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UNIDAD I

Planteamientos Básicos
En esta primera unidad se analizan brevemente
algunos aspectos. Sobre de tipo histórico, que
nos sirven de introducción general.

Por qué la Iglesia Cristiana Católica debe


ocuparse de los problemas sociales que
aquejan a la humanidad?
La respuesta puede ser sencilla si la damos
a la luz de nuestra fe cristiana. Dios Padre
envió a su Hijo para que, hecho hombre
como nosotros, nos transmitiera en
plenitud su mensaje de amor
misericordioso y salvífico hacia toda la
humanidad.
El Evangelio nos muestra, "con
abundancia de testimonios, que Jesús no
fue indiferente ni extraño al problema de
la dignidad y de los derechos de la
persona humana, ni a las necesidades de
los más débiles, de los más necesitados y
de las víctimas de la injusticia.
2. ¿Cómo y por qué nace la Doctrina Social de
la Iglesia?
Como resultado del mandato de Jesús, la
Iglesia, desde siempre, ha estado atenta y
preocupada para responder con sus
orientaciones y acciones a los complejos
problemas sociales de cada época histórica a lo
largo de los 20 siglos de su existencia.
Fue así como las primeras comunidades
cristianas fueron sensibles a las carencias
de los necesitados y actuaron en
consecuencia. Estas comunidades eran las
herederas primeras y directas de las
enseñanzas de los Doce Apóstoles que, a
su vez, las habían recibido del propio
Jesús.
Los Padres de la Iglesia, que sobresalieron por
sus enseñanzas y la santidad de sus vidas,
entre finales del siglo I y el siglo VIII;
defendieron la fe y las enseñanzas evangélicas
de la época. En su enseñanza social
continuaron la tradición profética del Antiguo
Testamento y la evangélica, y elaboraron un
cuerpo doctrinal que sirvió para orientar y dirigir
a los fieles cristianos en momentos de
expansión del cristianismo.
Podríamos citar, a san Clemente de Alejandría (150-
215), san Basilio el Grande (330-379), san Ambrosio
(337-397), san Juan Crisóstomo (344-407), san
Agustín de Hipona (354-430), san León I Magno
papa (395-461), san Gregorio I Magno papa (540-
604). Defendieron con insistencia los derechos del
pobre, las exigencias de la justicia, el sentido de la
propiedad, el destino de los bienes de la tierra, la
responsabilidad de los ricos.
1 - Carta Apostólica "Octogesima adveniens"

No es una encíclica sino una "Carta Apostólica" que


el papa Pablo VI dirige al Cardenal Maurice Roy,
Presidente de la Comisión Pontificia "Justicia y Paz”
y del Consejo de Laicos. Lleva la fecha del 14 de
mayo de 1971; el Papa quiso, con este documento,
conmemorar el 80° aniversario de la publicación de
la encíclica "Rerum novarum" de León XIII.
Su publicación coincide con la última etapa de
preparación del III Sínodo General de Obispos, que
tendría como uno de sus temas "La justicia en el
mundo" y que se celebraría en octubre de ese
mismo año.
A decir de los expertos, la Iglesia se encuentra, en
este momento, ante los dos grandes desafíos que
le presenta la segunda mitad del siglo XX: los
problemas de la modernidad y el flagelo del hambre
en el mundo.
Ya había abordado el Papa estos temas en la “Populorum
progressio”, pero con la rapidez de los cambios, juzga
que es conveniente, aprovechando el aniversario antes
mencionado, fijar la atención en los problemas de una
sociedad que se empieza a llamar "posindustrial".
hay un énfasis en la problemática social y política por
encima de la estrictamente económica: 'Es necesario —
dice el Papa— situar los problemas sociales planteados
por la economía moderna dentro de un contexto más
amplio de civilización nueva.
El Papa en efecto, quiere “atraer la atención sobre
algunas cuestiones que por su urgencia, su
complejidad, deben de estar en el centro de las
preocupaciones de los cristianos en los años
venideros, con el fin de que, en unión con los demás
hombres, se esfuercen por resolver las nuevas
dificultades que ponen en juego el futuro del mismo
hombre”.
La "Carta Apostólica" se estructura a partir de
cuatro secciones principales:
1. Nuevos problemas sociales.
2. Aspiraciones fundamentales y corrientes
ideológicas.
3. Los cristianos ante los nuevos problemas.
4. Llamamiento a la acción.
1.1 Nuevos problemas sociales
El primer problema que se analiza es el de la
urbanización, pero íntimamente relacionado con la
expansión industrial, sin confundirse con ella: «En el
seno de la sociedad industrial, la urbanización trastorna
los modos de vida y las estructuras habituales de la
existencia: la familia, la vecindad, el marco mismo de la
comunidad cristiana.
El hombre experimenta una nueva soledad, no de
cara a una naturaleza hostil que le ha costado siglos
dominar, sino en medio de una muchedumbre
anónima que le rodeo y dentro de la cual se siente
como extraño". De ahí se derivan muchos otros
problemas que el Papa describe a continuación
como "promiscuidad urbana", y se hace la pregunta:
¿Qué puesto le corresponderá a los jóvenes y a la
mujer en la sociedad que está surgiendo?.
Por otro lado, las sociedades democráticas aceptan
el principio de la organización sindical pero, ¿se
hallan siempre dispuestas a su ejercicio? Los
cambios generan una clase de “nuevos pobres”:
minusválidos, inadaptados, desplazados, ancianos.
Marginados de diversos tipos, etc. ¿cómo ayudarlos
en una sociedad endurecida por la competencia y la
seducción del éxito?
Problema social que aparece con toda su crudeza
es el de las discriminaciones por razón de raza,
origen, color, cultura, sexo o religión. Frente a esta
situación habrá que proclamar en voz alta que
"todos deben ser iguales ante la ley, tener iguales
posibilidades en la vida económico, cultural, cívica o
social y beneficiarse de una equitativa distribución
de la riqueza nacional".
En muchos países desarrollados aparece el fenómeno de
trabajadores emigrados, “cuyo situación de extranjeros
hace difícil, toda reivindicación social. Su participación en
el esfuerzo económico del país que los recibe”.
El crecimiento demográfico y las políticas económicas del
neoliberalismo, el grupo de los desempleados irá en
aumento.
La influencia creciente de los medios de comunicación
social, el "cuarto poder", en la transformación de las
mentalidades y de la misma sociedad es enorme. ¿Cuáles
son los detentores reales de este poder? ¿Qué fines
persiguen? ¿Cómo pueden limitar el ejercicio de las
libertades individuales? "Los hombres en cuyas manos
está este poder tienen una grave responsabilidad moral
en relación con la verdad de las informaciones que deben
difundir, en relación a las necesidades y con las
reacciones que hacen nacer, en relación con los valores
Otra transformación dramática que aparece en el
horizonte es el resultado de la explotación
inconsiderada de la naturaleza: “No sólo el ambiente
físico constituye una amenaza permanente:
contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades,
poder destructor absoluto; es el propio consorcio
humano el que el hombre no domina ya, creando de
esta manera para el mañana un ambiente que
podría resultarle intolerable”.
Una pregunta final se impone: “Mientras amplísimos
estratos de población no pueden satisfacer sus
necesidades primarias, se intenta crear necesidades de lo
superfluo. Se puede uno preguntar, si,a pesar de todas sus
conquistas el hombre no está volviendo contra sí mismo
los frutos de su actividad. Después de haberse asegurado
un dominio necesario sobre la naturaleza, ¿no se está
convirtiendo ahora en esclavo de los objetos que fábrica?”.
1.2 Aspiraciones fundamentales y corrientes ideológicas
En esta segunda parte Pablo VI trata dos aspectos:
primero se refiere a las aspiraciones fundamentales del ser
humano; luego analiza las diferentes corrientes ideológicas
del momento.
En cuanto a lo primero, plantea las dos grandes
aspiraciones humanas: la igualdad y la participación;
aspiraciones que se intensifican en la medida en que el
hombre es mejor informado y tiene niveles más altos de
educación.
A pesar que estas aspiraciones que han tomado
forma en la definición de los derechos del hombre, y
otras formas jurídicas, persisten aún las
discriminaciones - étnicas, culturales, religiosas,
políticas -. Más aún, los derechos humanos se
desconocen y se burlan. Esto sucede cuando se
desvirtúa el auténtico sentido de estas aspiraciones:
«Si más allá de las reglas jurídicas falta un sentido
más profundo de respeto y de servicio al prójimo,
incluso la igualdad ante la ley podrá servir de
coartada a discriminaciones, a explotaciones
constantes. Sin una educación renovada de la
solidaridad, la afirmación excesiva de la igualdad
puede dar lugar a un individualismo donde cada cual
reivindique sus derechos sin querer hacerse
responsable del bien común»
Para que se puedan desarrollar ampliamente las aspiraciones
humanas no son suficientes las organizaciones particulares o
sectoriales es preciso la existencia de “una sociedad, de carácter
universal, la sociedad política. Toda la actividad particular debe de
colocarse en esta sociedad ampliada y quiere con ellos la dimensión
del bien común”.
Establecida la necesidad de una sociedad política, surge la pregunta:
¿cuál modelo de sociedad política? Ante la insatisfacción que dejan los
modelos de sociedad ya experimentados, “la búsqueda sigue abierta
entre las tendencias ideológicas y pragmáticas. El cristiano tiene la
obligación de participar en esta búsqueda, al igual que en la
organización y en la vida política”.
Ante la diversidad de posturas y opciones políticas, y
siendo importante que el cristiano, como ciudadano
participativo, colabore activamente en la construcción de
la sociedad, se impone, por parte de éste, un
discernimiento. En efecto, “el cristiano que quiere vivir su
fe en una acción política concebida como servicio, no
puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas
ideológicos que se oponen radicalmente o en puntos
sustanciales, a su fe y a su concepción de hombre”.
A continuación Pablo VI menciona las dos ideologías dominantes
en el siglo XX: la ideología marxista y la ideología liberal, y con
mucha claridad explica por qué no es lícito a un cristiano favorecer
a ninguna de las dos ideologías antes mencionadas.
El Papa piensa que se está dando un retroceso de las ideologías
y que este fenómeno puede “constituir un momento favorable para
la apertura a la trascendencia y solidez del cristianismo”. Sin
embargo, puede ser también un “deslizamiento más acentuado
hacia un nuevo positivismo: la técnica universalizada como forma
dominante del dinamismo humano, como modo invasor del existir,
como lenguaje mismo, sin que la cuestión de su sentido se
plantee realmente”.
Pablo VI analiza la atracción que sienten los cristianos por
las corrientes socialistas y quieren realizar dentro de ellas
una acción acorde con su fe. Dichas corrientes se
manifiestan de diversa formas, según continentes y
culturas; sin embargo, siguen inspirándose en ideologías
incompatibles con la fe cristiana. Se ponen, pues, un
“atento discernimiento “que permita a los cristianos
considerar “el grado de compromiso posible en estos
caminos, quedando a salvo los valores, en particular, de la
libertad, la responsabilidad y la apertura a lo espiritual, que
garantizan el desarrollo integral del hombre”.
Otra inquietud que asalta a los cristianos es la del
posible acercamiento concreto con el marxismo,
dado que éste ha sufrido una evolución histórica y
que se nota una cierta desintegración interna,
fenómeno debido, en gran parte, por el
“enfrentamiento ideológico que separa oficialmente
las diversos tendencias del marxismo-leninismo en la
misma interpretación del pensamiento de los
fundadores”.
A pesar de los diversos aspectos e interpretaciones,
el Papa recuerda que es “ilusorio y peligroso olvidar
el lazo íntimo que los une radicalmente, el aceptar
los demás del análisis marxista sin reconocer sus
relaciones con la ideología, el entrar en la práctica
de la lucha de clases y de su interpretación
marxista, omitiendo el percibir el tipo de sociedad
totalitaria y violenta a la que conduce este proceso”.
También se constata que se asiste a una renovación de la
ideología liberal. Se apoyan, los seguidores de esta
corriente, en la eficiencia económica y en la pretendida
defensa del individuo frente a las tendencias totalitarias de
los poderes políticos. Pablo VI advierte que no se debe
olvidar fácilmente que “en su raíz misma el liberalismo
filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del
individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de
su libertad. Por todo ello, la ideología liberal requiere
también, por parte de los cristianos, un atento
discernimiento”.
Ante estas tres ideologías que parecen dominar el
escenario sociopolítico y económico del mundo, el Papa
ofrece una norma segura de descernimiento:
«En este encuentro con las diversas ideologías
renovadoras, el cristiano debe sacar de las fuentes de su
fe y de las enseñanzas de la Iglesia los principios y las
normas oportunas para evitar el dejarse seducir y después
quedar encerrado en un sistema cuyos límites y
totalitarismo corren el riesgo de aparecer ante él
demasiado tarde si no los percibe en sus raíces»
Por otra parte, Pablo VI advierte un cierto renacimiento de
las llamadas “utopías”, que se presentan con la pretensión
de resolver el problema político de las sociedades
modernas mejor que las ideologías. Nos previene de tener
actitudes ingenuas ante ellas:
«La apelación a la utopía a con frecuencia un cómodo
pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas
refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro
hipotético es una coartada fácil para deponer
responsabilidades inmediatas».
Sin embargo, las “utopías” tienen su aspecto positivo
en el sentido en que sostienen la dinámica social por
la confianza que genera en las fuerzas creativas del
espíritu humano y pueden orientar hacia un futuro
mejor.
Por último, el hombre aparece arrastrado hacia un nuevo
positivismo: “Después de haber dominado racionalmente
la naturaleza, he aquí que el hombre se halla como
encerrado dentro de su propia racionalidad”. Las llamadas
"ciencias humanas" han progresado grandemente, pero
corren el peligro de que sus saberes parciales se
constituyan en una explicación que pretende ser global o
una interpretación que querría ser totalizante: “Dar así,
privilegio a tal o cual aspecto del análisis es mutilar al
hombre y, bajo las apariencias de un proceso científico,
hacerse incapaz de comprenderlo en su totalidad”.
No cabe duda que las "ciencias humanas" pueden generar
modelos sociales que se podrían imponer como tipos de
conducta científicamente probados. En este caso el ser
humano se puede convertir fácilmente en “objeto de
manipulaciones que le orienten en sus deseos y
necesidades y modifiquen sus comportamientos y hasta su
sistema de valores”. Ante esta realidad y cuando se quiere
organizar una sociedad nueva “es necesario saber de
antemano qué concepto se tiene del hombre”.
De todas formas el Papa, con insistencia invita a los
cristianos a participar activamente en los desarrollos
de estas ciencias, animados por el deseo de conocer
mejor al hombre. Cuanto más se conoce al hombre
mejor se está preparado para captar la noción que
está en la base de la modernidad: el progreso, que
es a la vez móvil, medida y objeto de la sociedad.
Así lo describe el Papa
«A partir del siglo XIX, las sociedades occidentales y otras
muchas al contacto con ellas han puesto su esperanza en un
progreso, renovado sin cesar, ilimitado. Este progreso se les
presentaba como el esfuerzo de liberación del hombre cara a las
necesidades de la naturaleza y de las presiones sociales. ¡Era la
condición y la medida de la libertad humana! Difundida por los
medios modernos de información y por el estímulo del saber y la
generalización del afán de consumo, el progreso se convierte en
ideología omnipresente. Por tanto, se plantea hoy la duda sobre
su valor y sobre su origen. ¿Qué significa esta búsqueda
inexorable de progreso que se esfuma cada vez que uno cree
haberlo conquistado?».
Después de cuestionar los componentes de este
progreso que quieren medirlo en términos
cuantitativos y de eficacia, el Papa se hace, una
pregunta final: “¿ No está acaso el verdadero
progreso en el desarrollo de conciencia moral, que
conducirá al hombre a tomar sobre sí las
solidaridades ampliadas y a abrirse libremente a los
demás y a Dios?”.
1.3 Los cristianos ante los nuevos problemas
La Iglesia, en su enseñanza social, no se limita a recordar
principios generales. Su desarrollo, a través del tiempo,
obedece a una reflexión constante, guiada por la luz del
mensaje evangélico, en contraste con las situaciones
cambiantes de la realidad. Obedece también su desarrollo
y evolución a esa voluntad inquebrantable que tiene de
servir a los hombres, sobre todo a los más pobres, y así
orientarlos en su trayectoria terrena.
En esta Tercera Parte el Papa quiere plantear de una
forma muy seria y urgente “el deber grave que el cristiano
tiene de servir a los demás”, mediante las diversas
opciones políticas. Para llegar a esta conclusión prepara el
ambiente mostrando la necesidad de “instaurar una mayor
justicia en la distribución de los bienes, tanto en el interior
de las comunidades nacionales como en el plano
internacional (...). El deber de la justicia es el de permitir a
cada país promover su propio desarrollo, dentro del marco
de una cooperación exenta de todo espíritu de dominio,
económico y político”.
Esto sólo es posible si se tiene el valor de revisar las
relaciones actuales entre las naciones en lo relacionado
con:
• distribución internacional de la producción;
• estructura del comercio;
• control de los beneficios,
• ordenación del sistema monetario, que se abran a la
prioridad del derecho internacional.
Igualmente se constataba la aparición de nuevas
potencias económicas, las empresas
multinacionales, que por su estructura internacional
no están sometidas a los poderes políticos
nacionales: “ Estos organismos privados pueden
conducir a una nueva forma abusiva de dictadura
económica en el campo social, cultural e incluso
político”.
Esta serie de fenómenos hace que la economía se
constituya en una actividad que absorbe de forma
excesiva las energías de la libertad humana. Se hace,
necesario “el paso de la economía a la política, en los
campos sociales y económico tanto nacional como
internacional la decisión última corresponde al poder
político. Este poder político, que constituye el vínculo
natural y necesario para asegurar la cohesión del cuerpo
social, debe tener como finalidad la realización del bien
común”.
Por su misión social el poder político no debe
casarse con intereses particulares, de modo que
pueda enfocar su responsabilidad al bien de todos.
La política, pues, ofrece a los cristianos una
oportunidad extraordinaria para desarrollar acciones
y compromisos encaminados a mejorar las
relaciones de los hombres entre sí y ser agentes
efectivos de cambio de las estructuras económicas y
sociales:
«Aún reconociendo la autonomía de la realidad
política, los cristianos dedicados a la acción política
se esforzarán por salvaguardar la coherencia entre
sus opciones y el Evangelio y por dar, dentro del
legítimo pluralismo, un testimonio, personal y
colectivo, de la seriedad de su fe mediante un
servicio eficaz y desinteresado hacia los hombres»".
Todo esto lleva a Pablo VI a plantear la necesidad de
inventar formas de democracia moderna, “no
solamente dando a cada hombre la posibilidad de
informarse y de expresar su opinión, sino de
comprometerse en una responsabilidad común. Así
los grupos humanos se transforman poco a poco en
comunidades de participación y de vida”.
1. 4 Llamamiento a la acción
A lo largo de los siglos la Iglesia ha tenido en mente
realizar una doble misión:
• iluminar los espíritus para que sean capaces de
discernir entre muchas opciones, aquellas que lleven
a la verdad,
• difundir la fuerza del mensaje evangélico para
servir a los hombres.
Bajo estas premisas Pablo VI, al final de la encíclica, hace
un ”llamamiento apremiante” a los cristianos para que se
comprometan en acciones de renovación del orden
temporal, "penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las
costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad“.
El Papa advierte que es relativamente fácil condenar las
injusticias sociales o descargar en otros la responsabilidad
de tal estado de cosas. Importa mucho el analizar hasta
dónde somos nosotros responsables de esos desórdenes
sociales:
«En la diversidad de situaciones, funciones y
organizaciones, cada uno debe determinar su
responsabilidad y discernir en buena conciencia las
actividades en las que deba participar (...). Si quiere
realmente desempeñar su papel como cristiano y ser
consecuente con su fe - cosa que los mismos no-
creyentes esperan de él -, debe mantenerse vigilante en
medio de la acción, para dar a conocer los motivos de su
conducta, movido por una visión más amplia de la
realidad, lo cual evitará el peligro de los particularismos
egoístas y de los totalitarismos opresores».
Los compromisos de los cristianos pueden tomar
diversidad de formas porque "una misma fe cristiana pude
conducir a compromisos diferentes". En otras palabras, las
diversas opciones sociales y políticas entre los cristianos
son una realidad que el Papa alienta y declara legítimas.
Lo importante es que exista una gran comprensión y
respeto recíprocos, y el reconocimiento de las diferencias
como normas para desarrollar estrategias cuya finalidad
sea la auténtica reforma de las estructuras y la
construcción de una nueva sociedad.
2. La justicia en el mundo
“Es un documento relativamente breve, resultado de las
reflexiones y discusiones de los obispos que participaron
en la Segunda Asamblea General del Sínodo de obispos,
en1971, en la ciudad de Roma.
Los obispos conceptúan que su reunión sinodal fue un
"examen de conciencia que han hecho juntos y que se
refiere a la misión de la Iglesia en su acción por la justicia"
El documento consta de tres partes principales en donde
analizan:
1. La justicia y la sociedad mundial.
2. El anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia.
3. La práctica de la justicia.
En la Introducción los obispos expresan, de entrada, una íntima
convicción:
“La acción a favor de la justicia y la participación en la
transformación del mundo se nos presenta claramente como una
dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la
misión de la Iglesia para la redención del género humano y la
liberación de toda situación opresiva”.
2.1 La justicia y la sociedad mundial
La sociedad actual presenta una "temible contradicción": por un
lado se tiene cada vez más la conciencia de formar una sola
familia humana, compartiendo la responsabilidad del destino del
mundo. Fenómenos como la globalidad, la simultaneidad de las
comunicaciones, la realidad de un mundo económico
interdependiente, el hecho de saber que los recursos naturales
deben ser protegidos como un patrimonio único de la humanidad,
son manifestaciones que refuerzan la conciencia de una sociedad
mundial unificada.
Pero, por otro lado, “el ímpetu de las divisiones y los
antagonismos parecen aumentar hoy su fuerza. Las viejas
divisiones entre naciones e imperios, entre razas y clases, poseen
ahora nuevos instrumentos técnicos de destrucción”. A lo anterior
se añaden los problemas derivados de las falsas expectativas que
se generaron, en los últimos 20 años, sobre un supuesto progreso
económico que beneficiaría a los países en vías de desarrollo. Tal
progreso nunca ha beneficiado a los países pobres. Al contrario, la
realidad es que se ha producido más pobreza, más marginación,
más analfabetos, más personas privadas de poder político así
como de la conveniente disposición a la responsabilidad y a la
dignidad moral.
«Nuestra acción debe dirigirse, en primer lugar,
hacia aquellos hombres y naciones que, por
diversas formas de opresión y por la índole actual
de nuestra sociedad, son víctimas silenciosos de la
injusticia, más aún, primados de voz».
Otro sector donde se lesiona gravemente la justicia es el
religioso. Los métodos de persecución y atropello son
variados; tienen de común que son opresivos porque
privan de la libertad religiosa y de la manifestación pública
de la fe religiosa o de su transmisión a otras personas,
sobre todo a los niños y los jóvenes. También es violada la
justicia cuando se restringen los derechos individuales;
son conocidos los casos de tortura y desaparición de
personas. Los tiempos que se viven exigen, que los
medios de comunicación social digan la verdad y no
manipulen la opinión de los ciudadanos.
La anterior descripción, ha tocado algunas
situaciones de injusticia. El elenco de las mismas es
mucho más amplio. Estos fenómenos exigen que se
generalice y se dé valor a la creación de "una
atmósfera de diálogo, a cuya realización progresiva
puedan contribuir los hombres sin verse
coaccionados por condicionamientos geopolíticos,
ideológicos, socio-económicos y por las diferencias
que suelen haber entre las diversas generaciones”.
2.2 El anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia
Este segundo punto hace una reflexión teológica muy rica sobre la
situación actual del mundo y nos invita a considerar el núcleo
mismo del mensaje cristiano:
«Según el mensaje cristiano, la actitud del hombre para con los
hombres se completa con su misma actitud para con Dios, su
respuesta al amor de Dios, que nos salva por Cristo, se manifiesta
eficazmente en el amor y en el servicio de los hombres. Pero el
amor cristiano al prójimo y la justicia no se pueden separar.
Porque el amor implica justicia, el reconocimiento de la dignidad y
de los derechos del prójimo».
De allí se deriva que la Iglesia, como comunidad de
creyentes, tiene el deber ineludible de predicar el
Evangelio y de empeñarse “en la liberación integral
del hombre ya desde ahora, en su existencia
terrena”. Si esta liberación no se hace realidad y
manifiesta su eficacia “muy difícilmente obtendrá
credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo”.
2.3 La práctica de la justicia
Lo primero que se plantea es que la práctica de la justicia
debe comenzar a ser realidad desde el interior de la
misma Iglesia porque “cualquiera que pretenda hablar de
justicia a los hombres, debe él mismo ser justo a los ojos
de los demás”. Es importante despojarse de privilegios y
de ambiciones de poder puesto que la fe cristiana exige
cierta moderación en el uso de los bienes dentro de un
estilo de vida, que no sea un insulto descarado ante la
masa de los pobres y marginados.
Respecto al uso de “los bienes temporales, cualquiera que sea su
uso, nunca ha de ser tal que haga ambiguo el testimonio
evangélico, que la Iglesia está obligada a ofrecer”
La variedad de modos de presencia y de compromisos de los
cristianos en el mundo presenta un panorama amplísimo de
acción a favor de la justicia. Para que esta acción produzca los
cambios esperados, se precisa una acción educativa de todos,
especialmente de las jóvenes generaciones, con claros criterios
de apertura a los otros, de solidaridad con los que sufren, de
atención a los débiles, de servicio desinteresado, de apoyo a los
excluidos y desplazados.
Lamentablemente se dan sectores en donde los cristianos
reciben y fomentan una educación de corte individualista o
con una mentalidad que exalta la posesión y el dominio de
unos sobre otros.
Los obispos participantes en el Sínodo concluyen el
documento exhortando a los católicos a tomar en cuenta
las siguientes proposiciones:
1.Es necesario que se reconozca que el orden
internacional está radicado en los derechos y en la
dignidad de hombre
2 Es absolutamente necesario que los conflictos entre
naciones sean resueltos no con la guerra, sino que se
hallen otros caminos más conformes con la naturaleza
humana.

3 Sean apoyados en los objetos de segundo plan de


desarrollo decenal, puesto que se trata de los primeros
pasos para un impuesto progresivo, así como de una
perspectiva económica y social para todo el mundo.
4 La concentración del poder económico debe equilibrarse
progresivamente mediante disposiciones institucionales
que refuercen el poder y las posibilidades relativas a una
decisión responsable de las naciones en "vías de
desarrollo".
5 Subrayamos la importancia de los organismos
especializados de las Naciones Unidas, en especial los
que tiene relación con los problemas de la pobreza, la
reforma agraria, la agricultura, la sanidad, la educación, los
puestos de trabajo y la habitación.
6 Los gobiernos continúen dando la propia contribución particular
para un "fondo" a favor del desarrollo.

7 Subrayar la preocupación mundial de los temas que se tratarán


en la Conferencia sobre el ambiente humano (Estocolmo, junio de
1972).

8 Llevar a cabo plenamente el derecho al desarrollo. Que no se


impida a los pueblos conseguir el desarrollo conforme a los rasgos
culturales propios, de modo que se conviertan en artífices de su
propio desarrollo económico y social, con el mismo derecho que
los demás pueblos.
3. Justicia y exigencias cristianas
Pablo VI había proclamado en la Octogesima adveniens lo
siguiente: “Incumbe a las comunidades cristianas analizar
con objetividad la situación propia de cada país,
esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del
Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio
y directrices para la acción (...). La comunidad cristiana
discierne las opciones y los compromisos que deben
hacerse y asumirse para realizar las transformaciones
sociales, políticas y económicas necesarias”.
Los obispos colombianos, fieles a las anteriores
orientaciones y como aplicación a la realidad
colombiana de las directrices del Sínodo de 1971
sobre "La justicia en el mundo", analizó y aprobó en
el curso de su XXIX Asamblea Plenaria ( diciembre
de 1973) el documento titulado: "Justicia y
exigencias cristianas". Dicho documento fue
seriamente preparado por comisiones conjuntas de
laicos, religiosos, sacerdotes y obispos.
El documento tiene la siguiente estructura:

1. Situación de la justicia en Colombia.


2. Exigencias cristianas.
3. Educación para la justicia.
4. Compromisos de justicia.
3.1 situación de la justicia en Colombia
En esta primer aparte se hace una clara denuncia de
la situación de injusticia en el país. El documento
hace un pormenorizado recuento de situaciones de
injusticia que tiene que ver con los derechos de la
persona y de los grupos humanos. Igualmente la
Iglesia hace un sincero y valiente examen, y confiesa
las injusticias que se infiltran en sus miembros y en
sus estructuras.
Entre los muchos aspectos, destacamos los más
salientes:
• Debilitamiento de la estructura familiar,
• el aborto provocado.
• el machismo respecto a la mujer,
• vivienda no adecuada, • servicios de salud precarios,
• condiciones extremas de desnutrición,
• escasez de fuentes de empleo,
• salarios inferiores al mínimo legal,
• campesinos desalojados de sus parcelas,
• desigual oportunidad de acceso a la educación,
• muchas personas sin acceso a la seguridad social,
• inequitativa distribución de ingresos,
• evasión fiscal,
• frecuentes delitos de cohecho, tráfico de
influencias, soborno y prevaricato,
• gastos excesivos, privados o públicos, contrarios al recto
uso de los bienes y a la necesaria austeridad económica
del país,
• abuso en el manejo de los medios de comunicación
social.
Situaciones todas ellas que llevan al descontento social y
progresivamente a situaciones de violencia que atrasan o
polarizan el desarrollo del país, y quebrantan los derechos
de las personas y de los derechos humanos.
3.2 Exigencias cristianas
La segunda parte brinda los elementos doctrinales, desde la fe
cristiana, para poder juzgar y valorar las situaciones de injusticia
antes descritas.
En un primer momento se analiza el sentido bíblico de la justicia.
Define la justicia humana como el esfuerzo, siempre imperfecto,
pero continuo y sacrificado, por realizar su paradigma que es el
mismo Dios, el Justo por excelencia. Él es el Salvador y el que
busca y por amor la plena realización del hombre en comunidad.
Él dirige sus cuidados especiales hacia los más débiles, los más
indigentes, los más desamparados.
Es importante resaltar cómo la Sagrada Escritura,
más que definir la justicia, la pone en acción; más
aún: es acción y no solamente una actitud interior.
Además, la Palabra Divina pone de relieve en primer
lugar al hombre —persona en comunidad— y en
segundo lugar las cosas justas, que son sólo
demostración del respeto que se tiene al hombre.
En un segundo momento, la reflexión expone los
grandes aspectos que el cristiano ha de tener en
cuenta, si quiere ser justo según su vocación.
Merece especial atención la superación de la
distinción, a veces tan acentuada, entre justicia y
caridad. Sin que se pierda la distinción conceptual
entre ellas, se pone énfasis en que ambas son,
vivencialmente, inseparables, si es que
verdaderamente se busca ser justo con una justica
3. 3 Educación para la justicia
Los obispos colombianos señalan algunos criterios y
objetivos básicos de orden práctico, en aquellos sectores o
ámbitos sociales que juzgan más decisivos para la vida del
pueblo colombiano.
Plantean los siguientes objetivos generales de la
educación para la justica:
1. Formación de la dignidad de la persona humana, a la
luz de una concepción integral de todos los valores
humanos, en su dimensión de trascendencia.
2. Sentido cristiano de la propiedad que conlleva el
recto uso de los bienes de acuerdo con la función
social de los mismos.
3. Dirección de la actividad humana hacia el bien
común.
4. Realización del hombre perfecto a la medida de la
plenitud de Cristo.
5. La justicia como expresión de la caridad.
En cuanto a los objetivos específicos y los criterios, en cada uno
de los sectores de la sociedad seleccionados, se proponen así:
1. Familia: Objetivo de la educación de la familia en la justicia es
crear conciencia en la misma, de sus derechos y deberes en el
seno de la sociedad civil y eclesial.
2. Escuela: La escuela al dar una educación integral, debe
explicitar el sentido y el ejercicio de la justicia y despertar en los
educandos una mentalidad de servicio a la comunidad.
3. Comunidad parroquial: La comunidad parroquial tiene el deber
de dar a los fieles, sin distinción ninguna, los bienes espirituales
necesarios para la maduración de su fe.
4. Mundo del trabajo: Para una educación en la
justicia en el mundo del trabajo se debe tener en
cuenta los siguientes postulados: el trabajo dignifica
al hombre; es una actividad eminentemente humana.
Por nuestro trabajo crecemos y nos hacemos
hombres. Por nuestro trabajo desarrollamos el
mundo material y también a nosotros mismos. El
trabajo es expresión humana de personalidad y de
grandeza.
5. Autoridad: el ejercicio justo de la autoridad es un
servicio. “dejar de hacer” es una abdicación de ese
servicio. La autoridad debe buscar, como objetivo, el
bien común dinámico. La autoridad debe buscar la
paz y el orden verdaderos de la sociedad,
fundamentos ambos de la auténtica justicia.
6. Medios de comunicación social: Los medios de
comunicación social deben servir de elementos
integradores de la comunidad eclesial y civil, y de la
promoción y creatividad de la persona y de la
comunidad. Esto sólo podrá lograrse cuando se
tome como criterio de orientación para la educación
de la justicia la verdad objetiva, la dignidad y el
respeto de la persona humana.
Conclusión, los obispos hacen la siguiente afirmación: “El
ser del hombre es un «ser-en-relación». Su existencia
viene definida por relaciones fundamentales del valor, de
sí mismo, del mundo material, de su prójimo, de Dios. Son
relaciones fundamentales porque lo llevan a la plenitud del
ser humano en el plan divino de la salvación total del
universo. Lograr esta plenitud es la meta de la justicia. La
injusticia es menoscabo y frustración, es cerrar a los
demás los caminos de la verdadera salvación y lanzados
al abismo de la desesperación”
4. Exhortación Apostólica "Evangelii nuntiandi"

La “Evangelii nuntiandi” (EN) es la Exhortación


Apostólica que Pablo VI publicó el 8 de diciembre de
1975. Y que recoge las reflexiones, conclusiones y
documentos elaborados durante el Sínodo de
Obispos dedicado al tema de la "evangelización",
celebrado del 27 de septiembre al 26 de octubre de
1974, en el Vaticano.
No es propiamente un documento social, pero nos interesa aquí porque
trata el importante tema de la relación entre la evangelización y la
promoción humana.
Tocaremos del documento aquellos aspectos que tienen que ver con “la
interpelación recíproca que se establece entre el Evangelio y la vida
concreta, personal y social, del hombre. La evangelización lleva consigo un
mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente
actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre
la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la
vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la
justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso, sobre la
liberación”.
La evangelización, que es para la Iglesia su “dicha y
vocación propia, su identidad más profunda”, la define el
Papa como la acción de “llevar la Buena Nueva a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar
desde dentro, renovar a la misma humanidad”.
Esta acción evangelizadora la Iglesia quiere hacerla “no de
una manera decorativa, como con un barniz superficial,
sino de manera vital, en profundidad, y hasta sus mismas
raíces”.
Mediante la evangelización, la Iglesia quiere llegar y hacer
presente la acción liberadora de Jesucristo a millones de personas
que viven, sobre todo, en los países del Tercer Mundo. Personas
que están condenadas a quedar al margen y excluidas de los
beneficios de los avances científicos tecnológicos y de todo lo que
signifique progreso para el hombre. La Iglesia “tiene el deber de
anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los
cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca
esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea
total. Todo esto no es extraño a la evangelización”.
Existe una conexión necesaria entre evangelización y promoción humana
—desarrollo, liberación—
El Papa argumenta y presenta 3 tipos de vínculos entre esas dos
realidades:
De orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es
un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos.
De orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del
plan de la Redención que llega hasta situaciones muy concretas de
injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar.
De orden evangélico como es el de la caridad; en efecto, ¿cómo proclamar
el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el
verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?».
Pablo VI es también muy claro al decir que esta posición
debe evitar las reducciones y las ambigüedades. No hay
que reducir la misión evangelizadora a un proyecto
puramente temporal y su actividad a iniciativas de orden
político o social. La liberación que la evangelización
anuncia no se puede reducir a la estrecha dimensión
económica, política o cultural, sino que debe abarcar al
hombre entero, en todas sus dimensiones, tanto
temporales como trascendentes.
Otro extremo que hay que evitar es el de circunscribir su misión
evangelizadora “al solo terreno religioso, desinteresándose de los
problemas temporales del hombre”. La Iglesia afirme que “la
liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación
en Jesucristo”:
«La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y
salvación en Jesucristo, porque sabe por revelación, por
experiencia histórica y por reflexión de fe, que no toda noción de
liberación es necesariamente coherente y compatible con una
visión evangélica del hombre, de las cosas y de los
acontecimientos; que no es suficiente instaurar la liberación, crear
el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios».
Por último, el Papa insiste que la Iglesia no puede aceptar la
violencia, porque: “la violencia engendra nuevas formas de
opresión y de esclavitud a veces más graves que aquellas de las
que se pretende liberar”.
Los laicos tienen una gran responsabilidad en la Iglesia y los llama
a comprometerse en la liberación de muchos hombres en el
mundo. La Iglesia, como Madre y Maestra, les da una inspiración
de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la
que el verdadero cristiano no sólo debe prestar atención, sino que
debe ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para
traducirla concretamente en categorías de acción, de participación
y de compromiso”.

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