrario, provee la oportunidad
para la emergencia de distorsiones transferenciales al no "retroalimentar" la realidad para corregir la
inadecuada percepción del paciente, sin aceptar, por ello, el papel que el paciente exige de él
mediante la transferencia. Ambos aspectos permiten una exploración de los dete rminantes
irracionales de la transferencia.
Un punto de vista intermedio entre estos dos extremos es el tomado por Sandler y sus
colaboradores (1959). Basados en un estudio del material proveniente del análisis de niños, estos
autores rechazan la noción de que todo el material del paciente analítico puede ser considerado
como transferencia y subrayan, por el contrario, que el concepto de la transferencia como un
fenómeno unitario o "unidimensional", puede impedir la comprensión de lo que está ocurriendo en
la relación entre el paciente y su analista. Ellos sugieren que el analista no debe pensar únicame nte
en términos de qué cosa es y qué cosa no es transferencia, sino debe examinar los diversos aspectos
ele las relaciones que emergen durante el análisis y los que se dirigen a la persona del analista. Los
autores señalan que si se pretende entender el concepto clínico de la transferencia desde el punto
de vista de una psicología general, deben ser estudiadas las relaciones en general. La transferencia
es una manifestación clínica específica de los muchos y diversos aspectos de las relaciones normales.
También los autores destacan ' que el carácter especial de la situación psicoanalítica puede facilitar
8
NOTAS: