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LA ELISIÓN EN LO IMAGINARIO
Lacan retoma su esquema L, que articula dos diagonales: la de la relación en
lo simbólico (A S) y la de la relación en lo imaginario (a ’ a)
La relación en espejo según la imagen puede sostener una
distancia a lo largo de toda una vida, salvo que un día no
logre proporcionar la respuesta exigida por la novedad de la
aparición de tal o cual acontecimiento. En efecto, para
responder a ella, el modelo de las significaciones que dan
los otros ya no basta.
Schreber, hace esta observación respecto de su designación
como presidente de la cámara en la corte de apelaciones:
<<esta tarea era tanto más pesada cuanto que los
miembros del consejo (compuesto por cinco jueces) cuya
presidencia tenía que asumir me superaban en edad, y con
mucho (hasta en veinte años) >>
Hay inversión de generaciones. En ese caso ¿cómo asumir entonces una
función de autoridad paterna de presidente? Solo es posible hacerlo
pasando del otro al Otro, del apoyo de lo especular al apoyo de la palabra, o
bien de las significaciones establecidas a los significantes puros como
fundadores de nuevas significaciones.
Si ese pasaje se efectúa, el sujeto puede tomar por sí solo la palabra y hacer
frente al acontecimiento. Ahora bien, el pasaje requiere que en el Otro, lugar
de los significantes, se inscriban para el sujeto los significantes
fundamentales de la existencia humana, en particular el de la paternidad: el
Nombre-del-Padre. Con esta condición, el sujeto que debe cortar amarras
con lo especular puede internarse pese a todo en lo desconocido, con la ley
del significante inconsciente como único apoyo.
LA ELISIÓN EN LO SIMBÓLICO
Así, a la angustia del sujeto frente al enigma del deseo de la madre, esta misma
responde transmitiendo el significante de su falta. Tal es la condición previa del Edipo
freudiano.
Si, al contrario, el Nombre-del-Padre está forcluido, habrá que adicionar sin cesar
significaciones como respuesta al ser padre, con el riesgo de que algún día la adición no
baste. Por ejemplo, se definirá al padre como genitor, o quien se ocupa del niño, o quien
transmite el patronímico, o aquel a quien el niño reconoce y adopta como padre, y más.
Ninguna significación es decisiva, a menos que el significante del Nombre-del-Padre la
enganche, la polarice.
LAS DOS CARAS DE LA PSICOSIS
Una psicosis se desencadena a partir de la coincidencia de dos agujeros en uno solo:
por una parte, la elisión en lo imaginario a raíz de la novedad de una elección a hacer,
y por la otra, la elisión en lo simbólico por la ausencia de apelación al Nombre-del-
Padre. A partir de ese agujero único no va a tardar en generarse un
desencadenamiento de la palabra según estos dos tiempos sucesivos: el de la
perplejidad, el de la convicción.
PERPLEJIDAD
Lo que en el Otro está forcluido de lo simbólico vuelve desde afuera en lo real. Allí
donde en el Otro se revela un vacío, surge lo que se denomina fenómenos elementales.
La psicosis se declara así: unas palabras se imponen al sujeto como si procedieran del
exterior con la forma de voces, como eco del pensamiento, enunciación de actos a
cumplir o comentarios sobre ellos. A raíz de un nuevo acontecimiento frente al cual el
sujeto no sabe qué hacer, he aqui que aparecen signos personalmente dirigidos a él.
Hay intrusión del significante: la cosa habla sola, automáticamente, según una
sonoridad específica, y suscita en el sujeto la impresión de que lo interpela; la cosa
habla para él.
¿QUÉ INCONSCIENTE?
De tal modo, Freud se encamina hacia una nueva definición de perversión. A partir
del complejo de castración, la perversión recibe en 1927, en el artículo Fetichismo,
su verdadero nombre:
ni una represión ni una forclusión, sino una renegación (Verleugnung), es decir, una
doble posición a la vez: reconocimiento de que la madre no tiene el falo y negación de
este reconocimiento: la madre lo tiene a través del fetiche como falo desplazado. La
perversión es renegar de la diferencia sexual: todas las mujeres tienen el falo.
EL COMENTARIO DE LACAN
La lectura de Lacan consiste en trazar la distinción entre simbólico, imaginario y real.
Freud habla de la percepción visual de la ausencia de un órgano real en la mujer.
Lacan desplaza a Freud: no se trata de lo real, sino del falo simbólico imaginario. La
argumentación se ordena en tres tiempos:
1. LA MADRE NO TIENE EL FALO:
Si el niño ha recibido de su madre la significación fálica de su falta, puede entonces
hacerse para ella objeto fálico como imagen. El sujeto, es por la imagen de su yo lo que
falta en la madre: la madre no tiene el falo, por lo tanto, yo lo soy para ella.
2. LA ANGUSTIA
¿Cómo estar a la altura del deseo de la madre? De lo imposible de responder nace la
angustia de castración. Ser el objeto fálico imaginario para colmar el deseo de la madre es
la angustia misma de ser tragado por ella. Freud hablaba del horror a la castración de la
mujer. Lo hacía con referencia al fetichismo. En efecto, la perversión se origina allí como
consecuencia de la angustia.
El fetiche es por consiguiente una defensa contra la angustia del deseo de la madre.
Instala una protección en un puesto de avanzada frente al peligro de ser devorado por el
deseo insaciable del Otro.
DELANTE O DETRÁS DEL VELO
Lacan va a poder presentar a partir del fetiche la estructura de
cualquier perversión. Lo hace en su seminario La relación de objeto,
en el que muestra la doble función del velo o la cortina. El velo es a
la vez lo que oculta y lo que designa. En la perversión, la tarea del
sujeto es ocultar la falta fálica de la madre, a un tiempo que
designa con la ayuda del velo la figura de aquello que falta.
1. El fetichismo:
Pone un velo sobre la falta fálica de la madre. El velo es el
Ersatz del falo desplazado sobre el pie, el zapato, la
cabellera, etc.
2. El masoquismo:
Freud describió el masoquismo en su artículo de 1919,
Pegan a un niño: es preciso que el Otro tenga el látigo como
poder fálico.
3. El voyeurismo:
El voyeur entra en el deseo del Otro por la hendidura, la ranura, el postigo o
cualquier pantalla. Enfoca el deseo del Otro, lo sorprende en su pudor y su
intimidad a través de la hendidura. En el fantasma, el sujeto es la hendidura,
fisura del velo que separa lo oculto de lo mostrado, lo privado de lo público del
espacio del Otro. Freud habló de ello con referencia a la escena primitiva
concerniente a los padres. Lo que el Otro deja ver sin saberlo es lo que permite
negar la falta fálica, de conformidad con la creencia perversa: todos los seres
humanos tienen un falo.
4. La homosexualidad femenina:
En su seminario La relación de objeto, Lacan comenta el artículo de Freud de
1920 titulado “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”.
En dicho caso, lo que la joven desea en la Dama está más allá de la mujer
amada; es lo que le falta, el falo simbólico. La perversión consiste en velar esa
falta mediante un sustituto: el hijo como imagen fálica.
Hay una inversión: en el lugar de la frustración del objeto real (el hijo) por el
padre simbólico, se establece una identificación con el padre imaginario. Ese
duelo del objeto demandado se cumple mediante la identificación con quien
podría darlo, pero lo ha negado.
Así, la joven se sitúa en la posición de la perversión: velar la falta fálica en la
Dama por el don del hijo como imagen fálica.
Al arrojarse a las vías del tren, la joven se hace la hija de la Dama, como
sustituto de la falta fálica en ella. Perversión lograda contra el padre.
DETRÁS DEL VELO
Pero el fetiche como falo imaginario no siempre es puesto por el sujeto delante de la
Nada como más allá de la madre. A la inversa, puede ser puesto por un sujeto que,
al identificarse con la madre, lo presenta a partir de ese lugar situándose detrás del
velo, en <<el lugar de la madre>> dirá Lacan.
Desde esta posición del sujeto detrás del velo se deducen varias perversiones
posibles:
4. La homosexualidad masculina
<<En el sujeto se trata de su falo –decía Lacan- pero, cosa curiosa, del
suyo en cuanto va a buscarlo en otro>> Porque se identifica con una
madre que debe tenerlo, es decir, <<en el lugar que ocupa la madre
que hace la ley para el padre>>. Identificación, no con el deseo de la
madre y tampoco con su amor, sino con su goce. El hijo, en tanto fue el
objeto de tal goce del Otro, lo perpetúa gozando a su vez de un objeto
semejante a lo que él mismo fue. Hay pues narcisismo en materia de
elección de objeto, pero al servicio del goce del Otro que debe
mantenerse.
UNA DESMENTIDA DE LO REAL
Un primer tiempo, de orden etiológico. En la infancia hubo una excitación sexual precoz
donde hubo actividad con placer;
un segundo tiempo. Los afectos que resultan de él, por ser inconciliables con el yo, se
separan de sus representaciones primeras para efectuar una falsa ligazón con nuevas
representaciones por desplazamiento. Esas son las obsesiones propiamente dichas como
formaciones de compromiso: reproches a sí mismo, inhibiciones para actuar, etc.
DE 1905 A 1913
En los Tres ensayos, se marca un punto de inflexión. Las defensas del yo actúan un retorno
regresivo al estadio anal. Toma su lugar en 1909 el análisis del Hombre de las ratas: la
revelación a este del horror de un goce ignorado por sí mismo se produce durante el famoso
relato que hace el capitan X de un suplicio oriental de orden anal. Contra esta representación
surgen conminaciones y juramentos: “Tú debes…”
DE 1913 A 1929
Freud aplica la relación intrínseca entre el Tú debes y la función del superyó. Se aplica al
superyó lo que incumbía al sadismo de la erótica anal. Hay desmesura en tanto que en la N.O los
procesos superan la medida normal, y el superyó se vuelve especialmente severo y duro mientras
que el yo, desarrolla importantes formaciones reactivas.
Hay inversión del sadismo de la erótica anal, se invierte para convertirse en agresión a sí mismo.
EL VERDADERO ESCÁNDALO
Freud supo recoger la verdad que habla en los labios del obsesivo y la
transcribió en Tótem y tabú; el superyó es interiorización de un padre que
hace la ley; sólo se mata al amo para incorporarlo, y así, mejor
someterse a él.
Debemos al mito de Freud al testimonio que el obsesivo aporta de su
estructura a lo que se revela en la relación sexual como imposible de
formular en el discurso.
En el caso de la N.O el fin de análisis es el paso de la ley heredada por el
niño con la declinación del Complejo de Edipo, hacia la ley del deseo que
da un nuevo sentido a la castración: una negación creadora: “La
castración quiere decir que es preciso rechazar el goce, para que pueda
alcanzárselo en la escala invertida de la ley del deseo”.
La N.O es el síntoma de las exigencias de la moral civilizada, nadie más
deseoso de normatividad que el obsesivo. Esa normalidad puede
soportarse por algún tiempo, hasta el día en que se revela la debilidad
del yo ante las coacciones del superyó.
IV. HISTERIA
LA RUPTURA FREUDIANA