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O también conocido:
- le dieu Carême
- le Napoleón des fourneaux
- le cuisinier des Rois et le Roi des cuisiniers
En las postrimerías del siglo XVIII era una práctica corriente el abandono de niños,
que, sin recursos, formación ni recomendaciones, se veían abocados a agotadores,
insanos y apenas remunerados trabajos, o a la mendicidad o la prostitución. Sin
embargo, la fortuna sonrió a nuestro Carême: después de errar por las calles
durante todo el día, la noche le sorprendió cerca de una taberna, La Fricassée de
Lapin, en el mismo barrio de Maine. El tabernero se apiadó de él, y le ofreció
hospitalidad por esa noche. A la mañana siguiente, le sugirió que trabajara como
marmitón en la cocina de la taberna, a lo que Carême accedió encantado.
Hay que suponer que fue en ese figón donde Carême descubre y perfecciona sus
talentos e instintos para la cocina, porque a los 16 años, en 1799, entra a trabajar
de aprendiz en Chez Bailly, el pastelero más importante de París. La habilidad y
disposición del joven Carême no pasan desapercibidas para su patrón, que le anima
y autoriza para que, cuando no haya excesivo trabajo, acuda a la sección de
grabados de la Biblioteca Nacional y examiné los diseños y grabados arquitectónicos
que allí se custodiaban. Carême no sabía leer ni escribir, y aprende solo, peleándose
con los textos de las obras de Palladio y Tertio.
En 1801, contando 18 años, Carême deja a Bailly y entra de chef en otra pastelería,
la de los herederos de Gendron. Este nuevo trabajo le permitía realizar los
"extraordinarios" o "extras", que consistían en ejercer de refuerzo en los grandes
banquetes que se daban en París. En 1802 deja la pastelería y se dedica sólo a los
"extras", y en 1804 abre una pastelería propia en la Rue du Paix.
En este período, que va de los años 1803 a 1814, Carême continúa con sus
innovaciones en la pastelería, y se perfecciona de manera extraordianria en el arte
de la cocina, trabajando junto a los grandes cocineros de la época.
Aquellos a los que el propio Carême considera sus maestros son : Lannes para los
manjares fríos, Richaud para las salsas, y sobre todo, Bouchet, el cocinero de
Tayllerand y Laguipierre, cocinero de Murat.
En 1814, los ejércitos de la alianza antinapoleónica se instalan en París, y Carême
entra al servicio del zar de Rusia Alejandro I, hasta que este parte de París. Pero en
1815, con el regreso de Napoleón y la derrota de Waterloo, hay una nueva invasión
aliada, y nuevamente tenemos a Carème al servicio de Alejandro I.
En 1816 Carême parte a Inglaterra, para dirigir las cocinas del principe de Gales, a
la sazón regente de Inglaterra, y que reinaría posteriormente con el nombre de
Jorge IV.
Carême es mucho más que un gran cocinero. Es el punto culminante de una cocina
que podríamos denominar "de corte", y que encontrará su ocaso en la segunda
mitad del siglo XIX, con la aparición de los restaurantes y hoteles, cuando se
adoptarán formas que perduran hasta los años 60-70 del siglo XX, que serán
fijadas por otro gran maestro de la cocina: Auguste Escoffier.
Carême escribe libros de cocina, pero escribe unas obras que suponen una
superación de los recetarios y tratados de cocina escritos hasta entonces. En sus
obras encontramos un espíritu didáctico, clasificador y sintetizador del arte de la
cocina como no se había conocido hasta entonces. Las distintas partes de su
monumental "Art de la cuisine française au XIXe siècle" se denominan "traité", y
eso es lo que son: aunténticos tratados, que no se limitan a enunciar un rosario de
recetas, sino que analizan, clasifican y examinan todos los platos y alimentos. En
nuestros días, todavía permanece en vigor su clasificación de las salsas, o su
enciclopédico tratado de los potajes, por poner unos ejemplos.
La vida de Carême está llena de pasajes curiosos. Han llegado hasta nosotros a
través de su propia obra y de los escritos de gentes que trataron con él.
Destacaremos su especial relación con Talleyrand: Carême nunca fue un empleado
fijo de Talleyrand, pero era el cocinero favorito de este principe, (uno de los más
exquisitos gourmets de todos los tiempos) y era llamado como extra siempre que
se organizaba un banquete. El respeto y la admiración entre ambos eran mutuos:
Carême consideraba al principe el mejor de sus anfitriones y el gastrónomo más
entendido de todos los que trató, por su parte, Tayllerand recomendaba a Carême
como su cocinero favorito, que de este modo consiguió sentar plaza en las cocinas
de lo más florido de la nobleza europea.
Son numerosas las anécdotas que rodean los banquetes de Carême, la mayoría
relatadas por él mismo. Nuestra favorita es el demencial descontrol que rodeó el
Banquete de los Aliados, servido por Carême en 1815, en la llanura de Vertus.
Carême montó su cuartel general en una granja, y se hizo enviar desde París un
convoy de carretas con la vajilla y la mantelería, así como sendos rebaños de vacas
y corderos, fuertemente escoltados, para evitar el pillaje de las bandas de cosacos
saqueadores que pululaban por la zona. La principal preocupación de Carême no
fue, sin embargo, la precariedad de medios o la monstruosidad del banquete, sino
que los cuarenta cocineros que llevaba como ayudantes tuvieran que dormir en la
paja de un establo.
Carême ha sido nominado como "Le Dieu Carême", "le Napoleon des fourneaux" o
"Le cuisinier des rois et le Roi des cuisiniers", prueba suficiente de la admiración
que suscitaba entre los afortunados que disfrutaban sus creaciones. El 21 de junio
de 1894, París rindió homenaje a la memoria de Carême dando su nombre a una de
sus calles.
Carême tuvo una relación muy especial con la arquitectura: desde el temprano
estudio de la sección de grabados de la biblioteca nacional, pasando por los
espléndidos y complejos grabados con que ilustró sus obras, hasta los trabajos
puramente arquitectónicos que publico, mostró un especial talento como arquitecto.
Carême dice que "las bellas artes son la pintura, la música y la arquitectura, y la
principal rama de esta última es la pastelería". Los grabados y diseños de Carême
fueron estudiados y apreciados por los mejores arquitectos de la época, que no
dudaron del talento innato del genial cocinero para la arquitectura.
Carème, Marie-Antoine. Le Pâtissier royal parisien. Paris: J.G. Dentu, imp., 1815
Davis, Kathryn. Hell: a novel. Hopewell, New Jersey: Ecco Press, 1998 (En esta
curiosa novela de terror y misterio, uno de los personajes es el espíritu de Carême,
que mantiene una liza culinaria con otro de los personajes)