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Descripción pre iconográfica, que es requisito previo para que ocurra el segundo nivel
de análisis.
Iconografía, requisito para que ocurra el tercer nivel.
Iconología.
En el primer nivel o preiconografía (significación primaria o natural de la obra de arte)
consiste en una interpretación primaria o natural de lo que contempla, a simple vista,
la persona describe lo que perciben sus sentidos, formas, colores, masas, etc. Y es
capaz de describirlas de acuerdo a su experiencia práctica
En este punto es obligado citar a Gombrich con su magistral estudio “las mitologías
de Boticelli. Estudio sobre el simbolismo neoplatónico de su circulo”.
El autor señala que esta obra fue pintada seguramente en 1482 para Lorenzo di
Pierfrancesco de Medici.
En dicha pintura se expresa ese complejo mundo de las ideas desarrolladas en la
academia platónica de Florencia: la filosofía de los humanistas de esta corte,
liderados por Ficino y Pico della Mirandola giró fundamentalmente en los conceptos
de paz, belleza y amor.
En las más importantes obras de estos eruditos se trasluce una concepción religiosa
Universal, de carácter humanista que concilia el mundo antiguo y el cristianismo.
En dicha concepción el Amor es el “deseo de la Belleza”, semejante a una trayectoria
espiritual y cerrada que se desenvuelve en el universo y da origen a la materia, dicho
de otro modo, la unión del espíritu a la naturaleza.
Para finalizar este
análisis iconológico
merece ser citado, el
interesante análisis
de Giulio Carlo
Argán, que ve en el
nacimiento de venus
una imagen del alma
cristiana purificada
por el bautismo, idea
que, por otra parte,
no está reñida, en
nuestra opinión, con
lo expuesto hasta
este punto, ya que el
Renacimiento, trató
de conciliar el
Paganismo con el
Cristianismo.
Nivel pre iconográfico:
Podemos observar un macho cabrío que se yergue en medio de un grupo de mujeres que
parecen rendirle culto, es un paisaje abierto, al parecer una pradera o una colina, por la luz
podemos percibir que está anocheciendo, se azoma una luna en cuarto menguante. A lo lejos
se observa una parvada de murciélagos que se acerca a la reunión. Las mujeres parecen
ofrecer niños a la cabra, y unos yacen colgados y fallecidos al fondo de la reunión. Las
mujeres tienen un aspecto solmne y tranquilo. La cabra lleva una corona de hojas en la
cabeza.
Nivel iconográfico
El tema de la composición es el aquelarre, desde sus inicios aunque se reconociera
que la magia negra era practicada por hombres y mujeres, por una especie de
misoginia arraigada, se identificaba preferentemente al ser maléfico con una mujer.
Con mayor razón en el mundo cristiano, la unión con el diablo solo podía llevarlo a
cabo una mujer.
De hecho en la edad media ya se menciona el aquelarre como una reunión diabólica
en la que las brujas no solo se dedican a hacer encantamientos sino que mantienen
relaciones sexuales con el diablo en forma de macho cabrío.
Entre los delitos de los que se acusaba a las brujas, y que se afirma que eran
perpetrados en los Sabbat, figuraban las prácticas contra los niños.
El macho cabrío animal con simbología diabólica y de lujuria, dirige y domina la
reunión; La corona de pámpanos que le ciñe los cuernos remite a los antiguos ritos
orgiásticos en honor a Dionisio.
Nivel iconológico:
Goya pintó el Aquelarre (1797-1798) para el palacio que los Duques de Osuna tenían
en Madrid. Era un cuadro pequeño, 43×30 cm., que formaba parte de una serie de 6, con
unas medidas y temática similares -existe otro cuadro de mayor formato llamado
también Aquelarre o El Gran Cabrón (1829) que forma parte de las Pinturas Negras-. Se
cree que Goya realizó estas pinturas sobre brujas influenciado por su amigo el escritor
Moratín, que rescató del olvido el escrito del Auto de Fe del Juicio contra las brujas
de Zugarramurdi de 1610. Con ello, quería formular una crítica tanto a la Iglesia como a la
ignorancia y la superstición.
Nigel Glendinning, Francisco de Goya, Madrid, Cuadernos de Historia 16 (col. «El arte y sus creadores», nº 30), 1993, págs. 60-62.
En Logroño, en 1610 se realizó un Auto de Fe contra varias mujeres -y algunos
hombres- del pueblo de Zugarramurdi, en Navarra. Después de torturarlos se
consiguieron confesiones y delaciones. 10 mujeres ardieron en la plaza de
Logroño -algunas de ellas ya habían muerto previamente en prisión. El impresor
Juan de Mongastón relató y publicó el Auto de Fe en 1611, y Goya, a través de
Moratín, seguramente tuvo acceso a este escrito.
Los fragmentos son del relato de Juan de Mongastón a los que hace referencia la
pintura de Goya. Lo que la inquisición consiguió que confesaran esos hombres y
mujeres, a base de miedo y torturas, es terrible. Goya lo plasmó con total
maestría en su pintura, consiguiendo provocar en el espectador un desasosiego
cercano a la pesadilla.