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Redacción y edición: Francesc Miralles, Mónica Campos, Teo Gómez, Esther Sanz.
Ilustraciones mandalas: Carles Baró, Xavier Bou, archivo Rodolfo Román.
Fotografías: Corbis, P&M, HiRes Photo, archivo Océano.
Edición digital: José González.
¿Por que los mandalas tienen el don de fascinar a tantas personas? Se dice que por
el don de acercarnos al Centro más intimo. Por ese lenguaje aparentemente tan sen-
cillo con el que pueden susurrar sin palabras el misterio de la vida y el cosmos. O
también por su invitación a interrogarnos y dialogar sobre el orden y el caos. Y, en
general, por su poder para explicarnos mucho sobre nosotros mismos y sobre la
forma en que nos relacionarnos.
Los mandalas encierran una fuerza increíble para llevarnos de nuevo «de regre-
so a casa».
Según la tradición del budismo tibetano, el mandala es un diagrama circular sim-
bólico de todo el Universo. La morada de signos y símbolos para meditar. De lo di-
vino entendido como la emanación de la sabiduría. Hace referencia a un universo
puro, original, primigenio. Cada mandala rebosa señales que suelen ser un reflejo
del estado de la mente de uno mismo.
Recordemos que, en sánscrito, «mandala» significa circulo, pero también centro.
Arriba: Fractal simétrico
Alrededor de un punto central se dibujan formas y estampados. Y bien sean espi-
rales o pétalos, en conjunto abren puertas al palacio del conocimiento. Sobre estas líneas- bordado
Como vimos en el primer libro de esta serie, los mandalas existen, con diferen- sobre un tapiz tradicional
de los amish.
tes nombres, desde la Antigüedad en todas las culturas del mundo, y no sólo en
Oriente. Hacen referencia al sol, a la luna, a las flores... pero también expresan, de
manera simbólica, toda una serie de reflexiones sobre tiempo y espacio, sobre el
Universo o sobre toda una serie de símbolos y arquetipos, a menudo emparenta-
dos con los mismos límites del pensamiento. En todas las culturas el círculo tiene
mucho que ver con el devenir de la vida.
Este libro es la segunda parte de un trabajo continuado que comenzó de forma
casi casual hace algo más de ocho años y que el paso del tiempo estimula a prose-
guir con creciente pasión e interés. Presentamos de nuevo mandalas de todas par-
tes del mundo junto a nuevas visiones, por ejemplo las originadas por fractales: un
pequeño reconocimiento de la importancia del universo cuántico tan de actuali-
dad últimamente. No deja de ser también un reconocimiento de los nuevos cami-
nos científicos y su relación con el misterio.
Otra de las aportaciones está relacionada con la geometría secreta de la vida, un
mágico enigma cuyas primeras explicaciones ocupan varios libros. Aquí presenta-
mos algunas, poco conocidas hasta ahora en español.
Finalmente, la selección de mandalas para colorear se rige una vez más por la
Rueda tradicional. Se incluyen también algunos algo más heterodoxos, incluso al-
guno asimétrico, pero no por ello menos interesante y útil, por ejemplo, en algu-
nas prácticas de psicoterapia. Este viaje global contiene además algunos mandalas
profanos en sus múltiples formas: bien se trate de logotipos de empresa o de tatua-
Arriba:
jes, puesto que no dejan de ser un recordatorio de lo enraizado que está el círculo,
dos Tatuajes actuales (Canadá) o determinadas simetrías o representaciones, en el alma humana.
y el anagrama de la empresa
Petrolera BP.
VOLUNTAD DE PERFECCIÓN
Página siguiente: dieciséis
mandalas, dieciséis mundos
(ver relación en pág. 96) En la cultura budista e hinduista los mandalas se usaban para meditar, y aún hoy
ésa es una de sus funciones: en una primera fase nos valemos de mandalas para re-
lajar y aquietar la mente, preparándola para la meditación y la posibilidad de ir al
encuentro de una experiencia realmente cósmica.
Los mandalas tienen el don de preparar al espectador sensible. ¿Qué tienen los
restos del conjunto monumental de Stonehenge para hechizarnos con su sola mi-
rada? En la elección del círculo se aprecia la voluntad de perfección de ese home-
naje astronómico a las estrellas.
Este mandala budista de una
pared de un templo de Butan
ilustra la creación del cosmos
por el movimiento circular
de las fuerzas primarias.
Por esta acción los elementos
dan vueltas en la existencia
y los cuerpos celestiales son
puestos en movimiento.
Doce círculos astrológicos con
los colores del arco iris más el
negro y el blanco describen
las órbitas del sol, la luna
y las estrellas a través de las
estaciones.
Se considera, por otra parte, que la cultura cristiana incorporó los primeros man-
dalas en la Edad Media. Dante Alighieri describió su visión de la divinidad: «un
dios en el centro, y ángeles y santos en circulo a su alrededor». En el siglo pasado,
Carl G. Jung, el estudioso de la influencia de los signos y símbolos en los humanos,
consideraba que esta fascinación se originaria por la correspondencia entre las for-
mas que sugieren los dibujos de un mandala y la energía de la psique. Jung redes-
Arriba: «Divino protector»,
diagrama sobre salud holística
cubrió sus virtudes para el mundo contemporáneo, como comentamos en el volu-
y el 5er (Hildegard von Bingen). men 1. En la pág. 87 pueden verse dos mandalas atribuidos a C.G. Jung.
Debajo: restos del círculo ¿Y lo divino? En todo el mundo existe la tendencia a representar la divinidad en
mágico de Stonehenge y mapa
términos de luz radial, aunque también pueda percibirse en cada brizna de hier-
de la zona.
Al lado: pintura tántrica sobre ba, en cada suspiro, en cada destello. En el infinito por grande y en el infinito por
la experiencia de lo absoluto. pequeño. En el macro y el microcosmos.
En palabras del estudioso taoísta, los mandalas
son como «mosaicos bizantinos que cubren la su-
perficie interna de una cúpula, pétalos radiantes
de algunas flores, el diseño de los cristales de nie-
ve, una corona, rosetones en las iglesias de Occi-
dente. Los auténticos, los tibetanos: jardines para-
disiacos de árboles y plantas enjoyados a punto de
circundar un círculo interno de Dhyani Budas con
sus sirvientes boddhisatvas».
En este libro se presenta un mosaico lo más vivo
posible de las obras de arte que sugieren una inda-
gación de retorno a la unidad. Incluimos desde un
dibujo de Hildegard von Bingen a imágenes de las
catedrales cristianas, el calendario maya, el sopor-
te que enmarca el símbolo sagrado taoísta, los he-
xagramas del I Ching e incluso el Eneagrama que
nos llegó del Oriente más cercano.
Es una mirada a vista de pájaro que incluye
también diseño de joyas, de cerámicas... De las
arenas coloreadas de los monjes tibetanos y sus
mandalas sagrados a las arenas de los indios norte-
americanos y el «Sol en los ojos» de las pupilas.
Esta es una invitación al descubrimiento a través
de la pintura que vale la pena aprovechar.
Arriba, «Purple splendor»
y «Unfolding path»,
dos atrapasueños de los indios
norteamericanos,
recreados por Jay Mohler.
En tiempos remotos vivía en China un rey llamado Yin.Tuvo un hijo a los sesenta Laberinto gótico (Catedral de
Chartres Abajo: el nudo de
años, tras largo tiempo de espera. Un hijo prodigioso; al nacer tenia ya veintiocho Leonardo da Vinci
dientes y los adivinos del reino profetizaron que sería un temible conquistador. El
principe, al que llamaron Yang, fue educado por el arquitecto Lao, un hombre sa-
bio de valiosas palabras. Cuando el rey murió, Yang tenia quince años; ante el ca-
dáver de su padre, se despidió de la corte y marchó a la conquista del mundo.
Caminando a través de pueblos y culturas, su imperio se extendió por todo el
mundo conocido. Al cabo del tiempo, y sintiéndose fatigado, el arquitecto Lao
construyó para su reposo una ciudadela tan espléndida como una montaña neva-
da. En este lugar perfecto, Yang acabó harto de los placeres de la vida mundana y
descubrió la melancolía y el aburrimiento. Convocó a su ministro Lao y se quejó
de su malestar y de sufrir por el hastío.
Lao no respondió. Yang dio un puñetazo en la mesa y gritó: «¡Te ordeno cons-
truir el más formidable laberinto jamás imaginado! En siete años quiero verlo edi-
ficado en este llano, ante mí, y luego marcharé a conquistarlo. Si descubro el cen-
tro, serás decapitado. Si me pierdo en él, reinarás sobre mi imperio».
Dijo Lao: "Construiré ese laberinto». Sin embargo, e! arquitecto reemprendió el
curso de sus actividades habituales y pareció olvidar el encargo.
El último día del séptimo año, el emperador Yang llamó al anciano y le pregun-
tó dónde estaba aquel laberinto, el más formidable nunca soñado. Entonces Lao le
tendió un libro, diciendo: «Hélo aquí. Es la historia
de tu vida. Cuando hayas encontrado el centro, po-
drás descargar tu sable sobre mí cuello».
Asi fue como Lao conquistó el imperio de Yang,
pero, evidentemente, rehusó el cetro y el poder,
pues poseía ya algo más preciado: la sabiduría.
Por eso se dice que El Laberinto alberga en sí
mismo un poder tan increíble como
el de los mandalas.
MEDITACIÓN EN EL LABERINTO
LLEGAR AL CENTRO
EL ORIGEN
El término «fractal» fue introducido en 1964 por Benoït MandeIbrot, derivado del
adjetivo latino fractus (interrumpido). Para poder adentrarse en este nuevo cam-
po, el matemático francés de origen polaco separó la geometría fractal de las ma-
temáticas tradicionales.
El pintor alemán Fritz Hundertwasser ya había intuido una década antes la re-
volución que iba a suponer el descubrimiento de los fractales:
«La línea recta es un trazo cobarde, dibujado con la ayuda de una regla, sin senti-
miento y sin reflexión. La línea recta no existe en la naturaleza. (...) Cualquier di-
seño que comience con una línea recta esta muerto antes de nacer.»
Mandelbrot creía que debía existir algún principio general en la naturaleza que ex-
plicara ciertas figuras geométricas anómalas muy recurrentes. Tras arduos años de
estudio, en 1975 pudo esbozar una hipótesis en su obra Les objectes fractals.
¿QUÉ ES UN FRACTAL?
Un fractal es una figura geométrica con una estructura compleja que se repite a
cualquier escala. Esto sucede porque los íractales son «autosemejantes», es decir,
una sección de un fractal —por pequeña que sea— puede ser una réplica a menor
escala de todo el fractal.
El ejemplo clásico que se suele citar es el llama-
do «copo de nieve», la curva que se obtiene a par-
tir de un triángulo equilátero a cuyos lados se
colocan sucesivos triángulos, cada vez más pe-
queños, operación que se repite hasta el infinito.
De este rnodo obtenernos una figura de superfi-
cie finita pero con un perímetro y un número de
vértices infinito.
Existen muchas otras de estas figuras repetiti-
vas, a medio camino entre la geometría aparente-
mente caótica de la naturaleza y la geometría tra-
dicional de Euclides.
LA DIMENSIÓN FRACTAL
Kepler dijo: «La Geometría tiene dos grandes tesoros: uno de ellos es el teore-
ma de Pitágoras; el otro, la división de un segmento en media y extrema ra-
zón. El primero lo podemos comparar a una medida de oro; el segundo lo po-
dríamos considerar como una preciosa joya.» Me limitaré a decir que
«división en media y extrema razón» es el nombre con el que se conocía des-
de la antigüedad a la sección áurea.
A lo largo de los últimos dos milenios, numerosos científicos han buscado el 1, 618
en el mundo natural y en la anatomía humana con resultados sorprendentes. Re-
cordemos algunos de ellos:
DE LO PEQUEÑO A LO GRANDE
Podemos ver mandalas en las formas del átomo y de una galaxia, de nuestras pupi-
las al sol, de lo más grande a lo más pequeño. También podemos percibirlos en ple-
na naturaleza, entre flores y frutos, o en casa, al conectar una simple lamparita y
notar el halo de luz que proyecta. Un mandala también puede ser la imagen de una
persona en un determinado contexto de tiempo y es-
pacio, que, a la vez, nos habla de los porqués de ese es-
pacio-tiempo sobre la persona. Y también permite
relacionar, y hasta vincular —de ahí su fuerza repara-
dora— lo personal con lo transpersona), espíritu y
materia, lo finito con lo infinito.
Al colorear mandalas podernos comprobar tam-
bién tanto la fuerza de una geometría casi desconoci-
da, entre sagrada y secreta, como las asombrosas coin-
cidencias de la numerologia, que ayudan a establecer
unas curiosas analogías; bien sea entre los 64 hexagra-
mas del I Ching y los 64 caracteres del código genéti-
co, ambos moviéndose en un sistema ternario, o bien
comparando el principio dual del Yin y el Yang con el
mismo código o principio binario en el que se basan
los ordenadores.
Los seres humanos disponemos de una percep-
ción intuitiva que conoce algunas misteriosas analo-
gías entre macrocosmos y microcosmos, entre mate-
ria y energía, entre procesos corporales y espirituales.
En círculos esotéricos o de filosofía hermética se re-
cuerda el aforismo: «Como es arriba, es abajo».
EL ENTORNO
La palabra «yantra» proviene de la raíz sánscrita yam que, significa, entre otras co-
sas, «dirigir». Cada yantra es un campo espiritual autónomo, un reino completo y
cerrado, protegido contra las interferencias externas. Está delimitado por una línea
—o grupo de lineas— exterior que tiene la función de retener y conservar la ener-
gía que emana del núcleo de la composición. Este punto energético central cons-
ta de una o varias figuras, como círculos, triángulos o lincas. Cada una de ellas re-
presenta un tipo de energía diferente:
El punto (bindú), que podemos ver también en la frente de muchos hindúes,
significa la concentración de la energía. La tradición tántrica relaciona el punto con
Shiva, señor de la creación.
El círculo (chacra) representa la rotación, el cambio y la renovación. A su vez,
esta figura geométrica expresa la perfección en la senda espiritual. Se relaciona con
el elemento aire.
El cuadrado (bhupura) suele ser el límite exterior del yantra y simboliza la tie-
rra, elemento con el que está relacionado.
El triángulo (trikona) simboliza el poder femenino y se asocia a Shakti, la ener-
gía femenina de la creación. Cuando apunta hacia arriba, encarna la aspiración es-
piritual y se relaciona con el elemento fuego. Cuando apunta hacia abajo, encarna
la fuente creadora del Universo y se relaciona con el elemento agua.
La estrella de seis puntas (shatkona) —la intersección de dos triángulos— es
una combinación clásica, ya que aúna la energía espiritual y creativa.
El loto (padma), aunque no es una figura geométrica simple, es muy utilizada
en los yantras. Simboliza la pureza y la variedad —los diferentes pétalos del loto,
la libertad de interaccionar con el exterior
Al combinarse diferentes figuras se produce una interacción energética alta-
mente poderosa. Asimismo, los espacios que quedan vacíos pueden generar nue-
vas formas con energía propia,
Además de figuras geométricas simples, en los yantras encontramos otros ele-
mentos simbólicos como flechas, picos o tridentes, que suelen indicar el sentido en
el que fluyen las energías del yantra.
CENTROS DE PODER
EL CÍRCULO Y EL CENTRO
CARTOGRAFÍA CÓSMICA
BINDU
BUDAS
TRÁNSITOS
Existe toda una serie de mandalas que representan divinidades del otro mundo y
están destinados, en consecuencia, a instruir al fiel en las maneras de morir y ayu-
darlo a prepararse por su cuenta. Según el Libro tibetano de los muertos, el recién fa-
llecido pasa por un periodo preliminar de examen durante el cual debe enfrentar-
se a las «Luces de los Seis Lugares de renacimiento», que finalmente determinarán
su destino. Durante este periodo, el muerto afronta en primer lugar los Budas be-
nignos durante siete días, y luego los iracundos.
Al iniciado se le invita a reflexionar sobre el juicio del decimocuarto día: «Ahora
estás ante Yama, Rey de los Muertos. En vano tratarás de mentir y de negar u ocultar las
acciones malvadas que has cometido. El Juez sostiene ante ti el espejo brillante de Kar-
ma, donde se reflejan todos tus actos. Sin embargo, nuevamente has de tratar con imáge-
nes oníricas, que tú mismo has hecho y que proyectas al exterior sin reconocerlas como tu
propia obra. El espejo en el que Yama parece leer tu pasado es tu propia memoria, y tam-
bién su juicio es el tuyo propio. Eres tú mismo el que pronuncia tu propia sentencia, que,
a su vez, determina tu próximo renacimiento» (Libro tibetano de los muertos).
En el Tantra y en otras prácticas, como el Zen, se reflexiona sobre la provisiona-
lidad de esta vida representando formas efímeras, sobre arena o barro, por ejem-
plo. En parte, todo el complejo ceremonial y la laboriosísima realización de un gran
mandala con arena de colores para su posterior destrucción al cabo de pocas horas
explica con elocuencia este mensaje.
En resumen, todo fenómeno o diagrama que suscite las oportunas formas de
meditación puede resultar útil sí contribuye a lograr la totalidad en el centro de
cada persona. Incluso en el tantra, los procesos creativos del culto pueden concen-
trarse a veces en formas diagramadas inicialmente concebidas con otro fin. Pero
tanto si son permanentes o fugaces —para ser destruidas después de su uso inme-
diato como iconos de meditación—, se considera que un diagrama de poder que
se usa por un largo periodo de tiempo acumula una potencia y trascendencia es-
peciales por sí mismo.
DE LA OSCURIDAD A LA LUZ
Según las enseñanzas budistas, somos «esencia de Buda»; para los hindúes, nos di-
rigimos directamente a Shiva, la «Conciencia Suprema». La fuerza que se mueve
a través de nosotros, el principio del despertar, se ve como un punto luminoso que
asciende, pasando por cinco etapas, desde el perineo a la brahmarandhra. Esta luz
es equivalente a la Luz del Mundo, el origen imperecedero de todas las cosas. Se
mueve en el centro del individuo, al igual que el centro del mandala externo sim-
boliza el primer principio del cosmos.
El objetivo del kundalini yoga es la fusión de cada persona con el universo, el
despertar de todo el cuerpo como reflejo del mundo del tiempo y el espacio. Esta
disciplina de meditación se concentra en el despertar de la energía kundalini en-
roscada en nuestro interior, la poderosa energía femenina que debe despertarse
para unirse finalmente con Shiva, la Conciencia Pura de todo el cosmos.
Cuando la kundalini está despierta, avanza como una serpiente por los siete
chacras, los centros de conciencia del cuerpo que pueden funcionar como manda-
la-yantras internos hasta que alcanza el séptimo, el chacra Sahasrara, la sede del
Absoluto.
A medida que la fuerza de la energía Kundalini asciende por los siete chacras
del cuerpo sutil, el fiel puede meditar sobre cada uno de los centros de poder, solo
o con ayuda de un mandala o yantra. El sexto chacra, que se aloja entre las cejas,
se conoce como Ajña; su elemento asociado es la propia mente, representada
como un circulo con dos pétalos y un triángulo invertido. De especial importan-
cia es su mantra iniciador, la vibración primigenia OM, el más poderoso de todos
los sonidos.
Ni que decir tiene que, en las iconografías hindú y tántrica, la representación
gráfica de esos centros o puntos de energía sutil llamados chacras no es otra cosa
que mandalas muy visuales por derecho propio; desde esos centros o círculos de
energía del cuerpo sutil se extiende una compleja y delicada red de canales y cen-
tros de energía.
MEDITACIÓN Y MANTRAS
Repetiremos la pregunta inicial: «¿Por qué pintar mandalas?» ¿Por qué los mandalas
poseen ese misterioso poder para captar nuestra atención? Seguramente tiene
que ver por su proximidad con ciertas estructuras íntimas de los seres humanos: se
trate de la Rueda, y hasta de la Espiral, que encadenan encarnaciones en nuestro
transitar por este planeta y enmarcan nuestras vidas, o bien de la Esfera que brilla
en las pupilas, o del anhelo de recuperar el Centro, de regresar a casa, lo cierto es
que encontramos «mandalas» en casi todas las culturas, como veremos.
En este libro hemos podido ampliar la información facilitada a Shia G. para el
volumen primero de mandalas del Mundo de forma rnás exhaustiva y no menos
sorprendente para nosotros mismos, a medida que avanzábamos en ese pequeño
gran viaje de aprendizaje, descubrimiento y autodescubrirniento personal. Tanto
es así que en estos momentos estamos ya completando
una próxima entrega de bellísimos mandalas recogidos de
todas partes del mundo. Nos sentimos pues profunda-
mente agradecidos y encantados ante los hallazgos de es-
tos últimos cuatro años; casi cada día nos han ido asom-
brando las coincidencias que aparecían en «mandalas»
procedentes de lugares geográficamente muy alejados en-
tre sí. Y, aunque no todo lo encerrado en un círculo sea un
mandala —en el sentido de que posea su propio poder de
transformación personal— según sea la práctica indivi-
dual los resultados son realmente sorprendentes.
Como decimos, sólo en los últimos veinte meses, cuan-
do nos planteamos el inicio de la ordenación del material
para dar forma a este libro, hemos podido recorrer bastan-
tes kilómetros (Egipto, Francia, Grecia, Guatemala, India,
Inglaterra, Irlanda, Italia, México, Turquía...) Y en todas
partes certificábamos la sugerente presencia del «circulo que habla», y que a la vez
suele plantear sus interrogantes, en forma de pregunta abierta. Y su poder incues-
tionable para codificar fenómenos vitales.
Sea como arte popular o suntuario, tradicional, profano o sagrado, esos diagra-
mas mágicos suponen una mirada que unos artistas casi siempre anónimos nos sue-
len proponer —por lo general con la ayuda de símbolos muy sencillos, pero de gran
fuerza— para influir favorablemente de piel adentro.
Tomemos por ejemplo el símbolo sagrado taoísta. Quien no recuerde ahora
mismo el símbolo del yin y del yang puede observarlo en la página 58: ¿un mandala,
tal vez una alegoría sobre la plenitud sexual, o ambas cosas?
Y en todo caso recordemos de nuevo que los mandalas son también un mapa.
Un mapa que ayuda a encontrar el Camino del Tesoro al buscador espiritual. El
mapa que susurra cuestiones secretas o esotéricas, la vía hacia una Alquimia de
auto transformación personal. El desafio, como siempre, recae en nosotros mis-
mos, al adentrarnos en ese misterioso Laberinto, al cruzar la entrada a lo divino,
la puerta al Palacio Cerrado del Rey.
Nuestra es, pues, la tarea de desci-
frar y atravesar los caminos inextri-
cables, los azares y misterios del pe-
riplo vital. El paso, desde cualquier
punto de la circunferencia, al centro
primordial, al principio, a través de la
práctica (¿los radios de la circunfe-
rencia?).
Como dicen los sufíes: «Romper
el cascarón para llegar al fruto».
Comprender la sonrisa divina. Re-
gresar a casa. Llegar al Centro.