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Cuento by
Ismael Berroeta
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- AGOSTO 2006 -
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Se abrió la puerta del departamento. Mi vista abarcó el corto pasillo que conducía
puerta, se levantaba un pequeño bulto oscuro. Era ella. Había venido deslizándose
por el muro y me había abierto. Del pequeño bulto se alzó hacia un costado su
cabeza, menuda, velluda, de la cual colgaban sus cabellos cortos pero ondulados,
con visos rojizos y castaños. Destacaban sus hermosos ojos negros, grandes,
respuesta, pues una pata delgada y rápida me cogió del cuello y me arrastró hacia
adentro, levantándome casi del suelo, mientras mi cabeza era obligada a girar
hacia ella y mi boca era humedecida por sus labios ansiosos, tibios, blandos,
instalarme, cuando otra pata, fina, larga, oscura como el cuerpo, me tiró
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humano, según supe después, porque tiene gustos extraños, caros y sofisticados.
mis muslos con sus patas traseras, me abrazó con sus otras seis. Con dos de ellas
me empujaba hacia sí, con otra me sujetaba el cuello para que no pudiera
músculos, mi piel, mis cabellos, mi todo. Aunque cualquiera diría que aquello era
todas las direcciones que delimitaban las curvas de su cuerpo sensual y salvaje.
amor?.
Tenía la respuesta lista. Dio un salto y cayó de pie sobre la alfombra. Me dio la
sus patas hacia atrás, cogió mi mano y me arrastró detrás de ella, amorosamente.
lanzó una mirada insinuante y lasciva, al tiempo que se abrazaba a mi cuerpo con
lista la mesa para almorzar, cosa que, en mi nerviosismo inicial, había pasado
desapercibida para mí. La comida era sencilla pero muy bien preparada. Había
diversas carnes como ternera y pavo. Escogí este último, el cual había sido asado
con pasas y nueces. Lo acompañé con ensaladas surtidas, pero sin exagerar la
cabeza despejada pues tenía que volver a mi trabajo. Observé que ella no se
sirvió ningún vegetal, sacando eso sí algunas rebanadas de una carne estofada que
tenía a su lado pero de la cual se cuidó de ofrecerme. Dijo que era conejo, pero no
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dejó de llamar mi atención que se veía un cuerpo y un rabo bastante más largos
que los de un conejo. Además, se veía demasiado roja, casi cruda. Mientras
pero lo rechazó con un gesto, diciéndome que tenía su propio vino y que no bebía
con un líquido rojo casi del mismo color del vino, pero más espeso y que dejaba
coágulos gruesos en las paredes del vidrio. Conversando, le hice un comentario por
- Es sólo un detalle, pero me gusta darme cuenta de lo que se mueva por los
muros de mi casa. Me agradan los ambientes oscuros o a media luz, pero las
explicación.
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Me sugirió que tomara café en el living. Así lo hice, mientras ella me acompañaba
sin dejar de lado su vaso de vino espeso, el cual bebía a pequeños sorbos, los
cuales dejaban finos surcos morados en los bordes de su boca, haciéndola más
- ¿Si? -, murmuró con una voz gutural y sensual. ¿Y por qué no lo haces? -,
Sin embargo, tengo algunas incógnitas sobre ti, sobre tus respuestas.
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en forma provocativa.
perdiendo la sonrisa de sus labios, su rostro se fue poniendo serio, más oscuro de
Cualquiera que la hubiese visto desde fuera de la escena habría dicho que
instante. Sin embargo, la conocía poco pero lo suficiente para saber lo que estaba
fina cogió una de las mías y, calladamente, su cuerpo se deslizó por sobre la
peto minúsculo de color anaranjado, que apenas alcanzaba a acunar sus potentes
senos y que contrastaba notoriamente con el tono moreno de su piel. Se dejó caer
hacia atrás, quedando de espaldas, con sus finas piernas abiertas, pero semi
atornasolados y visos seductores. Para ella, tenderse en esa cama era algo muy
natural. Sin embargo, para mí era algo difícil de manejar, pues yo desconocía el
arte de permanecer libre, sin quedar atrapado, adherido en los finos hilos de
seda cuyo entramado cubría el lecho. Me mantuve apenas con las rodillas sobre la
levantarse- con la mano izquierda, mientras con los dedos de mi mano derecha
Tengo que reconocer que no me sentía muy buen amante. Fui torpe. La acaricié
poco, me sentía presionado por tener que volver al trabajo y tampoco podía quitar
el placer que le producían las embestidas – tímidas por lo demás – del pene ahora
eyaculación. Así, sin ceder a lo que me exigía, fui dirigiendo el coito hasta que,
alternativamente hacia delante y hacia atrás con sus paredes delicadas, suaves y
manos, los brazos, o las piernas, o la cabeza. Era la primera vez que a alguien lo
tomaban prisionero por el pene y la persona que estaba siendo apresada de forma
abandonada de su voluntad, que por suerte carecía de fuerza para retenerme con
que por suerte los tengo largos, cogiéndola de los pechos, los cuales amasé entre
mis dedos, tirándolos hacia mí sin compasión alguna. Esta brutal caricia la hizo
Seguí allí casi sin moverme, dejando que su órgano sexual hiciera todo el trabajo.
Con palabras suaves, muy bajito, le pedía que no se moviera, pero aquella vagina
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mente y mi voluntad, luchaban para que mis glándulas permanecieran cerradas, sin
permitir que el líquido seminal pudiera escaparse. Era un combate titánico. Los
pies, pero no había perdido la conciencia. Sentía que era el momento adecuado
para salvarme y retiré mi pene ya flácido del contacto con su cuerpo. Despegué
Pasaron unos pocos minutos, no más de cinco o seis, pero para mí la tensión me
estaba. Sus párpados, semi entornados, delataban la experiencia por la cual había
pasado, en tanto una sonrisita entre culpable y satisfecha daba una luz a su
rostro moreno. Con sus patitas finas iba alisando y ordenando su pelaje corto y
sedoso. Llegó hasta mí y colgó sus brazos – sus patas delanteras – desde mi
- o–