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EL HOMBRE NUEVO,

CONFIGURADO CON CRISTO

OBJETIVO CATEQUETICO
* Descubrir que por la vida de fe el hombre adquiere una nueva identidad:
es un hombre nuevo.

1. Identidad y vida de fe
El hombre que acepta con fe viva la revelación de Dios tiene una
nueva luz para saber quién es Dios y quién es el hombre. Dios nos ha
hablado de nuestro origen y de nuestro destino. Nos ha mostrado
nuestro camino. Quiere hacer de nosotros, en Cristo Jesús, un hombre
nuevo. Sólo Dios puede esclarecer plenamente el misterio del hombre:
su situación presente, sus aspiraciones profundas, su libertad, su
pecado, su dolor, su muerte, su esperanza de vida futura. El cristianismo
construye su identidad personal en la vida de fe, esperanza y caridad. El
creyente afirma su personalidad al profundizar en su relación personal
con Cristo (4).

2. Dios dirige la historia J/SEÑOR-HT:


Tanto el Viejo como el Nuevo Testamento anuncian un hecho que
conmueve los cimientos de la experiencia humana común: el hecho es
que Dios actúa en la historia. Su acción es muchas veces inadvertida.
Como dice el salmista: «por el mar iba tu camino, por las inmensas
aguas, tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas» (/Sal/076/20).
Desde Abraham al último de los profetas, éste es uno de los aspectos
más profundos y característicos de la historia de Israel: Dios dirige la
historia sin suprimir ni limitar la libertad de los hombres. Dios no nos
abandona (Cfr. Is 49, 1 5ss). A veces Dios interviene en ella de manera
significativa y manifiesta. Israel tuvo experiencia de esta intervención
misericordiosa de Dios: «Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos
parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares»
(Sal 125, 1-2) (5).

3. El gran acontecimiento: Jesús ha resucitado. Cristo es el Señor


El Nuevo Testamento nos presenta una nueva intervención de Dios,
verdaderamente inaudita, inesperada: «Todo Israel esté cierto de que al
mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor
y Mesías» (Hch 2, 36). Este es el gran acontecimiento de la historia de
salvación: un muerto, Jesús, condenado y ejecutado por la justicia de los
hombres, ha sido constituido Señor de la historia. ¡Al igual que a Yahvé
le corresponde el Nombre-que-está- sobre-todo-nombre! Este es el
kerygma (mensaje, proclamación) del Nuevo Testamento (6).

4. El amanecer de un nuevo día que no se cerrará jamás


TERCER-DIA:
La Iglesia primitiva tiene experiencia de esto, pues se le ha dado el
reconocer a Jesús en los múltiples signos que se producen como fruto de
su pascua. Su misterio pascual ha inaugurado para el mundo entero el
amanecer de un nuevo día, el día de la resurrección, el «tercer día». El
«tercer día» no es un día solar de calendario, sino todo un período, el
tiempo que sigue a la resurrección de Jesús. El «tercer día» es un día
que queda abierto y que no se cerrará jamás (Cfr. Tema 18). Es el
propio futuro del hombre el que ha quedado inaugurado con la
resurrección de Jesús y su constitución como Señor de la historia. En
Jesucristo ha aparecido así el verdadero prototipo del hombre. «Cristo
manifiesta plenamente el hombre al hombre» (GS 22). El es, por
antonomasia, el hombre nuevo (Ef 2, 15) (7).

5. El nacimiento de un nuevo hombre


Pablo sabe por experiencia que el que se ha encontrado con Cristo es
como si hubiera vuelto a nacer, una criatura nueva, un hombre nuevo (2
Co 5, 17). El confiesa que ha encontrado el verdadero y definitivo
sentido de su vida gracias al amor de Dios manifestado en Cristo Jesús;
ya nadie ni nada podrá separarle de ese amor (/Rm/08/35-39): en un
sentido profundamente cierto en el encuentro con Cristo ha sido
recreado. La profundidad de la relación interpersonal de Pablo con
Cristo queda expresada de forma difícilmente superable en la siguiente
fórmula: «¡Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí!» (Ga 2, 20)
(8).

6. Pablo, un hombre nuevo


El descubrimiento de este acontecimiento saca a Pablo «fuera de sí»,
derriba sus viejos centros de interés, invierte su jerarquía de valores,
quebranta los cimientos de su mundo: «Todo eso que para mí era
ganancia, lo consideré pérdida comparado con Cristo, más aún, todo lo
estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de
ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía -la de la ley- sino
con la que viene de ña fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se
apoya en la fe» (Flp 3, 7-9). Pablo es un hombre nuevo, radicalmente
transformado, está poseído totalmente por Jesús, con el que se ha
encontrado ya para siempre y de cuyo mensaje será el pregonero más
fiel. Proclamará no su palabra, sino la Palabra de Dios viva y operante
en los creyentes (1 Ts 2, 13) (9).

7. Situación y conducta del hombre nuevo.


Las bienaventuranzas, una llamada y una exhortación
Entre las enseñanzas de Jesús sobre la situación y la conducta del
hombre nuevo, del hombre que pertenece ya al Reino de Dios, destaca
el mensaje de las bienaventuranzas (Mt 5-7; Lc 6. 20ss).
Las bienaventuranzas de Jesús no son máximas de sabiduría, sino
-como la enseñanza de los profetas- una llamada y una exhortación.
Jesús, en el sermón de la montaña habla de los pobres y afligidos que no
tienen nada que esperar de este mundo, pero que lo esperan todo de
Dios; los que en su ser y en su conducta son mendigos ante Dios; los
misericordiosos que abren su corazón a los otros; los artífices de paz que
triunfan de la fuerza y de la violencia con la reconciliación, los que no se
encuentran a gusto en un mundo lleno de astucias, etc. Desde ahora, los
dichosos de este mundo no son ya los ricos, los satisfechos, aquellos
que son alabados por los hombres, sino los que tienen hambre, los que
lloran, los pobres, los perseguidos (Cfr. 1 P 3. 14; 4, 14). El mensaje de
las bienaventuranzas se dirige a todos los hombres. Se les invita a tomar
las actitudes de mansedumbre, paciencia y humildad, a renunciar a la
violencia y a no oponerse al mal con el mal (21).

8. El anuncio de un don y la proclamación de una exigencia:


«El Reino de Dios está cerca; convertíos.» (Mc 1. 15)
La palabra de Jesús, prometiendo la bienaventuranza, no es sólo el
anuncio de un consuelo para la otra vida; significa también que el reino
de Dios viene a nosotros. Todas las bienaventuranzas se orientan al
reino inminente de Dios: Dios quiere estar presente y estará presente en
todos los que tienen necesidad de El, para cada uno en particular; Dios
les consolará, les saciará, tendrá misericordia de ellos, les llamará hijos
suyos; les dará la tierra como heredad, les manifestará su rostro. Va a
establecer su reino en favor de ellos. Y este reino está cerca. Las
bienaventuranzas evangélicas no son sólo la proclamación de una
exigencia, sino ante todo el anuncio de un don. La auténtica felicidad
humana no se encuentra en la satisfacción de los propios egoísmos o en
las posesiones y bienes de este mundo, sino el camino de la
generosidad, del amor, de la entrega total en las manos de Dios. Dios se
entrega al hombre como un don. Jesús nos llama a vivir ya en
conformidad con esta situación de salvación que El nos ofrece de parte
de Dios. La gracia precede a la exigencia (22).

9. Jesús vivió personalmente el espíritu de las bianaventuranzas.


Jesús está en el centro de las bienaventuranzas evangélicas. Jesús
quiso encarnar las bienaventuranzas viviéndolas personalmente,
mostrándose manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Cuando el
Evangelio le llama a alguien bienaventurado, lo hace siempre en
referencia a Jesús (cfr. Lc 1,48; 11,27). Jesús llama bienaventurados a
los que escuchan la palabra de Dios (Lc 11, 28), a los que creen sin
haber visto (Jn 20, 29), a Simón, a quien el Padre reveló que Jesús es el
Hijo de Dios vivo (Mt 16, 17), a los que han visto a Jesús (Mt 13, 16), a
los discípulos que, esperando el retorno del Señor, serán fieles,
permanecerán vigilantes (Mt 24, 46) y perseverarán dedicados por
completo los unos a los otros (Jn 13,17; cfr. Ap 1, 3; 22, 7; 16,15; 19,9;
20, 6) (23).

10. La alegría del tesoro escondido


RD/ALEGRIA/FELICIDAD
Un aspecto importante del sermón de la montaña es la alegría. La
alegría es una característica esencial del Evangelio. La expresión
bienaventurados (dichosos), no sólo contiene una promesa, sino también
una felicitación. Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios en medio de
felicitaciones, de congratulaciones, de bienaventuranzas (Mt 5, 3-12).
Sería una contradicción anunciar la Buena Noticia en medio de la
tristeza: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el
campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va
a vender todo lo que tiene y compra el campo» (/Mt/13/44). El «ir», el
«vender», el «comprar» se debe a la alegría de haber descubierto en la
propia vida la acción de Dios. Esa alegría subyace a todas las decisiones
y también a todas las renuncias. Brota en medio de los insultos y de las
persecuciones (Mt 5, 11-12) y se hace incontenible cuando el discípulo
experimenta el poder de la Buena Nueva que anuncia (Lc 10, 17). Por
encima de todo, el verdadero motivo de la alegría evangélica es éste:
«Vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10, 20) (24).

11. Entrad desde ahora en el Reino de Dios


Cristo vino a proclamar los mandamientos que liberan: «Dichosos los
pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos
los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de
la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque
ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el Reino de íos Cielos» (Mt 5, 3-10)
(25).

12. Actitudes básicas de la existencia cristiana: fe, esperanza y caridad

Si las bienaventuranzas nos describen la orientación global de la


existencia cristiana, las actitudes básicas de esta experiencia cristiana
son las virtudes teologaíes: fe, esperanza y caridad.
Ya en sus primeras cartas, San Pabío sintetiza toda la existencia
cristiana en «la fe, esperanza y caridad» (1 Co 13, 13; 1 Ts 1, 3; 5, 8).
Así también eí Vaticano II: «Cristo, el único Mediador, instituyó y
mantiene continuamente en la tierra a su iglesia santa, comunidad de fe,
esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la
verdad y la gracia a todos» (LG 8) (26).

13. El hombre nuevo vive conforme a la Palabra de Dios


La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla con la
obediencia a la Palabra de Dios. El hombre nuevo vive conforme a la
Palabra de Dios. El hombre nuevo nace de Dios. Es el que recibe su
Palabra (Jn 1, 12), el que la escucha. La Palabra de Dios es su
Manifestación; se ha cumplido en Cristo: Cristo es la mejor exégesis del
Padre; en Cristo, la Palabra se hizo carne y puso su morada entre
nosotros (Jn 1, 14). El resto de la Escritura, la Ley y los Profetas, es
presentado desde la óptica del Nuevo Testamento, donde el Antiguo
alcanza no su abolición, sino su cumplimiento (Mt 5, 17), esto es, su
consumación, su consecución de la meta terminal, donde se condensa y
sublima todo cuanto fue dicho anteriormente. Y el Nuevo Testamento es
presentado desde la óptica del Sermón de la Montaña, una de las
síntesis más significativas de las exigencias prácticas del Buen Anuncio
de Jesús.
PD/ESCUCHA:El hombre que nace del Sermón de la Montaña, ése sí
que es hombre nuevo, recuperado: al recobrarse, se manifiesta
desconocido, distinto. Por la presencia eficaz de Jesús en medio de
nosotros y la comunicación de su Espíritu, se vuelve posible el
cumplimiento de las bienaventuranzas a quien no podía cumplir la ley.
Escuchar la palabra de Dios no es sólo prestarle un oído atento, sino
abrirle el corazón (Hch 16, 14), ponerla en práctica (Mt 7, 24ss). Es ser
como la buena tierra que, acogiendo la semilla de la Palabra, responde a
la voluntad del Sembrador (Mt 13, 3ss) (44).

14. El hombre nuevo nace de la comunidad y vive en ella


La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla en el seno de
la Iglesia. El hombre nuevo nace de la comunidad y vive en ella. Vive en
comunión con los hermanos. Es el hombre de la Alianza. Nace a la fe -y
vive- en el contexto de una Alianza con Dios y entre los hombres. El
hombre nuevo es un hombre comunitario, es Pueblo de Dios (1 P 2, 10;
LG II), Cuerpo de Cristo resucitado (Ef 1, 22-23; LG 7), Iglesia (Mt 16, 18;
1 Co 1, 2; LG I), pueblo jerarquizado (Mt 10, 1-42; Jn 21, 15-17; LG lll) y
pueblo carismático a la vez (1 Co 12, 4ss; LG 12), signo en medio de las
naciones de cuanto es verdadera salvación y justicia, sacramento
universal de salvación (LG 1), pueblo de promesas y comunidad de
esperanza (LG Vll), pueblo que honra a María, Virgen y Madre de Dios,
como imagen consumada de lo que él mismo está llamado a ser (LG Vlll)
(45).

15. El hombre nuevo nace y vive por la celebración del misterio de


Cristo
La vida de fe, esperanza y caridad nace y se desarrolla en el
encuentro del hombre con Cristo, de una manera especial, a través de
los Sacramentos. El hombre nuevo nace y vive por la celebración del
Misterio de Cristo, bajo la acción del Espíritu. El hombre nuevo es el
hombre de la Celebración, de la Liturgia, de la Fiesta. Los grandes
momentos de la vida de fe están significativamente configurados por la
presencia eficaz del Espíritu. Son los sacramentos. El Bautismo,
sacramento del nacimiento a la fe; la Confirmación, sacramento del
testimonio de la fe; la Penitencia, sacramento de la reconciliación,
misterio de misericordia y de conversión; la Eucaristía, sacramento del
Pan de Vida y celebración de la Pascua del Señor; la Unción de los
enfermos, sacramento de la esperanza cristiana frente al dolor de la
enfermedad y de la muerte; el Orden, sacramento del servicio a la
comunidad de los creyentes; el Matrimonio, sacramento del amor
humano, signo de fidelidad definitiva y de paternidad sabia y responsable
(Cfr. LG 11) (46).
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TEMA 34-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE POR LA VIDA DE FE
EL HOMBRE ADQUIERE UNA NUEVA IDENTIDAD: ES UN HOMBRE
NUEVO
PLAN DE LA REUNION
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: puntos clave del
tema 34,
introducción en el hombre nuevo.
* Diálogo: lo más importante, experiencias actuales
* Oración comunitaria: desde la propia situación, salmo compartido.

PISTA PARA LA REUNION


PUNTOS CLAVE
* Identidad y vida de fe.
* Dios dirige la historia.
* El gran acontecimiento: Jesús es el Señor.
* Nacimiento de un hombre nuevo:
- vive conforme a la Palabra:
- vive en comunidad, en Iglesia:
- vive de los sacramentos.
........................................................................

TEMA 34-2

OBJETIVO: DESCUBRIR LA ACTUALIDAD DE LOS RELATOS


EVANGELICOS EN LA EXPERIENCIA PRESENTE DE FE

PLAN DE LA REUNION
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Presentación de uno de los relatos del montaje:
se pretende resaltarla actualidad del mismo.
* Diálogo: ¿tiene que ver con experiencias nuestras?
* Oración comunitaria: desde la propia situación .

PISTA PARA LA REUNION


* Presentación del montaje audiovisual "Seis en uno. Relatos
evangélicos para chicos y grandes, de D. GONZALEZ CORDERO (Ed.
Paulinas, Madrid): seis relatos evangélicos, independientes entre sí (La
pesca milagrosa, Zaqueo, El fariseo y el publicano, Emaús, El buen
samaritano y La semilla). (Ver AUCA 29/30; también, DEPARTAMENTO
DE AUDIOVISUALES (SNC), Montajes audiovisuales. Fichas críticas (Il),
S-13.)
........................................................................

TEMA 34-3

OBJETIVO: DESCUBRIR QUE EN EL ENCUENTRO CON CRISTO EL


HOMBRE ADQUIERE UNA NUEVA IDENTIDAD: ES UN HOMBRE
NUEVO

PLAN DE LA REUNION
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: experiencia de
Pablo.
* Lecturas: Hch 22,1-16; 26,4-18.
* Diálogo: interrogantes, experiencias actuales.
* Oraci6n comunitaria: salmo compartido, canto apropiado.

PISTA PARA LA REUNION


1. Desde mi juventud, fariseo (de la estricta observancia).
2. Me había creído obligado a combatir a Jesús Nazareno.
3. Perseguía a los cristianos hasta en ciudades extranjeras.
4. En este empeño iba hacia Damasco: una luz, caímos a tierra.
5. Una voz: ¿por qué me persigues?
6. Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
7. Vete a Damasco: allí se te dirá lo que has de hacer.
8. Recobra la vista; serás testigo ante los gentiles.

DE LA LEY AL EVANGELIO
EL ESPÍRITU, LEY DEL CRISTIANO

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el Evangelio:
- Asume y supera el decálogo.
- Inaugura una situación religiosa totalmente nueva: el don del Espíritu.

* Descubrir la función de la ley.

1. Una lucha, una división interior H/DEBILIDAD H/DIVISION LEY/EV

Cada persona lleva dentro de sí una imagen ideal de sí mismo que le


dice cómo debe ser. La realidad de cada día, sin embargo, es bien
distinta: aparecen los fracasos, los fallos, las limitaciones. Y siente con
frecuencia la contradicción entre lo que en conciencia sabe que debe ser
su conducta y lo que realmente es. Se debate en una lucha interior en la
que no podrá salir victorioso con sus propias fuerzas.

2. «El bien que quiero hacer no lo hago»


San Pablo expresa esta división interior en estos términos: «querer lo
bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer, no
lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si
hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa,
sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me
encuentro inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me
complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio
diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace
prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de
mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por
medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias» (/Rm/07/18-25).

3. «Sin mí, no podéis hacer nada»


Toda persona tiende al bien, pero encuentra en sí misma una cierta
incapacidad, una esclavitud, de la que es, al propio tiempo, responsable
y víctima. Como dice el Concilio Vaticano II, «toda la vida de los hombres,
individual o colectiva, se nos presenta como una lucha realmente
dramática, entre el mal y el bien, entre las tinieblas y la luz. Más aún, el
hombre se encuentra incapacitado para resistir eficazmente por sí mismo
a los ataques del mal, hasta sentirse como aherrojado entre cadenas»
(GS 13). Tomar conciencia de esta situación fundamental es el punto de
partida, realista y esencial, para la profundización religiosa. Si no se
reconoce la propia incapacidad, difícilmente se confesará la necesidad
de la salvación y de la gracia. "Sin mí, no podéis hacer nada", dice Jesús
(/Jn/15/05).

4. Impotencia de la naturaleza y de la ley para justificar a los hombres.


Función de la ley
Tal incapacidad se manifiesta como la impotencia de la naturaleza y de
la Ley para justificar a los hombres, para calmar, por propia cuenta, la
insaciable sed de dignidad, de paz y de justicia que brota del corazón
humano (Cfr. GS 39). Como dice el Concilio de Trento, hasta tal punto
una humanidad sin Cristo es «sierva del pecado» (Rm 6, 20) que «no
sólo los paganos por la fuerza de la naturaleza, mas ni siquiera los judíos
por la misma letra de la Ley de Moisés podían librarse o levantarse de tal
estado, si bien en ellos no estaba extinguido el libre albedrío aunque sí
atenuado y desviado en sus fuerzas» (DS 1521). Más aún, el Concilio de
Trento declara anatema a todo aquel que dijere «que el hombre puede
quedar justificado ante Dios por sus obras, realizadas ya por las fuerzas
de la naturaleza humana, ya por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina
que viene por Jesucristo» (DS 1551).
En esta situación, la función de la Ley es doble: da el conocimiento del
pecado (Rm 3, 20) y además remite hacia Cristo (Ga 3, 24).

5. Con la gracia podemos y debemos cumplir los mandamientos


La impotencia de la naturaleza y de la Ley para justificar a los hombres
no significa que el hombre no deba observar los mandamientos. Con la
gracia podemos y debemos cumplirlos. Así lo dice también el Concilio de
Trento: «Nadie..., aunque esté justificado, debe considerarse libre de la
observancia de los mandamientos. Nadie debe usar aquella expresión
temeraria y prohibida por los Padres, bajo anatema, de que la
observancia de los preceptos de Dios es imposible al hombre justificado.
Pues Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar te invita a
hacer lo que puedes y a pedir lo que no puedes, y te ayudará para que
puedas. Sus mandamientos no son pesados (/1Jn/05/03), su yugo es
suave y su carga ligera (Mt 1 1, 30). Los que son hijos de Dios aman a
Cristo, y los que le aman, como él mismo atestigua, guardan sus
palabras (Jn 14, 23), cosa que les es posible con la ayuda de Dios» (DS
1536).

6. El Evangelio de Jesús
El Antiguo Testamento nos habla de la Ley dada por Dios al pueblo de
Israel en el monte Sinaí. Es el Decálogo, la Ley de la Antigua Alianza de
Dios con su pueblo. El Decálogo es resumen de las normas
fundamentales de conducta que deben ser observadas por todo hombre
de conciencia recta. A lo largo de la historia del pueblo de Israel, se
fueron introduciendo múltiples interpretaciones y preceptos que muchas
veces reducían la Ley de Dios a un formalismo legalista.
La actitud de Jesús frente a la Antigua Ley es clara: «No penséis que
he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento» (Mt 5,17). Si se opone a la tradición de los antiguos, cuyos
promotores son los escribas y fariseos (Cfr. Mt 5, 20), es porque esa
tradición, al menos de hecho, lleva a los hombres a violar la Ley, y a
anular la Palabra de Dios (Mc 12, 28-34). Sin contradecir en modo
alguno el ideal moral del Decálogo, Jesús lo explica, lo interpreta y lleva a
la perfección a la que se orientaban sus tendencias germinales. Así
sucede cuando proclama la superioridad del hombre sobre el sábado
(Mc 2, 23-27), la fidelidad del corazón (Mt 5, 27-28), la profunda
sinceridad cristiana (Mt 5, 33-37), el amor al enemigo (Mt 5, 38ss).

7. En el Evangelio subsiste y se confirma el ideal moral de los


mandamientos: «hasta la última i»
Con Jesús permanece el ideal moral del Antiguo Testamento, que
debe ser cumplido hasta la última i: «Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra
pasarán antes que pase una i o un ápice de la Ley, sin que todo se haya
cumplido» (Mt 5, 8). Con el Nuevo Testamento, ciertamente, se vienen
abajo las normas jurídicas y cultuales pertenecientes a las instituciones
de Israel, pero el ideal moral de los Mandamientos no sólo subsiste, sino
que se confirma en su dimensión más sustancial y genuina. Y además,
se purifica de los lastres contraídos en el curso histórico: los lastres de
las tradiciones humanas. El Nuevo Testamento resume el ideal moral
antiguo en el precepto del amor, que es la consumación y la plenitud de
la Ley.

8. «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus


mandamientos»
El Decálogo, núcleo de la Ley mosaica, don de Dios a su Pueblo,
conserva todo su valor en la Nueva Ley. En el plan de Dios el Decálogo
no estaba destinado sólo al Israel según la carne, sino también al Israel
según el Espíritu. Cristo recuerda estos mandamientos, los completa y
perfecciona (Mt 5, 17; Mc 10,17-21). La polémica de San Pablo contra la
Ley no afecta a estos deberes esenciales para con Dios y para con el
prójimo. San Pablo recuerda los mandamientos divinos sobre el culto que
se debe a Dios: condena la idolatría, la participación en las fiestas
paganas (Cfr.1 Co 8,4; Ga 4,8; Rm 1,23ss; 1 Co 10,19). Y los
mandamientos llamados de la segunda tabla, es decir, los que se
refieren al prójimo, se resumen, según San Pablo, en la caridad fraterna,
pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley. En efecto, «el no
cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás, y los demás
mandamientos que hay, se resumen en esta frase: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso
amar es cumplir la ley entera» (Rm 13, 9-10).
Por su parte, la primera carta de San Juan subraya la relación esencial
que existe entre el conocimiento de Dios y la práctica de sus
mandamientos: «Quien dice: yo le conozco y no guarda sus
mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1 Jn 2, 4; ver
2, 5; 3, 24; 5, 2-3).

9. Más allá de la ley y de los profetas un ideal mayor insuperable


El Evangelio de Jesús presenta un ideal mayor que el del Antiguo
Testamento. Va más allá de la Ley y los profetas. Es la prolongación de
la ley divina llevada a sus últimas consecuencias. Es la perfección y el
cumplimiento de la Ley. El estilo del Evangelio es éste: «Habéis oído que
se dijo.. ., pues yo os digo»

10. «Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás,..»


«Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate
será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su
hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá
que comparecer ante el sanedrín y, si lo llama renegado, merece la
condena al fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el
altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas de ti, deja
allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano,
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5, 21-24).

11. «Habéis oído el mandamiento: no cometerás adulterio...» .


«Habéis oído el mandamiento: no cometerás adulterio. Pues yo os
digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero
con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo.
Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si
tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale
perder un miembro que ir a parar entero al infierno» (Mt 5, 27-30).

12. «Está mandado: el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de


repudio...»
«Está mandado: el que se divorcie de su mujer, que le dé acta de
repudio. Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en
caso de unión ilegal- la induce al adulterio, y el que se case con la
divorciada comete adulterio» (Mt 5, 31-32).

13. «Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso...»


«Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y
cumplirás tus votos al Señor. Pues yo os digo que no juréis en absoluto:
ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de
sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu
cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros
os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno» (Mt 5,
33-37).

14. «Sabéis que está mandado: ojo por ojo, diente por diente...»
«Sabéis que está mandado: ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os
digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea
en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para
quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar
una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide
prestado, no lo rehuyas» (Mt 5, 38-42).

15. «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu


enemigo . . .»
«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu
enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por
los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el
cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a
justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio
tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo
a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo
mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 43-48).

16. Una situación religiosa totalmente nueva


Jesús inaugura una situación religiosa totalmente nueva. Con El
comienza una nueva era para el hombre: el tiempo de la Gracia. Con El
termina el viejo tiempo del Antiguo Testamento: «La Ley y los Profetas
llegaron hasta Juan; desde entonces se anuncia el Reino de Dios» (Lc
16, 16). O como dice San Juan: «La Ley se dio por medio de Moisés, la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (Jn 1, 17).

17. La Ley grabada en el corazón


La era del Evangelio es radicalmente distinta de la era Mosaica. El
Evangelio no es un código de leyes ni un conjunto de normas que regula
la vida desde el exterior. El Evangelio entraña un dinamismo nuevo, un
principio interior de acción, una ley grabada en el corazón. Es el
cumplimiento de la Nueva Alianza, anunciada por los Profetas: «Mirad
que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la
casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus
padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos
quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor -oráculo del Señor-,
sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días
-oráculo del Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus
corazones» (Jr 31, 31-33).

18. Una fuerza interior, un dinamismo nuevo, el don del Espíritu


El Evangelio es lo que ninguna ley puede ser por sí misma: «Una
fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16). La
moral evangélica radica fundamentalmente en la gracia y en el amor (Ga
5, 14; Rm 13, 8-10), y el amor no es una norma exterior de conducta,
sino una fuerza interior, un dinamismo nuevo, el don del Espíritu. Esta
nueva situación del hombre ante la Ley había sido anunciada por los
profetas: «Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos
y que pongáis por obra mis mandamientos» (Ez/36/26-27).

19. La libertad del cristiano. El Espíritu Santo, ley del cristianismo


Así, el cristiano, animado por el Espíritu que procede de Jesús y del
Padre, se encuentra liberado de toda ley en lo que la ley tiene de
imposición al hombre desde el exterior. Esto no significa que el cristiano
menosprecie la ley; antes bien, se siente llamado a ir más allá de la letra
de la ley. Una madre que ama a su hijo cumple con sus deberes de
madre sin necesidad de una norma que le recuerde sus obligaciones.
Comparando el Antiguo Testamento con el Nuevo, Santo Tomás de
Aquino dice que «la Nueva Ley es principalmente la gracia misma del
Espíritu Santo que se da a los cristianos» (Suma Teológica, I-ll, q 106 a
1).
Santo Tomás, siguiendo a San Agustín, enseña que el Espíritu Santo
perfecciona interiormente nuestro espíritu comunicándonos un
dinamismo interior que nos lleva a rechazar el mal porque es un mal, y no
sólo porque esté prohibido. En este sentido el Espíritu Santo es fuente
de libertad: «El que obra por sí mismo, obra libremente; pero el que
recibe el movimiento de otro, no obra libremente. El que evita un mal, no
porque es un mal, sino en virtud del precepto del Señor, no es libre. Por
el contrario, el que evita el mal, porque es un mal, ése es libre. Esta es la
obra del Espíritu Santo que perfecciona interiormente nuestro espíritu
comunicándole un dinamismo nuevo, de modo que huya del mal por
amor, como si lo mandase la ley divina; de este modo es libre, no porque
no esté sometido a la ley divina, sino porque el dinamismo interior le
inclina a hacer lo que prescribe la ley divina» (In 2Co 3, 17, lect. 3).
EV/LIBERTAD

22. El porqué de las leyes cristianas


Surge ahora una pregunta: si el cristiano ha sido liberado de la ley en
tanto que es ley, entonces ¿por qué subsisten leyes en el cristianismo?
El principio paulino permanece: «La ley no ha sido instituida para los
justos, sino para los pecadores» (/1Tm/01/09). Si todos los cristianos
fueran justos, no habría necesidad de leyes. La Ley, en general, no
interviene más que para denunciar un desorden existente. Por ejemplo,
cuando los cristianos comulgaban frecuentemente, jamás la Iglesia les ha
obligado bajo pena de pecado a comulgar una vez al año. En virtud de
una exigencia interior cumplían con sobreabundancia, como una madre
obedece al precepto del Decálogo que le prohíbe matar a su niño. Pero,
en la medida en que la exigencia interior deja de urgir, cuando no se
hace sentir, la ley se yergue proclamando la obligación y advirtiendo que
en el creyente ha cesado de animar la fuerza del Espíritu. Entonces
juega la ley para el cristiano el mismo papel que, para el judío, la Ley
mosaica.

21. «Habéis sido llamados a la libertad»


San Pablo nos dice: «Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no
una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos
unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase:
Amarás al prójimo como a ti mismo. Pero, atención, que si os mordéis y
devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente»
(/Ga/05/13-15). El cristiano es un hijo (Ga 3, 26; Rm 8, 14-16), no un
esclavo (Ga 4, 1-3); respira una atmósfera de confianza, vive en el amor
(1 Jn 4, 18). La vocación cristiana es una vocación a la libertad. Pero
esta libertad es para el amor e implica ruptura con los propios egoísmos:
no una libertad para que se aproveche la carne, sino una participación
en la propia libertad de Cristo.

22. La moral del cristiano, fruto de la gracia


La moral cristiana es fruto del Espíritu. El comportamiento reclamado
por el Evangelio no puede ser presentado simplemente como una tarea
que corra sólo de nuestra cuenta. No es la fuerza del hombre la que
hace posible la moral cristiana, sino la fe como acogida a un régimen de
gracia que procede del Padre y que se manifiesta como fruto del misterio
pascual de Cristo. La semilla que produce el fruto es la Palabra de Dios,
y el hombre es la tierra -buena, mala, regular- que responde o se resiste
a la voluntad del Sembrador (Mt 13, 3ss) (23).

23. La alegría de vivir según el Evangelio


El Evangelio es Buena Noticia. Al escuchar el programa evangélico de
Jesús, la muchedumbre (no unos pocos) queda admirada: «Y sucedió
que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedó asombrada de
su doctrina» (/Mt/07/28). Hoy el asombro continúa. Ciertamente, no hay
ideal más alto. Responde a las aspiraciones más profundas del hombre y
a su insaciable sed de dignidad, de paz y de justicia. Además, Jesús
anuncia el cumplimiento del ideal evangélico como gracia a quienes por
sí mismos ni siquiera pueden cumplir la ley. Con su cumplimiento brota
en el corazón humano la alegría, la paz, la bienaventuranza. Como un
eco que no cesa, resonarán siempre las palabras de Jesús:
«Bienaventurados..., bienaventurados..., bienaventurados...» (Mt 5,
3-12) (24).
........................................................................

TEMA 35-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR COMO NOS SITUAMOS
ANTE LA MORAL DE LAS BIENAVENTURANZAS

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial.
* Información: personas, hechos, problemas...
* Presentación de la pista adjunta: reacciones diversas.
* Lectura de Mt 5,1 ss.: silencio, comentario.
* Oración comunitaria: desde la propia situación, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* La moral de las Bienaventuranzas es:
- imposible;
- para unos pocos;
- para la muchedumbre;
- necesaria;
- gratuita;
- buena noticia (¡dichosos!);
- comunitaria;
- la justicia propia del Reino de Dios;
- (...) va contra la Ley y los profetas.
........................................................................

TEMA 35-2

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE LA CONVERSIÓN
SUPONE UN PASO DE LA LEY AL EVANGELIO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial, información (personas, hechos, problemas: lo más
importante).
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión .
* Diálogo: ¿hemos pasado de la Ley al Evangelio?
* Oración comunitaria, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* Presentación del documento-tema 35 en sus aspectos más importantes:
- el Evangelio asume y supera el Decálogo;
- el Evangelio inaugura una situaci6n religiosa totalmente nueva:
el don del Espíritu;
- ¿para qué sirve la Ley?
........................................................................

TEMA 35-3

OBJETIVO:
DESCUBRIR LA CONVERSIÓN COMO UN PASO DE LA LEY AL
EVANGELIO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Información (personas, hechos, problemas...).
* Oración inicial: salmo compartido.
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión.
* Comunicación, diálogo.
* Lectura de Mt 16,24-28.
* Oración comunitaria, canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* ¿Desde dónde? ¿En qué condiciones resulta posible la moral
evangélica?:
- renunciando al poder;
- optando por el servicio;
- renunciando al dinero;
- compartiendo;
- negándose a sí mismo:
- poniendo en juego la vida;
- renunciando al individualismo;
- viviendo en comunidad;
- (...)
........................................................................

TEMA 35-4

OBJETIVO:
CELEBRAR LA CONVERSIÓN COMO UN PASO DE LA LEY AL
EVANGELIO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial: salmo compartido, canción.
* Lecturas: 1 Tm 1,8-1 1; Ga 3,23-29; Mt 5,1 -48.
* Diálogo: experiencias concretas.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* El Evangelio no va contra la Ley; va más allá...
* La sociedad (escribas, fariseos, ricos, poderosos, judíos, gentiles,
romanos, publicanos.... masas) está bajo la Ley.
* La comunidad cristiana está bajo el Evangelio, bajo la gracia.
* Una pregunta de fondo: ¿Hemos pasado nosotros de la Ley al
Evangelio?

AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir lo que significa amar a Dios con todo el corazón, primero y
principal mandamiento.

24. Al encuentro de un Dios compañero de viaje. Tras las huellas de


Dios.
El Dios que el hombre busca es un Dios presente, cercano, amante.
No un Dios ausente, lejano, que para nada se ocupa de los hombres. Ni
tampoco un Dios terrible, enemigo de la felicidad humana (25).

25. Un Dios cercano, con rastros y con huellas, amante


El Dios de Israel es cercano, con rastros y con huellas, que el pueblo
creyente puede reconocer. Está cerca de él, pues le ama. Así lo
proclama Moisés: «Vosotros sois testigos de lo que el Señor hizo en
Egipto contra el Faraón, sus ministros y todo su país: aquellas grandes
pruebas, que vieron vuestros ojos, aquellos grandes signos y prodigios;
pero el Señor no os ha dado inteligencia para entender ni ojos para ver
ni oídos para escuchar, hasta hoy. Yo os he hecho caminar cuarenta
años por el desierto: no se os gastaron los vestidos que llevabais, ni se
os gastaron las sandalias de los pies; no comisteis pan ni bebisteis vino
ni licor: para que reconozcáis que yo, el Señor, soy vuestro Dios» (Dt 29
1-5) (26)
26. Un Dios que enseña al hombre a caminar
El Dios de Israel se ocupa y preocupa de mil maneras por el hombre;
como dice el profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo le amé y de
Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí:
sacrificaban a los baales e incensaban a los ídolos. Y con todo yo
enseñé a Efrain a caminar, tomándole en mis brazos, mas no supieron
que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de
amor, y era para ellos como quien alza un niño contra su mejilla, me
inclinaba hacia él para darle de comer» (Os 11, 1-4) (27).

27. La ley en el contexto de un diálogo: «Escucha, Israel»


Los verdaderos senderos del desierto por los que Dios enseña a
caminar son los del corazón. Hay un lazo esencial entre la rectitud del
corazón y su presencia, entre la ley y la vida (Dt 30, 15-20). La ley, ante
todo, es un don y una llamada suya. El núcleo primero de la ley mosaica,
el Decálogo, no se expresa en forma impersonal, sino dentro de un
diálogo indicado en estas palabras: «Escucha, Israel» (Dt 5, 1; 6, 4). Su
punto de partida se propone desde el principio del Decálogo; es el Dios
Amor y Salvador: «Yo seré el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de
la esclavitud» (Ex 20, 2; Dt 5, 6). Todo lo que sigue es ratificado y
explicado en función de esta realidad primera. Aun cuando los preceptos
coincidan con la ley natural o con los mandamientos de los códigos
orientales contemporáneos, la atmósfera es completamente nueva; es la
línea del amor. El Evangelio vendrá no para abolir esta ley de amor, sino
para llevarla a la plenitud (Mt 5, 17) (28).

28. "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón" Los mandamientos


divinos orientan la existencia entera del hombre hacia Dios. Miran al
corazón. Dios debe ser buscado con todo el corazón. Jesús llamó el
mayor y primer mandamiento el que nos manda amar a Dios con todo
nuestro ser (Cfr. Mt 22, 38). El Deuteronomio lo expone así: «Escucha,
Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios
con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las
palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus
hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y
levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una
señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales» (Dt 6,
4-9). Jesús añade que el segundo mandamiento es semejante a éste:
«amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
penden toda la ley y los profetas» (Mt 22, 39-40) (29).

29. «No tendrás otros dioses frente a mí. No tomarás en falso el


nombre de Dios. Guarda el día del sábado»
En el Decálogo, los mandamientos que se refieren más directamente a
Dios se concretan y especifican del siguiente modo:
- «No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos: figura
alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua
debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque
yo, el Señor tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres
en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con
piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos»
(Dt 5, 7-10): Primer mandamiento.
- «No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso, porque no
dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso» (Dt 5,
11): Segundo mandamiento.
- «Guarda el día del sábado, santificándolo; como el Señor tu Dios te
ha mandado. Durante seis días puedes trabajar y hacer tus tareas; pero
el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor tu Dios. No harás
trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu
buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el forastero que resida en tus ciudades,
para que descansen, como tú, el esclavo y la esclava. Recuerda que
fuiste esclavo en Egipto, y que te sacó de allí el Señor tu Dios con mano
fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor tu Dios guardar
el día del sábado» (Dt 5, 12-15): Tercer mandamiento (30).

30. Un amor no correspondido


Los profetas, amigos y confidentes de Dios (como lo habían sido los
patriarcas desde Abrahán a Moisés), son amados y se saben amados
personalmente por El. Oseas, luego Jeremías y Ezequiel revelan que
Dios es el esposo de Israel. El pueblo israelita, sin embargo, no cesa de
ser infiel; el amor apasionado y exclusivo de Dios es correspondido
únicamente con ingratitud y traición. Pero el amor es más fuerte que el
pecado, aun cuando deba sufrir (Os 11, 8): Dios decide recrear en Israel
un corazón nuevo capaz de amar de verdad (Os 2, 21ss; Jr 31, 3.20.22;
Ez 16, 60-63; 36, 16-38) (31).

31. Dios, una elección radical


El Deuteronomio, promulgado en el momento en que el pueblo parece
preferir definitivamente el culto de los ídolos al amor de Dios (2 R 22),
recuerda incesantemente que el amor de Dios a Israel es gratuito (Dt 7,
7-8), y que Israel debe «amar a Dios con todo su corazón» (6,5). Este
amor se expresa en actos de adoración y de obediencia (11, 13; 19, 9)
que suponen una elección radical, un desprendimiento costoso (4,
15-31; 30, 15-20). Este amor sólo es posible si Dios en persona viene a
circuncidar el corazón de Israel y a hacerlo capaz de amar (30, 6) (32).

32. Dios se dirige al corazón de cada uno


Después del destierro es cada día más honda la convicción israelita de
que Dios se dirige al corazón de cada uno. Dios no ama sólo a la
colectividad (Dt 4,7) o a sus jefes (2 S 12,7-8), sino a cada judío, sobre
todo al justo (Sal 36, 25-29), al pobre y al pequeño (Sal 112, 5-9). Y
hasta poco a poco se esboza la idea de que el amor de Yahvé se
extiende, más allá de los judíos, también a los paganos (Jon 4, 10-11) e
incluso a toda criatura (Sb 11, 23-26) (33).

33. Amor recíproco: Dios ama al hombre y el hombre debe amar a Dios

Este amor de Dios al hombre exige reciprocidad, el amor del hombre a


Dios: el cumplimiento del primer gran mandamiento de la ley: amar a Dios
con todo el corazón. Jesús realiza el diálogo filial con Dios y da su
testimonio delante de los hombres. Se entrega totalmente al Padre desde
los comienzos (Lc 2, 49; cfr. Hb 10,5ss), viviendo en oración y en acción
de gracias (Mc 1,35; Mt 11,25) y sobre todo en perfecta conformidad con
la voluntad divina (Jn 4, 34; 6,38), está incesantemente a la escucha de
Dios (5, 30; 8, 26.40), lo cual le asegura que es escuchado por El (11,
41-42; 9, 31) (34).

34. Amar a Dios con todo el corazón es cumplir su voluntad


Cumplir la voluntad del Padre es para Jesús tan necesario como el
alimento: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a
término su obra» (Jn 4, 34). Cumplir la voluntad de Dios es el verdadero
sacrificio, la ofrenda de la vida entera: «Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni
víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí
estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad" (Hb 10,5-7). Jesús muestra su
amor al Padre realizando la obra que el Padre le ha ordenado: «el
mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha
ordenado» (Jn 14, 31) (35).

35. Necesitamos un corazón nuevo que pueda amar a Dios, confiar en


él, apoyarse en él
La cruz es para los hombres la suprema tentación de la infidelidad, de
la desconfianza. Para Jesús, sin embargo, el Calvario fue el lugar donde
se manifestó el amor perfecto, el instante único del «más grande amor»
(Jn 15,13). Entonces da todo, sin reserva, a Dios (Lc 23,46), y a todos
los hombres sin excepción, sin discriminaciones (Mc 10,45; 14,24; 2 Co
5,14-15; 1 Tm 2,5-6). La adhesión al amor divino no es cuestión de
razonamiento humano, de conocimiento según la carne (2 Co 5, 16).
Necesitamos un corazón nuevo que pueda amar a Dios, confiar en El,
apoyarse en El (Is 7,9). Hace falta el don del Espíritu, que crea en el
hombre un corazón nuevo (Jr 31, 33-34; Ez 36, 25-27). El Espíritu,
derramado en Pentecostés, hace comprender desde dentro, con un
verdadero conocimiento religioso, lo que Jesús les ha dicho acerca del
Padre. Todo hombre tiene necesidad del Espíritu para poder llamar
«Padre» a Dios, para dirigirse a El con la confianza de un hijo: «Ese
Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos
de Dios» (Rm 8, 16) (36).

36. «Al Señor tu Dios adorarás...» «No olvides al Señor»: primer


mandamiento
En el desierto, Jesús es tentado por el diablo contra el primer
mandamiento de la Ley. Tiene delante de sí «todos los reinos del mundo
y su gloria» (Mt 4,8). Le dice el tentador: «Todo esto te daré si te postras
y me adoras» (4,9). La respuesta de Jesús es: «Al Señor tu Dios
adorarás, y a El sólo darás culto» (4, 10). Es la Palabra dada a Israel en
una situación semejante: «Cuando el Señor tu Dios te introduzca en la
tierra que juró a tus padres -a Abrahán, Isaac y Jacob- que te había de
dar, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas
rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que
tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, comerás
hasta hartarte. Pero cuidado: No olvides al Señor que te sacó de Egipto,
de la esclavitud. Al Señor tu Dios temerás, a El sólo servirás, sólo en su
nombre jurarás» (Dt 6, 10-13) (37).

37. «Los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en


espíritu y verdad»
Jesús recuerda aquí lo que nunca debe ser olvidado y lo que, en su
Evangelio, es central y debe ser buscado por encima de todo: «Sobre
todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por
añadidura» (Mt 6, 33). Jesús recuerda quién debe ser realmente
adorado y cómo: Dios, con todo el corazón. La adoración es la expresión,
a la vez, espontánea y consciente, obligada y voluntaria del hombre ante
la proximidad y la grandeza de Dios. Esta adoración exige el compromiso
de todo el ser: es adoración en espíritu y en verdad, como dice Jesús a
la samaritana: «Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran
dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el
Padre desea que le den culto así» (Jn 4, 23) (38).

38. A vosotros os basta decir sí o no MDT-02


En el segundo mandamiento se prohíbe tomar en falso el nombre de
Dios. También este mandamiento es llevado a su cumplimiento más
perfecto por Jesús: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en
falso y cumplirás tus votos al Señor. Pues yo os digo que no juréis en
absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es
estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni
jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.
A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno".
(Mt 5, 33-37) (47).

39. "No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso»: segundo


mandamiento
Como en la mayoría de las religiones, en el Antiguo Testamento los
hombres recurren al juramento para garantizar solemnemente el valor de
su palabra (Gn 21, 22-24; 24, 2-9; Ex 22, 7.10). Toman el Nombre de
Dios como garantía, lo cual -en el mundo bíblico- es como tomar a Dios
mismo por testigo de lo que dicen o prometen. En este ambiente se
comprende que Israel atribuya con frecuencia juramentos a Yahvé mismo
para expresar la garantía de sus promesas o la fidelidad de su Palabra
(Gn 22, 16; 26, 3; Dt 4, 31; 7, 8). El Decálogo condena el perjurio, esto
es, el juramento en falso: "No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios
en falso" (Dt 5 11; Ex 20, 7). Los profetas denuncian celosamente las
transgresiones de este mandamiento (Os 4, 2; Jr 5, 2; 7, 9; Ez 17,13-19;
Ml 3, 5). Después del destierro, se despierta la sensibilidad con respecto
a otro abuso: la frecuencia de los juramentos. que multiplica los riesgos
de perjurio: "el que jura y toma el Nombre a todas horas no se verá limpio
de pecado" (Si 23, 10). El juramento es reservado para las ocasiones
solemnes (48).

40. Un nuevo camino: abstenerse de jurar. La sinceridad fraterna


Jesús ataca la casuística sutil de los escribas, mediante la cual éstos
eluden las exigencias del juramento, una vez hecho. Jesús condena este
modo de proceder, pues está en juego el respeto que el hombre debe a
Dios (Mt 23,16-22). Ante el sumo sacerdote que le conjura
solemnemente a decir si El es el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús consiente
en responder (Mt 26, 63-64). Sin embargo, Jesús no recurre nunca al
juramento para asegurar la autoridad de su doctrina; se limita a introducir
sus afirmaciones más solemnes con su fórmula habitual: En verdad, en
verdad os digo. En el sermón de la montaña señala a los suyos un nuevo
camino: que se abstengan de jurar (Mt 5,33-37). La palabra de los
discípulos no debe buscar otra garantía que la sinceridad fraterna (Cfr.
St 5, 12) (49).

41. La santificación del sábado: tercer mandamiento


MDT-03 DO/PARA-QUÉ
La santificación del sábado es una expresión del primero y principal
mandamiento de la Ley (Mt 22, 38): Amarás a tu Dios con todo tu
corazón.
Dios es reconocido y celebrado como el centro de la vida humana. El
nombre del sábado designa un descanso efectuado con cierta intenci6n
religiosa. En la Biblia está ligado al ritmo sagrado de la semana, que se
cierra con un día de reposo, de regocijo y de reunión para el culto divino
(Gn 2, 1 -3; 2 R 4, 23; Is 1,13). Tal es el sentido del domingo: día de
fiesta, día de llevar una vida más humana, día de dar gracias a Dios por
los beneficios recibidos, día de respirar en la atmósfera de Dios. Jesús
nos enseñó que "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para
el sábado" (Mc 2, 27) (52).

43. Jesús, más allá del rigorismo farisaico


El reposo del sábado era concebido por la ley en forma muy estricta:
prohibición de encender fuego (Ex 35, 3), de recoger leña (Nm 15, 32),
de preparar alimentos... (Ex 16, 23). En tiempo de Cristo los esenios lo
observan en todo su rigor, a la vez que los doctores fariseos elaboran
sobre el particular una casuística minuciosa. Jesús no abroga la ley del
sábado: en tal día frecuenta la sinagoga y aprovecha la ocasión para
anunciar el Evangelio (Lc 4,16). Pero ataca el rigorismo formalista de los
fariseos (Mc 2, 27); el deber de caridad es anterior a la observancia
material del reposo (Mt 12,1 -8; Lc 13, 10-16; 14, 1-5) (53).

44. El domingo, "Día del Señor"


Los discípulos siguieron en principio observando el sábado (Mt 28,1;
Mc 15,42; 16,1; Jn 19,42). Poco a poco, el primer día de la semana, día
de la resurrección de Jesús, viene a ser el día de culto de la Iglesia,
considerado como Día del Señor (Hch 20,7; Ap 1,10). Este día no se
escogió para suplantar el sábado, sino para conmemorar el
acontecimiento decisivo de la historia de salvación, la resurrección del
Señor, el día de Pascua. El domingo, en efecto, la comunidad cristiana
celebra la victoria del Señor y su presencia en la reunión eucarística,
donde damos gracias al Padre y anunciamos la venida gloriosa del
Señor: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis
la muerte del Señor hasta que vuelva» (1 Co 11, 26) (54).
45. El domingo, día de la Iglesia
El domingo es el día del Señor y también el día de la Iglesia. En cada
celebración eucarística dominical se expresa más plenamente la Iglesia,
como asamblea convocada por Dios en torno al altar, como reunión de
los que participan del mismo pan que es Cristo: «Siendo muchos, somos
un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan»
(1 Co 10,17). Es el día de la edificación del pueblo de Dios; de renovar el
mutuo perdón entre los cristianos y la caridad fraterna, especialmente
con los más débiles; y es el día de recordar las necesidades de la Iglesia
(Cfr. 1 Co 16, 2) (56).

46. La oración, expresión del reconocimiento de Dios en el centro de la


vida humana
También la oración es expresión del reconocimiento de Dios en el
centro de la vida humana. Dios presente, cercano, amante: «En él
vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28), un Dios Padre, tal como
nos lo revela Jesús. Dirigirse al Padre con confianza, como hijo, supone
una actitud profunda: querer, como Jesús, que se cumpla su voluntad y
su plan, no el nuestro. Nuestra actitud en la oración no debe ser la de
pretender que se haga nuestra voluntad y que sea Dios quien la cumpla.
Hemos de buscar ante todo la voluntad de Dios y disponernos nosotros a
cumplirla. Esta fue siempre la actitud de Jesús. Es un don del Espíritu de
Jesús el que podamos desear en cada momento el cumplimiento de la
voluntad del Padre: El es quien nos hace exclamar: ¡Abba (Padre)! (Rm
8,15). El Padrenuestro es la oración cristiana, la oración de la confianza,
la oración de los hijos: «Padre nuestro del cielo, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos hoy el pan nuestro del mañana, perdónanos nuestras ofensas,
pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido; no nos
dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno» (Mt 6, 9-13) (57).
46. Jesús, hombre de oración J/ORACION Al igual que los discípulos
(Lc 11,1-4) necesitamos que Jesús nos enseñe a orar. Jesús es hombre
de oración. No se limita a una sola forma de orar. Con sus discípulos
cumple la celebración litúrgica prescrita a su pueblo (Mt 26, 30). En la
sinagoga rezaba los salmos y oraciones como cualquier israelita. Pero
Jesús ora también con sus propias palabras, se dirige a su Padre con la
más absoluta espontaneidad (Lc 10, 21). Para orar busca con frecuencia
la soledad del monte y de la noche (Lc 6, 12). Jesús elige lugares
especiales para orar, ora frecuentemente en la montaña (Mt 14,23), solo
(Lc 9, 18), incluso cuando todo el mundo le busca (Mc 1, 37). La oración
de Jesús se relaciona con su misión: en el desierto (Mt 4, 1 ss), en el
momento del bautismo (Lc 3, 21), antes de la elección de los Doce (Lc
6,12ss), en la Transfiguración (Lc 9,29), antes de la enseñanza del
Padrenuestro (Lc 11,1), en la última cena (Jn 17), y sobre todo en el
huerto, inmediatamente antes de la pasión (Mc 14, 36; Hb 5, 7) (58).

47. Los Apóstoles siguen el ejemplo y las enseñanzas de Jesús


Los Apóstoles «estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios» (Lc
24, 53; Hch 5,12). Pedro hace oración a la hora sexta (Hch 10, 9); Pedro
y Juan van a orar la hora nona (Hch 3, 1). Con la oración comunitaria se
preparan los discípulos de Jesús para recibir el don del Espíritu Santo en
Pentecostés (Hch 1,14). San Pablo dice que ora «sin cesar» en todo
tiempo (Rm 1,10; Ef 6,18; 2 Ts 1, 3.11), «noche y día» (1 Ts 3,10).
Concibe la oración como un combate, una lucha (Rm 15, 30; Col 4, 12).
Una de las notas características de la oración de San Pablo es la acción
de gracias, la alabanza a Dios (Flp 4, 6) (59).

48. En lugar oculto. Sin palabrería. «Pedid y se os dará»


Jesús dice a sus discípulos que no recen como los fariseos para ser
vistos por la gente, sino en un lugar oculto (Mt 6,5-6), que en la oración
eviten la palabrería (6,7-8), que insistan en la oración, como el amigo
importuno (Lc 11, 5-8), que recen con perseverancia, sin desfallecer (Lc
18, 1 -8), que la oración siempre es eficaz: «Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque
quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué
padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0
si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará
un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo piden?" ( Lc 11, 9- 13) (60).

49. Pidamos el Don del Espíritu Santo


Lucas habla del Espíritu, donde Mateo había de «cosas buenas»: «...
¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le
piden?» (/Mt/07/11; cfr. /Lc/11/09-13). El Espíritu Santo es la «cosa
buena» por excelencia. Frecuentemente, los hombres pedimos muchas
cosas; lo que se nos asegura es el Espíritu, la «Gran Cosa». Pedimos
muchas veces en nombre propio, pero lo que quiere el Padre es que
pidamos en nombre de Cristo: «Hasta ahora no habéis pedido nada en
mi nombre; pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa» (Jn
16, 24). Es preciso que nuestra oración se vaya centrando en lo
verdaderamente importante. No siempre sabemos lo que pedimos (Mc
10, 38). Suavemente, la oración transforma a la persona y entonces la
misma oración se va purificando. Así la samaritana es llevada desde sus
propios deseos al deseo del don de Dios (Jn 4, 10). Y las multitudes al
alimento que perdura en la vida eterna (Jn 6, 27) (61).

50. La oración, dimensión fundamental de la vida cristiana


La oración es una dimensión fundamental de la vida cristiana. Donde
calla la oración desaparece la vida de fe. La Iglesia se manifiesta como
signo de Cristo no sólo cuando proclama la palabra de Dios y confiesa la
fe recibida de los Apóstoles, o cuando celebra la Eucaristía y practica la
caridad fraterna, sino también, y de modo especial, cuando dialoga con
Dios, cuando hace oración. En medio de una sociedad en la que muchos
hombres sólo dan importancia a las actividades económicas, o a las
ideas morales que resultan útiles para una mejor distribución de los
bienes materiales, es necesario que los cristianos demos testimonio de
nuestra fe en Dios, imitando a Jesucristo y a los Apóstoles y a los santos
de todos los tiempos en la oración (63).
51. Oración comunitaria y oración espontánea. «En el lugar secreto»
El Concilio Vaticano lI, siguiendo las huellas de Jesús y de toda la
tradición cristiana, nos recuerda la estrecha vinculación existente entre la
oración litúrgica que acontece cuando dos o tres se congregan en el
nombre de Cristo (Cfr. Mt 18, 20) y la oración que el creyente, en
soledad, expresa con sus propias palabras: «Con razón se considera la
liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella..., el
Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce
el culto público íntegro... La liturgia es la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda
su fuerza... El cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante,
entrar también en su habitación para orar al Padre en secreto; más aún,
debe orar sin tregua...» (SC 7.10.12) (64).
........................................................................

TEMA 36-1

OBJETIVO:
INICIACIÓN EN EL HOMBRE NUEVO:
DESCUBRIR LO QUE SIGNIFICA AMAR A DIOS CON TODO EL
CORAZÓN

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión.
* Oración inicial e información (personas, hechos, problemas).
* Presentación del tema 36 y de la pista adjunta.
* Diálogo.
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* ¿Dónde nos situamos?
1. Busco otras cosas por encima de todo.
2. Dios en el centro de la vida: por encima de todo.
3. Es necesario jurar en verdadero.
4. Me basta la sinceridad fraterna: el sí o el no.
5. El sábado está al servicio del hombre.
6. La Eucaristía es para mí el Pan de vida.
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TEMA 36-2

OBJETIVO:
INICIACIÓN EN EL HOMBRE NUEVO:
DESCUBRIR LO QUE SIGNIFICA AMAR A DIOS CON TODO EL
CORAZÓN

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo y plan de la reunión.
* Oración inicial, canción, información.
* Lecturas: Dt 5,7-15; Mt 6,33; Mt 5,33-37; Mc 2,27; Jn 6,32 ss.
* Diálogo, oración final.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* Confrontar los tres primeros mandamientos del Decálogo con el espíritu
del Evangelio: «Pues yo os digo»...
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Ml PADRE, Ml MADRE Y MIS HERMANOS

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el Evangelio conduce a una comunidad que va más
allá de los lazos de la carne y de la sangre.

52. La figura paterna: punto de referencia clave de la propia


identidad
El padre es un punto de referencia clave de la propia identidad del
hijo. Después de la primera infancia, el papel del padre será
desempeñado, no sólo por los propios padres, sino por un número de
personas que actúa fuera del ámbito familiar, y que influye de manera
decisiva en la evolución del niño: los educadores y otras personas que
en cierto modo amplían y completan la función de los padres. unos y
otros deben ayudar al niño y al joven en la maduración de su
personalidad. Deben proteger y garantizar su propia identidad (67).
53. Una voz orientadora, primer elemento del sentido de identidad del
hombre. La función maternal, necesaria en la vida de todo hombre
No será inútil recordar la importancia de la función paternal para la
formación de la identidad, pues hoy día asistimos a una dimisión de los
padres y educadores. La tensión del hombre para encontrar un padre es
una de las más profundas y fundamentales de toda su vida: la búsqueda
de una imagen de fuerza y sabiduría a la que unir la propia vida. Y la
identidad necesita, para construirse, de identificaciones válidas y de la
confirmación de los adultos, lo cual no es posible si los padres y los
educadores no cumplen sus funciones. El padre es el guardián de la
identidad. El niño encuentra en el rostro amable de la madre y en la
orientación firme del padre, el reconocimiento de quién es él y el sentido
de su crecimiento y de su identidad. El papel de la madre durante la
infancia es prever y proteger. La madre es el primer mundo del hombre:
la regularidad de la respuesta materna constituye el primer orden del
mundo del niño. El padre contribuye al desarrollo de la personalidad del
niño, mostrándose con su autoridad, no como una amenaza, sino como
un guía. El padre y la madre se complementan. Esto supone una
presencia real, física y sicológica de los padres junto al niño (68).

54. «Honra a tu padre y a tu madre»: cuarto mandamiento


Muchos pretenden una convivencia humana prescindiendo
de los padres. Pretenden instaurar una fraternidad sin padres. La
Escritura nos revela que honrar padre y madre es un mandamiento de
vida. El crecimiento y desarrollo de la persona humana se destruye o
queda gravemente dañado cuando falta en la vida del hombre, sobre
todo en su infancia, en su adolescencia y juventud, el afecto y la
atención educativa de los padres. Los padres -y por extensión los
educadores- tienen una función imprescindible en el desarrollo armónico
de la personalidad: «Honra a tu padre y a tu madre: así se prolongarán
tus días y te irá bien en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar»
(/Dt/05/16). Algo semejante dice el libro del Eclesiástico: «En obra y
palabra honra a tu padre y vendrá sobre ti toda clase de bendiciones. La
bendición del padre hace echar raíces, la maldición de la madre arranca
lo plantado. No busques honra en la humillación de tu padre, porque no
sacarás honra de ella; la honra de un hombre es la honra de su padre, y
la deshonra de la madre es vergÜenza de los hijos. Hijo mío, sé
constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque
chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas» (/Si/03/8-13)
(69).

55. Jesús nos lleva a cumplir con autenticidad el cuarto mandamiento


Jesús exige el cumplimiento del cuarto mandamiento, que en su época
ha sido deteriorado, desvirtuado, por la tradición farisaica. Algunos
fariseos y escribas acusan a Jesús de que sus discípulos quebrantan la
tradición de los mayores, pues no se lavan las manos antes de comer.
Jesús responde que hay tradiciones humanas que suplantan a los
mandamientos de Dios, y que llevan finalmente a los hombres a la
transgresión de tales mandamientos: «Dios dijo: Honra a tu padre y a tu
madre y el que maldiga a su padre o a su madre, tiene pena de muerte.
En cambio, vosotros decís que el que le declara a su padre o a su
madre: Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo, ya no
está obligado a sustentar a su padre; así, en nombre de nuestra
tradición, habéis invalidado el mandamiento de Dios. ¡Hipócritas!...» (Mt
15, 1-11). Las tradiciones religiosas, instituidas como un conjunto de
medios para unirse más con Dios, dejan de ser medios y se convierten
en fin. Jesús rechaza tal perversi6n en el plano de los principios. Y en
cuanto a la aplicaci6n farisaica sobre el lavarse las manos antes de
comer, Jesús responde diciendo que no es lo que entra por la boca lo
que hace impuro al hombre, sino lo que sale del corazón (Cfr. Mt 15,
8-20) (70).

56. Más allá de los lazos de la sangre


Ahora bien, la Escritura no nos ofrece argumentos para defender un
paternalismo patológico, que sofoque la vida y el crecimiento del otro,
que no le permita conquistar su libertad y progresiva independencia,
caminar poco a poco hacia la propia identidad. El evangelio de Lucas
está particularmente atento a este despertarse a la mayoría de edad, a
este emerger de un ser dependiente, de una vida todavía sin definici6n,
decidida hasta el presente por el padre. La infancia de Cristo culmina
con el episodio de la iniciativa tomada por Jesús con ocasi6n del viaje a
Jerusalén (Lc 2, 41-52). No se trata de una rebeli6n, sino dei despertar
de una responsabilidad: "¿No sabíais que yo debía estar en la casa de
mi Padre". (2, 49). Es la primera manifestación de su futura vocación y
misión. Jesucristo, en determinadas ocasiones manifiesta gran libertad
frente a los vínculos de la sangre, a los que concedemos a veces una
importancia exclusiva. Jesucristo da mayor importancia a los lazos de
orden espiritual, resultantes de una opción personal y libre (71).

57. «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi


hermana, y mi madre»
Un día, su propia madre y sus parientes (aquellos que en las lenguas
semíticas son llamados «hermanos») no podían acercarse a El y
deseaban verle. Una vez más, Jesús manifiesta una independencia
soberana, distanciándose visiblemente de este tipo de vínculos.
Subordina los lazos físicos, biológicos, anexos de un orden diferente y
superior, a lazos espirituales. Otorga así su importancia «relativa»,
referencial, a los vínculos de índole biológica y concede la primacía a un
nuevo ámbito de intercomunicación personal, resultante de una filiación
libremente aceptada: «Llegaron su madre y sus hermanos y desde fuera
lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: Mira,
tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Les contestó:
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el
corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre»
(/Mc/03/31-35) (72).

58. «¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!»


En otra ocasión, mientras El enseñaba, una mujer dijo lo que cualquier
otra mujer hubiera dicho y pensado. Y Jesús respondió, mostrando el
valor primordial de la obediencia a la Palabra de Dios: «Mientras él decía
estas cosas, una mujer de entre el gentío, levantó la voz diciendo:
¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él
repuso: Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la
cumplen!» (Lc 11, 27-28). María, su madre, era -para Jesús- más grande
por encarnar en su vida la voluntad del Padre que por haber ofrecido su
carne y sangre para que el Hijo de Dios se encarnase (73).

59. Condición necesaria para seguir a Jesús


Llegado el caso, para seguir a Jesús, puede ser necesario
sobreponerse a los lazos humanos familiares. Jesús es primero: Grandes
multitudes iban caminando con El y, volviéndose hacia ellas, les dijo: «El
que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi; y
el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí» (Mt 10, 37-38)
(74).

60. Más allá de los lazos de la nación y de la raza


La Palabra de Dios sitúa al hombre más allá de los lazos de la nación y
de la raza. Si hemos comprendido bien lo que es Israel, en el
pensamiento teológico de los profetas hebreos, desde Amós hasta Juan
-hasta Jesús- no se puede decir que alguien pertenezca a Israel, a la
semilla de Abraham, como se pertenece, por derecho de nacimiento, a la
nación francesa, inglesa, alemana o española. El Dios de Israel, según el
profeta Amós, afirma la libertad soberana, absoluta, del lazo que le
vincula a su pueblo Israel. No es cuestión de biología, sino de espíritu. La
alianza no es una relación natural, desborda el ámbito de la naturaleza:
«¿No sois para mí como etíopes, hijos de Israel? -oráculo del Señor-. Si
a vosotros os saqué de Egipto, saqué a filisteos y sirios de Quir» (Am 9,
7) (81).

61. El pueblo de Dios, llamado a la universalidad


Una cosa es el hijo según el orden biológico, y otra muy diferente el
hijo según el orden espiritual y libre. Según los profetas, Israel proviene
del orden espiritual. De ahí que sea un pueblo llamado a la
universalidad, a la catolicidad, más allá de las peculiaridades nacionales
y raciales. Jesús, como ningún otro, ha enseñado la universalidad de la
vocación a entrar en la economía de esa humanidad nueva, cuyo primer
exponente fue Abrahán. Ante la fe del centurión romano, dijo Jesús a los
que le seguían:. «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie
tanta fe. Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se
sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; en
cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 8, 10-12) (83).

62. Todos convocados al amor


Ya el Antiguo, pero de modo peculiar el Nuevo Testamento convoca a
todos al amor. Sólo el amor puede hacernos hermanos a todos los
hombres. Sólo en el amor podemos abrirnos a una familiaridad universal.
San Pablo, en la Carta a los Efesios, convoca a todos al amor; en
concreto a padres y a hijos, cuando dice: «Hijos, obedeced a vuestros
padres como el Señor quiere, porque eso es justo. Honra a tu padre y a
tu madre, es el primer mandamiento al que se añade una promesa; Te
irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra. Padres, vosotros, no
exasperéis a vuestros hijos: criadlos, educándolos y corrigiéndolos como
haría el Señor» (Ef 6, 1-4; cfr. Col 3, 20-25). En realidad, los padres son
plenamente honrados por sus hijos cuando son amados por ellos. Y son
plenamente padres cuando aman generosamente a sus hijos, sin
egoísmo. La figura madura del padre es una figura presente, familiar,
cercana, disponible, acogedora. La madurez de la figura paterna (padres
o educadores) supone una vocación de generosidad y de renuncia.
Como bien se ha dicho: «Ser para los demás un camino que se utiliza y
se olvida.» (84).
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TEMA 37

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
A UNA COMUNIÓN QUE VA MAS ALLÁ
DE LOS LAZOS DE LA SANGRE

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial.
* Presentación del tema 37 en sus puntos clave.
* Lectura de Mc 3,31-35: ¿tenemos experiencias semejantes?
* Diálogo.
* Oración comunitaria: desde la propia situación. Canción apropiada.

PISTA PARA LA REUNIÓN


PUNTOS CLAVE
* Figuras paterna y materna.
* Honra a tu padre y a tu madre.
* No un paternalismo patológico.
* Más allá de los lazos de la sangre.
* ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos7
* Los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el Evangelio conduce no sólo a no matar, sino también a
amar al enemigo.

63. Optar por la vida


La vida es algo que no nos cansamos de admirar. Ya la vida de una
planta es una maravilla, cuanto más la de un animal, que por sus
sentidos se acerca más al hombre. Cuanto más alto está un animal en la
escala zoológica, tanto más preludia la realidad suprema de la creación:
¡La vida humana! El hombre evita instintivamente todo lo que daña a la
vida: frío, calor, humedad... Se ha encontrado remedio para muchas
enfermedades. Intentamos prolongar la vida lo más posible. El cuidado
de la vida, propia y ajena, está grabado profundamente en nosotros. No
obstante, podemos hacer de la vida objeto de libre elección o de repudio.
Y bajo el pretexto de defender la vida podemos llegar a destruirla:
aborto, droga, eutanasia, manipulación, violencias, terrorismo, venganza,
homicidio, suicidio... Todo esto corresponde a fuerzas impulsivas de
destrucción y de muerte que luchan en el interior del hombre contra el
deseo instintivo de vida. ¿Le es posible al hombre superar esta tensión y
optar decidida e incondicionalmente por la vida? (86).

64. Dios ha optado por la vida


La simpatía de Dios está al lado de la vida. Dios ha optado por la vida.
Por encima de todo quiere que el hombre viva. Toda vida viene de Dios,
pero la vida del hombre viene de El en forma muy especial, para hacerlo
alma viva «sopló Dios en su nariz un aliento de vida» (Gn 2, 7; Sb 15,
11). Dios toma bajo su protección la vida del hombre y prohíbe el
homicidio (Gn 9, 5-6), aunque sea el de Caín (Gn 4, 11-15) (87).

65. Caín: Envidia, odio, homicidio. Proceso permanente


Caín es un caso-tipo que se repite a lo largo de la historia humana, y
muestra un proceso permanente que lleva al hombre a la destrucción de
la vida: lleno de envidia, tiende a la supresión del otro y al homicidio. El
esquema envidia-odio-homicidio se aplica siempre en el mismo sentido.
La agresión y el crimen es el triste final del proceso envidia-odio (88).
66. «No matarás»: quinto mandamiento
Dios nos ha dado un mandamiento que indica el respeto profundo que
se debe a la vida de cada ser humano, creado a imagen y semejanza de
Dios: «No matarás» (Dt 5, 17). Dios ha brindado a la humanidad la
creación. Pero a nadie ha constituido dueño de la vida humana, ni de la
propia ni de la ajena. El homicidio, el suicidio, el aborto, la eutanasia...
son crímenes contra la vida. La vida humana procede de Dios, es de
Dios, la protege Dios (89).

67. Pecados contra la vida humana


«Cuanto atenta contra la vida, homicidios de cualquier clase,
genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado; cuanto viola
la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones,
las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la
mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las
condiciones infrahumanas de la vida, las detenciones arbitrarias, las
deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de
jóvenes; o las condiciones laborales degradantes que reducen al obrero
al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la
responsabilidad de la persona: todas estas prácticas y otras parecidas
son infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus
autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al
Creador» (GS 27). Entre los pecados más graves contra la vida humana
en el mundo de hoy hay que señalar el terrorismo y los secuestros (90).

68. La legítima defensa, la guerra y la pena de muerte


Hay situaciones en las que de antiguo se tiene por lícito quitar la vida a
un hombre: las de legítima defensa. Si yo trato de quitar la vida a otro
injustamente, éste puede quitarme la vida a mí si no dispone de otro
medio para defender su propia vida.
En relación con el quinto mandamiento se presentan dos casos en los
que al cristiano se le plantean especiales dificultades de conciencia. Uno
es el caso de la guerra; otro, el de la pena de muerte (91).

69. La guerra debe ser sustituida GUERRA:


En la antigüedad la guerra era considerada como un fenómeno
natural. Fue San Agustín en el siglo IV el primero que se planteó el
problema de la guerra como una cuestión de conciencia. A lo largo de los
siglos, los teólogos no han cesado de reflexionar sobre el problema
moral de la licitud de la guerra. Siempre se ha admitido la licitud de la
guerra como defensa contra un agresor injusto. Pero a medida que ha
aumentado el poder destructor de las armas modernas resulta más difícil
cualquier guerra. El Papa Pío Xll propone ya una enseñanza, seguida
después por sus sucesores y por el Concilio Vaticano II, según la cual la
guerra no es el instrumento adecuado para resolver los conflictos. La
guerra, como instrumento de solución de los problemas internacionales o
nacionales, debe desaparecer. Hay que recurrir a la negociación, a los
pactos, y sobre todo a una educación de las conciencias en el deber
moral de trabajar positivamente por la paz (92).

70. Los límites de la legítima defensa


El Concilio Vaticano II admite como legítima todavía hoy la guerra en
defensa contra un agresor injusto: «Mientras exista el riesgo de guerra y
falte una autoridad internacional competente y provista de medios
eficaces, una vez agotados todos los recursos pacíficos de diplomacia,
no se podrá negar el derecho de legítima defensa a los gobiernos» (GS
79). Pero condena como un crimen toda acción bélica que tienda
indiscriminadamente a la destrucción de ciudades y regiones enteras: «El
horror y la maldad de la guerra se acrecientan inmensamente con el
incremento de las armas científicas. Con tales armas las operaciones
bélicas pueden producir destrucciones enormes e indiscriminadas, las
cuales, por tanto, sobrepasan excesivamente los límites de la legítima
defensa... Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la
destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus
habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que
condenar con firmeza y sin vacilaciones» (GS 80) (93).

71. La objeción de conciencia OBJECION-CONCIENCIA En relación


con el tema de la guerra se plantea hoy el problema de los que rehúsan
el servicio militar por razones de conciencia. Sobre esta cuestión los
obispos españoles han presentado al pueblo cristiano la siguiente
reflexión: «Los Obispos españoles queremos recordar ante todo que el
mandamiento evangélico del amor fraterno, de donde ha de brotar la
conversión individual y colectiva y el «desarme de las conciencias», fue
rubricado con el testimonio supremo de Cristo, con la entrega de su vida.
Es, por otra parte, derecho de la autoridad pública mantener un eficaz
dispositivo de defensa para garantizar la necesaria protección de los
ciudadanos contra agresiones exteriores, derecho del que se deriva el
de establecer, si así lo exige el bien común, el servicio militar obligatorio.

Al mismo tiempo creemos necesario subrayar la importancia que tiene


para la realización del bien común, como realidad auténticamente
humana, el que los ciudadanos puedan obrar en el respeto y en la
fidelidad a sus exigencias éticas más profundas» (94).

72. Elaboración de fórmulas legislativas integradoras y generosas


«La conciliación de una y otra realidad ha de ser un objetivo a lograr
mediante la elaboración de fórmulas legislativas integradoras y
generosas. Estamos, en fin, seguros de que la sociedad ha de saber
valorar en su justa medida las voces que denuncian los riesgos de una
guerra que en las actuales circunstancias amenaza ser total e
indiscriminada, voces que además hacen notar la contradicción que
supone el empleo de armamentos y gastos bélicos de ingentes recursos,
indispensables para atender las necesidades más perentorias de la
subsistencia y del desarrollo de los pueblos. El caso de los objetores de
conciencia que tengan estas motivaciones no puede identificarse ni
recibir el mismo tratamiento que el de los simples desertores.
Consecuentes con estas premisas y con las enseñanzas del Concilio
Vaticano II nos parece razonable que las leyes tengan en cuenta, con un
sentido humano de equidad, el caso de los que se niegan a tomar las
armas por motivos de conciencia, con tal que acepten servir a la
comunidad humana de otra manera (GS 79).
La autoridad pública que así obra, a la vez que, con ponderado
criterio, permite servir a la comunidad humana en forma distinta del
servicio militar, habrá de proteger a la sociedad frente al recurso
fraudulento a los imperativos de la conciencia por motivaciones menos
nobles» (XIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española,
26 de noviembre a 1 de diciembre de 1973) (95).

73. La pena de muerte


La pena de muerte se ha justificado a lo largo de la historia por su
valor de ejemplaridad, por lo que tiene de justo castigo por delitos
especialmente graves, y como medio de defensa necesario de la
sociedad contra ciertos delincuentes. Los argumentos tradicionales en
favor de la pena de muerte dan por supuesto que ante ciertos delitos
especialmente graves la sociedad no dispone de otro medio eficaz para
salvaguardar de manera adecuada estos valores de ejemplaridad, de
castigo justo, de defensa contra los criminales. En este caso el derecho
de la autoridad pública es superior y diferente al derecho de los
individuos (96).

74. Buscar otros caminos que el de la eliminación por la muerte


En la actualidad, muchos sociólogos, juristas y moralistas, tanto
cristianos y creyentes como no creyentes, estiman que la pena de
muerte no es hoy necesaria para salvaguardar los valores que con ella
se pretende proteger. No parece que el aumento o la disminución de la
delincuencia dependa necesariamente de que exista o no exista la pena
de muerte. La conciencia, cada día más viva, de la dignidad de cada
hombre como fin en sí mismo lleva a muchos a rechazar la pena de
muerte, concebida como un medio. La autoridad civil, para el
cumplimiento de la función, debe buscar otros caminos distintos que el
de la eliminación por la muerte, ya se haga por razones de ejemplaridad
o por otras diversas (97).

75. Urgencia evangélica de caridad y de perdón


Cristo no abolió expresamente la pena de muerte, ni la guerra, ni la
esclavitud, ni habló de la necesidad de cambiar las leyes de la sociedad
civil. Pero de sus enseñanzas se desprende que el cristiano no puede
inspirarse en el deseo de venganza, aun cuando esta venganza la
realizara el Estado en nombre de los individuos; ni puede el cristiano
acogerse al principio de la legítima defensa como si éste fuera la última
palabra para resolver los conflictos entre los hombres. El mensaje
cristiano es, ante todo, un mensaje de caridad y de perdón, que va más
allá de toda argumentación ética: «amad a vuestros enemigos» (Mt 5,
44) (98).

76. Fe en Jesucristo reconciliador


Animados por el Espíritu, creemos, porque confiamos en la eficacia de
la salvación de Jesucristo que obra ya en nosotros y en nuestra historia,
"pacificando mediante la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en
los cielos" (Col 1, 20), que hemos de poder lograr, por otros caminos,
nuestras aspiraciones justas en el ámbito político-social, con tal de que
ninguno, autoridad o pueblo, pretenda poseer la exclusiva de la justicia y
trate de imponerla a cualquier precio.
Pablo Vl, sin referirse expresamente a la pena de muerte, exhorta a
todos a evitar todo recurso a la violencia: «la Iglesia no puede aceptar la
violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se
desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación,
porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas
de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que
se pretende liberar» (EN 37; cfr. Tema 31) (99).

77. Urgentísima una nueva sensibilidad sobre la paz: educación,


opinión pública
El Concilio Vaticano II considera urgentísima la necesidad de «una
nueva educación de las mentes y una nueva inspiración de la opinión
pública. Quienes se entregan a la obra de la educación, sobre todo de
los jóvenes, o son formadores de la opinión pública, consideren como un
gravísimo deber suyo este de formar las mentes a una nueva
sensibilidad sobre la paz. Conviene que todos cambiemos nuestros
corazones, mirando siempre al entero universo y a los deberes que
podemos cumplir todos a una, para que el hombre se mejore» (GS 82)
(100).

78. Cuidarás de la vida


El Evangelio prescribe no sólo «no matar», sino además «cuidar de la
vida». Esto implica el cuidado de evitar todo lo que dañe la vida humana,
toda herida, ora provenga de maldad, de negligencia humana o de
necedad.
Jesús anuncia la vida. Para Jesús la vida humana es cosa preciosa,
«más que el alimento» (Mt 6, 25); salvar una vida prevalece incluso
sobre el sábado (Mc 3, 4).
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos (Mc 12, 27). El cura y
devuelve la vida, como si no pudiera tolerar la presencia de la muerte (Jn
11,1 -44). El es la verdadera vida, se puede decir que es la vida a secas
(Mt 7, 14; 18, 8-9).
Por tanto, la droga, el alcoholismo, el excesivo trabajo, o también, el
trabajo prematuro, la infracción de las normas de tráfico (que puede
convertirse en un juego con la vida humana, propia y ajena)... son
formas concretas de no cuidar de la vida (101).

79. «Amad a vuestros enemigos»


Jesús nos lleva más allá de la letra del quinto mandamiento «Habéis
oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será
procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano
será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que
comparecer ante el sanedrín, y si lo llama renegado, merece la condena
del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te
acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y
entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (MT 5. 21-24).
La línea de conducta cristiana: incluso con los que nos hacen daño, es
el amor: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a
tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad
por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en
el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a
justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio
tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos» (Mt 5, 43-46).
Este mandamiento destaca entre las exigencias más nuevas de Jesús.
El mismo tuvo enemigos, le dieron muerte y El, en la cruz, les perdonó
(Lc 23, 34). Así debe hacerlo el discípulo, a imitación de su maestro (1 P
2, 23). El amor al enemigo es signo distintivo del cristiano (104).

80. Actitud reconciliadora


El cristiano, como Jesucristo, debe perdonar. San Pablo, siguiendo las
enseñanzas y ejemplos de Jesús, nos dice: «Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres;
con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no
tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.
No mostréis suficiencia. No devolváis a nadie mal por mal. Procurad la
buena reputación entre la gente; en cuanto sea posible y por lo que a
vosotros toca, estad en paz con todo el mundo. Amigos, no os toméis la
venganza, dejad lugar al castigo, porque dice el Señor en la Escritura:
Mía es la venganza, yo daré lo merecido. En vez de eso, si tu enemigo
tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así le sacarás
los colores a la cara. No te dejes vencer por el mal, vence el mal a fuerza
de bien» (Rm 12, 14-21).
El hombre que ama a su enemigo aspira a convertirlo en amigo. En
esta actitud Dios mismo le precedió: «Cuando éramos enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo» (Rm 5, 10). La norma
suprema del cristiano en sus relaciones con los demás es la caridad: «El
amor es paciente, afable, no tiene envidia; no presume ni se engríe; no
es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se
alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites,
cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites» (1 Co 13, 4-7)
(105).

81. Vencer el muro de la enemistad con el poder de Jesús


La enemistad es un signo del reinado de Satán, el enemigo por
excelencia (Gn 3,15). Enemigo de los hombres y enemigo de Dios,
siembra en la tierra la cizaña por lo cual estamos todos expuestos a sus
ataques (Mt 13, 39). Pero Jesús dio a los suyos poder sobre todo poder
que venga del enemigo (Lc 10, 19). Este poder les viene del combate en
que Jesús triunfó por su misma derrota, habiéndose ofrecido a los golpes
de Satán a través de sus enemigos y habiendo vencido a la muerte con
la muerte. Así derribó el muro de la enemistad que cruzaba por la
humanidad (Ef 2,14-16)(106).
82. La Cruz, lugar de reconciliación
En tanto llega el día en que Cristo, para poner a todos sus enemigos
bajo sus pies, destruya para siempre a la muerte, que es el último
enemigo (1 Co 15,25-26), el cristiano combate con Jesús contra el viejo
enemigo del género humano (Ef 6,11-17). En torno a él, algunos se
conducen como enemigos de la Cruz de Cristo (Flp 3,18), pero él sabe
que la Cruz lo lleva al triunfo. Esta cruz es el lugar fuera del cual no hay
reconciliación con Dios ni entre los hombres (107).

83. Pasar de la muerte a la vida amando a los hermanos


Jesús, a quien los discípulos reconocieron como la palabra creadora
misma, jamás destruye, nunca mata, no hiere; El cura, regenera, crea.
Quien ama, ha pasado de la muerte a la vida. Quien no ama, es enemigo
de la vida. Es un homicida y permanece en la muerte, dice San Juan:
«nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque
amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que
odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva
en sí vida eterna» (1 Jn 3, 14-15) (108).

84. Un amor muy difícil para nosotros, que procede de Dios


El amor al enemigo, difícil para el hombre, procede de Dios. Es la obra
de Dios en nosotros, «el amor es de Dios» (1 Jn 4,7). En efecto, ¿cómo
seríamos nosotros misericordiosos (como el Padre celestial) si no nos lo
enseña el Señor, si no lo derrama el Espíritu en nuestros corazones? (1
Ts 4,9; Rm 5,5; 15,30). Y ese amor, venido de Dios, conduce a Dios.
Mientras esperamos la venida del Señor, el amor es nuestra actividad
esencial, según la cual seremos juzgados (Mt 25, 31-46). El amor de Dios
(y del cristiano) es universal, no excluye a nadie, ni siquiera al enemigo; y
es absoluto, no tiene excepciones, rige en todo momento (109).
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TEMA 38-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
NO SOLO A NO MATAR, SINO TAMBIÉN A AMAR AL ENEMIGO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Información (personas, hechos, problemas: lo más importante).
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: presentación
de
Gn 4,1-16, el fratricidio o la violación de la fraternidad.
* Diálogo: lo que más nos llama la atención.
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* Presentaci6n de Gn 4,1-16:
- "he adquirido un varón"...;
- Abel, pastor; Caín, labrador (establecido, sedentario);
- oblación de Caín (?);
- se irritó...;
- ¿dónde está tu hermano?;
- no sé (?);
- vagabundo y errante serás en la tierra;
- señal de protección: de parte de Dios.
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TEMA 38-2

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
NO SOLO A NO MATAR, SINO TAMBIÉN A AMAR AL ENEMIGO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial: Sal 50.
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión: no sólo no
matarás
(evitarás cuanto atenta contra la vida), sino también amarás a tu
enemigo.
* Diálogo.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* Cuanto atenta contra la vida:
- homicidios de cualquier clase;
- genocidios;
- aborto;
- eutanasia;
- mutilaciones;
- torturas morales o físicas;
- terrorismo;
- secuestros;
- (...)
* No matarás (Dt 5,17).
* Amad a vuestros enemigos (Mt 5,44).
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TEMA 38-3

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DEL ABORTO Y EL DE SU LEGALIZACIÓN

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y documento de la reunión:
«El aborto. Diversos aspectos. ¿Legalización?» (PC-1, 6.1).
* Lectura personal y comentario: lo más importante.
O bien: exposición y diálogo,
* Oración comunitaria.
PISTA PARA LA REUNIÓN
DIVERSOS ASPECTOS
1 Aspectos biológicos.
2 Aspectos jurídicos.
3 Aspectos teológicos.
4 El Magisterio más reciente de la Iglesia.
5 Problemas especiales.
6 Datos estadísticos.
7 (...)
8 Para la reunión de grupo

POR LA FIDELIDAD DEL CORAZÓN

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir el mensaje de Jesús sobre la sexualidad y el matrimonio
como la llamada a una fidelidad total, desde lo más profundo (el corazón).

85. La sexualidad humana, integrada en el contexto del amor


SEXO/A: La vida sexual humana debe manifestarse como una
posibilidad de diálogo y de comunicación. La sexualidad aparece
entonces integrada en el contexto interpersonal del amor. La relación
sexual implica, aún más que muchos otros gestos humanos, una decisión
que afecta a toda la persona, una opción de la que depende el futuro de
la misma. De ahí que sea algo radicalmente serio, incompatible con toda
componenda: o someterse al círculo vicioso de la experiencia sexual
egoísta, o seguir el camino de una entrega personal y total al otro. El
verdadero amor se compromete para siempre (118).

86. El plan de Dios: «Una sola carne»


A partir del hombre y de la mujer, Dios forma un ser único, «una sola
carne» (Gn 2, 24). Dios creó al hombre como varón y como mujer (Gn 1,
27); en su humanidad, varón y mujer son de igual categoría y dignidad
«hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2, 23), pero no de igual
constitución. Están referidos el uno al otro. Por la cooperación de ambos
puede desplegarse plenamente la vida humana. Jesús empleará la
misma fórmula del Génesis para subrayar la unidad de la pareja
matrimonial: «Ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6). Como dice
el Concilio Vaticano ll: «Dios no creó al hombre solo, sino que desde el
principio «los creó varón y mujer» (Gn 1, 27); su unión crea la primera
forma de sociedad personal. De modo que el hombre, por su íntima
naturaleza, es un ser social; sin relación con los demás no puede ni vivir
ni desarrollar sus capacidades» (GS 12) (120).

87. Doble función de la sexualidad humana: Alteridad, fecundidad


Desde el principio de la Escritura, la diferencia sexual del hombre y de
la mujer aparece vinculada a dos funciones fundamentales: a) La
alteridad de los sexos; ordenada a redimir la soledad del hombre: «No
está bien que el hombre esté solo. Voy a hacerle alguien como él que le
ayude» (Gn 2, 18); b) La fecundidad, ordenada a la transmisión de la
vida y al dominio del universo: «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y
sometedla» (Gn 1, 28). Estas dos funciones de la sexualidad humana
sitúan al individuo en un contexto social (121)

88. Bondad y valor de la relación sexual matrimonial


La bondad y el valor de la relación sexual en el matrimonio nunca
fueron puestos en duda en la Biblia. Así lo manifiesta el libro de los
Proverbios: «Goza con la esposa de tu juventud: cierva querida, gacela
hermosa, que siempre te embriaguen sus caricias y continuamente te
deleite su amor» (5,18-19; cfr Ct 4, Is; 6, 4ss: Ez 24,15ss; Si 26,16ss).
Por su parte, Pablo contra los deseos ilusorios de continencia
manifestados por los corintios, les recuerda el deber de las relaciones
sexuales: «El marido dé a su mujer lo que debe y lo mismo la mujer al
marido; la mujer ya no es dueña de su cuerpo, lo es el marido; y tampoco
el marido es dueño de su cuerpo, lo es la mujer» (1 Co 7, 3-4). El
Concilio Vaticano Il, eco reciente de la doctrina tradicional de la Iglesia,
manifiesta la dignidad de la relación sexual matrimonial con estas
palabras: «Los actos por los que los esposos se unen íntima y
castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera
verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el
que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud» (GS 49)
(122).

89. Un misterio que no debe ser mancillado


El plan de Dios, que consiste en hacer del hombre y de la mujer «una
sola carne», es un misterio de alteridad y fecundidad que no puede ser
mancillado y violado. Así lo dice el profeta Malaquías: «...Yahvé es
testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, siendo
así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. ¿No ha hecho él
un solo ser que tiene carne y aliento de vida? Y este uno, ¿qué busca?
¡Una posteridad dada por Dios! Guardad, pues, vuestro espíritu; no
traicionéis a la esposa de vuestra juventud. Pues yo odio el repudio, dice
Yahvé Dios de Israel, y al que encubre con su vestido la violencia, dice
Yahvé Sebaot. Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis tal
traición» (Ml 2, 14-16) (123).

90. «No cometerás adulterio.» «Avergonzaos de la fornicación»


Con la prohibición del adulterio, el Antiguo Testamento lleva a cabo
una defensa de la vida matrimonial y de la familia. «No cometerás
adulterio», dice el Decálogo (Dt 5, 18; Ex 20, 14; cfr. Jr 7, 9; Ml 3, 5). El
adulterio recibe en la ley una definición restringida: es el acto que viola la
pertenencia de una mujer a su marido, o a su prometido (Lv 20,10; Dt 22,
22-23). La mujer aparece más como propiedad del hombre (Ex 20,17)
que como una persona que forma con él una sola cosa en la fidelidad de
un amor mutuo (Gn 2, 23-24). Este rebajamiento de la mujer está
vinculado a la poligamia, que se remonta a los tiempos de Lamec (Gn 4,
19). La poligamia será tolerada durante largo tiempo ( Dt 21, 15; cfr 17,
17; Lv 18,18). Sin embargo, los libros sapienciales, que muestran la
gravedad del adulterio (Pr 6, 24-29; Si 23, 22-26), invitan al hombre a
reservar su amor a la mujer de su juventud (Pr 5,1 5-19) y a condenar la
prostitución, aunque ella no haga al hombre adúltero (Pr 23, 27; Si 9,
3-6; 41, 22) (124).

91. Contra todas las formas del mal


Con la prohibición del adulterio, comenta el Catecismo Romano,
prohíbe Dios todo pecado deshonesto e impuro. Explícitamente lo
afirman San Ambrosio y San Agustín. E igualmente lo confirman con
absoluta evidencia las Sagradas Escrituras; consta en muchos de sus
pasajes que Dios castiga, además del adulterio, otras especies de
pecados deshonestos. En el G6nesis, por ejemplo, se nos narra la
sentencia de Judá contra su nuera; en el Deuteronomio se prohíbe a las
israelitas convertirse en prostitutas; Tobías exhorta a su hijo para que se
guarde de toda fornicaci6n, y el Eclesiástico dice: "Avergonzaos de la
fornicación..., de fijar la mirada sobre mujer ajena" (41, 17.23) (125>

92. No codiciarás la mujer de tu prójimo MDT-09


Ya en el Antiguo Testamento el pecado afecta no sólo al hecho del
adulterio, sino también al deseo. El deseo incuba el pecado. Así, David,
cediendo a su deseo, se apodera de Betsabé (2 S 11, 2ss), y
desencadena una serie de desgracias y atropellos. Los dos ancianos
desean a Susana hasta perder la cabeza (Dn 13, 8-20). El libro del
Eclesiástico aconseja avergonzarse de mirar a mujer prostituta y de
clavar los ojos en mujer casada (41, 22-23). Y el Decálogo, apuntando al
corazón, prohíbe el deseo culpable: «No codiciarás la mujer de tu
prójimo» (Dt 5, 21) (126).

93. "Lo que Dios unió no lo separe el hombre"


Respecto al Antiguo, el Nuevo Testamento representa, también aquí,
la continuidad y, a un mismo tiempo, la superación. Jesús condena el
adulterio, suprimiendo las concesiones que Moisés hubo de hacer ante la
dureza de corazón de su pueblo: "Se le acercaron unos fariseos y le
preguntaron para ponerlo a prueba: ¿Es lícito a uno despedir a su mujer
por cualquier motivo? El les respondió: ¿No habéis leído que el Creador
en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: Por eso abandonará el
hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos
una sola carne? De modo que ya no son dos sino una sola carne. Pues
lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Ellos insistieron: ¿Y
por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse? El les
contestó. Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de
vuestras mujeres; pero al principio no era así. Ahora os digo yo que si
uno se divorcia de su mujer -no hablo de unión ilegal- y se casa con otra
comete adulterio» (Mt 19, 3-9) (127).

94. «Está mandado... Pues yo os digo»...


En el sermón de la montaña Jesús se expresa de forma semejante,
haciendo resaltar más la novedad del Evangelio: «Está mandado: El que
se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio. Pues yo os digo: el
que se divorcie de su mujer -excepto en caso de unión ilegal- la induce al
adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio» (Mt 5,
31-32) (128).

95. Experiencia de fe, experiencia de gratuidad


Los discípulos perciben perfectamente la novedad del programa
evangélico de Jesús y la viven como algo que los supera y desborda: «Si
ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse» (Mt
19, 10). Jesús remite a la experiencia de fe, que es experiencia de
gratuidad: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese
don» (19, 11). Y aún hay cosas más difíciles -añadirá Jesús- que se
vuelven posibles en la experiencia de fe, el carisma de la virginidad: «Hay
eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los
hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los Cielos. El
que pueda con esto, que lo haga» (Mt 19, 12) (129).

96. El pecado nace en el corazón del hombre COR-BIBLICO Además,


Jesús lleva a su plenitud la línea que, comenzada en el Antiguo
Testamento, recoge esa dimensión interior del pecado que es el deseo
incubado en el corazón: «Porque del corazón salen los designios
perversos, los homicidios, adulterios, inmoralidades, robos, testimonios
falsos, calumnias. Eso es lo que mancha al hombre...» (Mt 15, 19-20). Es
de notar que el hebreo habla del corazón en un sentido más amplio que
nosotros, que lo reducimos a la vida afectiva. Para el hebreo el corazón
es lo más íntimo del hombre, donde nacen los recuerdos, los
sentimientos, los pensamientos, los razonamientos y los proyectos. Esta
dimensión interior del pecado es, para Jesús, tan importante y grave
como la dimensión exterior de los actos. El pecado se realiza ya en el
corazón del hombre (130).

97. La fidelidad es problema de corazón FIDELIDAD/MA

Si el pecado nace en el corazón del hombre, es el corazón la raíz que


necesita ser saneada. La defensa evangélica de la vida matrimonial no
se queda solamente en la prohibición del adulterio, sino que llega a su
raíz más profunda: la fidelidad es problema de corazón. Es el corazón del
hombre, el hombre entero, el que se manifiesta en cada uno de sus
gestos. Por ejemplo, en la mirada o en la acción: «Habéis oído el
mandamiento: no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a
una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un
miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te
hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que
ir a parar entero al infierno» (Mt 5. 27-30) (131).

98. El amor, fuente de la fidelidad


El amor es la fuente de la fidelidad, el secreto de la vida humana. En
efecto, dice San Pablo: «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
no envidiarás y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta
frase: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no
le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera» (Rm 13, 9-10)
(132).
99. «Cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y
honor
El mismo San Pablo, sobre todo en el ambiente de corrupción del
puerto de Corinto, se ve precisado a atacar todas las formas del mal:
«No os llaméis a engaño, los inmorales, idólatras, adúlteros, afeminados,
invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores, o estafadores
no heredarán el reino de Dios» (1 Co 6, 9-10). Y en diversos lugares
insiste particularmente en la fornicación "Huid de la fornicación" (1 Co 6,
18); «ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de
la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con
santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles
que no conocen a Dios» (1 Ts 4, 3-5), «la fornicación y toda impureza o
codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los
santos» (Ef 5, 3) (133).

100. La sexualidad humana, integrada en el contexto de la experiencia


de fe
La sexualidad humana alcanza su nivel más profundo cuando queda
integrada en el contexto de la vida de fe. El respeto al propio cuerpo se
traduce en gloria de Dios y cumplimiento de su voluntad. Es la voluntad
de Dios la que resplandece a través del cuerpo, esto es, de la vida
humana en cada una de sus dimensiones (Cfr. Hb 10, 5-7), también la
sexual.
En la experiencia de fe, la moral sexual depende ya de la relación
directa que el cuerpo tiene con el Señor. Nuestros cuerpos son miembros
de Cristo y templos del Espíritu. Así lo vio San Pablo: «¿No sabéis que
vuestros cuerpos son miembros de Cristo? y ¿voy a quitarle un miembro
a Cristo para hacerlo miembro de una prostituta? ¡Ni pensarlo! ¿No
sabéis que unirse a una prostituta es hacerse un cuerpo con ella? Lo
dice la Escritura: Serán los dos una sola carne. El que se une al Señor
es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que
cometa el hombre, queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica, peca
en su propio cuerpo. ¿0 es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo
del Espíritu Santo? El habita en vosotros, porque lo habéis recibido de
Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un
precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestros cuerpos!»
(1 Co 6, 15-201 (143)
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TEMA 39-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR EL MENSAJE DE JESÚS SOBRE LA SEXUALIDAD Y EL
MATRIMONIO COMO LA LLAMADA A UNA FIDELIDAD TOTAL

PLAN DE LA REUNIÓN
* Oración inicial.
* Presentación del tema 39 en sus puntos clave.
* Diálogo.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


PUNTOS CLAVE
* Sexualidad, integrada en el contexto del amor.
* Una sola carne: plan de Dios.
* Alteridad y fecundidad.
* No cometerás adulterio (Dt 5,18) ni fornicarás (Eclo 41,17; 1 Co
6,18).
* Fidelidad total, desde lo más profundo, desde el coraz6n (Mt
5,27-30).
* Don de Dios (Mt 19,11).
* Miembros de Cristo (1 Co 6,15).
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TEMA 39-2

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA ACTUAL DEL DIVORCIO:
¿ES LICITO POR ALGÚN MOTIVO?

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y pista para la reunión .
* Lectura de Mt 19,1-12; diálogo: lo más importante .
* Oración comunitaria, salmo, canción.

PISTA PARA LA REUNIÓN


1 ¿Es lícito por algún motivo?
2 Plan de Dios: una sola carne.
3 ¿Por qué Moisés permitió el repudio?
4 Por la dureza de vuestro corazón.
5 Quien repudia y se casa, adultera.
6 Excepción: unión ilegal.
7 Si es así, mejor no casarse.
8. No todos lo entienden.
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TEMA 39-3

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DEL DIVORCIO
A PARTIR DE LOS DATOS DE LA ESCRITURA

PLAN DE LA REUNIÓN
* Información: personas, hechos, problemas...
* Oración inicial: salmo compartido.
* Presentación de las lecturas, indicadas en la pista adjunta.
* Diálogo.
* Oración comunitaria.
PISTA PARA LA REUNIÓN
* Escucha de la Palabra:
- Lev 18-19;
- Hch 15,22-29;
- 1 Co 7,12-16;
- Mt 19,9 (ver Mc 10,1-12 y Lc 16,18: sin la excepci6n de Mateo).

* Pregunta de fondo: ¿es lícito divorciarse por algún motivo?


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TEMA 39-4

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DEL DIVORCIO
A PARTIR DE LA TRADICIÓN ORIGINAL DE LA IGLESIA

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y documento de la reunión:
«El divorcio, ¿es lícito por algún motivo?» (PC-1, 6.4).
* Lectura personal y comentario: lo más importante.
O bien: exposición y diálogo.
* Oración comunitaria: salmo compartido, canción.

PUNTOS CLAVE
* La excepción de Mateo, porneia (Mt 19,9).
* Significado de porneia: ver Hch 15,22-29 y Lev 18-19.
* No significa adulterio.
* La excepción paulina (1 Co 7,12-16).
* Mc 10,1-12 y Lc 16,18: sin excepción.
* Antiguo judaísmo, derecho civil romano, patrística.
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TEMA 39-5

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA ACTUAL
DE LA REGULACIÓN CIVIL DEL DIVORCIO

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión:planos diversos
del problema.
* Teniendo en cuenta los planos diversos, ¿qué significa para ti la
regulación civil del divorcio?
* Puesta en común, diálogo.
* Lectura de Mt 19,1-12: comentario.
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNIÓN


1. Ruptura matrimonial.
2. Regulación civil del divorcio.
3. Declaración canónica de nulidad.
4. Lo que dice el NT.
5. Praxis histórica de la Iglesia.
6. Matrimonio y sacramento.
7. Casarse por la Iglesia sin vivir como cristiano.
8. Valor del matrimonio civil.
9. La exigencia del Decálogo alcanza a todo matrimonio.
10.Redención del matrimonio, obra del Evangelio (gracia).

NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y L DINERO

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que la justicia del evangelio conduce no sólo a no robar y no
codiciar, sino también a dar y compartir

101. El afán de posesión de bienes materiales, un pozo sin fondo


Hay quienes ponen toda su confianza y seguridad en la posesión de
bienes materiales; pero quienes se mueven por el amor a Dios y al
prójimo se sienten más felices y más seguros cuando comparten sus
bienes con el prójimo. No esperan la felicidad de la acumulación de
riquezas. Su deseo es darse a los demás, hacer el bien. Nuestra cultura
económica tiende a incapacitarnos para pensar... Es éste un problema
particularmente grave de nuestro tiempo. El afán de encontrar la
seguridad en la posesión de bienes es un pozo sin fondo, que deja al
hombre siempre insatisfecho. No se sacia. Pretende poseerlo todo y
poseerlo siempre. ¡Un imposible! (149).

102. «No codiciarás los bienes ajenos»: décimo mandamiento


Ante el deseo del hombre de poseer cada vez más, sin ocuparse de
los otros, el Antiguo Testamento presenta el mandamiento del Decálogo
que dice: «No codiciarás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su
buey o su asno: nada que sea de tu prójimo» (Dt 5, 21) (150).

103. Distintas formas de robo, inspiradas por la codicia


MDT-07
Numerosos pasajes de la Escritura denuncian los atentados contra el
prójimo, inspirados por la codicia. La codicia conduce a distintas formas
de robo. Así, lleva al comerciante a falsear las balanzas, a especular y a
hacer dinero de todo (Am 8, 5-6; Si 26, 29; 27, 1-2); al rico a hacer
extorsiones y acaparar propiedades (Am 5, 12; Is 5, 8; Mi 2, 2), a explotar
a los pobres (Ne 5, 1-5; 2 R 4, 1; Am 2, 6), incluso negando el salario
merecido (Jr 22, 13); al jefe y al juez a exigir cohechos (Is 33, 15; Mi 3, 1
1; Pr 28, 16), a violar el derecho (Is 1, 23; 5, 23; Mi 7, 3) (151).

104. La codicia, opuesta al amor del prójimo CODICIA/A-H La codicia


es directamente opuesta al amor del prójimo y, sobre todo, de los
pobres, a los que la ley debe proteger (Ex 20, 17; 22, 24; Dt 24, 10-21).
Mientras que Yahvé prescribe: «No endurezcas tu corazón» (Dt 15, 7), el
codicioso es un hombre que tiene el alma seca (Si 14, 8-9), pues no
tiene compasión (27,1). Los jefes codiciosos, cautivados por su interés,
como lobos que desgarran su presa, recurren incluso a la violencia para
aumentar sus ganancias (Ha 2,9; Jr 22,17) y afirmar su voluntad de
dominio (Ez 22, 27) (152).

105. "No robarás": séptimo mandamiento"


Según este desarrollo bíblico, la codicia de los bienes ajenos del
décimo mandamiento conduce a la transgresión del séptimo, que dice:
«No robarás» (Dt 5,19). Hay formas enmascaradas de robar. Es mal
adquirida, en efecto, la riqueza que acaba por excluir de los bienes de la
tierra a la masa de los hombres, reservándolos a algunos privilegios (Is
5, 8; Jr 5, 27-28) (153).

106. «Revestís vuestras paredes y desnudáis a los hombres"


«Vosotros revestís vuestras paredes y desnudáis a los hombres. El
pobre desnudo gime en tu puerta, y ni le miras siquiera. Es un hombre
desnudo quien te implora y tú sólo te preocupas de los mármoles con
que cubrirás tus pavimentos. El pobre te pide dinero y no lo obtiene: es
un hombre que busca pan y tus caballos mascan el oro bajo sus dientes.
Te gozas en los adornos preciosos, mientras otros no tienen que comer.
¡Qué juicio más severo te estás preparando, oh rico! El pueblo tiene
hambre y tú cierras los graneros, el pueblo implora y tú exhíbes tus
joyas. ¡Desgraciado quien tiene facultades para librar a tantas vidas de
la pobreza y no quiere! Las vidas de todo un pueblo habrían podido
salvar las piedras de tu anillo» (·Ambrosio-SAN, Libro de Nabuthe, PL
14, 1394) (154).

107. La propiedad-privada no constituye para nadie un derecho


incondicional y absoluto:
El Papa ·Pablo-VI dice en la encíclica Populorum Progressio, tras
hacer referencia al pasaje bíblico de 1 Jn 3, 17: «Sabido es con qué
firmeza los Padres de la Iglesia han precisado cuál debe ser la actitud de
los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: «No es
parte de tus bienes -así dice San Ambrosio- lo que tú das al pobre; lo
que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de
todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no
solamente para los ricos.» Y también: «... la propiedad privada no
constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay
ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la
propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario. En una
palabra: el derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con
detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los
Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos» (PP 23) (155).

108. POBREZA/RIQUEZA: No es posible servir a


Dios y al dinero. «¡Ay de vosotros los ricos!»
El Evangelio es muy duro en relación con las riquezas. El «¡ay de
vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo!» (Lc 6,
24)"suena a condenación severa. El Evangelio del Reino anuncia el don
total de Dios; para recibirlo hay que darlo todo; para adquirir la perla
preciosa, el tesoro único hay que venderlo todo (Mt 13, 45-46), pues no
se puede servir a dos señores (Mt 6,24). El dinero es un amo implacable:
ahoga la palabra del Evangelio (Mt 13, 22); hace olvidar lo esencial, la
soberanía de Dios (Lc 12, 15-21); detiene en el camino del Evangelio a
los corazones mejor dispuestos (Mt 19, 21 -22). El rico que tiene en este
mundo sus bienes (Lc 16, 25) y su consuelo (6, 24) no puede entrar en
el Reino; sería más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja (Mt
19, 23-24). Sólo los pobres son capaces de acoger la buena nueva (Is
61,1; Lc 4,18; 1,53): He aquí el camino que Jesús propone a sus
seguidores: «El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser
discípulo mío» (Lc 14, 33). El que sirve a Dios, da su dinero a los pobres;
el que sirve al dinero, lo guarda para apoyarse en él. La distancia entre
el Decálogo y el Evangelio es aquí muy marcada (156).

109. No sólo «no robarás», sino que, además, compartirás


No sólo «no robarás», sino que además darás. Renunciar a la riqueza
no es necesariamente dejar de ser propietario. Incluso entre los
allegados a Jesús hubo algunas personas acomodadas, y un hombre
rico de Arimatea fue el que recibió en su tumba el cuerpo de Jesús (Mt
27,57). El evangelio no quiere que se deshaga uno de su fortuna como
de un peso molesto; lo que pide es que la comparta con los pobres (Mt
19,21; Lc 12,33; 19,8); haciéndose amigos con el dinero injusto pueden
también los ricos esperar que Dios les abra el difícil camino de la
salvación (Lc 16, 9) Como a Zaqueo (Lc 19,8), Jesús pide a todos un
signo (suficientemente claro y variable según los casos) de que el
verdadero dios de cada uno no es el dinero. Muchos, no obstante, son
invitados a dejarlo todo (Mt 19,21; Lc 12,33). Lo escandaloso no es que
haya un rico Epulón y un pobre Lázaro, sino que Lázaro quiera
alimentarse con las migajas que caen de la mesa del rico y no se le dé
nada (Lc 16, 21) (157).

110. Quien posee, es bueno cuando da


San Juan Crisóstomo nos exhorta a ser generosos y a menospreciar
las riquezas: «¿Cómo puede ser bueno el que posee riqueza? No puede
así afirmarse eso, sino que es bueno cuando da a los otros. Es bueno
cuando no tiene, cuando se la da a los otros, entonces es bueno.
Mientras guarda, no puede ser bueno. Ahora bien, ¿cómo puede ser
bueno algo que, retenido, muestra que somos malos y, desechado,
buenos? Luego lo que nos hace parecer buenos no es el tener, sino el
no tener riquezas. Luego la riqueza no es un bien. Y si pudiendo tomarla
la dejas, entonces te muestras bueno» (Homilía Xll, 3 y 4, PG 62, 562)
(158).

111. El Nuevo Testamento, tiempo del don. Cuando se ha recibido


mucho de Dios, todo cálculo resulta escandaloso
El Nuevo Testamento, poniendo plenamente de
relieve la generosidad de Dios, trastornó las perspectivas humanas. Es
verdaderamente el tiempo del don (Jn 4,10; Rm 5,7ss). El don a los
demás adquiere así un significado y una amplitud jamás conocida. La
codicia que se opone a la actitud de dar debe combatirse siempre. Ahora
debe ser superada ya la máxima «doy para que me des» (Lc 14,12ss).
Cuando se ha recibido tanto de Dios, todo cálculo y toda estrechez de
corazón resultan escandalosos. «Da a quien te pida» (Mt 5,42). «Habéis
recibido gratis, dad gratis» (Mt 10,8). El cristiano está llamado a
considerar todo como riquezas de las que sólo es administrador y que le
han sido confiadas para el servicio de los demás (1 P 4,10-11). La
generosidad con los demás es también una gracia, fruto del amor que
procede de Dios (159).

112. Cada cual dé según el dictamen de su corazón. Dios ama al que


da con alegría
«El que siembra escasamente, dice Pablo a los Corintios,
escasamente cosecha, y el que siembra a manos llenas a manos llenas
cosecha. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala
gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es
Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo siempre y en
todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena.
Como dice la Escritura: Repartió a manos llenas; dio a los pobres, su
justicia permanece eternamente. Aquel que provee de simiente al
sembrador y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra
sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia. Sois ricos en todo
para toda largueza, la cual provocará por nuestro medio acciones de
gracias a Dios» (2 Co 9, 6-11) (160).

113. ¡Bienaventurados los pobres! Vuestro es el Reino de Dios


Al comenzar Jesús su predicación inaugural con la bienaventuranza de
los pobres: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de
Dios» (Lc 6, 20; Mt 5, 3), quiere hacer que se reconozca en ellos a los
privilegiados del Reino que anuncia (St 2, 5). Como lo cantaba María, la
humilde sierva del Señor (Lc 1,46-55), ha llegado ya la hora en que se
van a realizar las promesas de otros tiempos: «Los pobres comerán y
quedarán saciados» (Sal 21,27), son convidados a la mesa de Dios (Cfr.
Lc 14,21). Jesús aparece así como el Mesías de los pobres (Is 61,1; Lc
4,18; Mt 11,5). En realidad, fueron sobre todo los humillados los que
acudieron a Jesús (Mt 11,25; Jn 7,48-49) (161).

114. Amarás dando, compartiendo


Todo esto sólo puede ser comprendido por el hombre nuevo. Este
nace de Dios y descubre el valor real de las cosas. Sin ese renacer, las
riquezas se vuelven en manos del hombre frutos de iniquidad (Lc 16,9), y
el vender los bienes y darlos a los pobres no sirve de mucho: «Aunque
repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no
tengo caridad, nada me aprovecha» (1 Co 13,3). Toda la acción que no
termine en el amor está viciada de raíz: Amarás dando (162).

115. Destino universal de los bienes


Según la enseñanza de la Iglesia, «Dios ha destinado la tierra y cuanto
ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En
consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma
equitativa bajo la guía de la justicia y con la compañía de la caridad» (GS
69). Aunque los hombres tienen derecho a poseer bienes y a disponer
de ellos libremente, dentro de alguna de las formas de la propiedad
privada, jamás deben perder de vista el destino universal de los bienes
que poseen. "Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas
exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino
también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él
solamente, sino también a los demás" (GS 69). Por ello, «quien se halla
en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza
ajena lo necesario para sí» (GS 69).
Según la doctrina de los Padres y doctores de la Iglesia todos estamos
obligados a ayudar a los pobres y no sólo con los bienes superfluos, sino
también con los bienes que consideramos como necesarios para
nosotros: «Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas,
lo matas (Cfr. Gratiani, Decretum c. 21 dist 86)» (GS 69). Se ha de
ayudar a los pobres, tanto a los individuos como a los pueblos pobres,
de modo que ellos lleguen a ser capaces de ayudarse a sí mismos y de
lograr por su propia actividad responsable el desarrollo económico y
social. Una de las formas de contribuir hoy a la más justa distribución de
los bienes y servicios es procurando que se promulguen leyes fiscales
justas y pagando los impuestos (163).

116. Las diversas formas de propiedad privada


Todos los hombres tienen derecho a acceder a la propiedad y a otras
formas de dominio privado de los bienes; y la sociedad tiene el deber de
favorecer las circunstancias y fomentar los medios para que este
derecho se convierta en realidad. Cuando la Iglesia defiende este
derecho de propiedad privada piensa, sobre todo, en el derecho de
aquellos que no poseen.
«La propiedad, como las demás formas de dominio privado sobre los
bienes exteriores, contribuye a la expresión de la persona y le ofrece
ocasión de ejercer su función responsable en la sociedad y en la
economía. Es por ello muy importante fomentar el acceso de todos,
individuos y comunidades, a algún dominio sobre los bienes externos.
La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes externos
aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria para la
autonomía personal y familiar y deben ser considerados como ampliación
de la libertad humana. Por último, al estimular el ejercicio de la tarea y de
la responsabilidad, constituyen una de las condiciones de las libertades
civiles.
Las formas de dominio o propiedad son hoy diversas y se diversifican
cada día más. Todas ellas, sin embargo, continúan siendo elemento de
seguridad no despreciable aun contando con los fondos sociales,
derechos y servicios procurados por la sociedad. Esto debe afirmarse no
sólo de las propiedades materiales, sino también de los bienes
inmateriales, como la capacidad profesional.
El derecho de propiedad privada no es incompatible con las diversas
formas de propiedad pública existentes» (GS 71).
Por razones de bien común la autoridad pública tiene el derecho de
decidir la expropiación forzosa de determinados bienes, supuesta la
compensación adecuada. Por lo demás, toca a la autoridad pública
«impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien
común» (GS 71) (164).

117. El valor del trabajo humano. El deber y el derecho al trabajo.


Remuneración del trabajo TRABAJO/DIGNIDAD
Para respetar los derechos de las personas sobre los bienes
materiales se ha de tener en cuenta que entre los distintos elementos de
la actividad económica el más importante de todos es el trabajo. El
trabajo humano es una expresión de la persona humana y tiene por ello
un valor singular. «El trabajo humano que se ejerce en la producción y
en el comercio o en los servicios es muy superior a los restantes
elementos de la vida económica, pues estos últimos no tienen otro papel
que el de instrumentos.
Pues el trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente
de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que
trabaja y la somete a su voluntad. Es para el trabajador y para su familia
el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus
hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y
cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto.
Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se
asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una
dignidad sobresaliente laborando con sus propias manos en Nazaret. De
aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como
el derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar,
según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan
encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente. Por último, la
remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su
familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual,
teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno,
así como las condiciones de la empresa y el bien común.
La actividad económica es de ordinario fruto del trabajo asociado de
los hombres; por ello es injusto e inhumano organizarlo con daño de
algunos trabajadores» (GS 67) (165).

118. La participación de los trabajadores en las decisiones


económicas
En relación con los derechos de las personas sobre los bienes
materiales tiene hoy especial importancia el derecho de los trabajadores
a participar en las decisiones de la empresa y en general en las
decisiones de política económica:
«En las empresas económicas son personas las que se asocian, es
decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios. Por ello,
teniendo en cuenta las funciones de cada uno, propietarios,
administradores, técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad
necesaria en la dirección, se ha de promover la activa participación de
todos en la gestión de la empresa según formas que habrá que
determinar con acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel
de empresa, sino en niveles institucionales superiores, donde se toman
las decisiones económicas y sociales de las que dependen el porvenir de
los trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores participar también
en semejantes decisiones por sí mismos o por medio de representantes
libremente elegidos» (GS 68) (166).

119. El derecho de asociación de los trabajadores


Para que sean convenientemente respetados los derechos de los
trabajadores es necesario que los trabajadores se asocien. El derecho a
la asociación es un derecho fundamental.
«Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe
contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que
representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la recta
ordenación de la vida económica, así como también el derecho de
participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de
represalias. Por medio de esta ordenada participación, que está unida al
progreso en la formación económica y social, crecerá más y más entre
todos el sentido de responsabilidad propia, el cual les llevará a sentirse
colaboradores, según sus medios y aptitudes propias, en la tarea total
del desarrollo económico y social y del logro del bien común universal»
(GS 68) (167).

120. El derecho a la huelga


Un aspecto importante de la defensa de los derechos de los
trabajadores es la huelga:
«En caso de conflictos económico-sociales hay que esforzarse por
encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre
primero a un sincero diálogo entre las partes, sin embargo, en la
situación presente, la huelga puede seguir siendo medio necesario,
aunque extremo, para la defensa de los derechos y el logro de las
aspiraciones justas de los trabajadores. Búsquense, con todo, cuanto
antes, caminos para negociar y para reanudar el diálogo conciliatorio»
(GS 68) (168).

121. Comunidad de corazones y comunidad de bienes


En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la descripción que se
hace de la vida de la comunidad primitiva (Hch 2, 42-45; 4, 32-35), se
nos presenta como un valor genuinamente cristiano la comunidad de
bienes que alcanza «a cada uno según sus necesidades». Con esto no
se anula el derecho de propiedad privada, pero sí se insinúa cuál es el
ideal de vida más conforme con el Evangelio. Lo fundamental es la
comunidad de corazones, fundada en Jesucristo. La fe común en
Jesucristo, la unión con Cristo por el Bautismo y por la Eucaristía, exigen
una caridad fraterna en virtud de la cual se reconozca a todos la igual
dignidad de hijos de Dios, y reine entre todos un amor profundo.
Esta comunión espiritual debe expresarse también en la tendencia a la
comunidad de bienes en el orden material. La colecta en favor de los
santos, que San Pablo propone a la comunidad de Corinto (Cfr. 2 Co 8 y
9), no supone una venta de los bienes para repartir su precio y
consumirlo, pero sí exige poner los propios bienes al servicio de las
necesidades de la comunidad. Es una de las consecuencias de nuestra
condición de miembros del cuerpo de Cristo (1 Co 12, 26). Este espíritu
evangélico en el mundo actual debe manifestarse especialmente en la
realización de la justa distribución de bienes y servicios, en la eliminación
de las desigualdades injustas, en la atención especial a los más
necesitados, y en la solidaridad y amor mutuo entre los miembros de la
sociedad. La vida cristiana implica comunidad de corazones y tiende a
crear una efectiva comunidad de bienes (169).

122. Una generosidad, según la cual los hombres seremos juzgados


La verdadera riqueza no es la que se posee, sino la que se da, pues
este don atrae la generosidad de Dios, une al que da y al que recibe y
da al mismo rico la ocasión de experimentar que hay «más dicha en dar
que en recibir» (hch 20, 35). Dar de comer al hambriento, de beber al
sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, atender al enfermo,
ocuparse del prisionero... son obras de misericordia, según las cuales
cada uno de los hombres será juzgado (Mt 25, 31-46). Estos actos
humanitarios, aparentemente de orden temporal, realizan la máxima
dimensión religiosa: la relación personal e inmediata con Cristo, camino
único para llegar a Dios (170).
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TEMA 40-1

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
NO SOLO A NO ROBAR Y NO CODICIAR,
SINO TAMBIÉN A COMPARTIR

PLAN DE LA REUNIÓN
* Información: personas, hechos, problemas.
* Presentación del tema 40 en sus puntos clave.
* Diálogo: diversas implicaciones del mensaje de Jesús.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


PUNTOS CLAVE
* Un pozo sin fondo: la codicia.
* Diversas formas de robo:
- negar el salario merecido;
- violar el derecho;
- acaparar propiedades, especular;
- falsear las balanzas (...).

* No robarás (Dt 5,19) ni codiciarás lo ajeno (5,21).


* La propiedad privada, no algo absoluto.
* Compartirás (Lc 12,33; 19.8).
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TEMA 40-2

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE A COMPARTIR:
COMUNICACIÓN DE BIENES

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y documento de la reunión:
«Comunicaci6n de bienes:
el mensaje de Jesús y la experiencia comunitaria primitiva» (PC
1,6.3).
* Lectura personal y comentario: lo más importante.
O bien: exposición y diálogo.
* Oración comunitaria.

PISTA PARA LA REUNIÓN


PUNTOS CLAVE
* El mensaje de Jesús.
* La experiencia comunitaria primitiva.
* De cara a la praxis:
- actitudes de fondo;
- orientaciones prácticas.
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TEMA 40-3

OBJETIVO:
ABORDAR EL PROBLEMA DE LA COMUNICACIÓN DE BIENES

PLAN DE LA REUNIÓN
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión:
Compartimos los bienes (PC-1, 7.11).
* Diálogo y revisión.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


* Compartimos los bienes:
- todo en común;
- los sueldos en común;
- con cuota fija;
- de forma progresiva;
- ante los problemas que surgen;
- conforme a conciencia;
- con alegría;
- con discreción;
- con discernimiento;
- por obligación;
- forzados (...);
- no compartimos.

CAMINAR EN LA VERDAD

OBJETIVO CATEQUÉTICO
* Descubrir que el Evangelio conduce no sólo a no dar falso testimonio y a
no mentir, sino también a perdonar siempre y a caminar en la verdad.

123. La máscara, una situación ficticia, inauténtica, falsa


Por la sinceridad caminamos hacia la verdad, a la que profundamente
aspiramos. Esto supone una lucha constante con la máscara que
podemos ponernos en la relación con los demás e incluso ante nosotros
mismos. No nos mostramos como somos, sino según la representación,
el papel que tenemos que hacer ante los demás. La máscara establece
al individuo en una situación ficticia, inauténtica. Motivaciones falsas
(ambiente, prestigio social, querer aparentar) pueden decidir sobre
opciones muy importantes: profesión, amigos, estado de vida. La
máscara es un modo de no caminar en la verdad (172).

124. La mentira, fraude en la relación con el otro


Junto a la máscara (generalmente menos consciente) aparece la
mentira, el desacuerdo entre lo que se manifiesta y lo que se piensa o se
siente. La mentira es un fraude en la relaci6n personal. Es algo que
impide una relaci6n auténtica, destruye la relación con el otro, a quien se
ve como enemigo y de quien uno se defiende o se sirve (173).

125. «No darás testimonio falso contra tu prójimo»: octavo


mandamiento
La Ley y los profetas llevan a efecto una defensa de la verdad en las
relaciones humanas. La mentira y el falso testimonio son un pecado
contra la Alianza: destruyen la convivencia entre los hombres. En el
Antiguo Testamento, la prohibición de la mentira atiende originariamente
a un contexto social preciso: el del falso testimonio en los procesos. Así
surge el precepto del Decálogo: «No darás testimonio falso contra tu
prójimo» (/Dt/05/20; cfr. /Ex/20/16).
Esta mentira, dicha bajo juramento, es además una profanaci6n del
nombre de Dios (Lv 19, 12). Este sentido restringido subsiste en la
enseñanza moral de los profetas y de los sabios (Pr 12, 17; Za 8, 17)
(174).

126. No mentirás
La defensa de la verdad, que lleva a efecto el Antiguo Testamento,
desborda el marco particularmente grave y solemne de los procesos
judiciales para afectar también al de la vida ordinaria (Os 4,2; 7,1; Jr 9,7;
Na 3,1). «El Señor aborrece el labio embustero» (Pr 12,22); a El no se le
puede engañar (Jb 13,9). El mentiroso camina hacia su ruina (Sal 5,7; Pr
12,19). Como dice el libro del Eclesiástico: «La mentira es una infamia
para el hombre, no se cae de la boca de los necios; mejor es el ladrón
que el embustero: los dos heredarán la perdición; el mentiroso vive
deshonrado y siempre lo acompaña su afrenta» (Si 20,24-26). Así, con
unas y otras palabras, la Ley y los profetas vienen a decir: no mentirás
(175).

127. No sólo no darás falso testimonio contra tu prójimo, sino que


además perdonarás PERDÓN:
Una vez más, el Evangelio asume y supera las perspectivas del
Decálogo: no sólo «no darás testimonio falso contra tu prójimo», sino
que, además, «disculparás, perdonarás». Este progreso había sido
preparado en los siglos inmediatamente precedentes a Jesús. Así, por
ejemplo, el libro del Eclesiástico presenta como necesario el perdonar al
prójimo para obtener el perdón de Dios. «Perdona la ofensa a tu prójimo,
y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un
hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene
compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que
es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados?»
(/Si/28/02-05). El libro de la Sabiduría completa esta lección recordando
al justo que en sus juicios debe tomar como modelo la misericordia del
Señor (Sb 12, 19.22) (176).

128. Es preciso perdonar siempre


La parábola del deudor inexorable inculca con fuerza la necesidad del
perdón (Mt 18,23-35); en ella insiste Jesús (Mt 6,14-15) y nos invita a
recordarla cada día: «Perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros
hemos perdonado a los que nos han ofendido» (Mt 6, 12). Con ello, nos
insta a ser misericordiosos, como el Padre es misericordioso (Lc 6,
35-38; Mt 5, 43-48). En el Evangelio, el perdón no es sólo una condición
previa de la vida nueva, sino uno de sus elementos esenciales; Jesús
prescribe. por tanto, a Pedro que perdone sin cesar: «Hasta setenta
veces siete» (Mt 18, 22) (177).

129. No sólo no mentirás, sino que además caminarás en la verdad


con sencillez
No sólo «no mentirás», sino que, además, "caminarás en la verdad",
con sencillez, sin hipocresía. En el Nuevo Testamento formula Jesús la
obligación de una sinceridad total: «A vosotros os baste decir sí o no»
(Mt 5,37; St 5,12), y Pablo hace de ello su regia de conducta (2 Co
1,17ss). Así vemos reiteradas las enseñanzas del Antiguo Testamento,
aunque con una motivación más profunda: «No sigáis engañándoos unos
a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras. Y revestíos del
nuevo» (Col 3,9-10); «dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a
su prójimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4, 25). La mentira
sería una vuelta a la naturaleza pervertida; iría contra nuestra solidaridad
en Cristo. Se comprende que, según los Hechos, Ananías y Safira al
mentir a Pedro mintieran en realidad al Espíritu Santo (Hch 5,1-11). La
perspectiva de las relaciones sociales queda desbordada cuando entra
en juego la comunidad cristiana (178).

130. La convivencia civil auténtica se funda en la verdad


La convivencia fraterna entre los miembros de la sociedad debe
apoyarse en la verdad. El Papa Juan XXIII decía: «la convivencia civil sólo
puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad
humana, si se funda en la verdad. Es una advertencia del apóstol San
Pablo: Despojémonos de la mentira, hable cada uno verdad con su
prójimo, pues que todos somos miembros unos de otros (Ef 4, 25). Esto
ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual reconozca, en la debida forma,
los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los
demás» (Juan XXIII, PT 35) (179).

131. El derecho a la información:


Uno de los aspectos fundamentales de una convivencia social fundada
en la verdad es hoy la información objetiva: «El hombre exige, además,
por derecho natural el debido respeto a su persona, la buena reputación
social, la posibilidad de buscar la verdad libremente y dentro de los
límites del orden moral y del bien común, manifestar y difundir sus
opiniones y ejercer una profesión cualquiera, y, finalmente, disponer de
una información objetiva de los sucesos públicos» (Juan X)(lll, PT 12).
Los informadores tienen obligación de dar una información lo más exacta
posible de aquellos acontecimientos de la vida pública, cuyo
conocimiento es necesario para que los ciudadanos se formen una
opinión recta y actúen en consecuencia de acuerdo con las exigencias
de la justicia y del bien común. Causa daños graves a la comunidad la
información falsa, la deformación tendenciosa de los hechos, las
insinuaciones calumniosas, la falta de respeto a la vida privada, la
calumnia, la difamación, los ataques a los valores morales y religiosos,
etc. Los que reciben la información deben tener suficiente espíritu crítico
para formarse una opinión sólidamente fundada en la verdad de los
hechos y en los criterios morales conforme con el Evangelio (180).

132. Sin hipocresía:HIPOCRESÍA


Caminar en la verdad supone alejarse de la hipocresía; son hipócritas
aquellos cuya conducta no expresa los pensamientos del corazón. Jesús
los llama ciegos (Mt 23, 25-26). El hipócrita, a fuerza de querer engañar
a los otros, se engaña a sí mismo y se vuelve ciego para con su propio
estado, siendo incapaz de ver la luz. El hipócrita parece obrar para Dios,
pero, en realidad, obra para sí mismo. Engaña al prójimo para conquistar
su estima, para hacerse notar. Deseoso de quedar bien, sabe elegir
entre los preceptos o disponerlos con una casuística sutil. Así puede
filtrar el mosquito y tragarse el camello (Mt 23, 24). La hipocresía es una
tentación permanente (1 P 2, 1-2). El hipócrita no ama a Dios, tampoco a
los demás, ni siquiera se ama verdaderamente a sí mismo (181).

133. "La verdad os hará libres" VERDAD/LIBERTAD:


Jesús nos dice: «La verdad os hará libres» (/Jn/08/32). El hombre que
miente, o el que no es sincero consigo mismo o con los demás, trata de
defender sus propios intereses, busca una autojustificación, y en todo
caso es esclavo del parecer de los demás, no pretende dar gloria a Dios,
sino su propia gloria (Cfr. Jn 5, 44). El hombre que ama la verdad no
busca la aprobación de lo que hace, sino que desea sinceramente
ajustar su conducta a la luz de Dios, diciendo la verdad, haciendo la
verdad, siendo verdad. La fidelidad a la verdad, es una actitud
fundamental de la personalidad verdaderamente madura. El amor
auténtico a la verdad implica amor a los demás: amarles tal como ellos
son, reconocer la dignidad de cada persona a pesar de sus pecados y
limitaciones. Quien se aparta conscientemente de la verdad, rompe la
coherencia de su propia unidad interior. Para el cristiano, la plenitud de
la verdad es Cristo. El es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6)
(182).

134. Caminar en la verdad, don de Dios. Si amamos, somos de la


verdad
Caminar en la verdad es don de Dios, don del Espíritu. Jesús concluye
su revelación, anunciando a sus discípulos la venida del Paráclito. El es,
según dice Jesús insistentemente, el Espíritu de la verdad (Jn 14, 17; 15,
26; 16, 13). Guía hasta la verdad completa (16, 13), y hace posible en
nosotros el cumplimiento del amor. Si amamos, somos de la verdad.
Como dice San Juan: «Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino
de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad»
(1 Jn 3, 18-19) (183).
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TEMA 41

OBJETIVO:
DESCUBRIR QUE EL EVANGELIO CONDUCE
A CAMINAR EN LA VERDAD

PLAN DE LA REUNIÓN
* Información: personas, hechos, problemas...
* Oración inicial.
* Presentación del tema 41 en sus puntos clave.
* Diálogo: implicaciones y experiencias.
* Oración comunitaria: desde la propia situación.

PISTA PARA LA REUNIÓN


PUNTOS CLAVE
* La máscara y la mentira.
* No darás falso testimonio contra tu prójimo (Dt 5,20) ni mentirás (Pr
12,22).
* Disculparás, perdonarás (Mt 18,22).
* Caminarás en la verdad (Mt 5,37; St 5,12).

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