0 оценок0% нашли этот документ полезным (0 голосов)
27 просмотров11 страниц
El documento presenta extractos de varias obras literarias que describen a diferentes tipos de narradores. El primer extracto es de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo y presenta a un narrador en primera persona que regresa a su pueblo natal para buscar a su padre. El segundo extracto es de otra obra de Rulfo y presenta a un narrador omnisciente. Los extractos siguientes presentan otros tipos de narradores como uno interno en El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio y uno religioso en Misa de Réquiem
El documento presenta extractos de varias obras literarias que describen a diferentes tipos de narradores. El primer extracto es de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo y presenta a un narrador en primera persona que regresa a su pueblo natal para buscar a su padre. El segundo extracto es de otra obra de Rulfo y presenta a un narrador omnisciente. Los extractos siguientes presentan otros tipos de narradores como uno interno en El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio y uno religioso en Misa de Réquiem
El documento presenta extractos de varias obras literarias que describen a diferentes tipos de narradores. El primer extracto es de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo y presenta a un narrador en primera persona que regresa a su pueblo natal para buscar a su padre. El segundo extracto es de otra obra de Rulfo y presenta a un narrador omnisciente. Los extractos siguientes presentan otros tipos de narradores como uno interno en El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio y uno religioso en Misa de Réquiem
narrador es? «Vinea Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo cuando ella muriera.»
Pedro Páramo, Juan Rulfo
“Lo vi. Desde que se zambulló en el río. Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir corriendo abajo, sin manotear, como si caminara pisando en el fondo, después rebalsó la orilla y puso sus trapos a secar, lo vi. Que temblaba de frío, hacía aire y estaba nublado”. El hombre, Juan Rulfo “-¿Me dejas que descorra la cortina? El ventero asentía con la cabeza. Era un lienzo pesado, de tela de costales. Pronto le conocieron la manía, y en cuanto se hubo sentado una mañana, como siempre, en su rincón, fue el mismo ventero quien apartó la cortina, sin que él se lo hubiese pedido. Lo hizo ceremonioso, con un gesto alusivo, y el otro se ofendió: -Si te molesta que abra la cortina, podías haberlo dicho, y me largo a beber a otra parte. Pero ese retintín que te manejas, no es manera de decirme las cosas. -Pero hombre, Lucio, ¿ni una broma tan chica se te puede gastar? No me molesta, hombre; no es más que por las moscas, ahora en el verano; pero me da lo mismo, si estás a gusto así. Sólo que me hace gracia el capricho que tienes con mirar para afuera. ¿No estás harto de verlo? Siempre ese mismo árbol y ese camino y esa tapia.” El Jarama, Rafael Sánchez Ferlosio “Esto es el fin, pensó el sacerdote, con una especie de escalofríos interior. Como independientes de él – dos palomas-, sus manos revolotearon en el aire limpio de la mañana y fueron a juntarse sobre el misal. Había en ellas una suerte de nimbo blanco: el reverbero del sol recién amanecido, bajo cuyo toque se tornaban difusos los contornos, produciendo un eco de luz que traía a la memoria la imagen del espíritu santo, pero el sacerdote no pensaban en el espíritu santo, ni en palomas: no tengo escapatoria”. Misa de Réquiem, Guillermo Blanco Hace unos años, -no importa cuántos exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo y nada en particular que me interesara en tierra, pensé en irme a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía Sherlock Holmes
“ Cierta mañana, dos días después de
Pascua, pasé a ver a mi amigo Sherlock Holmes, con el propósito de desearle felicidades. Lo hallé recostado en el sofá, con una bata color púrpura...”. “LordHenry levantó las cejas, mirándole con asombro a través de las finas espirales de humo azul que se entrelazaban fantásticamente al final de su cigarrillo impregnado de opio” “El hombrecito vestido de gris hacía cada día las mismas cosas. Se levantaba al son del despertador. Al son de la radio, hacía un poco de gimnasia. Tomaba una ducha que siempre estaba bastante fría...". Eran las diez de la noche del mismo día, y los residentes del condominio en la montaña iban regresando a su rutina y su sobriedad. Jane, en cambio, sentada en la cocina con un vaso de escocés sobre la mesa limpia ante ella, iba cayendo más y más en un sentimiento que sólo identificaba como algo poco familiar. No podía describirlo: era a la vez temible y agradable. Era como dejarse llevar y traer de algún lugar. Trató de recordar, ¿cuándo había comenzado exactamente? Ya conoce usted la historia del hombre que creía tener encerrada en una botella a la princesa de la China. Era una locura. Le curaron de ella. Pero desde el momento en que dejó de estar loco se volvió tonto