En esta exposición me propongo desarrollar la crítica a la noción de
Salud Mental como heredera de las concepciones dualistas. Para eso me posicionaré en una concepción de la Salud Integral y ecológicamente entendida. Esta postura –basada en diversos aportes teóricos entre los que se destaca el pensamiento complejo (E. Morin) y la teoría de los sistemas- se consolida a partir de la práctica de los psicólogos uruguayos con poblaciones en situación de vulnerabilidad dando lugar a un modelo de intervención caracterizado por ciertos ejes concordantes con los desarrollos de la Psicología Comunitaria.
I. CONSTITUCIÓN HISTÓRICA DEL CAMPO SANITARIO.
El campo de lo sanitario comienza a delimitarse como espacio
epistémico, social y político en los umbrales de la Modernidad, en una atmósfera cultural caracterizada por el auge de las Ciencias Naturales y el pujante desarrollo de un conocimiento orientado por lo que J. Habermas denominó “interés técnico”; o sea, el control del hombre sobre la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología.
Sobre la base fundante de la escisión cuerpo – mente (Platón –
Descartes) la Medicina Moderna desarrolla un conjunto de saberes caracterizados por la impronta positivista: Ψ Fragmentación del objeto de conocimiento (el cuerpo) Ψ Descontextualización de los fenómenos y procesos Ψ Reducción de las explicaciones etiológicas a causas biológicas Ψ Exclusión de la subjetividad tanto del cognoscente como del campo de análisis de la ciencia. Ψ Naturalización de la enfermedad con el consiguiente desconocimiento de los aspectos socio-históricos y psicosimbólicos. Ψ Percepción de la relación hombre / naturaleza en términos de confrontación.
A partir de su discurso científico y de sus logros que le permitieron
dar respuesta a las demandas sociales (control de las enfermedades infecto contagiosas, avances en la cirugía, anticoncepción) esta Medicina adquiere creciente prestigio
Esto genera varias consecuencias en relación al mapa de saberes y
poderes que se estructuró en el campo sanitario:
1) Medicalización: La Medicina obtuvo la exclusividad en el
manejo de la salud y la enfermedad a nivel social e institucional. Las demás profesiones quedaran explícitamente subordinadas al “poder médico” y excluidas de los niveles de decisión. El “campo de la salud” pasó a nominarse como “campo médico”. 2) Tecnocracia: El ciudadano común sufrió la expropiación del poder de decisión sobre su propio cuerpo. El Médico sabe y prescribe sobre los cuerpos y las vidas de los legos. El derecho de las personas sobre sus propios cuerpos fue negado durante décadas a favor de la autoridad médica. 3) Comandita Medicina y Policía: La Medicina asume el papel en el disciplinamiento alineando la relación del ser humano con su cuerpo dentro de las concepciones y valores dominantes. Se consolida así la alianza entre el poder médico y poder político. Este disciplinamiento alcanza su punto máximo en el control de la sexualidad. 4) Reduccionismo Organicista: Como corolario de lo anterior se institucionaliza un efecto de exclusión de los aspectos sociales, culturales, subjetivos y políticos intervinientes tanto en el Proceso Salud – Enfermedad (P.S.E.) como en los espacios institucionales en que las sociedades delegan su control. 5) Mecanicismo: Despojado de su subjetividad y cosificado como objeto natural el ser humano queda reducido a un cuerpo – máquina. Se desconocen así los procesos de auto-organización (Autopoiesis) como capacidad propia de los seres vivos que a diferencia de las máquinas tienen la facultad de producirse y reproducirse continuamente a si mismos (Maturana 1980). Esta capacidad de auto-organizarse y autoreparación acompaña todos las manifestaciones vitales en las diversas fases del proceso salud – enfermedad.
A pesar de los diversos desarrollos críticos que procuraron recuperar
la integridad del ser humano esta concepción consolida su hegemonía hasta mediados del siglo XX. Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo se transforma. También cambian las formas de enfermar y de morir. Las enfermedades infecto contagiosas ceden su lugar a enfermedades degenerativas, stress, cáncer, accidentes. Ya no es la naturaleza la que amenaza la vida humana sino el propio hombre pone en juego su autodestrucción. Emerge así un modelo antropológico que procura descentrar la salud de los ejes propios de la concepción hegemónica recuperando para el campo sanitario la multidimensionalidad y la complejidad propia de todo lo humano.
II. COORDENADAS PARA UN POSICIONAMIENTO
Nuestra propuesta es pensar la salud desde una perspectiva definida
por las siguientes coordenadas:
1.- Concepción holística y ecológica del proceso salud – enfermedad
No sanan ni enferman los cuerpos ni las mentes sino las personas integradas en un sistema de relaciones múltiples y complejas. Esto nos permite reintegrar al sujeto a su cultura recuperando el sentido del goce y del sufrimiento, incluir el campo de subjetividades emergente de las interacciones que los seres humanos establecen en torno a la salud, la enfermedad y el tratamiento, integrar en el análisis y las intervenciones la fantasmática relativa a la vida y a la muerte que impregna el campo sanitario como escenario del drama humano y no solo de hechos y procesos biológicos o técnicos. (Giorgi, 2002)
2.- Descentramiento de las instituciones sanitarias como escenario
privilegiado del trabajo con la salud para reubicarlo en los espacios cotidianos allí donde hombres y mujeres interactúan en función de sus deseos y necesidades, sostienen diversas actividades, producen la vida misma.
3.- Desplazamiento del protagonismo exclusivo de los técnicos en la
atención a la salud para reintegrar a las personas comunes y corrientes su centralidad en todo lo relativo a la producción y preservación de su salud.
4.- De la Salud a la Calidad de Vida. Como producto del doble
descentramiento –de escenarios y de protagonistas- la problemática sanitaria deja de circunscribirse al “sector salud” para entretejerse con las mas diversas actividades humanas. Del modelo “individual restrictivo” transitamos hacia el social – expansivo (Saforcada, E. 1999) La “producción de salud” y la evitación del sufrimiento se asocian así a la Calidad de Vida. Entendemos por Calidad de Vida el acceso a niveles de Satisfacción de necesidades esenciales y ejercicio de Derechos que permitan el desarrollo de potencialidades y la realización de proyectos autónomos a nivel individual y colectivo. Esta asociación salud – calidad de vida es especialmente evidente en la actual realidad de Latinoamérica. III. LA SALUD MENTAL: ENTRE RUPTURAS Y CONTINUIDADES
El movimiento de Salud Mental fue una fuerza instituyente. Habilitó
importantes avances hacia la restitución de lo mental en las políticas de salud. Lucho para abrir el campo a diversas disciplinas, cuestionó la concepción hospitalocéntrica y permitió experiencias con participación de usuarios y “no técnicos”. Desde la Psicología posibilitó una apertura hacia lo social posicionándose desde la salud y no ya desde la enfermedad. Su principal debilidad conceptual radica en aceptar la separación mente – cuerpo como parte de las “leyes de juego” dentro del campo sanitario. Lo mental está presente en todas las fases del proceso salud enfermedad en tanto es inherente a la vida misma. A su vez en ningún caso lo mental aparece “en solitario”, escindida del resto de la existencia del o los sujetos de referencia. Los actuales desarrollos de la clínica son coincidentes en que todos los trastornos abarcan al sujeto holística e integralmente con su cuerpo, su psiquis y su entorno en permanente interacción.
Pensemos en las problemáticas sanitarias prevalentes en nuestras
sociedades: enfermedades cardiovasculares, accidentes, suicidios, enfermedades de transmisión sexual, podemos en todas ellas constatar: a) Lo psicológico esta siempre presente ya sea como causa, en la gestión del riesgo, en la percepción de la enfermedad, en la actitud ante el tratamiento, o en las posibilidades de curación. b) A través del proceso salud – enfermedad rehabilitación varía el área de expresión fenoménica prevalente; cuerpo, psiquis, entorno social. Desde la perspectiva procesual sería absurdo ubicar cualquier proceso mórbido dentro de una única área de la vida humana. Sería desconocer la complejísima constelación de determinantes que participan en la producción de la salud y la enfermedad entre las cuales se incluyen las estructuras simbólicas, las pautas culturales, las modalidades de organización social, el equipamiento biológico, las conductas individuales y las propias respuestas del sistema de atención a la salud. (Contandriopoulos, 2000)
La disociación mente – cuerpo en el plano teórico conceptual muchas
veces justificando con argumentos “operativo – instrumentales” – opera como principio organizador de las instancias político – institucionales y deja su impronta en las cabezas que piensan las prácticas realimentando así la disociación teórica original.
IV. APRENDIENDO DE LA EXPERIENCIA
La experiencia acumulada por equipos interdisciplinarios que operan
en el primer nivel de atención nos permite afirmar: Ψ La mayor parte de las consultas o demandas de atención se relacionan con aspectos conductuales, afectivos, cognitivos o relacionales. O sea con lo que empleando la terminología clásica incluimos dentro de la Salud Mental. No obstante sus síntomas se localizan en el cuerpo y en sus verbalizaciones los consultantes las relacionan con factores ambientales. Estos “motivos de consulta” en su mayoría no corresponden a patologías psiquiátricas gnosográficamente tipificables, sino a expresiones de malestar o sufrimiento fuertemente asociadas a la calidad de vida de las personas y especialmente al equilibrio entre protección y vulnerabilidad. Ψ Dentro del equipo de salud la gente reconoce al psicólogo como un profesional capaz de ofrecer ayuda en circunstancias difíciles. Es conciente de que en sus dificultades y sufrimiento existe una dimensión subjetiva y que esa es la “materia prima” con que trabajamos los psicólogos. Ψ Quienes hemos sido formados en una “psicología sedentaria” basada en la escucha y análisis de las expresiones de una subjetividad que se despliega con autonomía de la realidad externa nos sentimos des – instrumentados para responder a esas demandas y operar en escenarios diferentes a los habituales.
“Al rol de escucha y comprensión se agrega el de sostén y
facilitador. Facilitador de vínculos, de expresión de afectos, de conexiones que abren el acceso a nuevas comprensiones de la realidad y posibiliten otras respuestas.
Facilitar es remover obstáculos y sostener procesos habilitando el
despliegue de potencialidades individuales y colectivas” (Giorgi, 2002)
V. ALGUNOS EJES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO
Procuraré enunciar algunos principios que orienten nuestras
intervenciones y operan como “idea fuerza” en la producción de instrumentos teóricos y técnicos.
Ψ Reconocer la complejidad de las problemáticas humanas.
Renunciar a las explicaciones basadas en la monocausalidad lineal para pensar en términos de “entramados causales” y efectos recurrentes. Esto implica superar disyunciones y barreras disciplinarias para converger en el abordaje de los problemas reales y concretos. Ψ Descentramiento de lo intrasubjetivo para operar sobre los vínculos y los elementos actuales y concretos de la vida cotidiana, actuar sobre el tejido social circundante: conexión, resignificación de vínculos, activación, desobstrucción. Se trata de producir movimientos habilitantes en las dimensiones intra e ínter subjetiva generando oportunidades para que las personas construyan soluciones a sus problemas concretos. Ψ Desarrollo de capacidades y habilidades que permitan afrontar la adversidad; estimular y operativizar la creatividad colectiva; apoyar y remover obstáculos posibilitando el tránsito por procesos organizativos autónomos. Ψ Restitución de ciudadanía y derechos. Nociones como la de empoderamiento, fortalecimiento, potencia, se refieren a esas necesarias restituciones del poder de decisión sobre sus vidas y defensas activa de sus derechos. Ψ Revalorización de la diversidad cultural como fortaleza en tanto amplía el repertorio de posibles respuestas ante los problemas. Nuestras intervenciones –como portadores de saber académico- debe apuntar a la integración con el “saber popular” desencadenando procesos de “producción dialógica de nuevos saberes”. Ψ Trabajo “a terreno” con encuadres móviles y dinámicos correlativos con las problemáticas emergentes. Ψ Análisis de la implicación, esa madeja de vínculos concientes e inconscientes que nos “anudan” con las personas y sus circunstancias, como requisito ineludible para sostener procesos de intervención coherentes con estas líneas de acción. Ψ Cuidar a los cuidadores integrar en las estrategias de intervención el trabajo con las resonancias afectivas y vinculares de la tarea en los propios equipos, procurando evitar su desgaste y preservar su capacidad operativa.
Esto nos lleva a hablar de aspectos psicológicos de la salud y la
calidad de vida y no ya de Salud Mental como área diferenciada del conjunto de la vida humana.
Las intervenciones integran elementos provenientes de distintos
marcos teórico – técnicos. Alternan acciones individuales, grupales o comunitarias. Estas tienen una gran diversidad. Pueden consistir en estimular la capacidad lúdica de las madres para afrontar la amenaza de desnutrición, abrir espacios colectivos para pensar las experiencias cotidianas, operativizar las propuestas organizativas, remover barreras de acceso a los servicios, reconstruir la historia y recatar la cultura, aportar información, introducir nuevas modalidades de resolución de conflictos, evitar el “desgaste ocupacional” de los equipos. (Dejours, 1992) En esencia de trata de poner los conocimientos e instrumentos de nuestra disciplina a trabajar junto con la gente, para reconstruir la vida y abrir el horizonte. BIBLIOGRAFÍA
Contandriopoulos, A. P. La salud entre las ciencias de la vida y
las ciencias sociales. Cuadernos Médico Sociales Nº 77. Centro de Estudios Sanitarios y Sociales. Argentina, abril 2000
Capra, F. La trama de la vida. Una nueva
perspectiva de los sistemas vivos. Barcelona Anagrama, 1998
De Lellis, M y col. Psicología y Políticas públicas de salud.
Editorial Paidos – Tramas Sociales, Buenos Aires. 2006
Giorgi, V. El sistema de atención a la salud. Una
mirada desde la psicología. Revista CPU Nº 146, julio 2003 pág. 17 – 20
Maturana, F; Varela, F. El árbol del conocimiento.
Madrid - Debate, 1990
Morales Calatayud, F. Psicología y Salud. Notas sobre algunos
retos. En: Psicología de la Salud: escenarios y Prácticas. Gandolfi (comp.) Psicolibros, Montevideo, 1999
Morin, E. Introducción al pensamiento complejo.
Editorial Gedisa, Barcelona. 1994
Saforcada, E. Psicología Sanitaria. Análisis crítico
de los sistemas de atención a la salud. Editorial Paidos, Buenos Aires. 1999