El retraso o deficiencia mental abarca a un grupo de
personas muy heterogéneo que se caracteriza por su dificultad para afrontar los aprendizajes académicos y el desempeño autónomo en la sociedad. Se diagnostica normalmente en los primeros años de vida, pero en algunas ocasiones no se detecta hasta que el niño/a llega a la escuela. Estos niños suelen manifestar retrasos en las habilidades motoras (por eje. Mantener la cabeza recta, en la marcha, en la coordinación) y en conocimientos esperables para su edad cronológica (por eje. Contenidos académicos). En la vida adulta tienen dificultades para desempeñarse autónomamente. etiologia El manual de la AAMR recoge 4 factores causales de retraso mental: Biomédicos: factores relacionados con procesos biológicos (trastornos genéticos o de nutrición, factores hereditarios y alteraciones tempranas del desarrollo embrionario) Las alteraciones tempranas del desarrollo embrionario incluyen alteraciones cromosómicas (por ejemplo, síndrome de Down debido a trisomía 21) o afectación prenatal por toxinas (por ejemplo, consumo de alcohol por parte de la madre en el embarazo) También existen causas perinatales, alrededor de problemas del embarazo y perinatales. Estos factores abarcan la malnutrición fetal, prematuridad, hipoxia, infecciones y traumatismos. Sociales: hace referencia a la interacción del niño/a con el entorno familiar y social, donde resulta de gran importancia la estimulación de los adultos hacia el niño/a. La privación de crianza y de estimulación social, lingüística y de cualquier otro orden puede derivar en retraso mental Conductuales: conductas o actividades peligrosas que pueden originar la discapacidad (por eje. Abuso de drogas por parte de la madre) Educativos: existencia o no de apoyos educativos para fomentar el desarrollo mental y las habilidades adaptativas DEFINICIÓN El retraso mental se define por una capacidad intelectual general significativamente inferior a la media que se acompaña de limitaciones y dificultades en dos por lo menos de las siguientes áreas de habilidades: comunicación, cuidado de uno mismo, vida hogar, habilidades sociales, habilidades académicas funcionales, trabajo, ocio, salud y seguridad. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) establece niveles de gravedad del retraso mental empleando rangos de cociente intelectual (CI) – obtenido éste por la evaluación por uno o más tests de inteligencia normalizados-. Los instrumentos de medida más utilizados para este fin son: Escalas de Inteligencia de Wechsler (WISC-R –para niños-, WAIS –para adultos, WPPSI –preescolar y primaria-), Escalas McCarthy de Aptitudes y Psicomotricidad para Niños, MSCA, entre otras. Una capacidad intelectual inferior significativamente a la media se define como un CI alrededor de 70 aprox. DEFINICION
En cambio la Asociación Americana de
Retraso Mental (AAMR) clasifica a la persona en base a la intensidad de los apoyos que necesita para su desempeño en la comunidad. Este desempeño se refiere a la eficacia con que las personas afrontan las exigencias de la vida cotidiana y al nivel de destreza esperable para alguien del grupo de edad, origen sociocultural y comunidad. Pueden clasificarse 4 grados de retraso mental, en función del nivel de limitación intelectual: leve, moderado, grave y profundo. Retraso mental leve Este grupo abarca a la mayoría de las personas afectadas por el trastorno. Según el Manual DSM-IV- TR, estas personas suelen desarrollar habilidades comunicativas y de relación social en etapas preescolares (0-5 años edad), no tienen apenas limitaciones sensoriomotoras y a menudo no se les detecta el trastorno hasta la etapa de la escuela propiamente, que es cuando aparecen las limitaciones relacionadas con contenidos académicos y problemas de conducta. Las dificultades de aprendizaje pueden limitarse a un área concreta, por ejemplo: lengua, pero frecuentemente aparecen en diferentes asignaturas. En la etapa adulta suelen desempeñarse bien en cuanto a habilidades sociales y profesionales, proveyéndoles de una autonomía mínima, pero pueden requerir supervisión, orientación… especialmente en momentos de crisis vitales: fallecimiento de un familiar, etc o económicas (despidos, …). Si cuentan con una red de apoyo adecuada, las personas con retraso mental leve pueden desenvolverse satisfactoriamente en la sociedad. Retraso mental moderado Este grupo representa un 10% del total de afectados por retraso mental. Suelen adquirir habilidades de comunicación durante los primeros años de vida. Según los manuales de psicología y psiquiatría como el DSM-IV-TR, estas personas pueden recibir sin problemas una formación laboral, y con algo de apoyo, atender a su cuidado personal. Pueden ser receptivos, integrar o asimilar una formación en habilidades sociales y laborales, aunque no es probable que logren adquirir contenidos avanzados en materias escolares. Se pueden desenvolver con autonomía en lugares que les son familiares. En la adolescencia pueden tener problemas de relación social. En la edad adulta pueden desempeñar trabajos cualificados o semi cualificados. Se adaptan satisfactoriamente a la vida comunitaria, aunque necesitan apoyos –como ya se ha comentado- para la vida independiente. Retraso mental grave Este grupo lo compone el 3-4% del total de afectados por retraso mental. La necesidad de apoyo externo en estas personas está relacionada con temas de salud, ya que el riesgo de problemas de salud tales como neuromusculares, cardiovasculares, neurológicos, etc, aumenta con la gravedad del retraso mental. Estas personas se benefician enormemente de climas donde se potencie la independencia y la interacción social, motivando su desarrollo. Sus principales limitaciones son: déficit en habilidades de comunicación, en el desarrollo físico y motor, frecuencia de conductas desadaptativas, etc. A pesar de esto, son personas que pueden y deben aprender. Hasta hace pocos años, se consideraba que estas personas no podían beneficiarse de la educación. Sin embargo, la evidencia científica ha constatado lo contrario: con una adecuada programación educativa (funcional, personalizada y adaptada a la edad cronológica), estas personas pueden mejorar sus aprendizajes y habilidades adaptativas. Retraso mental profundo El grupo afectado de retraso mental profundo supone un 1-2% de las personas con retraso mental, según el Manual DSM-IV-TR. Las limitaciones físicas y de salud se encuentran presentes en mayor medida que el retraso mental grave. En la infancia muestran considerables alteraciones del funcionamiento sensoriomotor. Aún así, estas personas pueden, con programas individualizados, conseguir un máximo desarrollo de sus potencialidades. Las habilidades básicas de cuidado personal y de comunicación pueden mejorar si se les ofrece un entrenamiento adecuado. Estas personas necesitan apoyos continuados en más de un área de la vida para poder participar en su entorno social y tener un calidad de vida como el resto de personas. La Clasificación según la Asociación Americana de Retraso Mental no clasifica a las personas según sus niveles de retraso mental, sino por sus capacidades y limitaciones resumidas en 4 dimensiones: Funcionamiento intelectual Consideraciones psicológicas/emocionales Consideraciones físicas y de salud Consideraciones ambientales Un equipo multidisciplinar se encargará de identificar los puntos fuertes y débiles de la persona. De esta evaluación derivará el tipo e intensidad de apoyo que necesita. Las 4 intensidades de apoyo son: intermitente, limitado, extenso y generalizado. LA IMPUTABILIDAD La imputabilidad es la capacidad de una persona para ser responsabilizada por un hecho reprobable y es una de las áreas donde los psicólogos forenses son de mayor utilidad para la administración de justicia. Este es un concepto legal y no es función de un psicólogo determinar si una persona es imputable por sus actos o no. El deber de determinarlo le corresponde a la administración de justicia, que se apoya en el criterio experto de los psicólogos forenses para tomar una decisión informada. Imputable: su entendimiento y voluntad no están distorsionados ni sometidos a deficiencias, alteraciones o enfermedades mentales. Semiimputable: la persona sufre o ha sufrido en el momento del hecho por el que se le juzga una perturbación, deficiencia o enfermedad mental que, sin anular completamente su inteligencia o voluntad, sí interfiere en sus funciones psíquicas superiores. Inimputable: su capacidad de conocer u obrar con arreglo a ese conocimiento está anulada. LA IMPUTABILIDAD
Reconocer un hecho como criminal requiere que el
individuo pueda comprender que su conducta (u omisión) lesiona un bien jurídico protegido y que tiene asociada un castigo penal. Lograr esta compresión requiere que el individuo disponga de tres capacidades: Cognitiva: es la capacidad del individuo para incorporar información del medio. Le permite tener conciencia del carácter ilícito del hecho que realiza y de las consecuencias de su conducta. Volitiva: es la capacidad de actuar o no en base a sus deseos o intenciones. Se relaciona con los aspectos motivacionales de la conducta y se compone de dos aspectos principales: la predisposición o potencial para cometer un delito y la capacidad de actuar conforme a lo que el ordenamiento jurídico espera del individuo. Judicativa (o de juicio): es la habilidad del individuo de decidir y emitir una conducta según su criterio e interés en relación con los problemas que le genera el medio. La imputabilidad La capacidad delictiva asociada al retraso mental depende del nivel de gravedad del retraso mental y de su modalidad clínica (Rodes y Martí, 1997). Por un lado, a mayor grado de retraso mental, menor será la posibilidad de que cometa actos delictivos. Por otro lado, la forma erética (intranquila, irritable o activa) da lugar a mayor conflictividad que la forma tórpida (apática, tranquila o pasiva). En los niveles profundos de retraso mental, la posibilidad de delinquir es escasa debido a su misma incapacidad psicofísica. El delito aumenta en frecuencia y variedad en las formas moderadas y leves de retraso mental (Cabrera y Fuertes, 1997). No cabe duda de que los sujetos con retraso mental profundo son inimputables. Existen, sin embargo, una gran cohorte de casos límites o fronterizos en los que la pericia psicológica es delicada. Sólo del estudio global del sujeto y de los hechos presumiblemente delictivos, se podrá deducir si cumplen o no los requisitos que marca la ley para ser inimputables (Cabrera y Fuertes, 1997). En muchos casos, la existencia de un retraso mental será sólo atenuante de responsabilidad ya que las características del tipo de delito ejecutado no precisan de un elevado nivel intelectual para comprender su ilicitud. En otras ocasiones la complejidad delictiva es mayor y requiere también una más elevada capacidad intelectual para ejecutarlo. En estos casos se puede abogar por la inimputabilidad o semiimputabilidad. Habrá casos en los que la imputabilidad sea plena ya que el individuo a pesar del déficit intelectual que presenta puede entender que está ejecutando una acción ilegal. No obstante, como dice la jurisprudencia, habrá que ir al caso concreto y no aplicar principios doctrinales generales (Cabrera y Fuertes, 1997).