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Reseña del libro La Revolución Francesa 1 , de Peter Mc Phee por Daniel Panateri.

Todos los trabajos particulares pueden reducirse a cuatro clases: 1º (...) los trabajos
del campo. 2º (...) La industria humana. 3º (...) los comerciantes y negociantes. 4º (...)
las profesiones científicas y liberales más distinguidas, hasta los servicios domésticos
menos estimados. Tales son las obras que sostienen a la sociedad. ¿Sobre quién
recaen? Sobre el tercer estado. (Sieyès, Emmanuel Joseph. ¿Qué es el tercer estado?
Cap. I. Ed. FCE, México, 1989). 2

Introducción.
En la reseña que presentaremos a continuación intentaremos desarrollar los puntos clave
que expone el autor, citado con anterioridad, para este trabajo. Resulta de difícil exposición
en tanto el libro en cuestión representa mas bien un análisis de la cuestión, en tanto se
reserva la capacidad de citar en forma constante a otros autores para fundamentar sus
argumentos, a la vez que para contrastar autores entre sí. De cualquier manera, esto, si bien
consume gran parte del trabajo, no impide que el mismo realice conjeturas propias a cerca
del suceso que estudia. Estas, serán realizadas en torno a lo que la revolución deja o no para
el futuro francés, y cuanto sobrevive tras el fin del proceso. Es por esto, que Mc Phee se
permite salir del espacio temporal presentado al principio y establecer ciertos elementos
importantes del período napoleónico. En resumen, presentaremos nuestro trabajo en dos
partes. La primera, será una exposición del libro y sus ideas. La segunda, intentará una
síntesis, en especial a partir del último capitulo del libro.
Peter Mc Phee abre su trabajo con interrogantes y supuestos. Los primeros serán
representados por lo que se podría considerar hasta de un aspecto moral. ¿Fue la revolución
francesa un punto de inflexión trascendental en la historia de Francia, e incluso del mundo,
(...), o fue más bien un prolongado período de violentos disturbios y guerras que arruinó
millones de vidas? 3 . Hasta el final esta pregunta no se contestará. En cuanto a los supuestos
encontramos la consideración de que la revolución francesa fue un intento, de un pueblo
extenso y populoso, de reorganizar su sociedad sobre la base del principio de soberanía
popular 4 . Además, expone cuatro temas posibles como tópicos de análisis del proceso en
1
Mc Phee, Peter. La Revolución francesa, 1789-1799. Ed, Crítica, Barcelona 2003.
2
Es muy interesante destacar, la cita que realiza el editor en el trabajo de Sieyès, donde explica que esto que el
autor expone, en los albores revolucionarios de 1789, es algo que estaba en auge por aquél entonces, pero lo
importante es que estas categorías absorben, con la división romanista de lo público y lo privado, una
proyección nueva, se cargan de contenido social.
3
Encuentro que esta pregunta inicial ya contiene errores severos, en tanto piensa el primer enunciado de la
pregunta como “bueno” y el segundo como “malo”. Lo cual acarrea problemas, primero por el hecho de que
algo trascendental no es necesariamente bueno, aquí hay un grosero error semántico. Pero más allá de esto,
plantea una historia cargada de supuestos éticos, y si su análisis incurre en dilucidar cual fue el resultado moral
del proceso, estaría volviendo la práctica científica a períodos anteriores a la propia revolución que estudia. El
surgimiento del capitalismo podría considerarse bueno para un exitoso burgués neoyorquino o malo para una
partícipe de la clase media venezolana, pero el capitalismo surge y en condición de su naturaleza debe ser
estudiado. Así mismo, la segunda guerra mundial, no fue solo esto, pero claramente dejó un saldo de millones
de muertes, causando miseria y disturbios, pero no por ello no ha sido trascendental.
4
Aquí encuentro el segundo error. Quizá el hecho este en que el autor no considere a Inglaterra como un país
extenso y populoso, pero el hecho es que la reorganización inglesa bajo la monarquía parlamentaria, que surge
tras la gloriosa revolución de 1688, se ordena conforme a las geniales formulaciones, y más detalladas, del
primer contractualista más desarrollado que es Locke. En la misma se ve la idea de que al romper, el rey, con
los supuestos de gobernabilidad impuestos, la soberanía vuelve a sus verdaderos poseedores, el pueblo y de ahí
a sus más íntimos representantes, el parlamento. Si bien la historia inglesa muestra definiciones más políticas

1
cuestión. El primero, se refiere al ámbito político, como juego de poder a desarrollarse en la
“esfera pública” o en el contexto de la cultura política. Lo cual acarrea un análisis de las
prácticas reales 5 y discursos llevados a cabo por los distintos actores en cuestión. El segundo
tema, relacionado con el anterior, refiere al dominio masculino de la política institucional y
las respuestas agresivas de estos a la crítica femenina al poder de estos. Una tercera
aproximación, o tema, será el debate a cerca de los orígenes del terror, el cual será el punto
más fuerte del libro, sin lugar a dudas. Y por último, el interés por la gente común, esta
renovada visión, que gracias a Carlo Ginzburg con su El Queso y los Gusanos o su Historia
Nocturna, ha logrado gran empuje en los últimos 30 años, se centrará en la vida rural, su
experiencia y el entorno en tiempos de la revolución. Una vez explicados los temas
pasaremos ahora al corpus principal del libro.
I
Nuestro autor comenzará su libro con un análisis del pueblo de Menucort 6 . De allí extrae
su primera conclusión, caracterizando a la Francia del siglo XVIII como esencialmente rural.
En este estudio de caso inicial, que luego conecta, aunque brevemente, con otros, se muestra
una pervivencia de lógicas señoriales en el campo francés que atravesadas por cambios,
sobre la base de las configuraciones agrarias nuevas que los movimientos de la sociedad
moderna fue forjando, mantiene esencialidades del orden de la banalitè o el seignorie 7 . Lo
que nota, que será un problema que tome y retome a lo largo del trabajo, es la falta de
uniformidad lingüística en territorio francés, cosa que ya la monarquía se proponía remediar
y que luego será objeto importante para considerar el afrancesamiento que explicará hacia el
final. En fin, define la estructura social francesa de la época como una sociedad constituida,
en su grueso, por minifundistas, agricultores arrendatarios o aparceros, además existía una
minoría de granjeros arrendatarios llamados coqs du village (gallos de aldea) 8 . Hete aquí la

que populares, no deja de haber una retroversión de la soberanía con base popular, si se quiere aunque sea
como mero discurso parlamentario. Para una visión erudita del tema, ver Laslett, Peter: El mundo que hemos
perdido, Madrid, Alianza, 1987.
5
Considerando “lo real” aquello que efectivamente se realizó, creyéndole a nuestras fuentes y dejando de lado
los análisis de los hechos. Es decir, lo real de las prácticas se expresa en estado puro en los documentos. Por
ejemplo Sieyès describe en su trabajo, ya enunciado, como el tercer estado es portador de la soberanía popular,
sin embargo, es no solo uno de los que votan a favor del consulado napoleónico sino que además formará parte
del mismo como segundo cónsul en 1799. Lo cual muestra una clara diferencia, que se podría atribuir a 10
años de inestabilidad política de los sucesivos gobiernos revolucionarios, entre lo escrito en 1789 y lo realizado
en 1799.
6
Creo fervientemente que este libro tiene un problema y una virtud. Primero, utiliza el estudio de caso
detallado para, si se quiere, “enganchar” su discurso con la práctica historiográfica microhistórica actual, pero
no tarda mucho en deshacerse del mismo y comenzar a realizar conclusiones más generales y globales de un
período mayor al que propone con este pueblo. La virtud está en el intento, el problema esta en el fracaso del
mismo. De cualquier manera, el autor tiene doble mérito por intentar una explicación tan global y estructural
del proceso y por mantener una línea de análisis actual en torno al estudio de caso.
7
Estos conceptos, como explico más arriba, refieren a pervivencias del feudalismo pero acarrean cambios, mas
que nada en torno al resurgimiento o creación, establezco un juego entre los conceptos, de la propiedad
privada que generan pérdidas de poder señorial. Las banalidades serán “permisos” de usos sobre artefactos de
uso necesarios, resaltando el carácter monopólico del señor, como por ejemplo el molino, etc. Señorío pasarán
a ser las tierras correspondientes a los enfiteutas, que si bien mantienen un régimen de explotación casi
ancestral, forjando de hecho propiedad privada de la misma, de hecho era heredable por los campesinos, debían
seguir pagando un canon anual, variable, al señor que poseía derechos jurisdiccionales de la tierra. Para una
visión más extendida, ver Campagne, Fabián. Feudalismo tardío y revolución, Buenos Aires, Prometeo, 2005.
8
Estos gallos de aldea, son personajes sociales de fundamental importancia en la vida agraria francesa de la
modernidad, ya que bajo su hegemonía, pues el número no determina el poder, se desarrollaron las formas de

2
paradoja que se presentará, en esta sociedad, eminentemente campesina, el tercer estado, que
recordemos se definía negativamente como todo aquello que no era la espada o la toga, era
conformado por cuatro de cinco partes por campesinos, pero solo poseía el cuarenta por
ciento de la tierra. Así mismo, explica que la Francia rural era centro de gran parte de los
productos manufacturados, su producción. Dependiendo esta de los trabajos femeninos de
textiles en las zonas de Normandía, Velay y Picardía, mediadas por una influencia regional
por especialización por zonas. La relación que realiza entre el campo y la ciudad es de
dependencia de la segunda respecto de la primera. Así explica que la producción alimenticia
agrícola aún era referida al autoconsumo, generando problemas crónicos de suministro en
pequeñas y medianas ciudades, además de que la falta de demanda de servicios y mercancías
del propio campo, limitaba la expansión económica de las ciudades en cuestión. Mc Phee
expone que las relaciones sociales eran centradas tanto en el vecindario como en el puesto
de trabajo y la familia. Así, Francia se componía de una estructura jerárquica en reposo, en
el orden de la manufactura, los obreros cualificados u oficiales regulaban la actividad y solo
lentamente la mecanización destruía sus potenciales sociales.
En el orden de las relaciones campo-ciudad continúa desarrollando posibilidades. Así,
expone una idea de vínculos múltiples entre los elementos analizados. Por un lado, los
burgueses representaban una bisagra, ya que eran poseedores de tierras, de las que obtenían
rentas, en contraposición, el hogar burgués, representaba una fuente de trabajo rica para las
jóvenes campesinas que se enlistaban como trabajadoras domésticas. Otro vínculo, no
menor, pero menos importante, es la crianza a la que se les libraba a los hijos de las
trabajadoras urbanas en el campo, al que eran enviados desde pequeños. Más allá de estas
posibilidades, el vínculo más importante continúa siendo el ya enumerado con anterioridad,
que marcará los problemas ya descriptos y fundamentará las relaciones sociales ínter
espacios de la sociedad analizada. Este problema relacionado con el vínculo que
enumeráramos último, es un punto fuerte, para nuestro autor, donde basar el descontento
urbano. Según calcula Mc Phee, entre 1965 y 1789 se dieron disturbios en torno a la escasez
de comida, los cuales marcaron 22 de esos años. De allí, el supuesto de una Francia
masivamente pobre donde una mala cosecha pudiera generar una bronca tal como para llevar
a la revolución, dadas las condiciones de indefensión de la población 9 . En definitiva,
muestra una sociedad jerárquica, de base campesina, con problemas en su desarrollo urbano
e industrial, por sobre todas las cosas con un régimen de protesta endémica. Así, a partir de
1780 se dieron una serie de cambios, se comenzaron a minar algunos de los pilares
fundamentales de la autoridad y a amenazar el orden social basado en privilegios y
corporaciones, todo esto era el florecimiento de tensiones con un tiempo ya de gestación,
una crisis política y problemas.
Al analizar a la burguesía encuentra un grupo que no se definía, al menos a sí mismo,
como compacto y homogéneo, muy por el contrario, Mc Phee encuentra en la
aristocratización de apellidos un sesgo de intención de inclusión dentro del grupo de la
aristocracia. Pero como la inclusión de un termómetro en agua caliente para medir su
temperatura, genera que lo que se mide no sea la temperatura en sí del agua, sino la del agua

producción capitalista en el campo. Para su desarrollo ver Hoffman, Philip: Growth in a traditional society: The
french countryside 1450-1815. Princeton University Press, 2000. Y en la vía contraria: Jacquart, Jean:
Réflexions sur les notables ruraux: Le groupe des marchands-laboreurs en Île-de-France, du XVe siècle à la
rèvolution. Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1984.
9
Claro que no estoy expresando que esta sea la explicación de Mc Phee para el proceso, nada más lejos de eso.
Tan solo juego con los absolutos que algunos conceptos pueden acarrear.

3
con el termómetro adentro, la inclusión de la burguesía en la aristocracia no podía menos
que generar trastornos en su estructura clásica de funcionamiento. Para empezar, debían, la
clase burguesa 10 , criticar al menos, cuando no debilitar el sistema de órdenes privilegiados.
Sea para entrar o no en él, lo importante es el hecho de que esto constituye el principio del
fin político de la supremacía feudal. Así, la burguesía socavaba la base de la autoridad social
y política en este fin de siglo XVIII. Lo que debe de quedar claro es que el autor expone el
proceso en una lógica mundial de desarrollo capitalista, explica que la expansión limitada
pero visible de la empresa capitalista en la industria, la agricultura y el comercio, vinculado
este último al negocio colonial, generaba formas de riqueza y valores contrarios a las bases
institucionales del absolutismo. De esta manera, coincidiendo con la articulación de estos
valores y con el gradual, prolongado e irregular cambio económico, se produjo una serie de
desafíos intelectuales a las formas políticas y religiosas establecidas, que se podrían
denominar Ilustración. En este punto podemos comenzar el debate historiográfico. Se
expondrá, por un lado, la idea de Albert Soboul11 que indica a la ilustración como la efectiva
ideología de la burguesía. Al respecto el autor expone la idea final de la ilustración como
ideología de clase, pero se pregunta por la incidencia social de sus lectores. Es decir, cuanto
de protagónico tuvo la ilustración dentro de las cabezas que llevaron a cabo el proceso 12 . En
definitiva, se ve el fenómeno de la ilustración como el síntoma de una crisis de autoridad y
parte de un discurso mucho más amplio.
Así mismo, hay un movimiento en el campo de creciente descontento en torno a los
“impuestos” feudales. El estado pasaba a formar parte de estas lógicas transubstanciándose
con la clase feudal. El resentimiento hacia los señores hizo que muchas comunidades rurales
se uniesen en contra de los mismos 13 . Mc Phee se monta sobre estos potenciales núcleos
explicativos de las primeras movilizaciones de 1789 y lo refuerza con datos a cerca de las
malas cosechas y desastres climáticos acaecidos en el período a estudiar.
En este orden de cosas se encuentra lo que considera el primer error del Rey. La solicitud
de los Cahiers de dolèances (cuadernos de quejas). En este contexto se veía una monarquía

10
Ya dejamos claro que la clase burguesa no existía como tal, pero analíticamente nos serviremos de
enunciarla como un bloque, de hecho el autor también lo hará. Lo que sí se resaltará, con posterioridad, es el
juego político que se teje en torno a los distintos grupos que integran esta clase.
11
Para comprender bien este exquisito análisis, un tanto estructural pero interesante, del proceso, se podría
acceder a Soboul, Albert, La revolución Francesa, Ed. Hispanoamérica, 1986.
12
Alrededor de este problema el autor cita en particular a Robert Darnton. Sin embargo, el desarrollo de
nuestro autor y del propio Darnton es bastante escaso. Sería muy interesante poder incluir en el debate a un
historiador de alguna monta en el tema. Me refiero a Roger Chartier. Este último cree que las prácticas estaban
fuertemente influidas por las lecturas, especialmente de Rousseau. Ahora sí, Darnton explica que el accionar
revolucionario tenía una mayor independencia de las lecturas. En realidad si se me permite, lo que veo es un
juego donde hay una construcción revolucionaria, a la vez que se actúa sobre formas de legitimación
anteriores. El hecho es que las bases intelectuales son necesarias y propias de la ilustración, pero luego, la
dinámica revolucionaria lleva a formulaciones propias no pensadas con anterioridad al proceso que se abre.
Para un desarrollo de las ideas antes expuestas ver, Darnton, Robert, La dentadura postiza de Georges
Washington, en el coloquio de los lectores. Ensayo sobre autores, manuscritos, editores y lectores, México,
Ed. FCE, 2003. Y del otro lado, Chartier, Roger, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII.
Los orígenes culturales de la revolución francesa, Barcelona, ed. Gedisa 1995.
13
Un gran análisis al respecto es el que realizara Georges Lefebvre en El gran pánico de 1789, La revolución
francesa y los campesinos. Ed. Paidós, 1986. En el mismo, el autor explica un movimiento de cariz popular
campesino en torno al cansancio, hartazgo, etc., del funcionamiento ultrajante del sistema feudal en Francia. Si
bien ya su lectura se debe realizar con muchos matices se puede disfrutar de una prosa excelente y un análisis
fino y detallado, cuando menos acertado en muchos puntos sobre la revolución francesa desde el campo.

4
moribunda, una iglesia con enormes necesidades de reformas, una concepción de igualdad
fiscal y por último una idea cada vez mejor definida de ventaja del libre comercio. Así, los
estados generales se esperaban en segundos y el Rey ya no lo podía evitar. Más allá de esto,
los estados generales buscaban hacer partícipe al pueblo de una reforma estatal, más no de
una revolución, pero lo que ve el autor, un poco en consonancia con lo que veníamos
diciendo, es que se crean movimientos propios que no pueden ser controlados.
Ya entrado el proceso, se muestra como la coyuntura se fue preparando ella misma. Así,
resalta la participación de un grupo social poco homogéneo en cuanto a actividades, pero
igualitario en lo que a sus capacidades sociales se podría esperar. Hablamos de la Canalla,
los mismos eran tanto tenderos, como artesanos o asalariados. Estos protagonistas del 14 de
julio fueron de vital importancia en términos políticos. Por un lado, salvaron a la Asamblea
Nacional, por el otro, legitimaron un brusco cambio político. Una vez en el poder la
Asamblea se propuso una serie de reformas, como los cambios geográficos de los
departamentos y comunas de Francia, en torno a dos conceptos básicos, regenerar y
sustentar la unidad. Aquí vuelven los argumentos en torno a la culturización desde arriba a
través de la homogeneidad idiomática. El autor resalta el proceso de afrancesamiento, que
consistió en una homogeneidad de lenguas y costumbres, en particular en torno a la
veneración de los objetos nacionales, en particular resaltó la marsellesa. Es dable aclarar que
este proceso no perteneció solo a los girondinos, sino que por el contrario se hizo más fuerte
en el período jacobino y tuvo larga trascendencia en la sociedad francesa. Las fiestas
pasaron a ocupar un lugar esencial dentro de la sociedad, en tanto que transportaban un
caudal importante de imaginería social acorde a lo que los organizadores le querían referir,
era un espacio para la socialización y el desarrollo revolucionario.
Un punto fundamental que vale la pena resaltar fue el del juramento del clero. Está claro
que el clero formó parte de la revolución, es decir nuestra cita primigenia es de un sacerdote.
Claro que no todo el clero era igual, existían divisiones sociales dentro del mismo, marcadas
por la extracción social a la que pertenecían. Así, la incautación de tierras de la iglesia y el
rechazo de los sectores altos de la misma hacia la revolución llevaron a un proceso de
desreligiosidad de la revolución. De esta manera surgió una nueva forma de división del
clero, a partir de la constitución civil del clero y su jura. Los que se negaron, fueron en su
mayoría exiliados y otros ajusticiados, el resto se condujeron acorde a la revolución les
demandaba en tanto ciudadanos y no curas. Así, en el ámbito rural la jura se transformó en
prueba popular de la aceptación global de la revolución.
Esta revolución traía problemas para la asamblea. De quién sería la revolución y cuándo
llegaría a su fin era una discusión que aún no cerraba, frente a los reveses militares y los
problemas económicos que la Asamblea debía enfrentar esta tambaleaba. La huida del Rey
acentuó los problemas. En torno a la cuestión del rey se desarrolló una imaginería
conspirativa 14 que fue la base de legitimación del terror que llevaría a cabo el ala más
radical de esta revolución, el club de los jacobinos. Aquello que se llama la segunda
revolución. En este contexto se desarrolla el segundo ítem más importante del período, el
primero había sido la constitución civil del clero, este sería la guerra. Esta guerra, esta es
quizá la tesis del texto acerca de la segunda revolución, es la que radicalizó la revolución,

14
Según resalta de manera harto original nuestro autor, las teorías de la conspiración no habrían provenido de
parte de su más magnífico ejecutor, sino de otro protagonista no menos importante en el período antecedente,
que es Jacques-Pierre Brissot, el mismo achacaba las dificultades de la revolución a las conspiraciones internas
en contacto con los enemigos del exterior.

5
llevando al poder al ala más radical de todo el tercer estado. Este gobierno es el que lleva a
cabo las reformas más importantes en materia social. Para empezar es quien le da fin formal
al feudalismo. El nuevo gobierno trajo una nueva cultura política que a la vez implicaba
nuevas relaciones con la autoridad. La creación de ejércitos republicanos de masas, había
engendrado una nueva cultura militar que constituía un microcosmos de la sociedad
regenerada que prometía la convención. Mientras los Sans-cullotes, antes llamados canalla,
invadían y pedían a piaccere en las instituciones revolucionarias radicalizaciones cada vez
más fuertes, en el campo, la revolución tomaba dinámicas propias, había un rechazo tanto al
antiguo régimen como al concepto burgués de propiedad privada.
En este contexto, el terror tiene como principal objetivo la creación de medidas
draconianas y de emergencia indispensables en tiempos de crisis militar. Pero el jacobinismo
era más que esto. El proceso se llevaría a cabo no solo de la mano del terror, sino, con un
sistema de educación republicano y secular y con un programa de bienestar social. Todo esto
muestra un compromiso de la constitución del `93 con los derechos sociales. Así, la
Convención se destacó por una explosión creativa, como enunciara Vovelle, en torno a la
utilización de símbolos, fiestas y lo demás, en torno a la creación de neologismos y
vocabularios revolucionarios.
La propia lógica que encumbró al jacobinismo fue la que, lo llevó a su propia destrucción,
concentrado en la figura de Robespierre. El terror estaba siendo muy duramente criticado, en
particular considerando la paz y la victoria militar que se había alcanzado, muertes
innecesarias, como Danton o Lavoisier, generaban la bronca popular. Así en aires poco
sacrificiales 15 , Robespierre es ejecutado de la misma manera en que morían los enemigos de
la patria.
Finalmente en 1795, de la mano del Directorio se abre el camino que luego Napoleón
cerraría, el del fin de la revolución. Según el autor todos los regímenes postermidorianos
tendrían dos objetivos particulares, establecer una república y finalizar la revolución y las
fuentes que sustentaban el accionar radical y la inestabilidad política, los sans-cullotes.
La constitución del año 1795 fue un retroceso en participación y bienestar social, las fiestas
pasaron a respaldar una suerte de conservadurismo. El directorio manejaba un país que se
consideraba aún en guerra con la vieja Europa. La nueva constitución volvía en sus
restricciones a la del `91, exclusión política y económica, intentaban crear un sistema
republicano en orden a capacidades de la sociedad. La política en el campo fue la de la
imposición del individualismo agrario y los derechos de propiedad privada. Nuevamente las
lógicas propias que estableció el Directorio lo llevó a su fin. En particular las políticas en
torno a la guerra llevaron a lógicas anexionistas que llevarían a la primacía de las facultades
militares por sobre el resto 16 . Efectivamente, este terreno fu vital para el desarrollo del
primer consulado napoleónico. Y tal como se marcaría su política posterior, la paz con

15
Con la idea de sacrificial hago referencia a un fantástico artículo que desarrolla Jesse Goldhammer, llamado
The headles republic: sacrificial violence in modern french thougt. Ithaca, Cornell University Press, 2005,
donde explica una faceta poco estudiada de la violencia revolucionaria, a partir de casos concretos desarrolla la
idea de sacrificio del accionar político de algunos sujetos de la revolución. La idea es clara, así como Luis, el
rey, o el químico, Lavoisier, no se apenan de su futuro, lo hacen, por Francia uno y por la revolución el otro, en
el caso de Robespierre, sea por los pedidos de intervención, por su propio actuar ante las acusaciones, o más
fácil aún, sea por el fallido escopetazo que se da para no caminar hacia su filoso destino, este concepto no se
aplica. Pero el artículo posee una erudición y unos razonamientos muy inteligentes.
16
Lo que creo que intenta el autor es preparar analíticamente el camino a Napoleón. Si bien no entra en el
análisis por el cerco cronológico, pareciera indicar que a este refiere como culminación del proceso.

6
Inglaterra le dio la oportunidad para cerrar viejas heridas, la vuelta de emigrados y
desertores, etc. Todo aquello que luego se hizo política de estado. Del terror estatal se pasó,
a la amnistía estatal. Napoleón Bonaparte se presentará como el pacificador. Esta política
fue la que le dio la oportunidad para un plebiscito y una nueva constitución. Así, en 1802
con el consulado vitalicio de Napoleón se terminó de manera efectiva a la revolución.
II
La idea central con la que nuestro autor cierra este respetable trabajo posee un sesgo de
añoranza y realidad. Una revolución, explica, que comenzó en 1789 con ilimitadas
esperanzas en una era dorada de libertad y cambio social había terminado con un golpe
militar en 1799. La tesis es la de una imposibilidad para estabilizar la revolución después del
derrocamiento inicial del antiguo régimen. Muy al contrario el pueblo francés debió soportar
una década de guerra civil y de conflicto armado con el resto de Europa 17 . Se pueden
encontrar otras conclusiones, en torno a las ideas el período dio rienda suelta a la palabra
escrita, desarrollo de ideas políticas y de prácticas total y completamente nuevas, se dio paso
a una participación masiva de sectores nuevos de la sociedad y se dieron importantes
cambios en torno a las formas organizar el trabajo, tanto en el campo como en la ciudad.
Todo esto nos conduce a la pregunta final. ¿La Revolución Francesa tuvo una impronta
definitiva en la organización social de la Francia contemporánea o con Napoleón y la
restauración todo volvió a sus anteriores caudales y lugares? Por un lado, el autor encuentra
que los historiadores coinciden en el hecho de la impronta ideológica que la revolución
marcó no solo en Francia sino en el mundo entero. Lo que sí es de resaltar es el hecho de
que, según el autor, ninguna de las ideologías representadas durante la revolución pudieron
representar las opiniones de la mayoría. A pesar de estar basadas, o así llamarse, en la
soberanía popular. Ni el bonapartismo, ni el jacobinismo lo lograron, ambas eran ambiguas
en torno a la forma que debía adoptar el gobierno democrático. En el orden del análisis de la
impronta del proceso, destaca dos posiciones. Por un lado, los minimalistas y por otro los
maximalistas. Los primeros optan por la posición de creer que la revolución trastocó poco y
nada los elementos centrales de la vida social y económica francesa, en especial las pautas
de trabajo, la posición de los pobres, las desigualdades sociales y el status inferior de las
mujeres. En el campo y la ciudad, argumentan estos autores, la gran masa productora
continuó trabajando y subsistiendo del mismo modo que lo habían hecho antes de 1789 18 .
17
Vemos como poco a poco se van dilucidando las preguntas referidas al principio de nuestro trabajo y del
propio del autor.
18
Todas estas visiones que venimos explicando, que el autor toma para explicar pero que no hace suyas, no
hacen más que mostrar la incapacidad para pensar en términos de totalidad o estructura, limitaciones
infranqueables hacia el pensamiento a largo plazo y ver este suceso como encaminado en un proceso mucho
más general y complejo como la formación del capitalismo. Es decir, no creo poder ver a la ilustración en el
siglo XII, sin embargo había burguesía, los campesinos se acomodan distinto en el XII que en el XVII o en el
XVIII, no en vano el siglo XIX, de complejidad absoluta, muestra una era dominada por sofisticaciones en los
desarrollos económicos capitalistas y constantes formas de acomodamiento por parte de los sistemas políticos.
Podemos pensar que sin la suba del precio del pan no se hubiera tomado la Bastilla aquél 14 de julio de 1789, o
si el clima francés hubiese sido más venerable, quizá febrero de 1789 no hubiera sido lugar de revueltas
campesinas. Así mismo, podemos creer que sin estas dos respuestas, la toma y el pánico, quizá la camarilla
revolucionaria del tercer estado hubiera tenido que conformarse con pequeñas reformas, podemos creer que la
revolución francesa fue una expresión particular en un momento dado por confluencias de factores que
revolvían el orden social. Preferiría ver a esas causas como las causas disparadoras, superfluas, pero sin duda el
proceso, sea en Francia, Inglaterra, Castilla u Holanda, hace referencia a causas más profundas y estructurales.
Y esa idea es la que se intenta establecer en este trabajo y si bien el libro trabajado no lo expone con esta
claridad intenta una visión que como mínimo deja sin validez universal opiniones antihistóricas como las de

7
Para Peter McPhee esta visión minimalista acarrea la idea, siempre con este tono moral en su
argumentar, que el sacrificio no valió la pena para los pocos elementos nuevos y
trascendentes que introdujo.
De la vereda de enfrente los maximalistas, en nombres como Albert Soboul o Gwynne
Lewis, explican a la revolución como profundamente transformadora. Por supuesto,
ubicados en la vereda de la realidad, reconocen las continuidades que con el antiguo régimen
mantuvo la sociedad francesa del siglo XIX pos revolucionaria. Según explica Soboul la
revolución francesa fue una revolución burguesa, que con su intransigente abolición del
feudalismo y del régimen señorial se transformó en el punto de partida hacia una sociedad
capitalista y del sistema representativo liberal en la historia de Francia. Tanto en un análisis
a corto como a largo plazo, los maximalistas aducen que la revolución fue un éxito tanto
para la burguesía como para los campesinos terratenientes, además la revolución transformó
las estructuras institucionales de Francia, conduciendo también a cambios perdurables en
torno a la naturaleza de la iglesia y la familia 19 .
Claramente el autor no se posiciona en una vereda u otra a rajatabla, pero expresa un
sentimiento de cambio puesto en la revolución. Por ejemplo explica que hay una pervivencia
de clases nobles en la esfera económica, pero aduce sin embargo que ya no reinan, ahora
deben competir y compartir el espacio con los ricos terratenientes burgueses o de cualquier
extracción social que lo había. Por otro lado, nuestro autor avanza a un pensamiento
sintético en tanto que explica el surgimiento de corpus de ideas políticas que mezclan
valores burgueses nuevos con elementos feudales antiguos, conformando una cultura de
notables como intersección entre estas ideas. La nobleza recuperó sus tierras, pero solo una
quinta parte lo hizo. Sin embargo, se los compensó económicamente. Pero por la pérdida del
poder jurisdiccional, las banalitè, etc., nadie los podía compensar, la igualdad legal y su
práctica efectiva fueron el resultado más perdurable e importante del proceso según el autor.
Por otro lado, el estado se hizo laico. Si bien la restauración proclamó la primacía católica,
la iglesia no logró tomar su posición inicial, una nueva escala de valores, ubicada en la
lealtad laica hacia intereses había derrotado a los del servir a dios. La herencia fue una
continuidad, que en ningún sistema, salvo el sistema liberal ideal de Adam Smith o en las
ideas de Èmile Durkheim, se podría quitar, y la Francia pos revolucionaria no fue la

los minimalistas. Para comprender en detalle una visión de este calibre, en su representante de mayor calce, ver
Furet, François, Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Ed. Petrel, 1980. Además de este autor se
recomienda la lectura de Sazbón, José, El Marx de Furet, en Seis estudios sobre la Revolución Francesa,
Buenos Aires, Ed. Al Margen, 2005. En este último se encontrará en detalle con prosa sobresaliente el
pensamiento de Furet mejor que por el propio autor explicado.
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En realidad creo que el proceso de revolución política burguesa tiene una naturaleza transformadora en tanto
que perdura y lleva al final los cambios que la burocracia feudal ya no puede desarrollar por sus propias
limitaciones de pertenencia. En realidad la burguesía se apropia, entre otras cosas, del Estado en tanto
instrumento de dominación feudal, pero este Estado feudal no se mantuvo a lo largo del tiempo de la misma
manera, sea por las lógicas propias del feudalismo o por esta inclusión dentro de las filas de la aristocracia de
la propia burguesía que como decíamos al principio trastoca la estructura en la que se introduce, este Estado
había desarrollado muchos de los elementos más importantes y necesarios para la posterior consolidación y
desarrollo del capitalismo. El siglo XIX se convierte en una época de acomodamiento de las estructuras en sus
formas más definidas al sistema que desde siglos se venía desarrollando y ya no tiene competencia en los
señores feudales. Para una opinión extendida y fundamentada de esta idea ver, Astarita, Carlos. Del
Feudalismo al Capitalismo. Cambio social y político en Castilla y Europa Occidental, 1250-1520, Valencia,
Universitat de Valencia/Universidad de Granada, 2005. Este libro realiza unas consideraciones generales
fantásticas al respecto de lo enumerado, solo se debe tener cuidado con el estudio de caso que se vuelve en
extremo particular y despoja de incumbencia el texto para nuestro análisis.

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excepción. Si bien las mujeres no obtendrían su soñado lugar en la política, sino hasta 1944,
pudieron fortalecer su posición dentro de la familia, principalmente con la ley de herencia
igualitaria.
En definitiva, nuestro autor muestra una idea de trascendencia de la revolución. Los
cambios sociales que acarreó, formaban parte de las más fundamentales reivindicaciones de
la burguesía. La soberanía popular, la igualdad civil, las profesiones abiertas al talento y la
abolición del sistema de señorío (todas estas incluidas en los cahiers). Más allá de las
concretas manifestaciones contra el terror, dice nuestro autor, nunca hubo posibilidades
reales de que apoyasen el retorno del Rey.
Así, Peter Mc Phee termina mostrando el estudio de caso con el que abre. Menucort, había
sido cambiado drásticamente por la revolución. Ya no era un pueblo bajo la égida feudal.
Sin embargo, la igualdad tardaba en llegar, los pobres y asalariados a destajo, jornaleros,
debieron esperar más revoluciones y más años para verse definitivamente igualados.
Finalmente, como últimas palabras ya que hemos realizado una crítica amplia sobre el
texto en el espacio de las notas al pie, este libro es una muestra de trabajo historiográfico
actual donde se puede avanzar hacia un análisis global partiendo de pruebas micro. Quizá
pretendió más de lo que podría haber hecho, pero entonces el problema de la superficialidad
no está en la concepción historiográfica, sino en las capacidades en el proceder dentro de
esta concepción por parte de nuestro gentil autor. Por lo demás, este texto, entre estado de la
cuestión y síntesis historiográfica merece la pena leerse y quizá, como aquél Estado
Absolutista de Perry Anderson, se lo tome como un clásico del tema, elaborado en pleno
siglo XXI.

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