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ecisión

Regímenes Constitucionales Contemporáneos


Carlos Aragón Navarro

Sumario: Marb ur y v. Ma di son . Lo s


I. El Contexto; lím ite s d e l a Cor te
II. Marbury vs.
MadisMarbury on; Por: Carlos Aragón Navarro
III. Conclusiones;
Referencias. “Just as George Washington helped shape the actual
form the executive branch would take, so the third chief
that justice, John Marshall, shaped the role that the
courts would play…”
George L. Haskins
Resumen

Marbury vs. Madison es casi una denominación de origen en el derecho de Estados


Unidos y es la piedra angular de su revisión judicial. El caso resulta de una petición a la
Suprema Corte por parte de William Marbury -que había sido designado Juez de Paz por
el Presidente Adams poco antes de dejar su cargo- cuya comisión nunca se entregó,
privándolo así de su derecho a ejercer. El hecho es que, cuando Tomás Jefferson tomó
posesión, ordenó a James Madison, Nuevo Secretario de Estado, que detuviera el
nombramiento de Marbury y otros jueces recién designados. Incapacitados para asumir
su puesto sin los documentos de comisión, los afectados pidieron a la Corte que forzara
a Madison a entregarles las comisiones. Como Marbury presentó su moción de
Mandamus directamente en la Suprema Corte, ésta necesitó ejercer jurisdicción
original sobre el caso, a efecto de poder radicarla. El Presidente de la Corte, John
Marshall, escribió el proyecto de sentencia y resolvió el caso mediante la formulación
de tres preguntas directas: Marbury… ¿tenía derecho al cargo que solicitaba?; Si tenía
ese derecho y había sido violado, ¿las leyes del país le concedían un medio de
defensa?; y, por último: ¿Pedirle a la Suprema Corte la emisión de un Mandamus… era
el recurso adecuado? Luego de un análisis magistral, Marshall declaró que (i) Marbury
tenía derecho al cargo que reclamaba y, por ende, que Madison debió entregarle el
documento de comisión, (ii) que, en efecto, las leyes de Estados Unidos garantizaban la
reparación del agravio; y, finalmente, (iii) que la sección 13 del Acta Judicial de 1789
que había otorgado a la Suprema Corte el poder de emitir autos de Mandamus excedía
la autoridad dada a ésta por el Artículo III de la Constitución, y por lo tanto era nula y
sin valor. Con base sólo en la inconstitucionalidad de una sección del Acta Judicial, la
sentencia de la Suprema Corte negó la petición de Marbury. Con esto, la Suprema Corte
estableció, a la vez, el rol que le correspondía al Poder Judicial, el derecho de la Corte a
la revisión judicial y la Supremacía de la Constitución.

Palabras clave: Marbury, Revisión judicial, Madison, Marshall, Constitución.

Abstract

Marbury v. Madison, is a landmark case in United States law and the cornerstone of its
judicial review.
The case results from a petition to the Supreme Court by William Marbury -who had
been appointed as Justice of the Peace by President Adams shortly before leaving
office-, but whose commission was never delivered, depriving him from his position.
The fact is that, when Jefferson assumed office, he ordered the new Secretary of State,
James Madison, to withhold Marbury's and several other judge's commissions. Being
unable to assume the appointed offices without the commission documents, plaintiffs
petitioned the Court to force Madison to deliver the commissions. Because Marbury
filed his petition for the writ of Mandamus directly in the Supreme Court, the Court
needed to be able to exercise original jurisdiction over the case in order to have the
power to hear it. Chief Justice, John Marshall, wrote the sentence of the court and
solved the case arising three direct questions: Did Marbury have a right to the
commission?; If he did, do the laws of the country provided Marbury a legal remedy?;

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and, finally, was asking the Supreme Court for a writ of Mandamus the correct legal
remedy?
After a masterly analysis,. Chief Justice Marshall declared that (i) Marbury had the right
to be a justice and, therefore Madison should have delivered him the commission, (ii)
that, in fact, the laws of the United States warranted plaintiff´s relief, and finally, (iii)
that section 13 of the Judiciary Act of 1789 that gave the Supreme Court the power to
issue writs of Mandamus exceeded the authority allotted the Court under Article III of
the Constitution, and was therefore null and void. Based only on the unconstitutionality
of a certain section of foresaid Act, the Supreme Courts´ resolution denied Marbury's
petition. With this, the Supreme Court established, at once, the role that belonged to
the Judicial Power, the right of the Court of a judicial review and the Constitution´s
supremacy.

Key words: Marbury, Judicial Review, Madison, Marshall, Constitution.

I. El contexto

1800. Sólo habían pasado 11 años desde que la joven república de los Estados
Unidos lograra su independencia de Inglaterra y Thomas Jefferson se convertía ya
en su Tercer Presidente electo, luego de vencer a John Adams.

En una lucha implacable, que patentizaba el espectro total de la codicia humana,


después de haber decidido quién ostentaría la titularidad del Poder Ejecutivo los
miembros de los partidos Federalista y Republicano se disputaban cada migaja de
poder, riñendo tanto por los escaños del Congreso como por cada circunscripción
judicial.

Las administraciones de los Presidentes George Washington y John Adams


habían acumulado y concentrado el poder judicial desde el mismo inicio de la
República: Únicamente simpatizantes del Partido Federal –al que ambos
mandatarios pertenecían- habían sido nombrados jueces y, muchos de ellos
conservarían el cargo en forma vitalicia.

En consecuencia, cuando los Jeffersonianos lograron obtener la titularidad de los


poderes ejecutivo y legislativo, se encontraron con que, pese a que controlaban la
Presidencia y el Congreso, los Federalistas aún poseían el control del Poder
Judicial.

El grado de abuso al que habían llegado los titulares del Ejecutivo se patentizaba
en uno de los últimos actos de John Adams como Presidente: A pocos días de
acabar su mandato y en el colmo de la ambición, Adams creó, con apoyo de un
Congreso a modo, decenas de puestos judiciales, que se apresuró a ocupar con
aliados e incondicionales. Todavía un día antes de que entregara el mando,

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numerosos oficios eran enviados a los nuevos jueces, ratificándoles su


designación.

Sin embargo, para que los nuevos jueces entraran plenamente en funciones –y
eso se consideraba poco más que un simple formalismo- los nombramientos
debían ser entregados físicamente a los nuevos jueces y esto era un requisito
irreductible para que los nuevos magistrados asumieran su puesto. La salida de
Adams de la Oficina de la Presidencia impidió que algunos de los beneficiados
por la designación del Presidente gozaran del obsequio: Algunas “comisiones” no
llegaron a tiempo.

Toda vez que la entrega de los oficios se asumía como un “mero trámite”, el
Secretario de Estado saliente supuso que, quien ocupara su puesto haría entregar
tales oficios, perfeccionando así las muy discutibles designaciones.

Sin embargo, cuando Jefferson se arrogó la presidencia, una de las primeras


acciones que emprendió fue ordenar a su flamante Secretario de Estado, James
Madison, que se abstuviera de entregar los oficios a los jueces faltantes.

Esa decisión afectó a varios hombres pero fue William Marbury –fiel seguidor del
ex Presidente Adams, y hombre acaudalado- quien, junto con otros tres presuntos
jueces, inició una acción contra el Secretario de Estado, James Madison, a efecto
de obligarlo a que les entregara sus comisiones como Jueces de Paz.

El procedimiento que Marbury ideó para ese efecto fue solicitar directamente de la
Suprema Corte un Writ of Mandamus –especie de decreto u orden judicial que
impelía, coercitivamente, a una autoridad inferior a la Suprema Corte a realizar un
acto determinado- para que ésta forzara al Secretario Madison a entregar el
nombramiento.

Ese era el contexto. La discusión, si bien se presentaba como un juicio por


cuestiones legales, llevaba en su sustrato un poderoso contenido político…

El Nuevo Presidente de la Suprema Corte, John Marshall, supo ver que, si la


Corte entregaba a Marbury el decreto judicial de Mandamus que exigía y la
Administración Jefferson ignoraba la orden de la Corte, esto debilitaría a todo el
sistema judicial. Pero, por otro lado, si la Corte negaba el mandato, parecería que
los jueces se negaban a impartir justicia por temor o interés.

Desde cualquier ángulo, el caso amenazaba convertirse en una ofensa irreparable


al principio de la supremacía de la ley.

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II. William Marbury v. James Madison, Secretario de Estado de los Estados


Unidos

Se puede acceder a la jurisdicción de la Suprema Corte: (i) promoviendo


directamente; (ii) promoviendo en una Corte Federal de menor jerarquía y
apelando hasta la Suprema Corte; y (iii) promoviendo en una Corte Estatal, y
luego llevando la apelación hasta la Suprema Corte.

En el primer caso, la Corte ejerce jurisdicción original y en los otros, despliega su


jurisdicción como tribunal de apelación.

Ahora bien, como Marbury promovió su petición para obtener la orden de


Mandamus directamente en la Suprema Corte, para ejercer jurisdicción original
sobre el asunto y poder darle entrada, ésta requería ser competente.

Su competencia –y posteriormente, el fondo del asunto- se definió con base en


razonamientos lógico-jurídicos de gran mérito, y los siguientes artículos:

U.S. Const. art. III, § 2 Clause 2

"In all Cases affecting Ambassadors, other public Ministers and


Consuls, and those in which a State shall be a Party, the supreme
Court shall have original Jurisdiction. In all the other Cases before
mentioned [within the judicial power of the United States], the
supreme Court shall have appellate Jurisdiction, both as to Law and
Fact, with such Exceptions, and under such Regulations as the
Congress shall make."

[En todos los casos que involucren Embajadores, otros Ministros


Públicos y Cónsules, y en aquellos en los que el Estado deba ser
parte, la Suprema Corte deberá tener jurisdicción original. En todos
los otros casos antes mencionados –dentro del poder judicial de los
Estados Unidos- la Suprema Corte tendrá jurisdicción en vía de
apelación, tanto en materia de Leyes como en Actos, con las
Excepciones y bajo los Reglamentos que el Congreso elabore]

Judiciary Act of 1789, § 13

"The Supreme Court shall also have appellate jurisdiction from the
circuit courts and courts of the several states, in the cases herein after
provided for; and shall have power to issue writs of prohibition to the

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district courts . . . and writs of mandamus . . . to any courts appointed,


or persons holding office, under the authority of the United States."

[La Suprema Corte también deberá tener jurisdicción en vía de


apelación proveniente de las Cortes de Circuito y de las Cortes
Estatales, en los casos previstos por la ley; y deberá tener poder para
emitir órdenes judiciales inhibitorias a las Cortes de Distrito… y
órdenes de Mandamus… dirigidas a cualquier Corte, o a servidores
públicos, bajo la autoridad de los Estados Unidos]

Así las cosas, en Diciembre de 1801, William Marbury, Dennis Ramsay, Robert
Townsend y William Harper “a través de su abogado”1, solicitaron de la Corte que
requiriera a James Madison, Secretario de Estado de los Estados Unidos, para
que justificara “porqué no debiera expedirse un Mandamus ordenándole que
remitiera a aquéllos sus respectivos nombramientos como jueces de paz del
Distrito de Columbia…”2

El 24 de febrero de 1803, el Presidente de la Suprema Corte, el Juez Marshall,


expresó la siguiente opinión del Tribunal…:

“De acuerdo con el orden en que el Tribunal ha analizado este caso,


se han suscitado y resuelto las siguientes cuestiones:

Primera: Marbury, ¿tenía derecho al cargo que solicitaba?;

Segunda: Si tenía ese derecho y ha sido violado, ¿las leyes del país
le conceden un medio de defensa?; y,

Tercera: Pedir a la Suprema Corte la emisión de un Mandamus, ¿fué


el recurso adecuado?

La primera interrogante se resolvió con base en las pruebas que acreditaron sin
lugar a dudas que Marbury había sido debidamente designado por el Presidente,
que tal designación había sido ratificada por el Congreso y que su oficio de
“comisión” había sido sellado por el Secretario de Estado en funciones. Elemento
fundamental también lo fue el hecho de que, como la ley que creaba el cargo
confería al designado el derecho a desempeñarlo durante cinco años, con
independencia del Poder Ejecutivo, el nombramiento no podía ser revocado. Por
tanto, la ilegal retención del oficio de comisión era un acto que la Corte estimaba
1
Referencia
2
Otra

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no sólo no autorizado por la ley, sino -además- lesivo de un derecho legalmente


adquirido.

Por lo tanto, la respuesta que la Suprema Corte se dio a la primera pregunta fue
afirmativa: Marbury tenía un derecho vigente.

La segunda pregunta fue atendida con base en silogismos impecables y obtuvo, a


la postre otra respuesta afirmativa: Marbury era titular de un derecho que había
sido violado, y la esencia misma de la libertad civil consistía en el derecho que
asiste a cualquier individuo a demandar la protección de las leyes siempre que
sufra un perjuicio.

Bajo la premisa de que “el Gobierno de los Estados Unidos ha sido enfáticamente
calificado como un gobierno de leyes y no de hombres, y dejaría ciertamente de
merecer tan alto apelativo si las leyes no previesen remedios ante la lesión de
derechos adquiridos”, se derivó que “cuando la ley establece un deber específico
y existen derechos individuales que dependen del cumplimiento de ese deber, es
claro que el ciudadano que se considere perjudicado tiene el derecho de apelar a
las leyes de su país en busca de una reparación…”3

En consecuencia: Se declaró que sí existía un medio de defensa que podría


proteger a William Marbury contra la exacción que había sufrido.

La tercera pregunta quedó vinculada a dos ejes: Primero, la naturaleza de la


resolución que se solicitaba, y, segundo, la jurisdicción de la Suprema Corte.

Por cuanto a la naturaleza de la resolución, se hizo evidente que el “Mandamus”


solicitado no tenía por objeto la realización de un acto expresamente contenido en
la ley.

No obstante, ya se había concluido que el demandante tenía, con relación a ese


nombramiento, un derecho adquirido del que el Ejecutivo no podría privarle… La
ley del Congreso, ciertamente, no ordenaba al Secretario de Estado que enviase
el documento, pero si el nombramiento se ponía en manos del Secretario era
concretamente para que lo recibiera quien tuviese derecho a él, y por lo tanto, el
Secretario no podía retenerlo más legalmente que si lo hiciera cualquier otra
persona.

Bajo esas consideraciones, el Juez Marshall concluyó que, en la especie, se


trataba de un caso claro en el que era procedente entregar el oficio de comisión…

3
Una más

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El segundo eje de la última pregunta encerraba, en sí mismo, el quid del asunto. Y


debía juzgarse con equidad, justicia y sensibilidad política. Debía ser
irreprochable…

Lo fue.

Quedaba por dilucidar si el Mandamus exigido por el promovente podía ser


expedido por la Suprema Corte.

Antes señalamos que el artículo 13 del Acta Judicial de 1789 facultaba a la


Suprema Corte para: “Dirigir Mandamus, en los casos en que proceda de acuerdo
con los principios y costumbres del Derecho, a cualquier tribunal nombrado, o a
personas que ocupen un cargo, bajo la autoridad de los Estados Unidos”.

Bajo esa lógica, parecía evidente que el Secretario de Estado, siendo una
persona que ostenta un cargo bajo la autoridad de los Estados Unidos, estaría
nítidamente incluido en la hipótesis de la descripción legal, de no mediar un
obstáculo legal… un vicio de origen.

En términos de jerarquía de normas y respeto al proceso legislativo, el Acta


Judicial de 1789 desbordaba las facultades que el constituyente le había otorgado
a la Suprema Corte.

La Constitución permitía expedir un Mandamus a la Suprema Corte, únicamente


en vía de apelación, no con jurisdicción original y, por lo tanto, para que la
Suprema Corte pudiese expedir un mandamiento de ese tipo debía haberse
demostrado que estaba ejerciendo jurisdicción de apelación… Y no era el caso.

La característica esencial de la jurisdicción de apelación es que revisa y corrige


los procedimientos de una causa previamente creada, no crea la causa.

El dilema que le quedó al juzgador fue entonces decidir si es que la Constitución


podía y debía imponerse sobre cualquier otra disposición legislativa que le fuese
contraria, o si el legislador podía cambiar la Constitución mediante una ley
ordinaria.

Entre estas alternativas no había término medio. O la Constitución era reconocida


como La norma superior y suprema, inalterable por medios ordinarios, o se le
ubicaba en el mismo nivel que las leyes ordinarias, sujetándola, como cualquiera
de ellas, a ser modificable cuando al legislador le viniese en gana.

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Puestos a decidir, se tenía que si la primera alternativa era la verdadera –es decir,
si la Constitución podía imponerse sobre cualquier otra norma secundaria-
entonces una disposición legislativa contraria a la Constitución no sería derecho.
Por otro lado, si el segundo criterio era el vigente –esto es, si la Constitución era
una ley igual a las demás- entonces las Constituciones escritas no serían más
que “absurdos intentos por parte del pueblo de limitar un poder por su propia
naturaleza ilimitable”

La conclusión se fundó en la idea toral consistente en que, si una ley contraria a la


Constitución es nula, ¿cómo podría vincular a los tribunales y obligarles a darle
efectos a pesar de su invalidez?

El razonamiento no admitía réplica, y toda vez que es competencia y deber del


Poder Judicial decir qué es derecho, los que aplican la norma a los casos
concretos tienen, necesariamente, que explicar e interpretar esa norma. Si dos
leyes entran en conflicto, son los tribunales los que deben pronunciarse sobre la
eficacia de cada una de ellas.

De tal manera, se concluyó que, si una ley se opone a la Constitución, el tribunal


tendrá que determinar cual de las dos normas en conflicto rige el caso.

¿Por qué motivo juraría el juez desempeñar sus funciones de conformidad con la
Constitución de los Estados Unidos si luego ella no fuese una norma llamada a
disciplinar efectivamente su actividad, si hubiera de permanecer cerrada y no
pudiese ser examinada por él?

Por otra parte, tampoco carece de valor el hecho de que la Constitución al


declarar cual será la ley suprema del país se mencione a sí misma en primer
lugar, y de que al referirse a las leyes de los Estados Unidos, no lo haga en
general, sino atribuyendo sólo esa condición a las que se elaboren de acuerdo
con ella.

De modo que los propios términos de la Constitución de los Estados Unidos


confirman y refuerzan el principio, que se supone inherente a todas las
Constituciones escritas, de que una ley contraria a la Constitución es nula, y de
que los tribunales, como los demás poderes, están vinculados a la misma.

La petición del demandante debía ser rechazada. Lo fue

William Marbury nunca llegó a ser juez.

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III. Conclusiones

Pocas cosas despiertan tanta, y tan justificada admiración, como la inteligencia.


Esa es, sin duda, una característica señera de la raza humana, que separa al
hombre de la bestia.

Cuando a la inteligencia le nutren: la razón, la experiencia y una extremada


sensibilidad social, nos encontramos con un caso de excepción.

Es ése el legado que nos entregan John Marshall, Presidente de la Suprema


Corte y su pleno. Habilidad y técnica jurídicas aunadas a un profundo sentido
de practicidad.

En un mundo de leyes, debe tenerse en cuenta cuál es el origen y jerarquía de


ellas, y en un sistema jurídico que basa su equilibrio en un sistema de frenos y
contrapesos, la arrojada prudencia de uno de sus dirigentes puede sentar las
bases de un verdadero Estado de Derecho.

Marbury vs. Marshall trasciende pues el tiempo y las fronteras porque refleja
muchas de las virtudes y los vicios propios del ser humano, y destaca el cómo,
cuando se conjugan los mejores valores de los hombres, la justicia y la ley
pueden ir de la mano.

IV. Referencias

CORNELL University, Law Scholl, Marbury v. Madison, Syllabus, [en línea],


Estados Unidos de América, 2003, [citado 24-10-07] Formato PDF, Disponible
en internet:
http://www.law.cornell.edu/supct/search/display.html?terms=Madison%20v.%20
Marbury&url=/supct/html/historics/USSC_CR_0005_0137_ZS.html
HASKINS, George L., Marbury v. Madison, [en línea] en “Foundations of Power:
John Marshall, 1801-1815 (1981); Donald O. Dewey, Marshall v. Jefferson: The
Political Background of Marbury v. Madison (1970)”. Estados Unidos de
América, 2002, [citado 24-10-07] Formato Html, Disponible en internet:
http://jus2.uol.com.br/doutrina/texto.asp?id=5838
SARITI W., Anthony, Revisión Judicial, en Issues of Democracy Democracy and
Human Rights, [en línea] Estados Unidos de América, Septiembre 1999,
[citado 24-10-07] Formato Html, Disponible en internet:
http://usinfo.state.gov/journals/itdhr/0999/ijds/messitto.htm#top
SMITH, Jean Edward, Stacking the Court, [en línea], en New York Times.com,
Estados Unidos de América, Octubre 23, 2007, [citado 24-10-07] Formato
Html, Disponible en internet:

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