y corrupción)? «los que primero filosofaron, la mayoría pensaron que los únicos principios de todas las cosas son de naturaleza material: y es que aquello de lo cual están constituidas todas las cosas que son, y a partir de lo cual primeramente se generan y en lo cual últimamente se descomponen, permaneciendo la entidad por más que esta cambie en sus cualidades, eso dicen que es el elemento, y eso el principio de las cosas que son, y de ahí que piensen que nada se genera ni se destruye, puesto que tal naturaleza se conserva siempre, al igual que tampoco decimos que Sócrates “se hace” en sentido absoluto cuando se hace hermoso o músico, ni que “se destruye” cuando pierde tales disposiciones, ya que el sujeto, el mismo Sócrates, permanece: del mismo modo tampoco podrá decirse respecto de ninguna otra cosa, pues siempre hay alguna naturaleza, sea una o más de una, a partir de la cual se genera lo demás, conservándose aquella» (Metafísica I, 938b5-15) Importancia del fenómeno del movimiento para la distinción entre sustancia y accidentes
“¿cómo sabríamos que Sócrates
está sentado, si Sócrates no se incorpora en cierto momento? Dicho de otro modo: sólo en virtud del movimiento reconocemos y distinguimos como tales el sujeto (sustrato), por un lado, y sus predicados (determinaciones), por el otro” (Vigo, 2006, 161) ¿Es real o lógica la distinción entre la sustancia y los accidentes?
• “la distinción sustancia–accidentes no apunta en Aristóteles a la mera
oposición lógica entre el ‘sujeto’ y los ‘predicados’ en el enunciado de la forma S–P, sino que remite a la vez –y fundamentalmente– a la oposición entre el ‘sustrato’ o ‘sujeto real’ del cambio y las ‘determinaciones’ que en cada caso le advienen, como fases transitorias de su existencia temporal” (Vigo, 2006, 155)
• “la distinción categorial sustancia–accidentes adquiere en Aristóteles
este aspecto de referencia real, precisamente, en virtud de su esencial compromiso con el horizonte del cambio y la temporalidad” (Vigo, 2006, 156) Sólo lo que permanece puede cambiar
“allí donde hay, en general, movimiento o cambio, tenemos que
distinguir necesariamente entre aquello que experimenta el cambio y, como tal, deviene y cambia, por un lado, y la serie de determinaciones que, como fases del proceso, aparecen y desaparecen en el cambio y la sucesión temporal, por el otro […] sólo las sustancias pueden, como tales, devenir y cambiar, y ello precisamente por cuanto sólo ellas están en condiciones de mantener su identidad e individualidad en y a través del cambio” (Vigo, 2006, 160-161)