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INTRODUCCIÓN
JESÚS DIJO SIETE PALABRAS MIENTRAS MORÍA
COLGADO EN LA CRUZ DEL CALVARIO, AUN EN SU
AGONÍA, CUANDO EL DOLOR LE CONSUMÍA,
EMITIÓ PALABRAS QUE DEBEN AFECTAR
POSITIVAMENTE NUESTRA MANERA DE VIVIR. EN
ESTAS SIETE PALABRAS EL CIELO FUE SU TEMPLO
Y LA CRUZ SU PÚLPITO.
LA PALABRA DE INTERCESIÓN
MISERICORDIOSA
LUCAS 23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Todo el plan de nuestra salvación radica en la misericordia de Dios. Cristo se
compadecía
.- de los enfermos y los sanaba,
.-de las gentes hambrientas y les daba de comer.
Pero lo extraordinario es compadecerse
del enemigo,
de los que nos hacen daño,
de los que nos hieren,
de los que nos afrentan.
Hasta este punto llegó el amor de Jesucristo.
ES SEGURO QUE LOS ENEMIGOS DE CRISTO ESPERABAN
.-OÍR MALDICIONES,
.-MALAS PALABRAS,
.-INJURIAS DE QUIEN ESTABA SUFRIENDO.
ESPERABAN OÍR POR LO MENOS
.-QUEJIDOS DE DOLOR
Y SIN EMBARGO, DE SU BOCA, SALIÓ NO UN GRITO, SINO UNA PLEGARIA, UNA
DULCE Y SUAVE ORACIÓN DE PERDÓN.
MIREN LO QUE DICE MATEO 27:45: «Y DESDE LA HORA SEXTA HUBO TINIEBLAS SOBRE TODA LA
TIERRA HASTA LA HORA NOVENA«.
YO ASEGURARÍA QUE TODAS LAS TINIEBLAS DEL INFIERNO SE LEVANTARON EN CONTRA DE JESÚS,
QUE TODO PECADO HORRENDO, CRUEL Y OSCURO RECAYÓ EN JESÚS, TODO EL PECADO DEL
MUNDO FUE PUESTO SOBRE ÉL.
FUE TAL LA ATROCIDAD DEL PECADO DE TODOS LOS SERES HUMANOS QUE EL MISMO DIOS TUVO
QUE ALEJARSE MOMENTÁNEAMENTE PARA QUE TODA ESA OSCURIDAD Y CRUELDAD HUMANA
RECAYERA EN JESÚS. Y QUIZÁ CON UN PROFUNDO PESAR Y DOLOR EXCLAMA: «DIOS MÍO, DIOS
MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?».
EN OTRAS PALABRAS, SUFRIÓ AL TOPE LA AGONÍA FÍSICA Y LA AGONÍA ESPIRITUAL Y HAY QUE
RECORDAR QUE AHÍ ESTABAN TAMBIÉN NUESTROS PECADOS.
5. La Palabra DE NECESIDAD.
JUAN 19:28 DICE: «DESPUÉS DE ESTO, SABIENDO JESÚS QUE YA TODO ESTABA
CONSUMADO, DIJO, PARA QUE LA ESCRITURA SE CUMPLIESE: TENGO SED«.
Lucas 23:46 dice: «Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró«.
Fue tan potente esta palabra que la tierra se estremeció, ni siquiera pudo
contener a sus muertos.
Mateo 27:51-54 relata: «Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y
muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los
sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y
aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús,
visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y
dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios«.
Llega el momento de su muerte, pero Cristo no teme aquella parte espiritual de su
SUFRIMIENTO.
Ahora se muestra tranquilo y confiando.
SABÍA QUE Los cielos estaban abiertos para llevarle en triunfo a su aposento
celestial, junto a su Padre.
Esa parte nos llegará en algún momento a cada uno de nosotros, porque dice la
palabra del Señor: «Y de la manera que está establecido para los hombres que
mueran una sola vez, y después de esto el juicio«. (Hebreos 9:27).
De modo inevitable hemos de pasar por aquel valle sombrío, pero la muerte
redentora de Cristo es la garantía de que podremos terminar nuestros días con la
misma confianza que Él, sólo en esas circunstancias podremos decir con gozo:
«Padre en tus manos encomiendo mi espíritu«.
Jesús dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No
se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo«. En otra ocasión dijo: «En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis«. (Juan
14:2, 3).