La libre competencia es una situación económico jurídica
donde cualquier persona natural o jurídica es libre de
participar en una determinada actividad comercial y/o económica, ya sea como consumidor o proveedor. En una libre competencia, las empresas o personas son libres de entrar o salir de un mercado.
Asimismo, tienen completa libertad para fijar el precio de sus
productos con el objetivo de atraer las preferencias de los consumidores. Estos últimos, son libres de elegir qué productos quieren comprar y a qué oferentes (empresas) quieren acudir. Para que pueda existir la libre competencia en un mercado se debe contar con un marco legal adecuado y transparente que permita que los agentes económicos ejerzan sus libertades respetando los derechos de los demás. El marco legal es importante para regular que los agentes económicos puedan ejercitar sus derechos económicos. El Estado debe tener la facultad de: 1.Investigar y sancionar a cualquier agente económico que busque restringir de manera injustificada la competencia. Generalmente esto se hace a través de la creación de una Ley de Competencia y de un organismo fiscalizador (INDECOPI). 2.Revisar y modificar las regulaciones o normativas que podrían estar restringiendo la competencia.
3.Establecer mecanismos para la protección de los
derechos de los consumidores. Generalmente se hace a través de una Ley de derechos del consumidor y un organismo fiscalizador especializado (INDECOPI). El Estado establece mecanismos para la protección de los derechos de los consumidores. La libre competencia tiene un efecto beneficioso en la economía ya que incentiva a las empresas a ser más eficientes, innovar y mejorar constantemente la calidad de sus productos con el fin de atraer la preferencia de los consumidores.
Las empresas más competitivas serán las únicas capaces de
sobrevivir en el mercado y obtener utilidades. Las normas de defensa y protección de la libre competencia buscan evitar que las empresas concentren poder de mercado por razones distintas a una mayor eficiencia, y también que utilicen de forma ilegal el poder de mercado que tienen. Las normas de defensa y protección de la libre competencia buscan que el poder de mercado no se concentre a través de fusiones o adquisiciones de empresas. DEL RÉGIMEN ECONÓMICO CAPÍTULO I PRINCIPIOS GENERALES
Artículo 61.- Libre competencia.
El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda práctica que la limite y el abuso de posiciones dominantes o monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni establecer monopolios. La Ley de Defensa de la Competencia es aplicable a todas las personas naturales y jurídicas que realicen una actividad económica, así como a todas aquellas personas que ejerzan la dirección o la representación de entidades que incurran en actividades ilegales. La libre competencia no puede desarrollarse en el escenario de un monopolio o en un mercado con escaso nivel de competencia. Los organismos públicos con funciones puramente regulatorias están exentos de la Ley de Defensa de la Competencia La finalidad de la Ley de Libre Competencia se enuncia en su artículo, y consiste en “eliminar las prácticas monopolísticas, de control y restrictivas de la libre competencia en la producción y comercialización de bienes y en la prestación de servicios, permitiendo que la libre iniciativa privada se desenvuelva procurando el mayor beneficio de los usuarios y consumidores”. La Libre Competencia evita las prácticas monopolísticas, de control en la comercialización de bienes y en la prestación de servicios, y promueve un mayor beneficio de los usuarios y consumidores. Las leyes generales de defensa de la competencia suelen abordar los problemas del poder monopolístico en tres entornos formales:
Relaciones y acuerdos entre empresas que, bajo cualquier otro
aspecto, son independientes entre sí; actuaciones por parte de una sola empresa, y combinaciones estructurales de empresas independientes. La primera categoría, relativa a los denominados acuerdos, a menudo se subdivide con fines analíticos en dos grupos: acuerdos “horizontales”, entre empresas que desarrollan las mismas actividades, y acuerdos “verticales”, entre empresas que operan en diferentes etapas de la producción o distribución. Los precios y la producción constituyen los acuerdos horizontales más problemáticos, e impiden que la competencia de mercado sea dinámica. A la segunda categoría se la denomina “monopolización” en algunas legislaciones y, en otras, “abuso de posición dominante”; los ordenamientos jurídicos que utilizan terminologías diferentes han desarrollado enfoques algo distintos respecto al problema del poder económico de una sola empresa. La tercera categoría, a menudo denominada “fusiones” o “concentraciones”, por lo general incluye otros tipos de combinación estructural de empresas, tales como adquisiciones de acciones o bienes, constitución de filiales comunes o sociedades conjuntas (joint ventures), participaciones accionariales cruzadas y órganos de administración entrelazados. Los acuerdos se dan cuando un grupo de empresas actúa de forma concertada para lograr una situación de monopolio, subir precios, limitar la producción o impedir el acceso al mercado o la innovación. La Ley de Defensa de la Competencia es aplicable a todas las personas naturales y jurídicas que realicen una actividad económica, así como a quienes ejerzan la dirección o la representación de entidades que incurran en actividades ilegales.