específica como un trastorno que se caracteriza por la presencia de una reacción de miedo o ansiedad intensa circunscrita a la presencia de una situación u objeto particular (estímulos fóbicos). El manual establece tres tipos de trastornos por ansiedad por características fóbicas: fobia específica, trastorno de ansiedad social (fobia social) y agorafobia. El diagnóstico de fobia específica no puede realizarse cuando hay otro trastorno por ansiedad capaz de abarcar las manifestaciones fóbicas; por esta razón, una buena parte del diagnóstico diferencial se relaciona con dichos trastornos. El trastorno de ansiedad social (fobia social), como ya se indicó, comparte la mayor parte de las características de las fobias específicas. El método de evaluación más ampliamente utilizado en los contextos clínicos para la fobia específica es sin duda el autoinforme, ya sea en forma de entrevistas, autorregistros, cuestionarios o escalas. Por medio del autoinforme la persona puede ofrecer información relevante sobre su conducta motora, de forma cuantitativa La mayor parte de los tratamientos que se han mostrado eficaces para las fobias son de tipo cognitivo-conductual (Capafóns, 2001). Estos tratamientos implican algún tipo de exposición a los estímulos temidos ya que de las teorías explicativas conductuales se desprende que dicha exposición en ausencia de las consecuencias temidas tendrá como resultado la extinción de las reacciones fóbicas Complemento para el tratamiento de exposición. Los fármacos empleados en el caso de las fobias específicas como complemento terapéutico típicamente han sido las benzodiazepinas y los betabloqueantes. Los estímulos o las situaciones fóbicas pueden ser muy variados, pero en la actualidad se reconocen tres grandes agrupaciones: fobia a los animales, fobia a la sangre-heridas y fobia situacional. Además de éstas, el DSM-5 incluye la fobia al entorno natural y deja una última categoría destinada a recoger fobias específicas no categorizables en las cuatro anteriores. En el terreno de la intervención terapéutica hay una enorme cantidad de estudios que muestran la eficacia de las estrategias conductuales para la reducción de las manifestaciones fóbicas, pero todavía desconocemos con exactitud los mecanismos por medio de los cuales se produce el éxito terapéutico. El trastorno de pánico (TP) es uno de los cuadros que con mayor frecuencia se encuentran en la práctica clínica en salud mental. Lo esencial de este trastorno de ansiedad es la ocurrencia de crisis de angustia o ataques de pánico recurrentes. Quienes sufren de TAS reconocen que su temor es excesivo e irracional en la medida en que sus preocupaciones, por lo que pueda suceder en las situaciones sociales o las consecuencias que anticipan, no representan un peligro real para su vida ni su integridad personal. No obstante, experimentan casi invariablemente un alto nivel de ansiedad o malestar emocional (con algunas alteraciones psicofisiológicas, como ocurre en todos los trastornos fóbicos, que pueden aparecer incluso antes del evento ansiógeno —ansiedad anticipatoria—) y, con frecuencia, puede esperarse que lleven a cabo conductas de escape o evitación para reducir el malestar.