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MOTIVACIÓN APARENTE

GARANTIAS CONSTITUCIONALES DE INDEPENDENCIA E IMPARCIALIDAD


• Entre la función de control de la magistratura y la independencia e
imparcialidad de los magistrados debe existir un equilibrio adecuado
y razonable. Por ello es que la independencia e imparcialidad son,
ante todo, garantías a favor de las partes de un proceso judicial.
• Un juez es imparcial es cuando no tiene ningún interés en el objeto
del proceso ni en el resultado de la sentencia. Como criterio de
justicia, la imparcialidad sostiene que las decisiones deben tomarse
atendiendo a criterios objetivos, sin influencias de sesgos, prejuicios o
tratos diferenciados por razones inapropiadas.
• Las partes también tienen derecho a que su juez sea independiente
en el sentido de que pueda desempeñar sus funciones sin ningún tipo
de perturbación ni influencia externa. Esto va desde cualquier
injerencia por parte de órganos jurisdiccionales superiores o
inferiores, órganos o agentes políticos, públicos o privados y,
principalmente, los órganos de control.

• Esto está plenamente reconocido en nuestra Constitución, CAPÍTULO


VIII PODER JUDICIAL cuando en el Art. 139 nos dice:
• Son principios y derechos de la función jurisdiccional: (…). 2. La
independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional. Ninguna
autoridad puede (…) interferir en el ejercicio de sus funciones [del
órgano jurisdiccional].
En la Ley Orgánica del Poder Judicial y en la Ley de
Carrera Judicial: la importancia de la taxatividad.
• La Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) y la Ley de Carrera Judicial
(Ley N° 29277) son las normas infraconstitucionales con rango de ley
más importantes que tienen que ver con la regulación del ejercicio de
la función jurisdiccional y, para lo que aquí interesa, con las sanciones
que pueden aplicarse a los órganos jurisdiccionales por faltas
cometidas en el ejercicio de sus funciones.
• Ambos cuerpos normativos son claros en consagrar, al igual que la
Constitución, la independencia e imparcialidad de los jueces.
• En el caso de la LOPJ, tenemos el art. 2:
• El Poder Judicial en su ejercicio funcional es autónomo en lo político,
administrativo, económico, disciplinario e independiente en lo
jurisdiccional, con sujeción a la Constitución y a la presente ley.
• Y también el artículo 16:
• Los Magistrados son independientes en su actuación jurisdiccional
dentro de su competencia. Ninguna autoridad, ni siquiera los
Magistrados de instancia superior, pueden interferir en su actuación
(…)
• Por su parte, la Ley de Carrera Judicial, ya desde su artículo 1, consagra
ambas garantías:
• Los jueces ejercen sus funciones jurisdiccionales con independencia e
imparcialidad, sujetos únicamente a la Constitución y a la ley.
• No obstante, existe la Oficina de Control de la Magistratura, reconocida
en la LOPJ (arts. 102 y ss.)
• Por ello, ante cualquier tipo de procedimiento administrativo
sancionador que pueda terminar en una sanción (que puede llegar a una
suspensión o destitución), además del necesario respeto al debido
procedimiento, debe sustentarse en causales taxativas de la ley y,
además, que tales causales sean interpretadas de forma restrictiva.
• Siendo ello así, existe un deber ineludible de controlar la
constitucionalidad de la legislación respecto de las sanciones de los
jueces, precisamente para que no se violente la regla constitucional que
ordena preservar la independencia e imparcialidad.
Necesidad de interpretación conforme a la
Constitución del art. 48, § 1, inciso 13, de la Ley de
Carrera Judicial
• Aquí interesa particularmente el art. 48, § 1, inciso 13, de la Ley de Carrera Judicial,
que coloca como falta grave el «No motivar las resoluciones judiciales o inobservar
inexcusablemente el cumplimiento de los deberes judiciales».
• Esta disposición ya resulta problemática, pues estaría permitiendo que el órgano de
control pueda controlar el íntegro de la motivación de cualquier resolución del juez
y que, si hubiese algún defecto considerable (nótese la vaguedad de esto último),
podría suspenderlo o, inclusive, destituirlo.
• No obstante, como se ha mencionado, los textos infraconstitucionales deben ser
interpretados de conformidad con la Constitución. Concretamente: la disposición
normativa del art. 48, § 1, inciso 13, CPC, debe ser interpretada de conformidad con
las garantías de la independencia y de la imparcialidad, en lo que atañe a la esfera
de autonomía de los órganos jurisdiccionales respecto de la interpretación y
aplicación del derecho y de la motivación de sus decisiones.
• Se hace necesario, por tanto, interpretar el segmento normativo «no
motivar las resoluciones judiciales» de forma muy restrictiva. Esto es
necesario para no colisionar con el ámbito de independencia e
imparcialidad que todo juez debe poseer para cumplir con su tarea
encomendada por la Constitución.
• Hablar de «razones mínimas que sustenten la decisión» va mucho más
allá de algún error en la motivación o en una falta de diálogo con las
partes respecto de sus alegaciones. Estamos, en realidad, ante
un incumplimiento total y clamoroso del deber de motivar; esto es, una
decisión evidentemente arbitraria que, inclusive, podría hacer que el juez
incurra en el delito de prevaricato. En una palabra, se trata de
una ausencia total de motivación.
• Así, ese «no motivar» solo puede significar la así llamada inexistencia de
motivación o motivación aparente, exactamente en el sentido que el
Tribunal Constitucional lo ha entendido en reiterada jurisprudencia:
• Entonces, solamente en los casos extremos de motivación aparente, y
con mucho tino para no exceder sus competencias de control
disciplinario, el órgano de control podría sancionar a un juez por una «no
motivación» de su resolución.

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