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PRIEST, Graham.

Una brevı́sima
introducción a la lógica, México D.F.:
Océano, 2006. ARG$32.00
Rafael Mora Ramı́rez
UNMSM

Muchos manuales sobre lógica tratan (sin lograrlo) de motivar al intere-


sado para que vuelva su mirada a las fórmulas, las matrices y las leyes. El
dictum de los autores de estos manuales está basado en un saber-hacer, en
un saber aplicar mecánicamente y con rigor ciertas reglas para transformar
unas manchas de tinta en otras. Estos autores son profesores de lógica y no
lógicos propiamente dicho, porque los lógicos no hacen manuales que sirvan
de guı́a, sino libros llenos de sabidurı́a. Un buen libro de lógica deberı́a intri-
gar a quien lo lee, haciéndole ver que el mundo tan cotidiano de las palabras
y las representaciones mentales tienen una estructura determinable y que,
por lo general, bajo esta estructura es posible hallar detalles problemáticos
y profundos a nivel filosófico. Debido a esto, es que los estudiantes no en-
cuentran las motivaciones suficientes para profundizar el estudio de la lógica.
Frente a esta falta de motivaciones, aparece la figura del experto en Lógi-
ca Paraconsistente, Graham Priest, para generar una nueva confianza en el
principiante. La frescura con la que expone sus temas tan sólo puede causar
deleite a los ojos ya acostumbrados a los antiguos manuales donde las letras
y los números al estar tan juntos y pegados parece que conspiraran contra
quien desea saber más. Este libro está dirigido a matemáticos, a lógicos y a
profesores; pero sobre todo a los que no encuentran razones suficientes para
gustar de la lógica porque, para su mala suerte, no tuvieron una primera
buena impresión de ella.
En este libro, G. Priest expone temas tradicionales tales como: la validez,
las funciones de verdad, la identidad, el condicional, los nombres y cuanti-
ficadores, las descripciones, y también un poco de historia de la lógica. La
diferencia que impone reside en el enfoque que les da a estos tópicos: cita a
“A través del espejo” de Lewis Carroll, construye argumentos que demues-
tran la existencia de Dios, y brinda ejemplos tan sencillos como graciosos.

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Sin embargo, al ser un lógico nato, Priest no se conforma con estos temas
tan tı́picos. Su ambición de generalidad extrema lo lleva a desarrollar temas
novedosos para hacer que hasta el más pesimista en relación con el desarrollo
de la lógica sienta que necesita de este instrumento para seguir en carrera.
Estos otros temas son: la autorreferencialidad, la vaguedad, conceptos bási-
cos de lógica modal, conceptos básicos de lógica temporal, la probabilidad y
la teorı́a de la decisión. En estos últimos temas reservados para los iniciados,
Priest nos pide, a los no-expertos, que no nos enredemos en el frı́o cálculo
numérico, sino que nos invita a enfocarnos en el aspecto consecuencialista
de su exposición. Debemos creer en sus resultados matemáticos a fin de no
perdernos en el cálculo injustificado: lo más relevante es el razonamiento en
sı́, no los procedimientos matemáticos.
Veamos algunos de sus logros.
En el capı́tulo 4, se ensaya una prueba de la existencia de Dios inspirada
en la que Descartes proporciona en las “Meditaciones”: “Dios tiene todas las
perfecciones. La existencia es una perfección. Por lo tanto, Dios existe”. Esta
prueba podrı́a convencer a un creyente, pero no serı́a aceptada en términos
lógicos. La descripción definida asociada a Dios contiene a la existencia como
una de sus posibles propiedades (p. 44s). Esto produce que supongamos lo
que debemos demostrar: aquı́ existe circularidad. Con esto, Priest nos da la
impresión de que la lógica puede sacarnos del yugo de la creencia injustifica-
da y no razonada. En el capı́tulo 13 proporciona otros argumentos a los que
opone réplicas: “Debemos creer en Dios pues si existe, podrı́amos amargarlo.
Luego, creer en el Señor es lo más prudente”. La réplica que desde la Teorı́a
de la Decisión se propone es la siguiente: “No omitamos algunas posibilida-
des relevantes. No hay sólo un Dios posible, hay muchos: el Dios Cristiano,
el Alá del Islam, el Brahman del Hinduismo, y muchos otros que veneran
varias religiones menores” (pp. 129-138). Después de este argumento, Priest
continúa con sus cálculos en el capı́tulo mencionado. En la parte casi final
del texto se propone la situación en la que Dios nos ha dejado caer en el
infierno. En esta situación, el Diablo se nos acerca y nos hace una apuesta:
“Tengo una moneda. Si sale cara, entonces saldrás e irás al cielo; y si sale
sello, entonces te quedarás conmigo aquı́ por toda la eternidad”. Es obvio que
el diablo controla la moneda y lo único que quiere es jugar sucio. Nuestros
cálculos nos dicen que si tomamos una decisión nos arriesgarı́amos a una eter-
nidad infernal. Es más, el Diablo en su posición de asesor del mal nos da la
siguiente información: “Si esperas un dı́a más, entonces las probabilidades de
salir serán mejores”, yendo ası́ en contra de la frase “No dejes para mañana
lo que puedes hacer hoy” (lo cual no debe sorprendernos pues el Diablo no
es precisamente una fuente de virtudes). En esta situación, parece que lo
más prudente y racional es esperar hasta mañana eternamente, para que las

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probabilidades de salir sean mejores. Pero, de tomar esta decisión resultarı́a
una eterna espera para nosotros. Entonces, podemos concluir que arrojar la
moneda de una buena vez debe ser mejor decisión que quedarse eternamen-
te en el infierno tan sólo para aumentar las probabilidades a nuestro favor.
Ası́ que, al parecer, la única cosa racional por hacer es ser irracional. Estos
ejemplos sacados del libro de Priest son indicadores de la nueva vitalidad que
imprime la modernidad a los estudios en lógica, y que en adelante debemos
imitar.
Opino que la didáctica de este libro pone en entredicho la división de
la lógica en formal e informal. Esta distinción está basada en el principio de
mejor aprendizaje: para motivar el estudio de la lógica partimos escudriñando
el lenguaje natural y de ahı́ pasamos al análisis riguroso y formal. Pero, el
lenguaje natural puede estar en manos de un “lógico literario” y puede ser
incluso más difı́cil de manejar que el mismo lenguaje formal. Este es el caso de
Lewis Carroll. Y es citando al autor de “A través del espejo” como comienza
“Una brevı́sima introducción a la lógica”. Según Carroll: “Si ocurrió, puede
ser, y si ocurriera, serı́a. Pero como no ocurre, no es. Eso es la lógica” (p. 13).
Surge entonces la cuestión de hasta que punto el lenguaje puede ser divisible
en formal y natural: ¿O hay que imaginar que quien usa el lenguaje natural
es un insensato incapaz de tener creatividad lógico-literaria?

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