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Sin duda, todos nosotros hemos tenido situaciones que superan nuestras
capacidades para resolverlas. En ocasiones fracasos profesionales, deportivos,
la muerte de una persona cercana a nosotros, la pérdida de nuestro trabajo o
incluso, la pérdida de nuestro negocio o la enfermedad o muerte de un ser
querido. En fin, de manera distinta la vida nos ha puesto a prueba, y así seguirá
siendo mientras tengamos vida. En las distintas circunstancias por las que
atravesemos, la vida nos pone al límite de nuestras capacidades,
cuestionándonos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar
hacia adelante.
Puede ocurrir que uno piense que ha tenido una mala experiencia en
los negocios o la profesión, pero este pensamiento que es el que en
casi todas las circunstancias en las cuales planea el fracaso gobierna
nuestra mente, nos hace que estemos obsesionados con cuáles
hubiesen sido las acciones que deberíamos haber realizado para que
las cosas salieran bien. Lo importante de cómo actuamos es saber
internalizar ese fracaso, asumirlo como algo natural, aceptarlo y
extraer una lección o las que sean para saber cómo actuar la próxima
vez.
Cuando uno se cae del caballo, siempre se
aconseja subirse inmediatamente otra vez y
volver a cabalgar. Pero esto funciona con
algunas personas, porque lo más probable es
que la mayoría a los que el caballo ha tirado
al suelo no tengan ganas de subir no sólo en
ese momento, sino no volver a hacerlo jamás.
Pero en caso de que sea posible y seguro
hacerlo (lo del caballo o cualquier otra acción
que nos ha salido mal), no hay que
aterrorizarse e intentarlo de nuevo. No hay que
olvidarse que el fracaso siempre tiene un
responsable y el éxito varios padres. Porque
nuestra naturaleza humana así nos ha hecho,
poco generosos con la adversidad y los malos
resultados, aunque exultantes y generados de
grandes adeptos con los objetivos y metas
cumplidos.
El reconocimiento del fracaso como una oportunidad de
aprendizaje por un líder, envía un poderoso mensaje a
través del equipo y todas las personas de la organización
están deseosas que se salga de la crisis, o que se aborde
de una vez el problema y que se pueda demostrar las
respectivas valías del departamento y/o personas
consideradas directamente responsables de esos fallos. A
los impulsores psicológicos a los que aludimos, al alentar
a las personas a asumir que efectivamente tienen una
mayor capacidad de adaptación, ello les permite
enfocar también cómo han sido y qué papel han jugado
el desarrollo de los que siempre son inevitables fracasos
que ocurren en la vida (en lugar de esconderse, evitar o
ignorar), lo que a su vez les ayuda a motivar a su
aprendizaje y perfeccionamiento.
Para los líderes que en las organizaciones tratan de
promover un próspero y positivo lugar de trabajo, es vital
mentalizar el ambiente en el cual comparten muchas horas
diarias todo el equipo, para asegurarse de que es un
espacio adecuado para el desarrollo de las personas,
además de un auténtico facilitador para las actitudes de las
personas cuando tengan que responder frente a la
adversidad, para que puedan hacerlo de manera flexible y
cómoda.