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TALLER:
CUERPO ARCOIRIS
APOYO A FAMILIARES Y CUIDADORES DE ENFERMOS
TERMINALES
CONTENIDO
1. El paso a paso de las dinámicas
2. Material a imprimir y entregar al
participante
NOTA: APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO
DESARROLLO
Formar parejas
Se pide que se sienten frete a frente
Una persona responde las preguntas que le haga
su pareja
El que pregunta podrá hacer todas las preguntas
que desee
El que responde podrá contestar todo lo que
desee, si prefiere omitir alguna respuesta se
tiene que sentir con la libertad de decir ¨paso¨
de esa pregunta
El tiempo puede ser de 5 a 7 min. por lado
El relator avisa cuando se cambian
LOS DERECHOS DEL PACIENTE:
1. Tengo derecho a ser tratado como un ser humano hasta el último momento
de mi vida.
2. Tengo derecho a mantener la ilusión, sin engaños.
3. Tengo derecho a ser cuidado por personas que me ayuden a mantener la
esperanza.
4. Tengo derecho a decir lo que pienso, a expresar mis sentimientos y emociones
cuando mi muerte está cerca.
5. Tengo derecho a participar e influir en las decisiones sobre los cuidados que
recibiré.
6. Tengo derecho a ser atendido por los equipos de salud aunque tenga
conciencia que mi enfermedad no tiene cura.
7. Tengo derecho a recibir una respuesta honesta y clara a mis preguntas.
8. Tengo derecho a conocer la verdad.
9. Tengo derecho a permanecer en mi hogar si así lo decido o si era mi voluntad.
10. Tengo derecho a vivir mis experiencias espirituales aunque no concuerden
con las de los demás.
11. Tengo derecho a que me calmen el dolor.
12. Tengo derecho a vivir mi vida tan activamente como sea posible y durante el
tiempo que mi cuerpo lo permita.
13. Tengo derecho a que mi familia y yo seamos ayudados para aceptar mi
muerte.
14. Tengo derecho a morir en paz.
15. Tengo derecho a que se respete mi cuerpo después de la muerte.
16. Tengo derecho a ser cuidado por personas que comprendan mis
necesidades.
17. Tengo el derecho de morir acompañado.
18. Tengo el derecho de conservar mi individualidad y de no ser juzgado por mis
decisiones, aunque puedan ser contrarias a las creencias de otros.
19. Tengo derecho a que se alivie mi sufrimiento físico, emocional, espiritual y
social.
20. Tengo derecho a que mis seres queridos sean atendidos antes y después de
mi muerte.
21. Tengo derecho a que no se prolongue mi sufrimiento indefinidamente, ni se
apliquen medidas extremas y heroicas sólo para sostener mis funciones vitales
(en manual de cuidadores)
EL VALOR DEL CUIDADOR
Nuestra fuerza interior es el regalo del cuidado. Es el pago por el dolor. Aunque
muchos la cambiarían contentos por una vida más fácil y por la salud y el bienestar
cuando se está tan atrapado en los quehaceres de la vida diaria no hay tiempo para
reconocerlo. Cuando se cuida a un ser querido es difícil tomar distancia y ver las cosas
extraordinarias que se hacen. La falta de tiempo y la sociedad, con sus propios afanes
y valores, hacen a los cuidadores invisibles. El cuidador lleva la carga más grande del
admitan sus logros personales, saquen su poder a flote y lo expresen, que cada
habilidad para tener control sobre las situaciones. Que haya un sentido de orgullo, un
la fuerza interior para ayudar a sus seres queridos y aceptar los días difíciles del
mismos, sentir orgullo por lo que hacen y lo que son, experimentar el placer del amor
por sí mismos y por sus seres queridos. La verdadera definición de dar cuidado está
comprendida en esa capacidad de crecer como personas, en ese orgullo por ser
lealtad y el carácter. Los cuidadores familiares se reconocen por sus emociones y por
su espíritu, por la tristeza en sus ojos, pero también por la determinación de sus
corazones.
Decálogo del cuidador
Marcar con un x aquellas afirmaciones que compartes
Pueden sugerir otras, si están de acuerdo con hacerlo.
Exprésate con libertad cuando surjan tensiones; lo que te callas
alimenta el resentimiento y se vuelve contra la otra persona.
No acapares la responsabilidad, compártela con otras personas
próximas, también con la persona afectada.
Evita la sobreprotección y el miedo, para no asfixiar sus ganas de
vivir y así acelerar el proceso de deterioro.
Nunca creas que sabes suficiente.
Asesórate de especialistas y personas con experiencia cada vez que
surja un nuevo problema.
No confundas a la enfermedad con la persona.
Nadie es responsable del cambio de vida y el exceso de trabajo.
Dialoga cuando surjan diferencias de criterio. No intentes imponer
siempre tu voluntad, ni permitas que se te haga chantaje
emocional.
Pon todo lo que puedas de tu parte.
Donde no puedas llegar, reclama la ayuda que necesites de la
sociedad.
No quieras anticiparte.
Quien mejor sabe lo que necesita y lo que quiere decir, es la propia
persona.
Busca tiempo para actividades que sólo tengan que ver contigo; no
beneficias a nadie destrozando tu vida.
Mantén una actitud optimista y activa a pesar de la evolución de la
enfermedad.
No tires nunca la toalla.
TEXTO:
La muerte íntima
“La peor soledad para un moribundo es no
poder comunicar a sus seres queridos que
va a morir. Para quien siente que le llega la
hora, el no poder hablar no compartir con
los suyos lo que la inminencia de la
separación le inspira, a menudo le abocará
al desorden mental, al delirio o incluso al
dolor físico que al menos le permite un
sufrimiento concreto…La persona que
puede hablar en primera persona y decir
en voz alta “voy a morir” no sufre la
muerte como paciente sino que la vive
como sujeto”
La muerte íntima. Marie de Hennezel.
OBITUARIO
Nombre:_____________________________________________________
Era:_________________________________________________________
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_____________________________.
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El mensaje del anillo
(José Bermejo, la muerte y el duelo)
Érase una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: –He encargado que me fabriquen un
precioso anillo, para el que he conseguido uno de los mejores diamantes del mundo. Quiero
guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de
desesperación total, y que ayude también a mis herederos y a los herederos de mis
herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje breve, de manera que quepa debajo del
diamante. Todos los que escuchaban eran instruidos, grandes eruditos: podrían haber
escrito grandes tratados, pero no un mensaje de no más de dos o tres palabras que le
pudiera ayudar en momentos de desesperación total… Reflexionaron y buscaron en sus
libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que lo había sido
también de su padre. La madre del rey había muerto de joven, y fue este sirviente el que
cuidó de él. Por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso
respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo: –No soy un sabio, ni
un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje que tienes que llevar en el anillo.
Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una
ocasión conocí a un místico. Era invitado de tu padre, y mientras estuvo en palacio, me
pusieron a su servicio. Antes de marcharse, como gesto de agradecimiento, me dio este
mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey–. Pero no lo
leas ahora –le dijo–, manténlo escondido en el anillo. Léelo sólo cuando todo lo demás haya
fracasado, cuando no encuentres salida a una situación. Ese momento no tardó en llegar. El
país fue invadido, y el rey perdió su reino y emprendió la huida en su caballo para salvar la
vida mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos.
Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: delante de él se abría un
precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le
cerraba el camino. Ya podía escuchar el trote de los caballos. No podía seguir hacia delante y
no había ningún otro camino… De repente se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí
encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía: «Esto también
pasará». Mientras leía «Esto también pasará», sintió que se hacía a su alrededor un gran
silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o tal vez se
hubieran equivocado de camino, pero lo cierto es que, poco a poco, dejó de escuchar el
trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico
desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a
ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día en que entraba de
nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música y bailes… y él se sentía
muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: –Este momento
también es adecuado.
Este mensaje, dijo el anciano, no es sólo para situaciones desesperadas; también es para
situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te
sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el
primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: «Esto también pasará», y nuevamente sintió
la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba; pero
el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se
había iluminado. Entonces el anciano le dijo: –Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni
ninguna emoción es permanente. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y
momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la Naturaleza, porque son la
naturaleza misma de las cosas.
EL HOMBRE SABIO
Quiero que se imagine que está caminando por un sendero en la montaña, de noche. Hay luna llena
y eso le permite ver el sendero con toda claridad y gran parte de los alrededores... ¿Cómo es el
sendero?.. ¿Qué otra cosa puede ver a su alrededor? ...¿Cómo se siente mientras asciende por ese
sendero?... Apenas delante suyo hay un pequeño sendero lateral que conduce a lo alto, hacia una
cueva donde vive un hombre sabio, capaz de responder cualquier pregunta que quiera hacerle.
Tome ese sendero lateral y camine hacia la cueva del hombre sabio ...Note cómo cambia a su
alrededor mientras avanza por el sendero y se acerca a la cueva...
Cuando llegue a la cueva, usted verá una pequeña hoguera frente a la cueva, y estará en condiciones
de ver vagamente al silencioso hombre sabio junto a la luz oscilante de las llamas...A medida que el
fuego brille más intensamente usted estará en condiciones de ver al hombre sabio más claramente.
Tómese cierto tiempo en darse cabalmente cuenta de él, de sus ropas, su cuerpo, su carne, sus
ojos...
Ahora pregúntele al hombre sabio alguna cosa que sea importante para usted. Mientras formula
esta pregunta, continúe mirando al hombre sabio y vea cómo reacciona a lo que usted dice. Él puede
contestarle sólo con palabras, o también con un gesto o una expresión facial, o puede mostrarle
algo...¿Qué tipo de respuesta le dio?...
Pronto tendrá que despedirse del hombre sabio... Diga lo que desee antes de irse...Justo cuando
está por despedirse, el hombre sabio se vuelve hacia una vieja maleta de cuero que está detrás de él
y busca dentro algo muy especial para darle... saca algo de la maleta y se lo entrega para que lo lleve
con usted ... Mire el regalo que le ha dado... ¿Qué siente hacia el hombre sabio ahora?... Dígale a él
qué siente..., y lentamente despídase de él...
Ahora vuélvase y comience a descender la montaña, llevando el regalo... Mientras camina por el
sendero, mire cuidadosamente el camino a fin de recordarlo y poder visitar al hombre sabio
nuevamente cuando quiera... Tome conciencia de los alrededores y de cómo se siente...
Mantenga ahora los ojos cerrados y traiga su regalo cuando regrese a este cuarto... Tome cierto
tiempo ahora para examinar más detenidamente el regalo... ¿Qué fue lo que le regaló?..
Ahora puede abrir los ojos mover un poco las manos las piernas y el resto de su cuerpo.
Nota: preguntar por detalles; cómo era el paisaje, cómo se sintió subiendo y bajando si notó alguna
diferencia, etc.
RELAJACIÓN PROGRESIVA DE JACOBSON (1)
Posición inicial: Cierra los ojos, siéntate en el sillón o acuéstate en la
cama lo más cómodamente para que tu cuerpo pueda relajarse al
máximo posible.
Tensión-relajación.
• Relajación de cara, cuello y hombros con el siguiente orden (repetir
cada ejercicio tres veces con intervalos de descanso de unos
segundos):
Frente: Arruga unos segundos y relaja lentamente.
Ojos: Abrir ampliamente y cerrar lentamente.
Nariz: Arrugar unos segundos y relaja lentamente.
Boca: Sonreír ampliamente, relaja lentamente.
Lengua: Presionar la lengua contra el paladar, relaja lentamente.
Mandíbula: Presionar los dientes notando la tensión en los músculos
laterales de la cara y en las sienes, relaja lentamente.
Labios: Arrugar como para dar un beso y relaja lentamente.
Cuello y nuca: Flexiona hacia atrás, vuelve a la posición inicial.
Flexiona hacia adelante, vuelve a la posición inicial lentamente.
Hombros y cuello: Elevar los hombros presionando contra el cuello,
vuelve a la posición inicial lentamente.
RELAJACIÓN PROGRESIVA DE JACOBSON (2)