Вы находитесь на странице: 1из 6

MOVIMIENTOS

CULTURALES DE LA EPOCA
Durante el porfiriato, el arte mexicano adoptó una marcada tendencia afrancesada y elitista,
manifiesta principalmente en la arquitectura y y la escultura con influencias del art nouveau,
cuyos ejemplos más representativos, en la capital del país son: el “centro mercantil” (hoy hotel
de la ciudad de méxico), el “palacio de bellas artes” y el “edificio de correos”. Al comenzar el
siglo XX, se inició en méxico una nueva orientación en todos los ámbitos de la vida nacional.
Tras la revolución de 1910, se hizo necesaria una revaloración de la cultura que, además de
cimentar las nuevas tendencias ideológicas y políticas, permitiera iniciar el camino de la
reconstrucción del país bajo una perspectiva más nacionalista e inclusora de las clases sociales
marginadas en el porfiriato. En tal revaloración fue de singular importancia de josé vasconcelos,
como promotor de arte que daría a méxico renombre mundial: el muralismo.
El Muralismo
La TrincheraDespués de la Revolución, el Arte Mexicano se encaminó hacia nuevos objetivos, en busca de una
identidad nacional que se venía gestando desde principios del siglo, consolidándose en la pintura de la
Revolución en el llamado movimiento muralista, representado principalmente por: José Clemente Orozco, Diego
Rivera, David Alfaro Siqueiros, O’Higgins y Juan O’Gorman.
Fueron la Revolución y los cambios que de ella partieron lo que hizo posible el surgimiento y el esplendor del
muralismo.
Los pintores muralistas llevaron a los edificios públicos la historia y la ideológica de un México nuevo que
retomaba la riqueza del pasado, en sus tradiciones, en su folklor, en los vestigios de México prehispánico.
• Dentro de este movimiento se distinguieron 3 grandes artistas: José Clemente Orozco, Diego
Rivera y David Alfaro Siqueiros. Orozco gusta de capturar lo trágico y en su obra
encontramos una pintura agresiva y desencantada del mundo donde la realidad aparece en
su forma más cruda, con figuras contorsionadas llenas de dramatismo e incendiadas de color.
Entre sus obras destacan las que realizó en el “Hospicio Cabañas” en Guadalajara.
• La Pintura de Diego Rivera se caracteriza por su carácter narrativo cuyo interés temático
central se centra en el mundo indígena, la historia nacional y la cultura popular; en sus obras
destacan siempre la ironía y lo festivo, que se manifiestan en los rostros de los personajes
representativos en un marco cromático de gran riqueza.
NOVELA DE LA REVOLUCIÓN
La novela de la Revolución tuvo sus antecedentes en algunas obras aparecidas a fines del siglo XIX o a principios
del actual. Se recuerdan al respecto La bola (1887), de Emilio Rabasa; Tomóchic (1892), de Heriberto Frías; La
Parcela (1898), de José López-Portillo y Rojas, y una pieza de teatro de Federico Gamboa, La venganza de la
gleba (1905). Pero si tales son las obras precursoras, otras muy curiosas fueron, además de la base histórica, las
causas de la aparición del género. Mariano Azuela había publicado desde 1915 su novela Los de
abajo(recogida en libro en 1916) en un oscuro folletón de El Paso, Texas, y nadie había advertido con suficiente
publicidad su significación y su importancia. Pero en 1924 y en el curso de una polémica relacionada con el
asunto, Francisco Monterde señaló la existencia de aquella obra que recurría por primera vez al tema de la
Revolución. (John E. Englekirk, El “descubrimiento” de Los de abajo, Francisco Monterde, En defensa de una obra y
de una generación, México, 1935). Años más tarde, interesados nuestros novelistas en la veta tan rica que se les
proponía, comenzaron a publicar, casi ininterrumpidamente desde 1928 hasta una década más tarde, una
abundante serie de obras narrativas a las que vino a denominarse “Novelas de la Revolución”.
Caracteriza a estas obras su condición de memorias más que de novelas. Son casi siempre alegatos
personales en los que cada autor, a semejanza de lo que aconteció con nuestros cronistas de la
Conquista, propala su intervención en la Revolución. El género adopta diferentes formas, ya el relato
episódico que sigue la figura central de un caudillo, o bien la narración cuyo protagonista es el
pueblo; otras veces, se prefiere la perspectiva autobiográfica, y, con menos frecuencia, los relatos
objetivos o testimoniales. Merece notarse que la mayoría de estas obras, a las que supondríase
revolucionarias por su espíritu, además de por su tema, son todo lo contrario. No es extraño
encontrarse en ellas el desencanto, la requisitoria y, tácitamente, el desapego ideológico frente a la
Revolución. Sería, pues, erróneo llamarles literatura revolucionaria y el nombre que llevan, no
obstante su imprecisión, es preferible. A pesar de la proliferación del género y de la existencia
dentro de él de obras magistrales, es difícil destacar una que sintetice el movimiento revolucionario,
por la parcialidad temática o de partido en que casi todas incurren. Mas cuenta habida de sus
limitaciones, las novelas de la Revolución han contribuido poderosamente a lo que podría llamarse la
creación de un estilo del pueblo, en cuanto lo expresan y lo acogen.

Вам также может понравиться