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w w w . m e d i a c i o n e s .

n e t

Los ejercicios del ver


Hegemonía visual y
ficción televisiva

Jesús Martín-Barbero y Germán Rey

Introducción
(Gedisa, Barcelona, 1999)

« En la simbolización y la ritualización del lazo social se


entretejen los flujos y redes comunicacionales de
manera cada día más densa, lo que produce un des-
ordenamiento cultural. La televisión emerge como un
escenario cotidiano que representa lo social y constituye
imaginarios colectivos al escenificar los desencantos,
deseos y esperanzas en los que mucha gente se
reconoce. Los autores escogen la telenovela, el principal
producto cultural latinoamericano destinado al gran
público, para mostrar en su itinerario histórico y su
conformación como género las conexiones entre
memoria y relato, el entrecruzamiento de las
tradiciones, los cambios políticos del continente, las
articulaciones entre lo nacional y la cultura mundial.
Este género ejemplifica los des-centramientos y las
conmociones sociales, culturales y políticas en un mundo
donde fluyen persistentemente las imágenes. »
2

Los cuerpos se mueven todos al mismo vaivén, los rostros


llevan todos la misma máscara y las voces producen el
mismo grito. Al ver en todas las caras la imagen del deseo
y al oír de todas las bocas la prueba de su certeza, cada
uno se siente unido, sin resistencia posible, a la convic-
ción común. La creencia se impone porque la sociedad
gesticula, y ésta gesticula debido a la creencia.
Marcel Mauss

La palabra se torna, cada vez más, en leyenda de la ima-


gen. Regresamos a una disposición de los «espacios de
sentido» en que los elementos imagéticos ocupan una
porción creciente en todo. Pero lo que sucede ahora es al-
go nuevo: una violencia deliberada toca los lazos
primarios de la identidad y de la cohesión social produci-
dos por una lengua común.
George Steiner

Desde el principio la imagen fue a la vez medio de expre-


sión, de comunicación y también de adivinación e inicia-
ción, de encantamiento y curación. “Más orgánica que el
lenguaje, la imaginería procede de otro elemento cósmico
cuya misma alteridad es fascinante”1. De ahí su condena
platónica al mundo del engaño, su reclusión-confinamiento
en el campo del arte, y su asimilación a instrumento de
manipuladora persuasión religiosa, ideológica, de sucedá-
neo, simulacro o maleficio. Incluso su sentido estético está
con frecuencia impregnado de residuos mágicos o amena-
zado de travestismos del poder político o mercantil. Frente

1
R. Debray, Vida y muerte de la imagen, Paidós, Barcelona, 1992, p. 53.

Los ejercicios del ver. Introducción.


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a toda esa larga y pesada carga de sospechas y descalifica-


ciones se abre paso una mirada nueva que, de un lado, des-
cubre la envergadura actual de las hibridaciones entre visuali-
dad y tecnicidad y, de otro, rescata las imaginerías como
lugar de una estratégica batalla cultural.

Confundido por unos con las identificaciones primarias y


las proyecciones irracionales, y por otros con las manipula-
ciones consumistas o el simulacro político, el actual régi-
men de la visualidad se halla aún socialmente dicotomizado
entre el universo de lo sublime y el del espectáculo-
divertimento.2 Pero en los últimos años la iconografía, la
semiótica y el psicoanálisis han ido reubicando la imagen
en la complejidad de sus oficios y lenguajes, pues en la
experiencia social que ella introduce emerge la relación
constitutiva de las mediaciones tecnológicas con los cam-
bios en la discursividad, sus nuevas competencias de
lenguaje: desde los trazos mágico-geométricos del homo
pictor, al sensorium laico que «revela» el grabado o la fotogra-
fía, y los relatos inaugurados por el cine y el vídeo.3 Lo que
sale a flote en ese recorrido no son sólo las complejidades
de lenguajes y escrituras de la imagen, las imaginerías y los
imaginarios, sino también su desgaste, el vaciado de sentido
que sufre la imagen sometida a la lógica de la mercancía: la
insignificancia corroyendo el campo mismo de las imágenes
del arte, al mismo tiempo que se produce una estetización
banalizada de la vida toda; la proliferación de imágenes en
las que, como ha dicho Baudrillard, «no hay nada que ver».
Importa igualmente el ocultamiento de lo real producido

2
Una de las expresiones más radicales de esa dicotomía en N. Postman,
Divertirse hasta morir, Ediciones de la Tempestad, Barcelona, 1991.
3
Una espléndida panorámica de estas transformaciones en R. Gubern,
La mirada opulenta, Gustavo Gili, Barcelona, 1987. Complementaria de
este panorama hay una obra que recoge la formación de “la visión”
moderna de la imagen: D.M. Levin (comp.), Modernity and the Hegemony
of Vision, University of California Press, Los Ángeles, 1993.

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por el discurso audiovisual de la información, en el que la


sustitución de la cifra simbólica, anudadora del pasado y el
presente, por la fragmentación que exige el espectáculo,
transforma el deseo de saber en mera pulsión de ver. Por su
parte el primado del objeto sobre el sujeto hace de la ima-
gen, protagonista del discurso publicitario, una estrategia de
seducción y obscenidad, de puesta en escena de una libera-
ción perversa del deseo cuyo otro no es más que el simulacro
fetichista de un sujeto devenido él mismo objeto.

De lo que trata este libro es de los avatares culturales, po-


líticos y narrativos del audiovisual, y especialmente de la
televisión. Primer movimiento: la hegemonía audiovisual
–entre otros procesos de fin de siglo– está des-ubicando el
oficio, y la autoridad, de los intelectuales e introduciendo
en el mundo de la cultura occidental un agrio sabor a deca-
dencia inatajable, producida por el des-orden que padecen
las autorías y las jerarquías. En América Latina la hegemo-
nía audiovisual des-cubre, pone al descubierto, las contra-
dicciones de una modernidad otra, esa a la que acceden y de
la que se apropian las mayorías sin dejar su cultura oral,
mestizándola con las imaginerías de la visualidad electróni-
ca. Segundo movimiento: más que una enfermedad de la
política, la massmediación televisiva apunta en dirección a
la crisis de la representación y a las transformaciones que
atraviesa la identidad de los medios. Y ello por el estallido que
vive el espacio audiovisual en sus oficios y alianzas, en sus
estructuras de propiedad y gestión, y en las reconfiguracio-
nes del discurso televisivo; pero especialmente por el
adensamiento de las mediaciones de la sensibilidad y la
teatralidad de la política –a la vez espacio de simulación y
de reconocimiento social, del hacerse socialmente visible
tanto la corrupción como su fiscalización y denuncia, tanto
los dolorosos avatares de la guerra como las luchas por la
paz–. Tercer movimiento: el de las narraciones televisivas
que encarnan la inextricable trabazón de las memorias y los

Los ejercicios del ver. Introducción.


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imaginarios; la geografía sentimental que del bolero y el


tango reencarnó en la radionovela, el melodrama cinemato-
gráfico y finalmente en la telenovela. Movimiento que
incluye todo lo que ahí circula de experiencia del mercado
en renovar el desgaste narrativo –juntando el contar cuentos
con el saber hacer cuentas, pero también con la lucha de los
pueblos sur por entrar a contar en las decisiones que los afec-
tan, esto es por el derecho a contar sus historias, y des-
cubrir/recrear en ellas –en los relatos que la hacen local y
mundialmente reconocible– su identidad plural.

De la secuencia de movimientos que aquí se despliegan


no podemos salir sin reencontrarnos con el motivo (en jerga
musical) que los sostiene y enlaza, pues el des-ordenamiento
cultural que atravesamos se debe en gran medida al entrela-
zamiento cada día más denso de los modos de simbo-
lización y ritualización del lazo social con los modos de
operar de los flujos audiovisuales y las redes comunicacio-
nales. El estallido de las fronteras espaciales y temporales
que ellos introducen en el campo cultural des-localizan los
saberes des-legitimando las fronteras entre razón e imagina-
ción, saber e información, naturaleza y artificio, ciencia y
arte, saber experto y experiencia profana. Lo que modifica
tanto el estatuto epistemológico como institucional de las
condiciones de saber y de las figuras de razón en su conexión
con las nuevas formas del sentir y las nuevas figuras de la
socialidad. Estos desplazamientos y conexiones empezaron
a hacerse política y culturalmente visibles en los movimientos
del 68 desde París a Berkeley pasando por Ciudad de Méxi-
co. Entre lo que dicen los graffitis –«Hay que explorar
sistemáticamente el azar», «La ortografía es una mandari-
na», «La poesía está en la calle», «La inteligencia camina
más pero el corazón va más lejos»– y lo que cantan Los
Beatles –necesidad de liberar los sentidos, de explorar el
sentir, de hacer estallar el sentido–; entre la revuelta de los
estudiantes y la confusión de los profesores, y en la revoltu-

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ra que esos años producen entre libros, sonidos e imágenes,


emerge un des-orden cultural que cuestiona las invisibles for-
mas del poder que se alojan en los modos del saber y del
ver, al tiempo que alumbra unos saberes-mosaico, hechos
de objetos móviles, nómadas, de fronteras difusas, de inter-
textualidades y bricolages.

Si ya no se escribe ni se lee como antes, es porque tampo-


co se puede ver ni expresar como antes: «Es toda la
axiología de los lugares y las funciones de las prácticas
culturales de memoria, de saber, de imaginario y creación la
que hoy conoce una seria reconstitución».4 La visualidad
electrónica ha entrado a formar parte constitutiva de la
visibilidad cultural, esa que, según A. Renaud, es a la vez
entorno tecnológico y nuevo imaginario capaz de hablar
culturalmente: de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva
era de lo sensible.

4
A. Renaud, Videoculturas de fin de siglo, Cátedra, Madrid, 1990, p. 17.

Los ejercicios del ver. Introducción.

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